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Narco News Issue #38
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106 horas escuchando en el sureste mexicano

Un movimiento zapatista expandido está a punto de surgir


Por Al Giordano
Especial para The Narco News Bulletin

13 de septiembre 2005

Para mi abuelita, María Luisa Tomasini

Municipio autónomo de Javier Hernández, Chiapas, México. Septiembre de 2005: En esta sexta reunión en seis semanas de la Otra Campaña lanzada en la Sexta Declaración de la Selva Lacandona, un arco iris comenzó a tomar la forma de un puño: un puño con una fuerza que aturde los oídos.


Foto: D.R. 2005 Francisco Alvarez Quiñones
Las cinco reuniones previas agruparon a los rebeldes, como dedos, en cinco unidades: uno para las organizaciones políticas, las organizaciones sociales como otro, los colectivos, y las organizaciones no gubernamentales y artísticas en otro, los individuos sin organización trajeron su fuerza y sus ideas para constituir una cuarta falange en este salto evolutivo. El pulgar de esta mano –la mano izquierda, la más cercana al corazón, por supuesto– consiste de organizaciones indígenas (que los zapatistas llamaron la “columna vertebral” de la lucha por venir), una mezcla diversa de los 62 grupos étnicos, cada uno trayendo 513 años de experiencia en resistir las imposiciones desde arriba.

Este fin de semana pasado, cada persona de los cinco categorías (o dedos) que no podía asistir a las reuniones previas organizadas para sus sabores particulares de lucha fue invitada, en una segunda y última llamada para ayudar a dar forma a este fase de la Otra Campaña rebelde. En el cañón entre Ocosingo y San Quintín, que parecía ser un mero arco iris –uno de ésos coloridos pero intangibles faros de los cielos que conjuran los sueños de los seres humanos y señalan el camino a tesoros lejanos por descubrir– se consolidó. Sus rayos en prisma aglutinado y la fronteras entre “los gupos identitarios” y las distintas tendencias políticas se disolvieron en un solo organismo viviente con miles de pies que pronto van a llenar todo lo que está muerto y muriendo en la política electoral y otras charadas de arriba. No hay modelo histórico a copiar o a imitar acá. La senda que lleva al final del arco iris no existe aún. Será trazada, al estilo zapatista, por los que la caminen.

Los grupos de solidaridad zapatista (e individuos, y familias enteras) de todo México vinieron a adherirse a la Sexta Declaración, para hablar y para ser escuchados por los enmascarados comandantes de la Comisión Sexta zapatista: Gabriela, Rosalinda, Keli, Delia, Ofelia, Yolanda, Ana Berta, Graciela, Gabino, Gustavo, Eduardo, Simón, Masho, Omar y Pablo, y su (nuestro) Subcomandante vocero Marcos, con su pipa colgando de la boca y su pluma y papel en mano.

Estudiantes, maestros, migrantes mexicanos que vinieron de varias partes de Estados Unidos, de Ohio a California, madres de presos políticos de hoy, hijos de los apresados y desaparecidos de ayer –“nacidos”, como nos recordaron, “del amor revolucionario”– organizaciones campesinas, sindicatos, defensores del derecho de aborto, grupos de pensadores de izquierda, talleres, colectivos, lesbianas, gays, machos sin vergüenza, feministas, doctores, veterinarios, artistas de toda clase, no pocos cantantes y guitarristas, poetas, un pollo llamado Pingüino, una abuela llamada María Luisa, arquitectos, planificadores urbanos, anarquistas, socialistas, comunistas, demócratas, trabajadores de los medios alternativos y muchos otros se reunieron en las más de 20 horas de presentaciones de este fin de semana… incluyendo una propuesta que vino de un colega que usó las hasta ahora no escuchadas palabras “periodista adherente a la Sexta”, una “Propuesta para plantar y cultivar periodismo auténtico en la Otra Campaña”, algo sobre posibles becas de “frijoles y tortillas” para periodistas que reporten la inminente salida de los zapatistas a la República Mexicana… pero esa es otra historia sin terminar y para ser contada otro día.

La tarea inmediata a la mano no es hablar, sino escuchar. Aquí hay un ejemplo de lo que se vio y se escuchó…

Una nación renacida

Una de las primeras organizaciones en presentarse al micrófono fue el Taller de Construcción del Socialismo. Con ellos llegó el profesor Alberto Híjar de la Universidad Autónoma de México (UAM), plantel Xochimilco, en la ciudad de México. Híjar –ex preso político y sobreviviente de la izquierda mexicana que recientemente evadió otro tipo de bala, cuando los médicos le quitaron un tumor de unos cinco kilos– pasó un 1994 muy nervioso luego de escuchar, en los medios, lo que sonaba como la voz de uno de sus ex alumnos emanar de la boca del vocero zapatista clandestino, mientras el estado mexicano se preguntó por 13 meses “¿Quién era ese enmascarado?”. Luego, como siempre (inclusive en los años setentas cuando fue torturado), nunca delató a nadie. Híjar estaba de pie, sonriente, y evidentemente sano, mientras un vocero de su taller dijo a la asamblea “la consigna zapatista ‘¡Libertad! ¡Justicia! ¡Democracia!’ también define ciertos límites”. El grupo pidió una plataforma más elaborada que incluya posturas sobre la protección de las reservas de agua pública, la biodiversidad, los recursos naturales y la seguridad social del saqueo de la privatización y la venta a extranjeros y a otros ricos interesados.

Luego vinieron los estudiantes de Universidad Nacional de Chiapas (Unach), muchos de los cuales tienen que trabajar para llegar ahí: “Queremos hablar de nuestra experiencia viviendo con el salario mínimo”. Trajeron un guitarrista y algunos cantantes que llevaron a la multitud en un coro de “Nos han robado la voz”. “No queremos más”, dijeron, “una universidad que sea un mecanismo de control para nosotros”.

Otro profesor de la UAM habló más tarde sobre cómo mucho de lo que le pasa a la investigación académica en esta tierra está limitado por “la inconsciente aplicación de tecnologías desarrolladas en otros países” a la realidad mexicana. Alabó la creación, en las comunidades zapatistas de Chiapas, de escuelas independientes del presupuesto del gobierno, sin su participación, “como un ejemplo a seguir en todo el territorio” (no es sorprendente que el corresponsal del New York Times James W. McKinley –el último nominado a Rey del Planeta de los Estúpidos– se negó a visitar alguna de estas escuelas o a entrevistar a cualquiera de sus estudiantes o a sus padres en su reciente labor difamatoria basada en unos cuantos días en una zona zapatista en la que McKinley continúa peleando con el español, que no comprende totalmente, para no mencionar el nativo idioma tzeltal del valle donde firmó su nota con malicia).

Un hombre tomó el micrófono para señalar que “dieciséis por ciento del maíz consumido ahora en México viene de Estados Unidos, la mayoría de él transgénico”. Pidió la formación de un frente para oponerse a esta importación. Un representante del Colectivo Ricardo Flores Magón de Tlalpan, en la ciudad de México, explicó por qué él y sus vecinos no encontraron a las campañas electorales de cualquier partido llamativas. “La única otra opción que existe para nosotros”, dijo, “es la Otra Campaña”. Y enlistó algunas de las amenazas que los barrios encaran ahora: la construcción de un club de golf, de casas para la gente rica y otros proyectos que amenazan “expulsarnos de nuestras tierras”. Él, como la mayoría de los voceros, invitó a la Comisión Sexta zapatista a visitar su zona cuando salgan de la selva en la Otra Campaña, para escuchar y para aprender de la gente simple y humilde que lucha.

Un tema común se lanzó una y otra vez en el mismo micrófono. En una palabra: nación. Un sector creciente y significativo de la sociedad mexicana –como muchos de otras tierras también– está simplemente cansado de las imposiciones de afuera y desde arriba. El nacionalismo –en su sentido mejor no autoritario y antiracista– está rebotando en la tierra del águila y la serpiente. Miremos un poco unos cuántos colores más de este arco iris y veámoslos materializarse en forma práctica…

“Sexta Appeal”

Nacido en Jalisco y emigrado a Chiapas, Gustavo Pérez Basulto, quien escuchó pacientemente todas las cinco reuniones anteriores en esta serie (y que llevó al equipo de Narco News de ida y de vuelta), luego de leer una breve cita de Noam Chomsky sobre el potencial de los zapatistas para “cambiar la historia del mundo”, llegó armado con varias propuestas. Recordando cómo en la Caravana Zapatista de 2001 los rebeldes usaron al grupo italiano de solidaridad, los “Monos Blancos” (vestidos con overoles blancos) para crear cinturones humanos de seguridad alrededor de los 24 delegados rebeldes. Pérez sugirió que en lugar de los Monos Blancos de otro país los zapatistas se arreglaran con los “Saraguatos Prietos” (una especie nativa de mono aullador) para hacer el trabajo de protegerlos. Su propuesta fue aplaudida y apoyada. Pérez habló como un arquitecto de paisajes que quiere “materializar la visión utópica en el mundo real” a través de “la bioarquitectura, utilizando materiales orgánicos”. En ese sentido, presentó algunas propuestas de desarrollo económico que iban desde hacer casas verdes con flores exóticas hasta plantar frutales exóticos, a la reforestación de maderas preciosas en la selva lacandona, a la producción de agua pura embotellada de las Montes Azules en este estado, y “el rescate medicinas tradicionales” que pudieran implementarse para dar trabajo y recursos a los que están luchando.


Gustavo Pérez Basulto
Foto: D.R. 2005 Francisco Alvarez Quiñones
Pero fue quizá su siguiente y final punto –“una propuesta de última hora que se me acaba de ocurrir”– lo que marcará su testimonio en los años venideros. Citando un reportaje reciente de La Jornada, titulado “Padecen anorgasmia 80% de mexicanas en el sector rural”, Pérez lamentó esta desgracia nacional. “Tal vez necesitamos una especie de ‘Zapa-Sutra’ para que los hombres puedan aprender cómo tratar con respeto a las mujeres”, comentó a una mezcla de ahogos, shocks y particularmente fuerte aplauso de muchas de las mujeres presentes. “Con humor podemos conquistarlo todo, pero en serio, chicos, ¡que se apliquen!”.

“El amor revolucionario” también fue mencionado en la siguiente presentación, por las mujeres y los hombres de la organización internacional HIJOS –los hijos e hijas de los rebeldes asesinados por las dictaduras de los años setenta–, muchos de ellos de Chile, Argentina, Bolivia, Paraguay y otros países. “El terrorismo de Estado”, dijo uno, “aún tiene lugar”, listando varias masacres y asesinatos de líderes sociales y activistas en la historia reciente de México. “Hemos nacido del amor revolucionario”, dijo luego. “Y reconocemos en el zapatismo la lucha de nuestros padres”.

Una red de mujeres dio más tarde una presentación a varias voces con propuestas concretas para la Otra Campaña: “Una, queremos una reunión primero entre mujeres. Dos, ahí crearemos un plan de acción. Tres: luego nos reuniremos con los hombres para hablar de género. Cuatro, veremos cómo pueden tomar acción con las mujeres. Y cinco: que nos embarquemos en una caravana con las mujeres zapatistas a Ciudad Juárez para mostrar que las mujeres asesinadas y amenazadas allá no están solas”.

La mujer explicó que “gobernadores, legisladores y funcionarios de los partidos políticos no estarán invitados a participar”, y que quisieran que la caravana parta de la ciudad de México el 1º de noviembre (Día de los Muertos).


Presentación de “Aborto Sin Pena”
Foto: D.R. 2005 Francisco Alvarez Quiñones
La siguiente presentación fue de una mujer del estado de Morelos, de la organización “Aborto Sin Pena”. En este país donde el aborto aún es ilegal (con la excepción del estado de Yucatán), contó su historia como madre de tres –de 10, 8 y cinco años– con su esposo, un jardinero que gana 800 pesos (alrededor de 75 dólares) por semana. “Es una mentira que donde comen dos comen tres”, dijo, explicando cómo los niños sufren más cuando hay más bocas que alimentar que comida en la mesa. “Pero en mi estado el doctor puede ser castigado con un año de prisión por practicar un aborto, y la mujer paciente con dos años. Las mujeres con dinero pueden ir a una clínica y hacerlo en forma barata y sin riesgos. Pero las mujeres pobres no tenemos esa opción. Esto se llama injusticia social. Por tanto, proponemos poner la palabra aborto sobre la mesa” (la ley de las mujeres zapatistas, hecha pública en enero de 1994, establece que “las mujeres tienen derecho a decidir el número de hijos que pueden tener y cuidar”, pero no menciona el aborto en forma explícita).

Un hombre leyó en voz alta una carta a su nieta: “Es por ti que me adhiero a la Sexta”. Un adolescente de Ciudad Nezahualcóyotl tomó el micrófono para decir que toda su familia había venido junta para esta reunión aunque no pertenecía a ninguna organización. Un padre y su hijo (de unos cinco años) vinieron de las montañas de Veracruz. “Pueden ver nuestra casa desde el Pico de Orizaba”, dijo Adolfo Figueroa hijo. El toque humano de gente real infundió a esta reunión como lo hizo la semana pasada. Y esto tuvo un impacto humanizante también en organizadores políticos con más experiencia.


Erasto Molina
Foto: D.R. 2005 Francisco Alvarez Quiñones
Erasto Molina, nieto del legendario líder campesino chiapaneco Erasto Urbina, donó un portafolio de fotos a la Comisión Sexta: algunas hechas por él, otras “de mi abuelo”. Viejo amigo de Narco News, Molina era un organizador político de veintitantos años en la campaña para gobernador de Amado Avendaño en 1994, apoyada por los rebeldes (vean La última entrevista, Narco News, abril de 2004). A fines de los noventa era el hacedor en la ong Enlace Civil, entrenando observadores extranjeros para vivir en las comunidades zapatistas. “Mi abuelo murió muy desilusionado” con la política electoral, se lamentó Erasto nieto (quien, ha impresionado mucho a este corresponsal, tiene el miso carisma y perfil del líder nato, o como digo Gandhi de Nehru, “¡Tiene el encanto del demonio!”). “Nací en la ciudad de México durante el movimiento estudiantil de 1968, entre toda la paranoia y la represión. Me formé en la política callejera, como niño y como vendedor ambulante”.

Molina habló de sus oportunidades recientes, como un pintor y artista establecido, para viajar fuera, inclusive a Palestina, “donde me di cuenta que los mexicanos somos, como cultura, muy occidentales”. En el espíritu del citado Gandhi, dedicó su presentación –usando ilustraciones, ayudas visuales y manualidades como granos de cacao– al tema de la microeconomía de la alimentación, la nutrición y la medicina. Ha propuesto la formación de “círculos de intercambio sin beneficio económico” a nivel nacional como parte de la Otra Campaña.

“¡América está aquí mismo!”

Una de las más largas –pero valiosas– presentaciones fue hecha colectivamente por los miembros de una red de mexicanos que viven y trabajan, o alguna vez lo hicieron, en los Estados Unidos, bajo la sigla de un grupo llamado Braceroproa, y llamando a su esfuerzo “La Otra Campaña en el Otro Lado”. Conducidos por Rosa Martha Zarate Macías, nacida en Guanajuato, ahora en Colton, California (quien animó las presentaciones cantando con su voz estilo ranchero y breves extractos de sus canciones de protesta), comenzó por pronunciar: “De ahora en adelante, esta frontera política no existe entre nosotros”.

Su organización, la binacional Alizanza Braceroproa, es una de los dos grandes organizaciones en favor de los miles de mexicanos –conocidos como braceros– que, entre 1942 y los noventa, levantaron cosechas en los Estados Unidos como parte de un programa bigubernamental, pero que, al regresar, vieron sus salarios robados por el estado mexicano. Uno de ellos, un hombre de 81 años llamado Livorio, señaló que “Tengo solamente cinco centavos en mi bolsillos pero igual vine para acá”. Una joven, Melody González, nacida en Estados Unidos de padres michoacanos, habló para los “que fueron forzados a dejar sus tierras y tuvieron que irse al norte a buscar trabajo”. Juan Antonio Zúñiga, cincuentón veterano militar en Estados Unidos, lamentó la actual guerra de Bush y explicó: “Soy un claro ejemplo de la esclavitud de los mexicanos que se enlistaron en el ejército estadounidense”. Pide a la juventud que lo escuche, y no enlistarse en las fuerzas armadas del norte. “América es Chiapas. América es México, es Argentina… no los Estados Unidos… ¡el sueño americano está aquí!”.

No inesperadamente, hubo un leve tinte de activismo territorial estilo gringo en la presentación. El grupo de Braceroproa tenía la impresión que el grupo distinto de braceros que vino en agosto a las reunión con organizaciones sociales en la selva había hablado mal de ellos, y regresó el favor (al final de esta reunión de fin de semana, el Subcomandante Zapatista Marcos comenzó sus palabras de cierre dirigiéndose a esta organización: “Nadie habló mal de ustedes en la reunión con organizaciones sociales, al menos no en frente de nosotros”. En otras palabras, aquí en territorio zapatista, dejen las rivalidades al entrar, por favor).

Pronto llegó un joven del Comité de Defensa Ciudadana de Oaxaca, específicamente de la frontera norte de ese estado con el de Veracruz, donde el grupo étnico chinanteco tiene su habitar. Habló del deber revolucionario de la autocrítica. “Como organizaciones”, dijo, “también tenemos vicios: el oportunismo y el resto de las prácticas de la clase política. En Oaxaca la lucha por liberar a los presos políticos frecuentemente se reduce a un tipo de banderismo en lo que los grupos negocian otras cosas que la libertad de los presos con el estado”. Propone “un proceso más autocrítico” en la Otra Campaña zapatista. “Los gobiernos usan nuestras divisiones, nuestras debilidades, contra nosotros”, dijo. “Combinan la coptación política con la política represiva para derrotarnos”.

Una de las presentaciones más conmovedoras para este corresponsal fue la de un hombre del estado petrolero Tabasco. “Me siento muy pequeño”, dijo, señalando que su Colectivo Corazón cuenta solamente con cuatro miembros. “Soy ya un tanto viejo, y luego de escucharlos a todos aquí, veo cuánto tiene que hacerse”. Su organización trabaja en las comunidades indígenas choles y chontales, dando talleres contra el programa social mexicano llamado Procede (que da 250 pesos, o 25 dólares, al mes a los campesinos, a menudo abusando del programa para restringir su acceso a través de operadores de partidos políticos) y contra el Plan Puebla Panamá, el “canal seco” de varias carreteras en construcción para saquear el resto de los recursos agrícolas y naturales del sur de México y Centroamérica.

“En los años cuarenta”, recordó, “la producción de plátano se detuvo y nuestras tierras se volvieron ranchos de ganado. En los sesenta, descubrieron petróleo y los tabasqueños vivimos ahora en un estado con un medioambiente totalmente devastado. Ya no se planta el maíz porque la tierra ya no produce. Nuestros plátanos están siendo tapados por megaproyectos, grandes hoteles para ofrecer mojarras y pez tengoyaca a los turistas ricos”.

Cuenta su historia de lucha y sacrificio: “En 2001, como respuesta a una campaña que organizamos para traer alimentos a la Caravana Zapatista, mi casa fue quemada. Mi hija de seis años sufrió quemaduras de primer grado que desfiguraron su cara”, dijo a la callada multitud. “Admito que tuve miedo. Estaba asustado y aterrorizado. Pero con el tiempo me di cuenta que hicimos lo correcto. Mi hija tiene once ahora. Manda un abrazo, un saludo y un beso. Sus marcas en la cara, tal vez, sigan curándose”. Con esto, se adhirió a la Sexta y entró en la Otra Campaña.

Luego vino un ex preso político zapatista del infestado de paramilitares pueblo de Tila, en el norte de Chiapas, quien pasó dos años preso en Yajalon, Chiapas, y luego dos más luego de que lo trasladaran de prisión al vecino Tabasco. “Cuando salí de la cárcel mi pueblo me apoyó mucho. Soy alguien que nunca pasó de la secundaria, y ya he cumplido sentencia por un crimen que no cometí, pero no me rindo porque sé que no estamos solos”.

Fue apenas cinco noches antes de que todo México celebre otra vez, por 195ª vez, su declaración de independencia con el “Grito de Dolores”, gritando desde cada pueblo y ciudad “¡Viva México!”. Casi dos siglos después, uno escucha estas historias contadas por gente humilde y simple que lucha, el dolor que causan las imposiciones desde arriba es todavía omnipresente.

Pero aquí durante las últimas seis semanas, no solamente escuchamos lamentos de dolor, sino nuevas ideas, maneras de pelear, y hemos visto caer los muros entre los diversos “grupos identitarios”, entre individuos y organizaciones, entre indígenas y no indígenas, entre jóvenes y viejos, entre mujeres y hombres, entre heterosexuales y otros, entre sectarios con tendencias a esconderse en grupos con “miedo del otro” pero que han llegado aquí por un deseo conciente, o al menos subconsciente, de dejar atrás el miedo y unirse con ese a menudo malentendido, a veces temible, otro.

Llega el momento en que todos los procesos revolucionarios que eran fuerzas dispares se vuelven uno. Algunas veces pasa con un grito de dolor. Otras veces con el sonido de una campana… un sonido… una palabra… un punto de quiebre…

Esta vez llegó con una canción acompañada por un raro –pero tal vez sea ¿más conocido? – tipo de sección rítmica: el irritante pero glorioso sonido de machetes golpeando entre sí…

“¡No tenemos otro camino que caminar juntos!”

Adriana López Monjardin, editora asistente de la Revista Rebeldía, en su incansable rol de maestra de ceremonias de este encuentro, llamó al siguiente grupo en la lista de oradores: los ciudadanos de Atenco.


Cayo Vicente
Photo: D.R. 2005 Francisco Alvarez Quiñones
San Salvador Atenco, en el Estado de México, alrededor de la ciudad capital, es la tierra donde los campesinos pusieron un alto en 2002 al plan del gobierno federal de tomar sus tierras y construir un aeropuerto internacional (el mes pasado, para celebrar el tercer aniversario del triunfo, en el Cinema Salón Chingón de la Escuela de Narco News de Periodismo Auténtico, dimos la premier mundial por Internet del documental sobre esta lucha: “¡Tierra Sí! ¡Aviones No!”, dirigida por los participantes del movimiento de Atenco, Adán Xicoténcatl y Constantino Miranda, y producida por el graduado de nuestra escuela Gregory Berger, en caso, querido lector, de que quieras saber más sobre, o revivir, esta seminal lucha victoriosa).

De atrás del lugar de la asamblea, bajo una carpa gigante, llegaron los campesinos de Atenco, machetes desenvainados, con el cantor popular Cayo Vicente (como las canciones de protesta del finado Woody Guthrie, las canciones de Vicente se han creado en las primeras líneas de lucha popular). Y mientras él lideraba en la canción “Labradores de mi patria”, con un coro que dice “sin maíz no hay país”, los veteranos de Atenco hacían chocar sus machetes de acero: herramientas de trabajo que son armas e instrumentos de percusión:

Del campo viene un tremor,
i la tierra no espera más! :
produces lo que te comes
o estas perdiendo tu libertad.
Forjamos nuestro destino
o esclavos somos…
decide ya.

Por que sin maíz, no hay país….

¡Juntemos todas las alas,
mi canción, sola, no vuela!

Vamos rompiendo cadenas,
destrocemos todo miedo,
que nuestros pasos caminen
por noble y justo sendero.

Que escuche el terrateniente
y los criados del imperio,
sépalo el yanky asesino
que su poder no es eterno.

Con Dignidad Y Esperanza
mi pueblo ya se levanta,
con su paso de gigantes
está pariendo la Patria.

¡Juntemos todos los puños,
mi canción, sola, no basta!

Por que sin maíz no hay país…

La multitud se puso de pie, aplaudió y cantó: había unas mil voces disparejas, pero una sola voz. Los machetes chocaron cerca de ojos, orejas y caras, y con tal precisión que no derramaron sangre: hay, después de todo, una clase que sabe cómo usar un arma como herramienta de trabajo o como instrumento. Cuando la canción terminó, Nacho del Valle, uno de los grandes estrategas y luchadores de las batallas de Atenco, habló y sintetizó mucho de lo que ha pasado en estas seis semanas.


Gente de Atenco, machetes al aire
Photo: D.R. 2005 Francisco Alvarez Quiñones
“Todos tenemos diferencias”, dijo. “Deberíamos tenerlas, porque venimos de circunstancias diferentes. Pero no tenemos otro camino que caminar juntos”.

Luego presentó a los vendedores de la plaza del mercado que el gobierno trata de expulsar de sus puestos en el mercado de Ecatepec, en el Estado de México, conocido como “La Pulga”. Nacho les pasó el micrófono y contaron su historia: de cómo hace tres semanas, el 18 de agosto, el gobierno mandó 300 policías con una orden del juez a sacarlos. “No nos movimos”, anunciaron. Y los policías desistieron.

Invitaron a los zapatistas y a todo el mundo a ir a La Pulga y escucharlos, para conocer los detalles de su lucha.

Desde la perspectiva de su corresponsal, este fue un mensaje aglutinador: Todos tenemos nuestras diferencias, ¿y qué? ¡Vámonos!

Y esta es la historia de cómo la mano izquierda de una nación y de un planeta se hizo de una lindo arco iris de sueños, y de cómo se cierra en un puño.

Más tarde en la semana, en la capital zapatista de la región, La Garrucha, junto al mismo camino lodoso, para gritar con dolor “¡Viva México!”, la gran sesión plenaria comenzara donde los muchos y variados adherentes a la Sexta decidan, junto con los rebeldes enmascarados, y con participación en vivo vía Internet de los que no puedan asistir (sigan pendientes por los detalles), dónde y cómo este puño comenzará a golpear.

Es un golpe que aturde los oídos, porque golpea en su ruta cada vez que abre un espacio para que haya auténtica escucha. Los afligidos están aprendiendo unos de otros una nueva forma de lucha. Para cada tiempo se limpia un espacio para que la gente sea escuchada, un golpe se da contra los que mandan imponiendo silencio y marginalizando el discurso. Y sí, querido lector, incluso algunos que nos llamamos periodistas auténticos hemos estado mucho tiempo en el lado golpeado, en el lado afligido. Tenemos nuestras quejas, tenemos nuestro grito de dolor también, pero luego de escuchar tanto como pueden otros luchar, vemos que la hora se acerca para que demos nuestros propios golpes –con un gancho de izquierda que viene de abajo: ¡Ojo! –por la libertad, la justicia y la democracia, por el deber de escuchar y el derecho a ser escuchados. México y los zapatistas siguen enseñando hasta a los periodistas cómo pelear desde abajo. ¡Viva México!

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