English | Español | August 15, 2018 | Issue #39 | |||||||
Y entonces llegaron los humanosLos zapatistas refinan el revolucionario arte de escucharPor Al Giordano
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Bajo la gran carpa: 700 ciudadanos mexicanos cantan el Himno Nacional –y luego el Himno Zapatista– al principio de la reunion de los individuos sin organización. Foto: D.R. 2005 Francisco Alvarez Quiñones |
Después de todo, ¿quién conoce más acerca de estar aislado individual o familiarmente sin título organizacional o de protección? Tomen por ejemplo a Ernestina Domínguez Vargas, una vendedora ambulante de mercancías en las calles de la ciudad de México, que vino hasta las montañas este fin de semana, “en representación de mis hijos y de mi familia”. Es una de los millones de mexicanos que luchan cada día por poner comida en la mesa pero que no cuenta con una tienda o una fábrica o tierra familiar para trabajar. Como muchos, vende por eso cosas en la calle. Los ambulantes se mueven y son presionados por la policía y organizaciones de mafiosos (que quieren mojar el pico con un porcentaje de las ganancias y a menudo utilizan la violencia y la fuerza para conseguirlas). Se mueven de acera en acera sin protección ni derechos. Como muchos otros en esta y otras tierras, buscan literalmente a diario un lugar para pararse en el mundo. “Mis hijos hablan mucho de Marcos y de los zapatistas”, dice Ernestina a la asamblea, que incluye a quince miembros enmascarados del comité zapatista formada para organizar la Otra Campaña: “Somos del color de la tierra y es por eso que estamos con los zapatistas desde 1994”.
Pero durante doce años esta gente y millones como ella no han tenido ni se han unido a organizaciones para poder participar de la causa zapatista, o han sido relegados a meros espectadores que se paran en la acera, miraron y animaron la Caravana Zapatista que pasó por su pueblo o su barrio.
“Aquellos de nosotros que nos despertamos, vamos a trabajar, trabajamos todo el día, nos apuramos para volver del trabajo, vamos a dormir, nos despertamos, vamos a trabajar otra vez”, explicaba Marco Antonio Avendaño de la ciudad de Puebla, un esposo y padre de dos, cuando le tocó turno de usar el micrófono, expresando el deseo de algún tipo de paquete de organización o manual sobre cómo participar en la Otra Campaña, “no siempre tenemos tiempo de pensar con calma lo que podemos hacer”.
Que hay tanta gente que están como sobrepasados y aislados por la lucha diaria por la sobrevivencia es un hecho inconveniente que hace una mentira de la “democracia” como es practicada en México y cualquier parte en nuestra tierra. El derecho a participar significa poco o nada para él o ella a quienes roban el tiempo o el espacio para actuar. Y aquellos de nosotros que tenemos la fortuna suficiente de tener –a veces como resultado de nuestra lucha, pero a menudo, también, por suerte, y a menudo debido a privilegios– un grande o pequeño monto de tiempo o espacio en el que participar en la historia, demasiado a menudo somos ciegos a las realidades de la esclavitud que asuela a la mayoría de la gente en esta tierra y les niega la misma oportunidad.
En círculos de activistas (y entre periodistas también, por supuesto) es una moda quejarse sobre cómo los partidos políticos deforman a sus militantes y los vuelven algo menos humanos. Y aún unos cuantos parecen ver cómo la mayoría de las formas de organización –incluyendo la organización de activistas “progresista”– también afectan la humanidad de los participantes. La organización de los humanos es una tecnología, y como cualquier otra es inherentemente vulnerable al abuso en las manos de aquellos que buscan poder sobre otros. ¿Cuántas veces nos hemos encontrado cada uno de nosotros algún activista o comité que se vuelve guardián entre nosotros y nuestro sagrado derecho a participar, no para ser meros espectadores de nuestra propia historia?
Foto: D.R. 2005 Mitchell Anderson |
Hubo también algunas notables presentaciones de individuos que son parte de organizaciones y se reconocieron como tales. En los próximos días Narco News publicará la transcripción de la intervención del Colectivo Libertad, uno de los más coherentes en emerger de cualquiera de estas reuniones sobre cómo llevar la lucha desde aquí. Pero, para los propósitos de esta historia, vamos a escuchar a los individuos sin organización.
Porque aquí estuvieron los más excluidos entre los excluidos: mujeres y hombres que ni siquiera encajan en las organizaciones de los desposeídos. Y en este tipo de poesía que es el zapatismo, su estatus de marginales los revela como más cercanos a la mayoría de los mexicanos y los ciudadanos de la Tierra que aquellos que a menudo claman ser sus representantes. Esta gente necesita a los zapatistas. Pero, igualmente importante, los zapatistas los necesitan. Estos individuos están más cerca de las masas que los rebeldes buscan escuchar y movilizar de lo que las organizaciones podrán estarlo. Sin corromper por la organización, esta gente es el puente entre la selva y la mayoría.
La diversidad de los participantes durante esta reunión que invitó a “mujeres, hombres, ancianos, niños y niñas, individuos en representación de ellos mismo, su familia, su comunidad, su calle, su barrio” fue hermosa para este observador. Fue una nueva movida para el zapatismo convocar a tal gente. Marcó, sin dudas, un punto alto en ocho años de viajes hacia acá. Aquí hay un vistazo de lo que algunos de ellos tenía que decir.
Cual Domínguez Badillo, de Veracruz, caminó hasta el micrófono. Leyó fuerte una carta que él y otro ciudadano han escrito para los zapatistas. “Vemos en la tele todas las promesas que hacen los presidentes. Pero los zapatistas nos muestran que no mantienen sus promesas”, dijo. Cual tiene nueve años. “Somos niños que nos adherimos a la Sexta”, dijo en referencia a la Sexta Declaración de la Selva Lacandona, invitando a los zapatistas a ir a su escuela “y tener una charla”.
Cuando llegó el turno de Ricardo Sánchez, la eternamente paciente y amable maestra de ceremonias de estas veinte horas de testimonio, la periodista auténtica Eugenia Gutiérrez de la revista Rebeldía, primero no lo vio. Lo llamó por su nombre de nuevo y luego se dio cuenta que estaba ya detrás del micrófono, que era más alto que él. Es un niño de la ciudad de México, de unos 10 u 11 años. Sus comentarios fueron breves y al punto: “Tenemos el derecho a ser escuchados por ustedes, por cualquiera. Esos es todo lo que quería decir”.
Una mujer en sus veintes con el nombre de Abril dijo: “Quisiera que mi familia estuviera aquí presente, pero en cambio tengo que regresar con ellos e informarles de mi estancia con ustedes”, dijo, contando luego una poética historia de su propia evolución como ser humano. “En mi adolescencia no confiaba en nadie. En nadie absolutamente. Pero a los 14 o 15 no sabía quién era. Éramos totalmente bombardeados por la televisión y sus mensajes tratando de decirnos quiénes deberíamos ser. Y si no sé quién soy, bueno, no sé para que estoy aquí en la Tierra”. Al final, su historia la trajo al presente, a esta montaña en el sureste mexicano. “Gracias a todos y al Ejército Zapatista por dejarme hablar. Porque aunque estoy muy nerviosa, estoy menos nerviosa que otras veces que tuve que hablar en público, en la escuela o en cualquier otra parte”.
Foto: D.R. 2005 Francisco Alvarez Quiñones |
Impactó a su corresponsal que solamente individuos sin organización hablaran tan honestamente sobre tales reflexiones. De hecho, en reuniones previas los representantes de las organizaciones no hicieron críticas, por nombre, a otras organizaciones del caldo zapatista, aunque pueda hacerse ese escrutinio. Después de todo la izquierda activista puede ser un Parque Jurásico vicioso de rivalidades y venganza, la crítica de hoy –aunque sea constructiva– a menudos se vuelve en contra tuya –y de la participación de tu organización.
Las organizaciones –y sus voceros– en general detestan la crítica y la consideran, cuando se hace, un ataque injusto (injusto o no, puede ser verdad con frecuencia y vale una respuesta, pero una genuina se da poco). No pasa eso con el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), pero esta excesiva sensibilidad a la crítica es aún una tendencia ampliamente dominante entre las organizaciones de solidaridad con el EZLN, y los movimientos sociales en general. Relacionado con esto, y aún más contrarrevolucionario, es la amplia incapacidad de las organizaciones de activistas (y sus miembros) para hacer autocrítica: preguntar a los otros y a sí mismos si sus esfuerzos son efectivos (o lo contrario), o cómo podrían serlo más. Pero los individuos sin título que hablaron en esta reunión zapatista constituyeron la corriente de aire fresco en el deber revolucionario de la autocrítica. La ya mencionada Evelia Gutiérrez González, por ejemplo, habló de su deseo de organizar a sus vecinos para participar en la “Otra Campaña” zapatista, y de su desventaja de no conocer a ninguno. “¿Cómo puedo organizar a mi comunidad si no la conozco?”, admitió, luego expresando, “Tengo trabajo que hacer, prometo hacerlo”.
“Este es un espacio”, anotó Blanca Estrella Ruiz, una de las últimas en hablar en este desfile sin parar de 20 horas de discurso, “donde la gente nos comprometemos con nuestra palabra”.
De hecho, los procedimientos se hicieron en tono ritual, una suerte de usanza solemne, donde una vez la palabra era dicha se transformaba en un compromiso de trabajo. Aquí, más que en las dos reuniones previas a las que asistimos, su corresponsal tuvo el sentimiento de que estaba viendo el futuro del zapatismo.
La trampa de la celebridad mística y su espada de doble filo ha sido una paradoja con los zapatistas y su vocero poeta-guerrero el Subcomandante Marcos. Cada una de estas reuniones comienza con su entrada, a caballo o a pie, junto a otros hombres y mujeres enmascarados. Luego llega el “momento de estrella de rock” cuando los medios comerciales y los paparazzi luchan con los otros que tienen cámaras de video y todos para conseguir el retrato perfecto.
En nuestro reportaje de la sesión de la semana pasada (el “encuentro de la juventud”) observamos cuánto algunos participantes intentaban impresionar a los zapatistas, y particularmente a Marcos, con sus discursos autoreferenciales. Casi nadie de las reuniones organizativas hizo críticas a Marcos y a los zapatistas. No fue así acá. Mientras las lágrimas y el evidente nerviosismo entre los voceros revelaban tanto el miedo como la intimidación que producían los vengadores enmascarados, en el espíritu de la Sexta, muchos de estos individuos sin título se sobrepusieron al medio y criticaron todo, desde la decisión zapatista de usar máscaras hasta el hecho de que sus cartas todos estos años no han sido respondidas personalmente.
Seguro, hubo presentaciones que trataron a Marcos más como un gurú, o un jefe político, que un simple humano en lucha por la justicia, la libertad y la democracia. Una de las primeras voceras del sábado comenzó por agradecer a los zapatistas por escucharla –“las mujeres no siempre somos tomadas en cuenta”– pero luego fue a otro punto ligado: resaltando que los zapatistas tienen pensado jugar un partido de fútbol con los profesionales italianos del Inter de Milán, pidió a los rebeldes que invitaran a su hijo a jugar ahí.
Al otro extremo del espectro hubo pedidos de más pureza para los zapatistas: la común colocación de los indígenas sobre un pedestal más alto de lo que los simples mortales pueden alcanzar. Octavio Limón, de Guanajuato, opinó que los eventos deportivos son simple espectáculo, y rogó a los rebeldes no participar de la gira del Inter de Milán: “No jueguen el juego, comandantes zapatistas”.
Una manzana de la discordia particular que apareció en varios puntos durante el proceso (y a veces en las semanas previas a las reuniones) fue la aparente incredulidad entre algunos de que en territorio zapatistas muchos de los locales beben Coca Cola. Arrgggh. A diferencia de virtualmente cualquier otra parte en este hemisferio ya abstienen del alcohol y las drogas, no hay casi televisiones, no hay cosas como un carro particular en estas comunidades (de ningún modelo), e incluso se comparten las bicicletas, y estos campesinos indígenas viven básicamente de la tierra. Pero muchos desde sus hogares, pueblos y ciudades en donde tienen todas esas cosas –teles, autos, alcohol, mariguana o pastillas de prescripción (porque la mayoría tiene una o las otras), y el resto del panteón de dioses del consumidor– parecían genuinamente enojados de encontrar bebedores de Coca Cola en un lugar donde esperaban encontrar santos.
Algunos (incluyendo a la largamente pro zapatista actriz Ofelia Medina) pidieron boicots a Coca Cola y a otros productos de consumo. Algunos pidieron alternativas más sanas como refrescos caseros hechos de chocolate y miel. Ninguno de estos “policías del mercado” ofreció un camión de agua potable a un precio más barato que una Coca (aquí, un lata de Coca cuesta 3,5 pesos, mientras una botellas con el mismo volumen de agua para beber cuesta 5). Ninguno de ellos ofreció hacer el mítico refresco de chocolate y miel, o incluso trajo una jarra de limonada para distribuirla gratuitamente. Pero quieren que los indios sean puros, más puros que ellos.
Un hombre fue tan lejos como pararse y pedir al Subcomandante Marcos dejar de fumar su pipa, afirmando algún insustancial beneficio para el medioambiente si dejaba de hacerlo. Marcos –quien permaneció escuchando pasivamente por más de 20 horas de intervenciones– señaló con su dedo al cielo y lo sacudió de un lado a otro para decir “de ninguna manera”.
Tal vez en respuesta a ésta y otras discusiones que trataron de decir a los zapatistas cómo hacer sus cosas, al final de la reunión Marcos les recordó a todos que los rebeldes se levantaron en armas hace doce años para que “nadie nunca más venga a decirnos lo que podemos o no podemos hacer”.
Otros aún, en el auténtico espíritu del zapatismo, pusieron un espejo delante de los zapatistas, pidiendo el mismo respeto de su parte.
El locutor de Radio Sabotaje conocido como Ioni Eléctrico se dirigió al encuentro el sábado por la noche hablando de su capacidad como individuo. “Fumamos mariguana”, dijo de sí y de sus amigos que han estado en esta lucha zapatista hace muchos años. “Generalmente unas cuatro veces al día. Pero cuando venimos a territorio zapatista, venimos totalmente limpios. Escuchamos que otros vienen y esconden su porro o su botella de alcohol, pero no nosotros. Respetamos las reglas de acá”.
Ioni Eléctrico de Radio Sabotaje Foto: D.R. 2005 Francisco Alvarez Quiñones |
En otras palabras, estaba levantando el mismo dedo en el aire que Marcos en respuesta a la demonización de su tabaco para fumar, y lo agitó para decir: ¡No-oh! ¡Ya basta!
Aunque es posible que durante estos doce años de zapatismo alguien más pudo decir esto a los compañeros y compañeras en un foro público, esta fue la primera vez que su corresponsal lo vio y lo escuchó. Después de todo, cuando solamente los “representantes de las organizaciones” podían hablar, ¿quién se hubiera atrevido a decirlo? Y además, hace mucho que esas palabras pedían ser dichas.
La cuestión de las drogas y el alcohol puede ser uno de los temas más delicados que los zapatistas que dejen territorio rebelde tengan que enfrentar cuando salgan de la selva al resto del país. Estarán entrando a una sociedad inundada –para bien o para mal– en el “cuarto instinto humano” de la intoxicación (luego de hambre, sed, sueño y sexo). ¿Hasta qué punto lo estarán aquellos que visiten y a los escuchen para adherir a las leyes zapatistas dentro de la selva? ¿Los hogares donde se queden los zapatistas tendrán que quedarse con los bares vacíos? ¿Entrarán los que fumen, como Marcos, a lugares donde no esté permitido? Cuando se trata de drogas (incluyendo la Coca Cola, que es, después de todo, la compañía de bebida comercial con el monopolio de uso legal de la hoja de coca andina) hay dos lados en cada hoja.
Nuestro colega de Radio Sabotaje –probando que los fumadores de mariguana no le deben a nadie en términos de intelecto estratégico y capacidad– inclusive dio algunas muy agudas sugerencias sobre la Otra Campaña por venir. “Hemos escuchado varios llamados a boicotear las elecciones”, dijo. “Pero están limitados a la cuestión de si se vota o no. Es un punto de vista muy limitado. Las encuestas dicen que la ‘mayoría’ de la gente apoya a tal o cual candidato. Eso no tiene sentido. La mayoría de la gente se preocupa poco por ninguno. Un verdadero boicot de las elecciones involucra todo lo que pasa antes del día de la elección. Involucraría investigar y decir a la gente a dónde va todo el dinero para las campañas, exponiendo las partes del proceso ocultas al público”.
Un fenómeno interesante y relacionado vino en las expresiones de varios individuos que vinieron aquí este fin de semana para confesar que habían dejado el PRD. De hecho –hablando sobre drogas– la política electoral es una droga que predeciblemente deja a muchos colgados y algunas veces maltrechos “el día después”.
Arturo Lomelí Foto: D.R. 2005 Francisco Alvarez Quiñones |
Mientras la campaña va en marcha (y a un grado mayor si el candidato del PRD Andrés Manuel López Obrador gana la presidencia de México en el 2006), más y más militantes quieren dejar o ser sacados de la estructura partidaria. Hay solamente tantos curules y trabajos para repartir. Y particularmente, mientras al PRD llegan en creciente éxodo miembros del PRI y de otros partidos, como pasará, si se vuelve gobierno, y mientras hace concesiones y pactos con otros poderosos intereses, muchas de sus bases –especialmente las de conciencia– terminar perdiendo el juego de las sillas cuando termine la música. Habrá más desilusión que nunca. Lo que los zapatistas están construyendo aquí es un gigantesco lugar para esa gente, también, para venir y renovarse y a sus lugares para pararse en este México y en este mundo.
Hace dos semanas, en sus palabras de apertura para la reunión con organizaciones sociales, Marcos apuntó que:
Las campañas electorales, empezarán y serán lo que hasta ahora han sido, una patética exhibición de spots publicitarios. La “otra campaña” empezará antes, después o simultáneamente. Las campañas electorales culminarán. La “otra campaña” seguirá. Serán las elecciones. La “otra campaña” seguirá. Habrá cambio de gobierno. La “otra campaña” seguirá. Vendrán las crudas y las desilusiones. La “otra campaña” seguirá. Tal vez entonces, y sólo entonces, la “otra campaña” se revelará como lo que pretende ser: la construcción de “otra cosa”. Algo que, como todo lo que surge de abajo a la izquierda, parece imposible la víspera.
Un contraste con este proceso es lo que ocurrió en Brasil en 2002, con la elección del viejo izquierdista y líder sindical Lula da Silva del Partido de los Trabajadores (PT). Virtualmente toda la izquierda brasileña se unió a la campaña de Lula y celebró su elección. Y muchos (si no la mayoría) de sus mejores operativos y organizadores obtuvieron entonces empleos en el gobierno. ¿Quién era entones la izquierda, afuera, para empujar y presionar al gobierno por su política? La derecha, los otros partidos políticos, los intereses comerciales (locales y foráneos) y las embajadas europeas y estadounidense: ellos eran.
Hoy, tres años más tarde, hay una amplia desilusión en los que son de izquierda con el gobierno de Lula y sus muchas concesiones a la gran empresa y al capitalismo global. Algunos aún están dentro del gobierno pero dependen de su cheque y por eso se quedan callados. Los que están afuera están desorganizados y sin lugar para pararse. Antes de la “Otra Campaña” zapatista, es hacia donde México con la popular campaña de López Obrador.
Uno necesita solamente entender esa historia para saber por qué Marcos y los zapatistas han polarizado tan poderosamente la izquierda, en parte al lanzar invectivas ácidas al PRD y a su candidato, al que llaman “el otro innombrable”, en una comparación de López Obrador con su némesis, el ex presidente mexicano Carlos Salinas de Gortari.
Dibujando esta línea en la arena, los zapatistas han hecho más su deber de alertar sobre el peligro que un gobierno de López Obrador podría atravesar como el “gobierno neoliberal con la mano izquierda” de Lula en Brasil y convertirse –como los zapatistas lo llamaron en un comunicado de junio pasado, “nuevo modelo de estado no-nacional”. Han creado un espacio para todos los que se preocupan por esa cooptación de la izquierda para levantarse juntos y luchar, no importa quién sea el próximo presidente de México. Y al usar un lenguaje duro e insultos tales como llamar a López Obrador “el huevo de la serpiente”, también han llamaron a la vasta mayoría de la ciudadanía que tiene su fe lejos de los partidos políticos, lejos de algún candidato, que está ya desilusionada por el proceso en su conjunto.
Mucha de esa gente estuvo aquí en territorio zapatista este fin de semana.
Como Mercedes Guadalupe, del área de Tláhuac de la ciudad de México, exclamó: “¡Esta comunidad aquí está muy lejos de mi casa! El PRD está más cerca de mi casa, pero no escucha”.
Algunas veces es en las pequeñas cosas que las grandes líneas de falla se revelan. Fue así el domingo en esta comunidad zapatista, con esa lata de Coca Cola convirtiéndose otra vez en balón de fútbol para ser pateado y dado vueltas en una polémica.
Foto: D.R. 2005 Francisco Alvarez Quiñones |
“En un área urbana como la ciudad de México y sus alrededores, toda el agua potable es embotellada, o tenemos que desinfectarla”, dijo. “Es a menudo mucho más fácil gastar cinco pesos en una Coca que 10 en una botella de agua”.
Luego analizó algunas posibles consecuencias de un boicot a la Coca Cola que quizá los que lo propusieron a los zapatistas no habían considerado: “Tal vez en lugar de beber Coca bebamos limonada. Así que iremos al mercado a comprar limones. Los coyotes, como sea, no pagan a los granjeros el precio justo por ellos, así que seguiremos participando en la explotación. ¿Y qué de todos los cañeros que quedarán desempleados cuando Coca Cola ya no les compre azúcar?”.
Hubo un murmullo notable de algunas partes de la audiencia. Un asistente gritó (vagamente), “¡La Coca no usa ni siquiera azúcar de verdad!” (mientras es verdad para la bebida en Estados Unidos, bajo la ley mexicana los embotelladores mexicanos utilizan azúcar en vez de la fructosa de plutonio encontrada al norte de la frontera en tales refrescos). Otros inclusive trataron de callarlo (una vez más, las cuestiones delicadas sobre la droga convierte a gente racional en hienas histéricas).
Una mujer de la ciudad de México llamada Marilú se levantó luego de ese episodio y sacudió a la audiencia: “Es muy grave cuando alguien habla aquí y hay gente en la audiencia que se burla de ella”.
Y además, después de todo, de las tres reuniones que su corresponsal ha cubierto hasta ahora, ésta, de individuos en vez de representantes de organizaciones, mostró significativamente más interés común en escuchar al “otro” más que en sesiones previas. Las protestas y pedidos de varios participantes a los otros de que escucharan mejor –poniendo más atención al implícito hecho de que la gente hoy día es, generalmente, muy pobre oyente– fue parte esencial de esta mejora.
En el reportaje de la semana pasada, su corresponsal deseo con fuerza que Marcos mostrara algo de “amor rudo” hacia los que venían a las sesiones a hablar pero no escucharon bien a los demás. Ten cuidado con lo que deseas…
En sus comentarios de cierre a la sesión de este fin de semana, Marcos volvió al tema de escuchar. Repitió –como lo hizo incontables veces desde que se anunciara la “Otra Campaña” – que los zapatistas van a salir no para hablar sino para escuchar. No van “a escuchar a toda la gente” dijo, “sino con los humildes y sencillos que están luchando; con el que tiene algo que contarnos de lucha, porque lo que queremos es aprender”.
Ya anotado en estas páginas es la impresionante paciencia y atención que el comité zapatista ha mostrado durante estas sesiones, sentado por horas para escuchar, en el calor pero con pasamontañas. Es también notable que ninguno de los 15 miembros de la comisión bebió ni una taza de café o agua durante ellas, y ninguno se excusó para ir al baño. La autodisciplina y compromiso mostrado establece una moral alta cuando se llega al tema de escuchar.
Marcos resaltó que habrá una reunión más como esta el próximo fin de semana: para los que no pudieron llegar a ninguna de las otras –organizaciones políticas, indígenas, sociales, no gubernamentales, artísticas, culturales y colectivos, así como individuos como los que escucharon este fin de semana– y que luego el 16 de septiembre (Día de la Independencia en México) comenzará una sesión plenaria maratónica para determinar el curso de las acciones a tomar. Aunque no fueron específicas, se implicó fuertemente que habrá decisiones que tomar y acordar para todos los presentes: decisiones sobre cuándo se embarcarán los zapatistas hacia el resto del país, con quiénes, en qué ruta y, de acuerdo a Marcos, “cuál es el método que se va a usar para escuchar a la gente”.
Para el 16, anunció, “se acaba esto de que ustedes allá y nosotros acá”. Lo dijo con fuerza en su voz, tal vez un tono de nostalgia. La rebelión zapatista está acercándose al fin de una era, y está a punto de embarcarse en una nueva etapa de la lucha que “no será” como ninguna de las movilizaciones previas o incursiones al territorio nacional. Doce años de reuniones nacionales en la Selva Lacandona pueden terminar ahora.
Simpatizantes zapatistas y periodistas auténticos del mundo: un revolucionario, sobre todo, tiene el deber de escuchar. Paren las orejas, queridos lectores. El 16 de septiembre, aquí, en la Selva Lacandona, va a comenzar la reunión –que podría durar varios días– en la que los asistentes discutirán y decidirán, junto con los zapatistas, el próximo salto hacia adelante. Pero Marcos advirtió el domingo que “les espera el infierno” a las propuestas que no tengan en cuenta el revolucionario arte de escuchar.
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