English | Español | August 15, 2018 | Issue #29 | ||||||
“Presidente Lula, ¡escuche la experiencia de sus paisanos!”El norte brasileño, tras un inicio tardío, se pone al frente de la reforma a las políticas de drogas de manera creativa y popularPor Adriana Veloso
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Marcão y Paulinho |
Paulinho cuenta que el trabajo en Fortaleza comenzó con una pregunta: “¿El intercambio de jeringas en nuestra región resultará tan eficiente como en otras?”. Fue así como él y sus colegas empezaron a platicar con personas de las comunidades más pobres de la ciudad sobre el uso y abuso de drogas. “Les mostramos cómo se contraen algunas enfermedades muy comunes tales como la hepatitis”.
La hepatitis es también asunto de salud pública en el estado fronterizo de Acre —con Bolivia y Perú—, donde gran parte de la población ha estado en contacto con la enfermedad en alguna de sus formas. Ricardo Carpaneda, de la Red de Reducción de Daños en el estado de Acre, señala que la hepatitis pronto “se convirtió en un problema más grave que el VIH”. El trabajo inició en 2001, con un fuerte apoyo de la Red Brasileña de Reducción de Daños (ABORDA, por sus siglas en portugués), hablando con los usuarios en sus comunidades. “Hasta entonces nadie había hecho nada para saber cómo podía ser atendida nuestra gente”, explica.
Las observaciones de estos trabajadores en reducción de daños mostraron que “en el norte y el nordeste no existe un gran volumen de usuarios de cocaína inyectada”, como dice Carpaneda. Fue entonces que el movimiento de reducción de daños expandió su trabajo y además del intercambio de agujas comenzó también a atender las necesidades de otros.
En Recife, la capital del estado de Pernambuco, los resultados eran similares. Marcílio Cavalcanti Lima, hoy coordinador de la Asociación de Usuarios de Alcohol y Otras Drogas de Pernambuco, además de coordinador de la Red Pernambucana de Reducción de Daños, recuerda que los resultados de investigar las necesidades de los usuarios los condujeron a “iniciar reducción de daños con otras drogas”.
La falta de información respecto a salud pública en todo el país, no sólo entre usuarios de drogas, es un aspecto destacado por todos, de norte a sur. “Debemos desenmascarar la baja confiabilidad de la base de datos que tenemos en salud pública brasileña en estos días”, dice Carpaneda.
Marcílio Cavalcanti |
Tras este primer momento de conocer al conglomerado social en Fortaleza, “cuando ya había una integración y comprensión mutua, los usuarios entendían que nosotros no éramos doctores ni policías”, dice Paulinho. Era entonces que el contacto con los usuarios de drogas y con las comunidades donde vivían podía establecerse mejor.
La Asociación de Usuarios de Alcohol y Otras Drogas en Recife era una vanguardia. Cavalcanti dice que “resultó evidente que cuando la gente estaba borracha o drogada no contaba con el mismo criterio en la selección de parejas sexuales y tenía dificultades para negociar el uso de condones”.
Una vez obtenida la información del conglomerado social con el que trabajarían, las acciones se hacían más coherentes con la realidad. “Observamos que al tratar la reducción de daños de alcohol, de la misma forma que tratábamos con cocaína, crack y otras drogas ilegales, era posible acercarse a un mayor número de personas con menor resistencia”, explica Cavalcanti.
La resistencia política a la reducción de daños es muy clara en la historia del origen del movimiento en Santos. Aun así, ¿se ha resuelto el asunto de la represión policiaca?
Marcão Manso y Adalberto Ferreira de Recife |
En el nordeste, donde no encuentra la protección de la ley local, el trabajo de reducción de daños es tolerado, al menos hasta cierto punto, por las autoridades locales. Por ejemplo “durante el carnaval creamos una campaña publicitaria denominada ‘Drogas: si usas no abuses”, recuerda Cavalcanti. Destaca que “el ayuntamiento de Recife elaboró los carteles públicos para reducción de daños de alcohol, pero la Asociación de Usuarios estuvo a cargo en la campaña dedicada a las drogas prohibidas”.
Bahia enfrenta una situación más grave. Cuenta Marcão que “hoy el crack es el problema principal, porque los usuarios dejaron la cocaína inyectada y la cambiaron por piedra de crack”. La “Unidad Móvil” de la capital bahiana de Salvador —sí, el Proyecto de Reducción de Daños cuenta con su propio auto— expandió el acceso a muchos usuarios de drogas en los meses recientes. Aún así, con la “Unidad Móvil”, el programa de reducción de daños en Salvador tiene cinco mil pipas para usuarios de crack que no puede distribuir en la zona.
El titubeo por parte de los trabajadores de reducción de daños es como siempre el mismo: el temor a ser procesados como narcotraficantes. Dice Marcão que “podríamos intercambiar las pipas en las calles, pero nos preocupan los trabajadores de reducción de daños que ya han sido arrestados varias veces. Al amanecer, cuando llega la policía al lugar donde están los usuarios de drogas y encuentra a alguien con cincuenta pipas, antes de que se les pueda explicar que eres un trabajador de reducción del daño ya has recibido una golpiza”, explica.
Cuando comparte pipas, el usuario es vulnerable a enfermedades tales como herpes, tuberculosis, hepatitis y el virus del VIH. “En el ritual del uso de crack la persona se hiere los labios y las encías y esta es una puerta de entrada a las enfermedades”, dice Marcão.
La Asociación de Usuarios de Alcohol y Otras Drogas “fue creada para funcionar como sindicato”, explica Cavalcanti. Este sindicato efectúa un trabajo de campo en un área del Viejo Recife “donde hay muchos usuarios de drogas ilegales”. El trabajo educativo incluye la clarificación de que según la ley brasileña nadie puede ser arrestado bajo la influencia de drogas. “La policía no te puede arrestar si no estás en condiciones para ser examinado o para comprobar tu inocencia”, explica Cavalcanti.
Cuenta Carpaneda que en el estado de Acre “tenemos una buena situación política y desearía que fuera igual en otras regiones del país. Es tiempo de tener esta apertura porque resulta claro que la reducción de daños es una política de salud pública”.
Paulinho: el arte como agente |
Paulinho habla de los “profesores retirados que se han contactado para trabajar como voluntarios”, y como resultado el material en verdad proviene “de adentro”, tal como es, “diseñado por hombres y mujeres usuarios de drogas y elaborado con el conocimiento que hemos obtenido en la práctica social de reducción de daños”.
Para Paulinho tratar con la esfera política y con las clínicas de tratamiento por drogas que trabajan con el concepto de abstinencia es parte de un proceso. “Les resultaba aterrador entender que la reducción de daños es un complemento, no una sustitución”, explica, dejando en claro que “existen varias estrategias: la represión del uso de drogas, las clínicas terapéuticas para la abstención, y también está la estrategia de reducción de daños”.
La diferencia es que esta última trata con la persona, no con la droga.
“Algo que la reducción del daño deja como enseñanza es que en el campo donde se trabaja no sólo se intercambian jeringas, también información, atención y los oídos para quien quizá nunca tuvo a alguien para hablar sobre el abuso de drogas”, explica Carpaneda.
Líder de un sindicato, al igual que el presidente brasileño Lula da Silva, Cavalcanti comenta que en el cuarto mes del nuevo gobierno “el movimiento de organizaciones profesionales y no gubernamentales es insuficiente, porque nunca acudieron al movimiento organizado de los trabajadores para hablar sobre este tema”.
Ricardo Carpaneda |
El cambio a las políticas prohibicionistas de drogas viene de abajo, como ha escrito nuestro Director General Al Giordano.
El movimiento de reducción de daños, a diferencia del de las clínicas terapéuticas, está hecho de “gente que incluso sin un título en medicina está desarrollando métodos de trabajo excelentes que deberían ser esenciales para el estado”, dice Carpaneda. “Al gobierno le tomaría mucho más tiempo formar y entrenar a profesionales para el trabajo con esta constitución social, y vino el movimiento de reducción de daños y le sirvió estos métodos al gobierno en bandeja de plata”.
Una sociedad civil organizada está atendiendo a su propia gente, llenando el vacío dejado por una máquina estatal adicta a un modelo en el que las oligarquías siempre han tenido el poder. Ahora, lo que la gente espera del primer gobierno de izquierda en la historia de Brasil es que tenga la sensibilidad para mirar al otro no con arrogancia compasiva sino, mejor, con la solidaridad propia de compañeros. Después de todo, hoy la más alta manifestación de poder nacional proviene de esta base.
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