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La escuela que cambia vidas

El lugar donde “desaprendes, aprendes y vuelves a aprender”


Por Alphonce Shiundu
Generación 2011, Escuela de Periodismo Auténtico

27 de abril 2015

“¡Esta escuela cambia vidas!” Eso fue lo primero que dijo Al Giordano, presidente y fundador de la Escuela de Periodismo Auténtico, la tarde cuando me dio la bienvenida a mí y a otros 40 estudiantes a la Escuela de Periodismo Auténtico hace cuatro años. Soy escéptico (algunos dicen que cínico), así que vi la afirmación de Al como uno de los lemas que le das a los visitantes a tu continente en su primera visita.

No lo conocía. No me conocía. Pero me imagino que las decenas de preguntas que me hizo responder cuando envié mi solicitud le dio una idea sobre quién era. Además, amaba el concepto: periodistas, activistas, organizadores, blogueros, caricaturistas políticos y académicos, todo bajo un mismo techo. Es por eso que apliqué.

Alphonce Shiundu, alumno de la Escuela de Periodismo Auténtico 2011. Foto: Rodrigo Jardón Galeana

La forma que trabajaba en periodismo era la de ser una “mosca en la pared” en las reuniones y hacer preguntas en temas que no entendía. Esperaba una reunión. Tuve un talle. Tareas prácticas: charlas, discusiones, grupos y todos aprendían de cada uno. Había libros, libros gratuitos de alto nivel sobre resistencia civil, organización y movimientos. Todo reconectaba mi proceso de pensamiento.

Pude entrevistar activistas y blogueros egipcios sobre la revolución que acababa de suceder en su país; escuchar a académicos (el profesor Stephen Zunes y Jack DuVall) mientras exponían sobre la revolución; hablar con la activista Ghada Shahbender y la bloguera Noha Atef, y luego escribir una historia. Simplemente te abría los ojos. Conocí gente muy hábil en las herramientas digitales. Conocí a Iván Marovic, uno de los tipos que derrocó al dictador serbio Slobodan Milosevic.

También tuve un atisbo del periodismo auténtico –contando todas las “verdades,” dándoles contexto y escribiéndolas bien. Fue increíble.

Aprendí a escuchar y a entender (e incluso tolerar) distintos puntos de vista. Vi el dividendo de ser puntual. Aprendí a hablar con gente distinta de distintos lugares del mundo. Y aprendí sobre las luchas de personas en algunos países como Azerbaiyán y Singapur. (¿¡Quién hubiera pensado que iba a venir del este de África, y ellos iban a venir desde Baku y Singapur, para encontrarnos en la ciudad de México, sólo para darnos cuentas que ocupamos el mismo espacio intelectual y moral!?)


Alphonce Shiundu y Aldo Orellana durante una sesión de la Escuela de Periodismo Auténtico.
Es un curso muy lleno, completo. Como un participante de España lo definió, “desaprendes, aprendes y vuelves a aprender”. Ni siquiera me di cuenta que alguien pudiera obtener tanta información en diez días. No todo era trabajo en la Escuela. Trabajamos duro; también nos divertimos duro. Cuando me fui, podía hablar español. De hecho di mi discurso de despedida en español. También les ensené a algunas personas hablar en kiswahili.

Hice contactos. Cuando estoy escribiendo artículos para otras revistas, recibo comentarios de algunas personas de las que conocí en la Escuela. Obtuve oportunidades de entrenamiento de algunos de los colegas con los que trabajé en la Escuela. (Gracias, Jenny Gustaffson.)

Como Al dijo, la escuela cambia vidas. Cambió la mía. Ahora soy un mejor periodista. Con tan solo ver a Al, a los profesores de la escuela como Greg Berger y Bill Conroy, me da las agallas para saber que mientras crea que lo que estoy haciendo está bien, y que merece estar hecho así, seguiré.

Únete a la campaña en Kickstartero en la página authenticjournalism.org para aprender más de la escuela.

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