English | Español | August 15, 2018 | Issue #67 | ||||||||
Ser organizador y ser activista no es la misma cosaLos organizadores comunitarios son el “cerebro” que inyecta estrategia al corazón de un movimiento social exitosoPor Carolina Mascareño Orellana,
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El organizador Oscar Olivera de Cochabamba, Bolivia, cree que es necesario que juntos, los organizadores y los activistas, tejan redes para “pezcar mas gente”. DR 2013 Noah Friedman-Rudovsky. |
Este dirigente boliviano, quien organizó a los suyos y puso contra la pared al poder político en 2000, asegura que sigue librando otras batallas “con la transparencia y la alegría del agua”.
Ese año, Olivera y otros ciudadanos de Cochabamba fueron alertados de la inminente privatización del agua de la zona, producto de la concesión entregada por el municipio a la empresa internacional Aguas Turani.
“En un principio, cuando fuimos invitados a participar, no entendí. ¿Qué tiene que ver un obrero con la guerra del agua? Pero luego comprendí que el agua es un aspecto transversal en la vida de toda persona, de los animales, las plantas, la tierra, y que debía luchar por eso”, relata Olivera.
Olivera, junto a los primeros convocados, organizaron la “Coordinadora de la Defensa del Agua y de la Vida”. Rapidamente se perfiló como uno de sus líderes al asumir la vocería del colectivo. Olivera tuvo que buscar la forma más simple posible de plantear cómo la privatización del recurso afectaba directamente en la vida de las personas – muchas de ellas, parte de comunidades indígenas y vulnerables . Tuvo que explicar por qué resultaba crucial sumar fuerzas, levantar la voz ante la autoridad y evitar que se materializara esa amenaza.
Al recordar este periodo, Olivera enfatiza que la diferencia entre como un activista y un organizador enfrenta este reto.
“Un organizador se caracteriza por su idea de escuchar siempre a la gente, de no sentirse – por toda la experiencia que tiene- más que el otro. Más bien: debe ser el más humilde, pero de una manera totalmente sincera, no una impostura. Debe de ser siempre el último en hablar y el primero en escuchar, y además, aprender ese lenguaje tan sencillo, pero tan profundo de la gente, para poder comunicarse”, reflexiona Olivera.
Olivera, junto a los suyos, comenzó a diseñar su estrategia de batalla. Por experiencia sabía que un movimiento sin un objetivo y un plan para lograrlo se diluía en medio de las protestas, la represión, o el desencantamiento de los integrantes de la organización.
Junto a ellos, Olivera se sentó en innumerables ocasiones, para escuchar con detenimiento sus miedos, historias y aprensiones ante la incertidumbre de lo que se estaba por vivir. Buscaban intercambiar ideas de cómo podían ayudar, entre todos, a resolver la situación.
Olivera estuvo en algún momento, atrincherado tras las barricadas – e incluso fue detenido y acusado de “vándalo” por parte del gobierno del entonces Presidente Hugo Banze.
No obstante, dice que como organizador, debió llamar al pueblo a “enfrentar los temores compartidos y a buscar hacer oír su voz”, mediante expresiones pacíficas, artísticas, que dejaran en claro un mensaje. No aceptarían que se les impusiera una resolución que los afectaba y sobre la cual ellos no fueron consultados.
Estas acciones permitieron a los habitantes de Cochabamba valorar el trabajo que realizaba la Coordinadora y no dejarse amedrentar ante el hecho de que las autoridades del gobierno de turno no apreciaran el alcance de sus pronunciamientos y demandas.
Es por ello que considera que el activista es crucial en el movimiento, aun cuando no sea quien establezca la estrategia. El aporte del activista es la energía “para movilizarse y contribuir en tejer redes para pescar gente, para lograr un objetivo compartido por la comunidad”.
Trece años después de haber luchado – y ganado – esta batalla contra la autoridad y los intereses de la compañía transnacional, Olivera recalca que la acción coordinada por los organizadores hizo posible el triunfo del movimiento.
“Lo que hicimos fue romper un modelo de despojo permanente”, asevera Olivera.
Durante la década de los setenta, el gobierno de Estados Unidos anunció que contemplaba la construcción de dos plantas de energía nuclear en la localidad de Seabrook, en New Hampshire.
Renny Cushing habló durante una sesión plenaria de la Escuela de Periodismo Auténtico 2013 sobre su parte al organizar un omvimiento en contra de la energía nuclear que se extendió a lo largo de todos los Estados Unidos. DR 2013 Rodrigo Jardón Galeana. |
Cushing cuenta que al igual que muchas iniciativas ciudadanas, pensó inicialmente en pancartas, marchas y las acciones habituales que se coordinan para protestar contra una situación.
Sin embargo, ante la fuerza de sus oponentes, comprendió que una acción puntual no sería eficaz dado que cuando los activistas fueran perdiendo el interés por la causa, el gobierno construiría las plantas energéticas.
Cushing dice que comprendió que “la organización es el espacio” y el agente para fraguar cambios estructurales en la sociedad.
“Pienso que las personas pueden ser activistas de distintas maneras, no solamente protestando en las calles. La gente puede ser activista hablando por teléfono, y no necesariamente marchando”, argumenta Cushing.
En esa línea, destaca que “El activista puede ser parte de los movimientos sociales, pero son los organizadores los que lideran y dejan una huella. El organizador tiene más responsabilidad en el éxito de la movilización, y en las decisiones.”
El movimiento impulsado por Cushing se expandió a nivel nacional e internacional. El movimiento anti-nuclear logró posicionar en la opinión pública la discusión sobre el peligro de las plantas de energía nuclear.
Renny Cushing cree que se necesita un organizador que tenga una serie de características en particular para lograr que una causa logre notoriedad.
“Debe ser alguien independiente, que tenga un sentido de historia, alguien que pueda comunicarse efectivamente uno a uno, flexible, que tenga mucha pasión, pasión por la justicia, por cambiar su realidad”, plantea Cushing.
Aun cuando sus propuestas lograron su objetivo, Renny Cushing explica que todo organizador se encuentra con situaciones que ponen a prueba su paciencia y su compromiso con el movimiento que lideran.
“Siempre, los problemas son grandes, son difíciles y siempre hay momentos en que se duda. Pero la pasión y el amor de la gente, dan la fuerza para luchar por la justicia, porque muchas veces uno está solo, y es importante mantenerse para poder continuar con el movimiento”, reflexiona.
Según expone Renny, pasar más allá de la pancarta y la marcha por las calles requiere de asumir, “primero, una consciencia de historia, de lo que ha pasado. Intentar aprender de otras personas que lucharon antes que yo. Al mismo tiempo, intentar comprender que mi situación es distinta a otras coyunturas históricas”.
Para ello, Cushing explica que se debe conversar con las personas, mostrar interés por su punto de vista y enfatizar la búsqueda de soluciones para el conjunto de las personas que se verían afectadas en la comunidad.
Esa misma década en que impulsaba la lucha contra la instalación de centrales nucleares, Cushing también organizó la primera ocupación de Wall Street, el 28 y 29 de octubre de 1979.
Posteriormente, emprendió su carrera como legislador y representante de New Hampshire (donde el congreso estatal es de ciudadanos – y no políticos – que ganan únicamente cien dólares por año después de ser eligidos). En la actualidad, continúa con su trabajo como organizador como director de la agrupación de familiares de víctimas de asesinatos por derechos humanos.
A los 10 años de edad Paulina González sintió enorme indignación e impotencia al enterarse que su padre, un inmigrante mexicano que trabajaba en una fábrica, fue despedido de la fábrica en la que trabajaba por intentar organizar un sindicato de trabajadores.
Este es uno de los recuerdos que, tres décadas después, le dan la motivación para luchar por la organización de los más desposeídos.
Paulina González, organizadora comunitaria de California, explica cómo utilizar la historia personal como medio de comunicación con la audiencia durante la Escuela de Periodismo Auténtico 2013. DR Rodrigo Jardón Galeana. |
A lo largo de su vida, González ha embarcado en diversas campañas de movimientos sociales, con el propósito de generar cambios significativos en las comunidades más vulnerables.
Paulina Gonzalez dio sus primeros pasos como organizadora cuando decidió dejar la universidad y trabajar en la Unión de Campesinos de América. Después decidió volver a sus estudios, completar la carrera de Sociología en la Universidad de California y buscar la forma de continuar con la experiencia de gestionar organizaciones sin fines de lucro.
Actualmente, González es directora de SAJE, un organismo que busca generar acciones estratégicas para una economía más justa.
Su rutina de organizadora se inicia todos los días a las 8 de la mañana, cuando sale a dejar a su hijo de 9 años a la escuela. Después, su jornada se distribuye entre reuniones, revisión de propuestas, seguimientos de acciones en curso y evaluación de los planes de reclutamiento, capacitación y recolección de fondos para la organización. Estas tareas, según calcula, le demandan cerca de 60 horas de trabajo semanales.
“El trabajo de un organizador es duro, física y emocionalmente, porque por el hecho de no tener tanto tiempo para estar ahí con mi hijo, que padece autismo. El no poder ayudarle sino hasta llegada la noche, a veces me hace sentir culpable”, expresa.
González remarca que el organizador asume un compromiso de largo plazo con las personas que intenta ayudar en la comunidad.
“A veces uno trata de hacer las cosas por la gente y no funciona. Yo me voy a mi casa y ellos se quedan ahí. Uno se va con esa emoción, con esa culpa, aunque uno no pueda hacer algo en ese momento”, menciona González.
Frente a los casos complejos, esta organizadora dice que recuerda las batallas que fueron difíciles y que dieron resultado, como la vez que estaba junto a un grupo de campesinos que habían sido despedidos por haberse ido a huelga.
“Yo estaba embarazada, y había otra campesina que también lo estaba. La gente de esa compañía trajo un tractor que nos lanzó pesticida. Paradójicamente, con ese ataque nosotros ganamos la movilización, y yo aprendí que siempre hay retos, que todo el tiempo ocurren injusticias, y que es un privilegio organizar, aunque nos echen pesticida, o lo que sea”, dice.
En los momentos en que una campaña se pone cuesta arriba, González dice que recurre a su fuerza interior.
“Pienso en esas cosas que sé que podemos lograr individualmente y la emoción la pongo a trabajar en el cambio. La transformo en inspiración, pensando en la forma en que va a mejorar la vida para las personas y su comunidad”, reflexiona González.
Como ejemplo, cita la historia de Mariana, una señora indígena de Guatemala, que no sabía leer o escribir en español. Mariana sólo podía expresarse en su lengua nativa y vivía en condiciones muy precarias en el momento en que la conocieron y comenzaron a trabajar con ella.
“Me sentía muy indignada y sabía que iba a tomar tiempo para poder ganar su caso. Cuando me siento así, pienso en el futuro, en el resultado que queremos obtener, y recuerdo momentos en que pudimos lograr eso”, explica González.
Maríana siempre lloraba cuando contaba su historia pero luego vieron cambios en ella. Por ejemplo: nunca había tomado el autobús. Le daba mucho miedo, y le dijeron que como una líder, ella tenía que ser independiente.
“Teníamos una junta comunitaria y le dijimos que no la íbamos a recoger en automóvil, que se tenía que ir en el bus. La junta era el viernes y ella el jueves hizo una práctica: se fue en el autobús para ver cuánto se iba a demorar. El viernes llegó sola, y estaba tan orgullosa de haberlo hecho a tiempo, que ya era más independiente. Cuando le pedimos que contara su historia frente a la junta comunitaria, no lloró”, recuerda Paulina González.
“Habló que ella era líder, que estaba comprometida en la organización de esta campaña, y diciéndoles a los demás que ellos también tienen que unirse y desarrollarse como líderes. Fue un cambio tremendo y gratificante”, finaliza.
Mercedes Osuna habló durante la sesión 2013 de la Escuela de Periodismo Auténtico sobre como es necesario que los organizadores escuchen con el corazón. DR 2013 Rodrigo Jardón Galeana. |
La organizadora comunitaria Mercedes Osuna cree que la información y la capacitación de los integrantes del movimiento, son determinantes en el resultado final de las batallas que emprendan.
Osuna es una líder que, entre otras labores, facilitó el acceso de observadores de derechos humanos y periodistas nacionales e internacionales a las comunidades indígenas zapatistas en Chiapas, México.
Cuando el líder instrumentaliza el movimiento |
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Cuando los dirigentes de un movimiento utilizan la causa para buscar privilegios o ascensos personalistas, Mereces Osuna plantea que “una persona dentro del movimiento puede cambiar porque: el partido político le ofreció algo, ya sea un puesto o dinero; porque el gobierno lo está presionando para que sea informante, porque lo amenazó con matar a su familia, o porque los narcos están haciendo presión para que esté al servicio de ellos”.
Por su parte, Oscar Olivera dice que “cuando un líder utiliza esa movilización social para ascender, para tener un puesto en el aparato estatal, o formar su propio partido político, eso desvirtúa y la gente asume esa conducta como una traición y oportunismo, porque alguien se aprovechó de la fuerza de la gente”. La solución, según explica Paulina González, pasaría por establecer modelos de liderazgo descentralizado, en donde existan subdivisiones, que no concentren todas las decisiones en la figura de una sola persona. De esa manera se resguarda la continuidad de la movilización, ante la posibilidad de que algún cargo sea usado para fines personales. |
“Si la gente no sabe, no se prepara políticamente, no puede tener un movimiento exitoso. Si dentro de nosotros no tenemos esa posibilidad, debemos buscar aliados tácticos que nos ayuden”, afirma Osuna.
La organizadora enfatiza que un movimiento tiene que estar constantemente valorando y analizando las estrategias que utiliza y los resultados que producen.
“Los organizadores y los activistas deben entender que es muy importante cómo articular los movimientos. Y ese es trabajo de los organizadores y de los activistas: enlazar, y como dice Oscar Olivera, cómo tejer la red” menciona Osuna.
Asimismo, dice que un organizador de cualquier movimiento social debe tener contemplado oír con todos los sentidos a los activistas y otros organizadores, porque “tenemos que abrir el corazón para escuchar la palabra verdadera.”
“El organizador comunitario y el activista, tienen que ser humildes para escuchar. También deben tener consciencia de que, cuando dejan el movimiento en manos de activistas que no tienen ninguna relación con el movimiento, se van al fracaso, porque son mucho más fáciles presas de traicionarlo o cometer errores”, reflexiona Osuna.
En el marco de la lucha por la causa antinuclear en los Estados Unidos durante los años 70s, Richard Bell –uno de los primeros peroidistas en valerse de Internet para plantear propuestas informativas – decidió editar el periódico que retrató la noticia del mayor arresto de desobediencia civil en la historia de los Estados Unidos.
El periodista Richard Bell cree que la energía es lo que une a los activistas y a los organizadores comunitarios. DR 2013 Rodrigo Jardón Galeana. |
Richard Bell cree que si bien ambos actores tienen marcadas diferencias, sí tendrían un punto en común.
“Los activistas y los organizadores comunitarios existen en el mismo universo”, asevera.
Desde esa lógica, Bell coincide con Cushing y argumenta que un activista puede ser cualquiera.
“Un activista es una persona que busca mover a otros frente a una causa común. Uno, por ejemplo, puede ser un activista por sí mismo, escribiendo una carta a los periódicos, pero el paso siguiente es organizar”.
El organizador comunitario asume un estatus distinto “puesto que debe coordinar los esfuerzos de los activistas, y debe y puede ser en esencia, un activista, en cuando a esa energía para trabajar incluyendo a otras personas, convocando a otros”.
Bell concluye que todo organizador es en esencia, un activista, pero no todos los activistas son organizadores.
“Ambos forman parte del mismo universo al interior de una movilización, y ambos son fundamentales para sostenerla y empujarla al éxito”, menciona el periodista.
El 11 de abril de 2013, los estudiantes volvieron a las calles para participar en la primera marcha del año en nombre de la educación.
Además de las 150 mil personas desplazándose con pancartas y manifestaciones uno de los retos a los que se enfrentan los dirigentes del movimiento es asumir que estas acciones – protestas, marchas y manifestaciones – son únicamente tácticas.
En vistas de ello, y del ejemplo de otras luchas de resistencia civil, como la liderada por Oscar Olivera en Bolivia, los dirigentes estudiantiles deben buscar aglutinar actores sociales y considerar sus inquietudes.
Tienen que escucharlos desde el rol de representantes y considerar que constantemente tienen que rendir cuentas públicamente por las decisiones que toman.
Las cifras de encuestas como las de Adimark muestran desde 2012 un declive en el respaldo ciudadano al movimiento – que alcanzó su peak de apoyo en 2011. La situación puede revertirse, de acuerdo con las historias de trabajo de otros organizadores comunitarios.
Para ello resulta determinante que los organizadores cuenten con una estrategia, disciplina y asuman un compromiso de largo plazo.