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Asesinato de la "Reina de la Cocaína" de Miami revela momento aleccionador

La verdad de la guerra contra las drogas no se encontrará en Hollywood o en los grandes medios -ambos usan el mismo guión de siempre


Por Bill Conroy
Especial para The Narco News Bulletin

7 de octubre 2012

A principios de septiembre, Griselda Blanco, de 69 años, fue abatida delante de una carnicería en Medellín, Colombia por un hombre de mediana edad que había llegado al lugar en la parte trasera de una motocicleta -y que con mucha calma se bajo de la moto, puso una pistola en su cabeza y le disparó dos balas directo al cerebro.

Mucho antes de su muerte, Blanco había sido inflada como súper estrella en la guerra contra las drogas por los medios comerciales estadounidenses y por varias películas hollywoodenses, como el documental Cocaine Cowboys. De hecho, al momento de su muerte, se estaba trabajando en varias películas sobre su vida como traficante de cocaína y sicaria en Miami en la década de los setenta y principios de los ochenta -incluyendo uno en el que la estrella de cine Jennifer López tendría el papel principal como la “Reina Narco” con la esperanza de ganar un Oscar, de acuerdo con Fox News Latino.

Pero Blanco, así como otros tantos antihéroes narcos creados por los medios de comunicación, es más ficción que realidad y es un buen ejemplo de cómo la cobertura de “noticias” en los EEUU sobre la guerra contra las drogas ha dejado de diferenciarse de la ficción fabricada en Hollywood.

Baruch Vega, durante mucho tiempo miembro activo de la CIA que en la década de los noventa y principios de la década siguiente, ayudó a gestionar acuerdos de cooperación en nombre de las agencias del gobierno estadounidense y de la CIA con docenas de importantes narcotraficantes colombianos, describe a Blanco como, a lo mucho, un personaje de nivel medio en el negocio de la cocaína en su mejor momento.

“Ella estaba hecha para ser la reina de la cocaína, pero había gente mucho más poderosa”, dice Vega. “Fue responsable de matar a un montón de gente [supuestamente al menos unas docientas], pero no era la principal asesina. El sicario más grande del momento [en las guerras de cocaína de Miami en la década del ochenta] era un venezolano llamado Amílcar Rodríguez. Muchas de las personas que Blanco afirmó haber matado, en realidad había sido él, pero le encantaba la idea de que ella tomara el crédito.”

Sin embargo, Blanco ya había hecho una larga lista de enemigos mortales a sus 69 años -después de estar años en cárceles de los EEUU y antes de ser deportada en el 2004 a su tierra natal, Colombia. La intriga por saber quién la mató el mes pasado en las calles de Medellín abre las puertas del pasado a las historia oscura de la guerra contra las drogas que no vas a leer en el New York Times ni verás en CNN, o incluso en una película de Hollywood precisamente porque no es ficción.

El Golpe de la Cocaína

Existe una escena del crimen donde las huellas de Blanco se encuentran por doquier, como muchos observadores concuerdan. Ese lugar fue el tiroteo en el centro comercial Dadeland en 1979, el cual dejó dos personas muertas frente a una licorería. Los asesinos trabajaban para Blanco, y uno de los muertos, y que no se informó hasta ahora, era el padre de un brutal sicario y traficante de drogas colombiano llamado Papo Mejía (Luis Fernando Arcila Mejía), de acuerdo con Mike Levine, un ex agente de la DEA que estaba trabajando en algunos de los mayores casos encubiertos de la agencia en los setenta y ochenta -tanto en los EEUU como en Sudamérica.

Uno de esos casos, la llamada Operación Huno, estaba dirigida a importantes traficantes bolivianos y colombianos, incluyendo a Mejía. Pero Levine, autor de un libro detallado y con fuertes revelaciones de la guerra contra las drogas, The Big White Lie, insiste que debido a la intervención de la CIA y su complicidad en el tráfico de drogas, la mayoría de los objetivos de la Operación Huno salieron libres, con algunas excepciones, como por ejemplo Mejía -quien fue condenado por delitos relacionados con el tráfico de drogas, sentenciado a veinte años en una cárcel estadounidense y previo a su liberación a principios de los 2000 fue deportado a Colombia.

Pero antes de su detención a principios de los ochenta, Mejía fue blanco de un intento de asesinato por parte de Blanco -los dos eran rivales en la guerra callejera de la cocaína de Miami- cuando un sicario apuñaló a Mejía al menos 10 veces con una punta oxidada a plena luz del día en el Aeropuerto Internacional d Miami poco después de aterrizar de un vuelo procedente de Colombia. Mejía sobrevivió. Pero el ataque permitió que la de DEA -que hasta ese momento había perdido su rastro- lo detuviera por cargos relacionados con la Operación Huno. La principal fuente cooperando en esa operación encubierta de la DEA era una bella y mortal boliviana llamada Sonia Atala -que en realidad era la verdadera “Reina de la Cocaína” de los ochenta. Ella trabajó con Levine, haciéndose pasar por su amante, como parte de la Operación Huno -y por quien se nombró dicha operación (“Atala” o en español Atila el Huno; humor de la DEA). De acuerdo con Levine, Atala también pasó a ser un activo clave de la CIA.

“De todos los barones de la droga en Bolivia, las conexiones de Sonia en Colombia y Estados Unidos – a donde la mayoría de bolivianos habían temido a ir – eran las mejores. [El Ministro del Interior de Bolivia, el coronel Luis] Arce Gómez rápidamente reconoció su valor para el gobierno y la puso a cargo de la venta de cocaína del gobierno, que entonces se acumulaba en bóvedas bancarias y comenzaba a pudrirse”, escribió Levine en su libro The Big White Lie. “El golpe de la cocaína había convertido a Sonia Atala en la principal representante de ventas internacionales del país [Bolivia], produciendo entonces [en la década de los ochenta] el 80 por ciento de la cocaína del mundo- sin duda alguna la mayor traficante de drogas en el planeta.”

Levine explica que en 1979 y 1980, el gobierno boliviano de centro izquierda de Lidia Gueiler Tejada había acordado trabajar con la DEA en contra de los principales narcotraficantes, como Roberto Suárez, José Gasser y Alfredo Gutiérrez. Eso llevó a estos narcotraficantes, simulando ser empresarios legítimos, junto a militares bolivianos asistidos literalmente por ex Nazis -uno de los jefes entre ellos era Klaus Barbie, apodado el Carnicero de Lyon por las brutales tácticas de tortura que empleó en la Francia ocupada durante la Segunda Guerra Mundial -a organizar un exitoso golpe de estado en contra del gobierno de Gueiler. Levine añade que la CIA respaldó este “Golpe de la cocaína” y que muchos de sus principales arquitectos y actores clave, los mayores narcotraficantes bolivianos, de hecho eran activos de la CIA.

Pero Levine no está sólo en su evaluación de las fuerzas que están detrás del golpe de la cocaína, y que resultó en que a principios de los ochenta Bolivia se convirtiera en un narcoestado y un gran proveedor de cocaína a los EEUU durante el período en el que Griselda Blanco y Papo Mejía peleaban por las calles de Miami.

En un artículo escrito en 1998, Robert Parry, ex reportero de la Associated Press que jugó un papel clave en la exposición del escándalo Irán/Contra a mediados de los ochenta, describe el Golpe de la cocaína en Bolivia (que, Parry afirma, también se vio favorecido por el gobierno argentino neofascista y apoyado por los EEUU de entonces, el cual había lanzado una “guerra sucia” en contra de la llamada “subversión” que resultó en la “desaparición”, tortura y muerte de miles de argentinos en la segunda mitad de los setenta).

Del artículo de Parry coescrito con Marta Gurvich:

En un testimonio ante un subcomité del Senado de los EEUU, otro agente de inteligencia argentino, llamado Leonardo Sánchez Reisse, describió la operación. Un financiero experto, Sánchez-Reisse dijo que había sido reclutado por la inteligencia argentina en 1976 y se especializó en operaciones internacionales…

Sánchez-Reisse declaró que la operación [lavado de dinero] de Miami se basó en dos empresas de fachada: Argenshow, promotora de eventos de entretenimiento de EEUU en la Argentina, y Silver Dollar, una casa de empeño que tenía licencia para vender armas.

Afirmó que la actividad real de las empresas era la transferencia de más de $30 millones de dólares -en su mayoría de capos del narcotráfico- a varias operaciones políticas y paramilitares en Centro y Sudamérica. Afirmó que la operación fue aprobada por la CIA, que mantuvo estrechos vínculos con los generales argentinos.

Según Sánchez-Reisse, la primera actividad de la operación del dinero fue canalizar las ganancias de la droga a un golpe para derrocar al gobierno electo de centro izquierda de Bolivia en 1980. Ese nuevo gobierno había ofendido a los más poderosos barones de la cocaína de Bolivia, como Roberto Suárez, entonces uno de los mayores traficantes del mundo.

Además de las armas de Argentina, los golpistas bolivianos recibieron ayuda de una banda internacional de ex nazis y neo nazis dirigidos por Klaus Barbie, conocido como el Carnicero de Lyon por su trabajo en la Gestapo de Hitler.

En julio de 1980, el golpe de Estado derrocó al gobierno de Bolivia y masacró a muchos de sus partidarios. Algunas de las víctimas fueron torturadas por expertos argentinos traídos para demostrar su pericia.

El golpe de Estado, que llegó a ser conocido como el Golpe de la cocaína, instaló a Luis García Meza [como presidente de Bolivia] y a otros funcionarios militares conectados con las drogas [como Arce Gómez] que rápidamente convirtieron a Bolivia en el primer narcoestado moderno de Sudamérica. El seguro suministro de la cocaína boliviana era importante para el desarrollo del cartel de Medellín a principios de los ochenta.

El artículo de Parry continúa:

... Muchos de los oficiales de inteligencia argentinos que asistieron en el Golpe de la cocaína siguió su victoria en Bolivia hacia el norte en Centroamérica para capacitar a un variado grupo de contras nicaragüenses.

Sánchez-Reisse declaró que durante 18 meses más de 30 millones de dólares pasaron por la operación [del lavado de dinero aprobado por la CIA]. El dinero apoyó el golpe de Bolivia, a los contras y otras actividades paramilitares de derecha en Centroamérica…

Es importante señalar que este artículo todavía resuena hoy, en la actual elección presidencial estadounidense. La compañía del candidato Mitt Romney, Bain Capital, fue fundada a principios de los ochenta con capital inicial de oligarcas centroamericanos que, según algunos reportajes de prensa, ayudaron a financiar escuadrones de la muerte en Centroamérica en ese entonces.

El principal sospechoso

Pero en el negocio de la droga, la traición, la codicia y el poder son las fuerzas que guían el comercio, y la Reina de la Cocaína de Bolivia, Atala, fue víctima de esas reglas. Ella se había vuelto demasiado poderosa a los ojos de algunos de los narcos bolivianos que gobernaron el país en 1980 y 1981, por lo que la traicionaron con un acuerdo con el colombiano Mejía -que entonces tenía poco más de 20 años. Ella no tenía lugar para correr.

Según Levine, Mejía salió a matarla mientras los aliados bolivianos que tenía se voltearon contra ella, así que huyó hacia sus únicos “amigos”, la DEA -siempre con la CIA en el fondo. Eso dio lugar a la Operación Huno, en donde Levine iba de encubierto en una misión extremadamente peligrosa con la asistencia de Atala como informante y dirigida a sus socios bolivianos y colombianos.

Pero había un gran problema con el plan, dice Levine. La CIA no tenía ninguna intención de atacar a sus aún útiles activos narcotraficantes en Latinoamérica en un momento en que estaban ayudando a patrocinar guerras sucias en el continente y consideradas de interés estadounidense en su lucha contra el comunismo -la Guerra contra el Terror de la época.

Como resultado, los casos que Levine y otros ayudaron a construir en contra de los grandes narcos bolivianos detrás del Golpe de la cocaína, incluyendo a Suárez, Gasser y Gutiérrez, se vinieron abajo debido al conflicto inherente entre los objetivos de las agencias de inteligencia de Estados Unidos y los organismos de aplicación de la ley -estos últimos con mayor poder. Al final, incluso Atala -una mujer que, como Levine escribe en su libro, tenía un “destacamento de mercenarios del nazi Klaus Barbie puestos a su disposición” – resultó estar más allá del alcance de la ley.

Del libro de Levine:

Al ser interrogada por el abogado defensor Stephen Finta, Sonia [Atala] admitió que, con pleno conocimiento, cooperación y ayuda del gobierno de EEUU, toda su vasta riqueza y propiedades en Bolivia se le habían sido devueltos… También se reveló que Sonia estaba a punto de regresar a Bolivia [en la década de 1980], siendo aún el principal país productor de cocaína en el mundo, con la libertad de una vez más reinar como la Reina de la Corona de Nieve.

Sin embargo, para Levine, la historia no tiene un final de cuento de hadas. Después de que Mejía fuera apuñalado casi hasta la muerte en Miami por uno de los sicarios de Blanco, Mejía fue detenido por la DEA, debido al caso construido en su contra en la Operación Huno, y finalmente enviado a la cárcel gracias al trabajo de Levine en el caso y a sus declaraciones.

Levine dijo a Narco News que Mejía es un asesino vengativo y muy calificado, y que en algún momento “tuvo un ejército de sicarios” a sus órdenes, y tiene que ser considerado como uno de los principales sospechosos en el asesinato de Blanco en Medellín en septiembre pasado.

En un reciente correo electrónico, Levine describe el escenario de la siguiente manera:

1. La Cocaine Cowboy War [o la guerra de la cocaína en Miami] estaba en su apogeo cuando comenzamos la Operación Huno que tenía como objetivo a Papo Mejía entre otros, utilizando a Sonia Atala como carnada. Lo que supimos fue que Griselda Blanco ya había matado al padre de Papo en el famoso tiroteo del centro comercial de Miami Dade a plena luz del día.

2. Nosotros (el equipo encubierto de la DEA) entonces tuvimos éxito al acusar a Mejía a través de una elaborada operación encubierta, pero no se le puede encontrar.

3. Griselda tiene su propio sistema de inteligencia y se entera de que Papo está aterrizando en Miami desde Colombia [el 15 de septiembre de 1982]. Ella paga a Miguel Pérez 250,000 dólares para matarlo. Perez encuentra a Mejía después de pasar la aduana y en plena luz del día lo apuñala diez veces con una bayoneta.

 4. Sobrevive… va a juicio y es condenado a 27 años… Yo me retire [de la DEA] y me convertí en un experto testigo [en los tribunales].

 5. Pasan los años y su abogado [de Mejía], Steve Finta, a mediados de los 90 está tratando que Papo [Mejía] salga antes [de la cárcel]. Tenemos una reunión. Él me quiere contratar a como experto para sacar a Papo… Este es el diálogo real:

Yo: “¿Quieres que te ayude a sacarlo, cuando estoy en su lista negra?”

 Steve [Finta]: “Hablé con él. Ya no estás en la cima de la lista… “(La vida real es mucho más extraña que la ficción.)

6. Papo es finalmente puesto en libertad sin mi ayuda. Es deportado a Colombia.

7. Griselda [Blanco] es liberada después de Papo y deportada a Colombia, donde (recientemente) es asesinada.

8. Pregunta: ¿Papo Mejía ahora está trabajando en eliminar a su vieja lista de enemigos?

En resumen: Me gustaría hacer esto público, al menos, como una medida de protección. Como mínimo, debe también alertar a la Policía colombiana de su sospechoso más probable.

Narco News intentó establecer contacto con el ex abogado de Mejía, Finta, para hacer comentarios. El número telefónico de su oficina de abogados del área de Miami está desconectado. No respondió a la consulta que le hicimos a través del correo electrónico.

Permanezcan en sintonía…

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