Hambre de justicia despliega humor (¡y comida!) en contra de la guerra contra las drogas
El personaje simpático, ferviente pero desventurado activista gringo en México de Greg Berger se une a la Caravana por la paz en Acteal, y aprende una fuerte lección
Por Al Giordano Especial para The Narco News Bulletin
27 de octubre 2011
No es ningún secreto que la guerra contra las drogas ha causado más dolor, muerte y sufrimiento en México del que cualquier pueblo podría soportar. Los titulares diarios proclaman las últimas víctimas -50,000 personas asesinados por criminales, soldados y policías en menos de cinco años- y aún así la política prohibicionista que causa el caos permanece, hasta ahora, intacta. Los medios internacionales reportan la misma historia una y otra vez en diferentes configuraciones -un asesinato aquí, una fosa común allá, otro decomiso de cocaína sudamericana que fluye a través de México hasta la nariz gringa (se nos dice que este decomiso rompe el récord del anterior, y hay que esperar por el del próximo mes con una afirmación más triunfante aún), y una serie de jefes de “cárteles” con nombres de villanos de historietas puestos como si ellos, y no los gobiernos, fueran los verdaderos capos de este desastre -y sin embargo, comparativamente se presta muy poca atención a la verdadera historia que sucede al sur de la frontera estadounidense: Que los mexicanos comunes y corrientes, especialmente los familiares de esos 50,000 muertos se han organizado en un movimiento nacional en los últimos siete meses para terminar con la violencia y la guerra contra las drogas que la provoca.
Por ejemplo, el poeta y periodista Javier Sicilia -alrededor de quien se ha levantado este vibrante movimiento mexicano luego del asesinato de su hijo en marzo pasado- estuvo el jueves en Washington DC, con las otras víctimas de la guerra contra las drogas, en donde declaró ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la Organización de los Estados Americanos, documentando esta tragedia, y ningún reportaje de esto ha aparecido en los servicios de cable, diarios, televisión o radio estadounidense. Tienen oficinas enteras, equipos de noticias y reporteros pagados en Washington, pero aún así no dicen ni una palabra.
Los grupos internacionales de derechos humanos y de “libertad de prensa” regularmente sacan comunicados denunciando el último asesinato o violación, y tampoco casi nadie les pone atención. Algunos activistas hacen los mismo, pero ellos pueden gritar desde cada montaña sobre los 50,000 muertos, incluso en el país de a lado, y la única respuesta es típicamente el eco de la propia voz a través del cañón estéril.
Tengo una idea del porqué de esto. Está relacionado con la teoría de Robert J. Lifton del “adormecimiento psíquico” que promovió durante la Guerra Fría y la carrera armamentista. (De hecho ese adormecimiento impidió y retrasó por décadas a los movimientos para terminar con la amenaza nuclear: A fines de los años 70 le llevó a un movimiento ciudadano, no en contra de las armas nucleares sino en contra de las plantas de energía nuclear el volver a sensibilizar a la opinión pública estadounidense sobre la amenaza atómica general, creando espacios para el movimiento por el desarme nuclear de los años ochenta; un movimiento que, además, convenció a la gente de la Unión Soviética de que la mayoría de los estadounidenses no querían incinerarlos con misiles de crucero, y una vez que perdieron el miedo, comenzaron a dirigir sus quejas internas.)
Paul Slovic avanzó en las ideas de Lifton cuando escribió sobre la “negación del genocidio“:
“A la mayoría de la gente le importa y se esforzará por rescatar a las víctimas individuales cuya situación de necesitados llegue a su conocimiento. Sin embargo, estas mismas buenas personas a menudo son indiferentes a la situación de individuos de ‘uno de muchos’ en un problema mucho más grande. ¿Por qué sucede esto?”
Esta misma dinámica ha adormecido a los responsables de las políticas, organizaciones de medios y a la opinión pública estadounidense por igual sobre la violencia de la guerra contra las drogas en México. Y sin embargo, si usted conoce a algún activista o persona que le ha tratado de contar sobre lo que sucede en el sur, probablemente les ha escuchado decir principalmente sobre el conteo de cuerpos y las horribles historias de los últimos titulares, al punto de ser bastante molesto. Mucha gente con buenas intenciones parece pensar que si solamente le cuentan lo terrible que es algo automáticamente usted querrá arreglar esa injusticia. Luego posiblemente lo reprenderán por no “preocuparse” o sentir “compasión” como ellos. Pero piensen en ello: ¿cuándo fue la última vez que una estadística o un regaño lo levantó para hacer algo?
Y este es uno de los valores de Javier Sicilia: el dolor de un ser humano y su habilidad por articularlo en palabras con las que la mayoría de los humanos se pueden relacionar ha vuelto a sensibilizar a tantos mexicanos para poder confrontar a una guerra contra las drogas fuente de tanto mal. Esto ha reducido el adormecimiento. Y de la historia de uno, bien contada, llegaron otros: la de Julián LeBaron, de Teresa Carmona, de María Herrera y de muchos otros cuyas historias individuales traspasan el adormecimiento que la recitación activista de los números no puede tocar.
En estas páginas, hemos reportado cada paso de este movimiento a detalle, haciendo hincapié en las historias humanas individuales, pero nunca desde la perspectiva de sólo denunciar que algo horrible les ha sucedido a ellos y a sus seres queridos. En su lugar, los reporteros de Narco News dedicamos nuestro trabajo a las historias de cómo la gente se reúne y se organiza para crear justicia donde no la hay. Cuando los reporteros se nos acercan proponiéndonos escribir digamos de algún preso político que recientemente fue a la cárcel, nuestra respuesta es “encuentra a los familiares, amigos u organizaciones que están luchando por sacarle de la cárcel. Dile al lector por qué se están organizando. ¡No estamos aquí para deprimir a la gente! La gente ya esta deprimida y la inmoviliza. Encuentra el rayo de esperanza en esta historia que nos ayude a ver que algo puede hacerse o se esté haciendo para cambiar la historia.”
Esto es porque después de muchos años de hacer este trabajo, hemos aprendido que la simple denuncia de lo malo no logra nada al tratar de arreglar algún problema, y de hecho adormece y crea aún más miedo entre la gente común que tal vez pensó en tomar acciones, pero que se sienten demasiado abrumados, o con miedo para hacerlo. El “adormecimiento psíquico” de Lifton y el concepto de Slovic sobre la “negación del genocidio” explican perfectamente porque los 50,000 muertos en México producen un suspiro o bostezo colectivo (una falta de respuesta que también profundiza la desesperación y el adormecimiento de la opinión pública sobre la guerra contra las drogas).
A veces la historia de una violencia terrible o injusticia agrieta el adormecimiento y suscita la respuesta del público. Tal fue el caso el 22 de diciembre de 1997, cuando paramilitares asesinaron a 45 hombres, mujeres, ancianos y niños indígenas cuando rezaban en una iglesia en el estado mexicano de Chiapas. Lo que hizo diferente a la historia de Acteal de muchos otros casos trágicos de violencia es que fue una comunidad que había comenzado a organizar su autonomía en lo que cosechaban y trabajaban, en cómo comían, cómo educaban a sus hijos, cómo curaban a sus enfermos, sin aceptar dinero del gobierno. Fue por esta razón por la que sus habitantes -ya en 1997 practicantes declarados de la noviolencia- fueron masacrados.
El 15 de septiembre de este año, la Caravana por la Paz de familiares de la guerra contra las drogas se detuvo en Acteal. Los periodistas auténticos Greg Berger y Marta Molina lo reportaron para Narco News. Ellos volvieron inspirados para contar la historia de lo que vieron y escucharon. Molina escribió la historia sobre eso, trabajando con jóvenes técnicos en audio de la comunidad grabó todo lo que sucedió. Berger lo filmó. Durante las horas que la comunidad esperó por la caravana, entrevistaron a sus habitantes, y grabaron las ceremonias y las palabras cuando llegó la caravana. En los siguientes días, se reunieron con LeBaron, Carmona, Herrera y otros familiares de las víctimas de la guerra contra las drogas que habían estado ahí esa noche. Ellos les dijeron de manera convincente sobre cómo el haberse reunido con la gente de Acteal les inspirió y los enseñó acerca de su propia lucha.
El desafío entonces era hacer algo con el video y audio que serían visto por muchas personas, para compartir la historia más allá de los “ya convertidos”, para llevar la historia a gente que aún no está en la lucha. Un video en línea tiene más potencial que el texto para lograr eso. Aún así, decenas de vídeos han sido producidos sobre las caravanas de paz y las manifestaciones del movimiento mexicano, muchos de ellos repiten el guión de los “50,000 muertos” pero tienden a circular solamente entre aquellos ya involucrados en la causa. Le sugerí a Greg que reviviera a uno de los personajes que ha realizado en otros vídeos que se han hecho virales -el de un simpático, ferviente pero desventurado activista estadounidense en México- precisamente porque hace que mucha gente se ría y se entretenga lo suficiente con un video que reporta los temas de la vida y la muerte como la violencia en México para poder disminuir el “adormecimiento de la guerra contra las drogas” entre los espectadores. Y una de las mejores maneras para hacer que la gente baje la guardia es haciéndola reír.
El reto entonces era hacer algo. El resultado es “Hambre de justicia”, y en poco tiempo más de 6 mil espectadores lo han visto, muchos de los cuales lo comparten a través de sus redes sociales, correos y de boca en boca (que es como puede convertirse a un video en “viral”: cuando alguien dice, “oye, ¡tienes que ver ESTO!” y lo pasa de persona en persona). Por su parte, la versión en inglés tiene hasta ahora una décima parte de la cantidad de espectadores, tal vez porque no hay aún un vasto movimiento de base en el mundo anglófobo para terminar con la violencia de la guerra contra las drogas en México o en sus propios países.
Así que hagamos un pequeño experimento. Hoy la versión en español lleva 6,659 espectadores, y la versión en inglés 797. Pueden verlo al darle clic en la flecha de “play”, en el video de arriba, y luego sigan las siguientes fáciles y rápidas instrucciones:
¿Ya vieron el video? Que bueno! ¿Lo disfrutaron? ¿Aprendieron algo de él? Ahora -rápido!- piense en sus amigos, compañeros de trabajo, familiares, redes sociales y listas de correo que también quieran ver la historia y echarse unas buenas carcajadas del personaje que Greg hace -el activista gringo que se junta con caravanas mexicanas para comer gratis (créanme, hemos conocido gente así) y aprende una gran lección cuando va a Acteal. Y veamos cuántos espectadores podemos llevar a aprender junto con nuestro gringo tonto y conocedor de la comida popular mexicana!
También es la historia sobre organizar en una cultura de “apretar el botón” en donde los medios y la publicidad nos programan para querer resultados inmediatos, en una prisa tan irreal que mucha gente se convierte en “activista” por un momento sólo para quemar, desesperar o trasladarse a algo más -un peligro ahora para muchos de los participantes en la “Ocupación de Wall Street”, al igual que lo fue para muchos estadounidenses en la campaña de 2007-08 de Obama que confundieron el “sí, se puede” con “él, sí puede” y ahora hacen pucheros en lugar de organizarse- cuando “el cambio” es lento para descargar.
El inspirador pueblo de Acteal ha luchado ahora por 14 años buscando justicia para sus muertos, y aún no lo ha logrado. Pero ¡mírenlos! Son alegres y optimistas en su lucha. No se rinden. Siguen luchando y luchando, entrenando y trayendo nuevas generaciones para cargar la antorcha. Ellos ven como gran parte de México está tomando su camino de la noviolencia para llevar a un cambio profundo y no superficial. Y en 2011 están “entusiasmados y listos para ir.”
Si después de lo que han sufrido no están llorando y haciendo berrinche ¿por qué lo haría alguien que tiene tantas de las ventajas materiales que muchos no tienen, como por ejemplo, una computadora o acceso a internet?
Y esa es otra lección que hemos aprendido al reportar a lado de los movimientos sociales, especialmente en el México indígena: ese cambio duradero requiere de campañas duraderas y una cultura de resistencia que infunda todos los aspectos de la vida cotidiana más allá de cualquier manifestación o plantón. Es una lección que hemos aprendido otra vez este año de nuestros amigos en Egipto, que continúan desmantelando una dictadura meses después de haber derrocado a un dictador y después de haber terminado su ocupación de la Plaza Tahrir. Una vez que se entra a una lucha auténtica, se entra de por vida. No es el cómo pasamos nuestras vacaciones de verano o nuestro cheque de desempleo por seis meses. Es mucha más que una marcha o manifestación.
De todos modos, me gustaría decirle más, pero al ver el video una vez más me dio hambre. Considere a este video alimento para la cabeza…