English | Español | August 15, 2018 | Issue #67 | ||
El encuentro en el Castillo: Calderón y las víctimas de su guerra contra las drogasLas víctimas enfrentan al presidente de México. Hablan sobre sus pérdidas, su dolor y sobre su estrategia fallida de guerraPor Carolina Corral
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El presidente Felipe Calderón al fondo de la foto de teniente de infantería desaparecido Miguel Orlando Muñoz DR 2011 Carolina Corral |
En ese Castillo varias víctimas de esta Guerra, expusieron sus casos frente al presidente de la República. Otras víctimas decidieron quedarse fuera del Castillo pues no avalan un diálogo con un presidente que no sólo es sordo sino cómplice. Se quedaron afuera manifestaciones de jóvenes para quienes la desmilitarización del país tiene que darse previa al diálogo.
Lo fructífero de este diálogo no radica en cuánto caso hará el presidente Calderón a cada una de las peticiones que le hicieron una vez que las cámaras de los medios de comunicación estén apagadas. Lo fructífero quizá radique en que un grupo de ciudadanos sin demasiadas herramientas políticas ni discursivas cuestionaron al gobierno por el asesinato de sus familiares. Y culparon no sólo a los grupos criminales sino a la corrupción del gobierno mexicano y por ende su complicidad con grupos criminales y el soporte estructural que brindan para que esta guerra se mantenga.
Adentro, Javier Sicilia abrió el diálogo con Calderón recordando que es un diálogo que se da debido a la ineficacia de las autoridades, y creyendo en el diálogo como una ventana de solución:
“Habernos movilizado hasta aquí para recordarles su deber habla muy mal de las instituciones y del dinero que gastamos en ellas. Contra las fundadas dudas de que el diálogo no servirá de nada, lo hemos aceptado porque estamos convencidos de que el diálogo es fundamental como un práctica de la democracia para construir los caminos de la paz”.“Venimos hasta aquí en primer lugar a que reconozcan la deuda que el estado mexicano tiene con las víctimas con sus familias, y la sociedad entera, por eso, en su calidad de representante del Estado, señor Presidente está obligado a pedir perdón a la Nación, en particular a las víctimas, en segundo lugar, hemos venido…aquí a que nos haga justicia”.
Entre otras cosas, Javier Sicilia pidió justicia para las familias de asesinados, protección para periodistas, el fin de la estrategia militarista en el combate al crimen y la despenalización de ciertas drogas.
Las respuestas del presidente fueron aquellas que ya hemos escuchado en un discurso armado y probado durante casi 6 años. Lleno de repeticiones, justificaciones, excusas y respuestas trilladas. Repitió lo que él considera su heroica labor contra el crimen organizado, defendió su estrategia de Guerra. Calderón no admitió tener el deber de pedir perdón más que por los “daños colaterales” de la Guerra, pero se empeña en que su estrategia militarista de Guerra es la correcta:
“Si de algo en todo caso me arrepiento en eso, no es de haber mandado fuerzas federales a combatir a criminales que nadie combatía porque les tenia miedo o porque estaba comprado por ellos. De lo que en todo caso me arrepiento es no haberlo mandado antes”.
Ante la propuesta de construir una policía ciudadana responde con la idea de combatir con armas:
“Es posible que una comunidad pueda tener mecanismos autogestivos y de defensa y lo haga incluso sin armas de fuego, puede ser muy interesante, puede sonar bien. Pero la verdad es que cuando vemos entrar grupos criminales en caravanas de 20 automóviles y armados hasta los dientes tiene que haber una diferente manera de organizar la seguridad de las personas”.
Su estrategia armamentista fue el centro de su discurso en la primera intervención, evita así atacar el verdadero sostén de este negocio: la corrupción y el lavado de dinero. Hay que combatir las balas con balas. Como si sólo el campo de batalla sólo estuviera en las calles.
Ante esto, le espetaron atacar otras esferas que sostienen el negocio de las drogas. No sólo le cuestionaron sobre la complicidad de policías y militares en extorsiones, secuestros, abusos y tráfico de drogas. Sino expusieron un tema que es evidente pero se ha sacado mucho menos a la luz: el lavado de dinero y la corrupción y complicidad en altas esferas del gobierno. No se ha atacado el lavado de dinero y se le ha otorgado protección a cárteles o bien no actúan en contra de ellos. Javier Sicilia cuestiona la falta de acción de Marco Adame, gobernador de Morelos, ante la imposición de terror del cartel en Morelos mediante un toque de queda en 2009.
Araceli Rodríguez es madre de Luis Ángel León Rodríguez, un policía federal desaparecido en 2009. Ella también participó en la mesa diálogo. Araceli cuestiona este punto clave para el que Calderón aún no ha desarrollado un discurso tan congruente y elaborado como el que tiene para su lucha armamentista:
“Porque empeñarse en una estrategia cuyos saldos son totalmente negativos, en otros países esta lucha legítima del gobierno, se ha centrado en perseguir la ruta del dinero, producto de las actividades criminales, ¿por qué no hacerlo en México?”.“No es justo, no es ético, no es cristiano derramar tanta sangre, sembrar tanta desolación a lo largo y ancho del país, en una guerra que deja intactos a los principales beneficiarios económicos de la industria del narcotráfico….”.
“¿Sabe cuánto políticos y empresarios del país están coludidos con el narcotráfico? ¿por qué ellos son intocables?”
En el mismo sentido, Javier Sicilia le espetó:
“El problema, señor Presidente, es que usted piensa que los malos están afuera y los buenos están adentro. El problema, señor Presidente, es que usted se lanzó a la guerra con instituciones podridas, con instituciones que no dan seguridad a la Nación, con instituciones con altos grados de impunidad.Por qué no reconoce humildemente, que también se pueden hacer otras cosas, además de alimentar esta maquinaria policiaca y militar. Le cuesta trabajo reconocer que no se ha hecho nada o casi nada para desmontar la estructura de protección con la que cuentan los criminales, estructuras hechas desde el propio poder, esa corrupción rampante, dijo usted alguna vez, y lo acaba de repetir”.
“¿Tiene algo que decir sobre la corrupción y el encubrimiento de funcionarios coludidos con el Gobierno?”
El crimen, señor Presidente, cruza por los grandes circuitos financieros, por las grandes corporaciones, ahí donde no están ni las balas, ni la sangre, ni los policías que salen en el Canal 2”.
El cuestionamiento estuvo en la mesa de diálogo, claro que las respuestas nuevamente se desvanecieron entre justificaciones y seleccionando a qué responder, Calderón se defendió con las armas que tuvo, insuficientes, por su puesto:
“No, yo sé que este cáncer, esta plaga, ha carcomido a la sociedad mexicana, a las instituciones, al Gobierno, a los gobernantes, a los gobernados, a las iglesias, a los medios. Y lo sé muy bien”.
Sin embrago, se lava las manos dejando la resolución final sobre culpabilidades de políticos y criminales y de jueces que no hacen bien su trabajo. Diciendo que él ya no puede hacer más que señalar culpables para que alguien más los juzgue:
“Si estamos en un sistema de legalidad, y yo creo que es bueno que así sea, que eso ya no depende mí, sino depende de lo que diga un juez…”.“He sabido, por ejemplo, de jueces que han recibido dinero o que dialogan con criminales, y que liberan a criminales, pero mientras yo no tenga una prueba, o la Procuradora no tenga una prueba, ese juez es juez, y ese ciudadano es ciudadano, y, además, es inocente”.
Al juzgar a funcionarios de gobiernos no se refiere a los altos mandos, según él, el ejército tiene males menores, unos cuántos abusos que se están revisando, nunca grandes culpas y complicidades como las de policías municipales para las que sí admite su corrupción:
“Cuando uno llega a una ciudad, a un estado, a un municipio, y se da cuenta que toda la policía, toda, está en la nómina de los criminales… Pero yo sé que están en la nómina, yo sé cuánto reciben”.
Norma Ledesma Ortega también puso sobre la mesa también el tema de hay gente inocente que es encarcelada para justificar resolución de hechos criminales sin que se atrape a los verdaderos culpables. Y como ejemplo cita el caso de la masacre de 13 adolescentes en el barrio de Villas de Salvarcar en Ciudad Juárez:
“La masacre de Villas de Salvarcar, son casos sin resolver, es cierto que fueron criminales [los que cometieron la masacre]. Pero metieron chivos expiatorias y fueron torturados por la policía federal”.
Ledesma es fundadora y coordinadora de Justicia para Nuestras Hijas. Su hija, Paloma Escobar Ledesma fue desaparecida y asesinada en 2002, tenía 16 años. Ella es una de las mujeres que le ha dado voz a las más de mil mujeres asesinadas en Ciudad Juárez en una ola de feminicidios que lleva ya más de 10 años.
Las respuestas del gobierno fueron protocolarias. EL presidente y su esposa usaron los momentos oportunos para posar para fotografías que los dejarían bien parados. Afirmaron que le darían seguimiento a los casos:
A Ledesma le contestaron: “se iniciaron 62 procedimientos administrativos…” para la resolución de los casos del campo algodonero en Ciudad Juárez. Ella inmediatamente objetó que su trabajo no estaba siendo útil:
“Los protocolos que acaba de sacar PGR, yo no soy abogada ni experta en esto, pero no nos sirven… los protocolos que sacó la PGR en el marco de la sentencia de campo algodonero, no son sirven porque no lo hicieron conforme al contexto y la región”.
Y le recordó que no hay nadie sentenciado por el asesinato de su hermano. Que han detenido personas pero no les han comprobado que son los culpables:
“El hecho es de que no hay una sola persona sentenciada por el asesinato de Benjamín Le Barón y de Luis Widmar, ni por el secuestro de Eric Le Barón, ni por el de mi tío, ni por el de mi cuñado…”
El día de ayer, Salvador Campanu Sánchez del pueblo indígena purépecha de Cherán Michoacán, pudo entrar a dialogar con el presidente y exigir el reconocimiento de los acuerdos de San Andrés. Años antes el Gobierno Federal le cerró las puertas a la petición de diálogo del Movimiento Zapatista de Liberación Nacional. Además exigió un alto a los abusos contra los indígenas de parte de empleados del gobierno:
“Nosotros como grupos indígenas no solo somos víctimas de la delincuencia organizada, sino también de la violencia institucional del Estado Mexicano, quien no reconoce nuestros derechos ancestrales y nuestras formas de organización…Cuando una comunidad indígena se encuentra al crimen organizado, nos topamos con la complicidad del gobierno y no encontramos protección para nuestros hermanos y hermanas que valientemente han decidido denunciar…”
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Haciendo un balance, el diálogo poco sacudió a la presidencia. Lo que ocurrió ayer no significó la solución. Quizá la importancia del encuentro para algunas víctimas fue la dignificación y exposición de su caso. Es un ejercicio que obliga a la presidencia y a los representantes de la justicia en México a atender a un grupo de ciudadanos que han sido víctimas inocentes de su política de guerra.
Calderón fue necio y se sostuvo en sus ideas. Lo más que prometió fue esclarecimiento de casos particulares de las víctimas allí presentes y el financiamiento de la memoria del pasado: de las placas a las víctimas. Nunca un cambio estructural en la estrategia de guerra. Pero fue cuestionado por madres y padres con pocos recursos políticos y obligado a admitir ante los ojos internacionales la corrupción en todos los niveles de gobierno.
Quizá también la importancia está también en el tipo de declaraciones que hizo Calderón, que mediáticamente pueden servir para recordarle sus compromisos y su reconocimiento por el pudrimiento institucional.
Sin no será efectivo políticamente quizá mediáticamente siga visibilizando el grave problema de los “daños colaterales” que necesita saltar las fronteras mexicanas.
Ayer en el Castillo de Chapultepec madres, padres, indígenas, las víctimas allí sentadas lograron que en breves momentos el presidente admitiera errores, corrupciones y complicidades que sientan en la presidencia un compromiso del que deben sentirse obligados.