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Un Movimiento Mexicano en la encrucijada: Un Pacto de papel o una comunidad organizada?

Mientras los medios de comunicación y algunos activistas se obsesionan con el contenido del "Pacto Nacional", una historia más profunda se despliega entre las víctimas de guerra de drogas


Por Al Giordano
Especial para The Narco News Bulletin

16 de junio 2011

“La invención”, recordó Javier Sicilia esta semana, es “la hija de la necesidad”, y una empresa tan ambiciosa como poner fin a una guerra que ha tocado a 40.000 personas de México en media década, por definición, requiere mucha creatividad y innovación.


¿Dónde están?” pregunta la familia de sus desaparecidos en la guerra de las drogas. DR 2011 Tyler Stringfellow.
Los dos mil kilómetros de la Caravana del Consuelo por el centro y el norte de México hasta la frontera con los EE.UU. la semana pasada, pone a prueba muchas ideas preconcebidas – tanto en los medios de comunicación como entre sus participantes – sobre lo que se necesita para hacer un cambio real en contra de los intereses creados de los gobiernos y otras instituciones. Esta semana se cumplen cuarenta años desde que el que fue presidente de los Estados Unidos Richard Nixon declaró la “guerra contra las drogas”, el 16 de junio de 1971. Muchas personas bienintencionadas han tratado de poner fin a esa guerra. Nadie lo ha logrado hasta la fecha. Y, sin embargo, hay algo en este esfuerzo, muy mexicano, que ha despertado la esperanza y la acción inspirada en la idea de que algo, en efecto, finalmente se puede hacer al respecto.

Los medios de comunicación se han centrado principalmente en el llamado “pacto nacional” – un proyecto de documento que se elaboró ​​en gran parte, durante la parada de la caravana en Ciudad Juárez el viernes pasado – que trata de codificar las demandas de este movimiento incipiente.

El borrador del documento ha generado dos polémicas: una en los medios de comunicación de México y otra en algunas esferas del movimiento. En los medios de comunicación, la adopción de lo que algunos llaman “una carta a Santa Claus” o lista de demandas que incluyen varios temas – muchos de ellos no relacionados directamente con la demanda central para poner fin a la guerra, desde la petición de “una campaña nacional para sindicalizar a los trabajadores ” hasta la demanda de que las empresas mexicanas de televisión por cable proporcionen acceso a la estatal venezolana TeleSur- ha estado muy presente en los medios de comunicación como una victoria de las fuerzas “políticas” por encima de la autoridad moral de las víctimas de la guerra contra las drogas. El columnista de El Universal Rafael Ricardo postula:

“De un lado están las víctimas y sus familiares que necesitan ser escuchados desde ya por la autoridad, que quieren conocer los expedientes judiciales, tan celosamente escondidos, que exigen una investigación seria y constitucional, que suplican por una acción precisa de los jueces y la justicia.

“En Ciudad Juárez, unas y otras, las voces de víctimas y la obsesiva política extremista se dieron cita para intentar discutir sobre los puntos que les unen. En horas que fueron muy escasas para asegurar un diálogo sincero se hizo un documento contrahecho que no logró colocar con suficiente dignidad la tristeza de los doloridos…

“La política absoluta tomó privilegio sobre el dolor más genuino de quienes acudieron a pedir consuelo.”

Al final de la caravana, el sábado, después de un evento público y la conferencia de prensa en El Paso, Narco News se reunió con varios de los miembros de la familia de las víctimas de la guerra contra las drogas que habían hablado en varios actos públicos a lo largo de la caravana. Ellos habían participado el día anterior en Juárez, en algunas de las nueve mesas de trabajo en las que cientos – pero no miles – de personas debatieron y discutieron los seis puntos del “Pacto Nacional”, que pretende establecer Sicilia, un pacto que él concibe como un pacto entre las personas y al que el gobierno, una vez que las personas estén lo suficientemente auto-organizadas, tendría que responder.

Los familiares de los fallecidos expresaron su frustración al sentir como cada una de las causas del país trataba de unirse a su simple llamada para el consuelo, la justicia y el fin de la guerra. “Seis personas mueren cada día en el estado de Chihuahua”, dijo uno, dándose una palmada en la frente en un gesto de frustración, “y quieren hablar sobre el derecho a la vivienda pública.” Algunos expresaron que durante las sesiones destinadas a elaborar los detalles del pacto, se sintieron sobrepasados por parte de algunos activistas políticos con más experiencia que ellos, que se consideran ciudadanos comunes y corrientes que empezaron a formar parte del movimiento por el dolor y el sufrimiento de su experiencia.

Y sin embargo, a pesar de que las propuestas de los “activistas” triunfaron en el borrador actual del documento – en gran parte porque los familiares de las víctimas de la guerra contra las drogas concordaron con casi todo lo que se propuso en aras de mantener la unidad – algunos de esos mismos activistas también están descontentos porque Sicilia no ha declarado su Carta a Santa Claus para que sea el documento final y el Evangelio del movimiento.

Cuando durante la conferencia de prensa después de la última parada de la caravana en El Paso, Sicilia, dijo a los periodistas que el texto que salió de las reuniones del viernes no fue un pacto, sino que “Simplemente son relatorías y son parte de los agravios de la nación,” algunos sectores respondieron disgustados, insistiendo en que esas actas eran ahora el texto final del Pacto Nacional.

Una activista norteamericana, Molly Molloy, bibliotecaria de la Universidad del Estado de New México ha criticado a Sicilia en los últimos días a través de su lista de correo electrónico sobre las declaraciones hechas en la frontera, y fue tan lejos como para decir a Narco News y a otros, a través de correo electrónico, que la declaración de Sicilia constituía un “engaño”, un “fraude” y “ilegal”.

Más allá de la terrible elección de estas pobres palabras, cuando un ciudadano de los Estados Unidos acusa a un ciudadano mexicano de ser “ilegal” (y, de alguna manera, fraudulento, que criminaliza a este ser humano), ¿no ha sufrido lo suficiente el pueblo mexicano por parte de los ciudadanos de los Estados Unidos y sus instituciones tratando de decirles lo que pueden y no pueden decir o hacer? ¿No es este el principal problema de la guerra contra las drogas impuesta por los Estados Unidos, para empezar?

La respuesta de un caballero diplomático

La respuesta de un diplomático y un caballero Sicilia respondió gentilmente a sus críticas venidas de ambos lados de la frontera a través de una carta pública en la que dice, entre otras cosas:

“Lo que se leyó el 10 de junio en Juárez es, por desgracia, una mera relatoría de las mesas de trabajo –ustedes lo saben mejor que nosotros-, que no puede llamarse pacto…

“Es, a lo sumo, un esquema de documento que debe salir a otras consultas y reelaborarse hasta obtener un buen documento. Nadie puede llamarse a engaño, cuando se presentaron las relatarías y cuando presentó el documento en el Monumento a Juárez se dijo que era preliminar, que hay muchas más cosas, que se sometería a una amplia consulta y que después se presentaría un documento más acabado. Decir que eso es un pacto, es simplemente ridículo, Nadie nos tomaría en serio…

“Sean razonables, queridos compas… hermanos y hermanas en este inmenso dolor. No olviden que en el centro de todo esto están las víctimas y las víctimas necesitan justicia. El dolor… no tiene ideologías ni agendas políticas, sólo busca algo, el consuelo y la justicia, y esa no la haremos si nos perdemos en interminables demandas y jugando a que una relatoría es un pacto…

“Los quiero un chingo y los llevo en el corazón como llevo mi dolor y cada uno de los dolores que hemos recogido juntos.”

Es comprensible que, en una tierra donde casi nadie escucha los agravios contra un estado violento, organizaciones y activistas, han visto la oportunidad de unir varias de sus demandas y causas en este documento para que formen parte de un movimiento que está generando esa sensación poco común de esperanza, de que realmente se puede hacer algo.

Pero será que un pedazo de papel, otro de los miles de manifiestos, papeles en blanco y documentos políticos que han tratado de poner fin a una guerra contra las drogas durante más de cuatro décadas, independientemente de lo elaborados que estén, aportar algo más que los que vinieron antes?

La mayoría de los medios de comunicación – e incluso muchos de los que se han unido a este movimiento- se han perdido las dos cosas que hacen diferente a este movimiento, distinto a os de antes. Para ser justo, diré que algunos, algunos han entendido que un ingrediente clave es que este es el primer movimiento nacional de México, que es consciente de Gandhi en su aproximación a la acción noviolenta. Pero la otra cosa que ha sucedido justo enfrente de las narices de todo el mundo es lo que ha ocurrido entre los miembros de la familia de las víctimas de la guerra contra las drogas: la organización comunitaria.

Esta combinación entre resistencia noviolenta y organización comunitaria es lo que ha marcado algunos de los movimientos más exitosos del siglo pasado en todo el mundo. El estudio cuidadoso de lo que sucedió en esos movimientos encuentra paralelismos con este momento de encrucijada en la resistencia civil que Sicilia ha convocado en contra de la guerra contra las drogas.

Cuando Gandhi, después de su heroica bienvenida a la India a raíz de exitosas y victoriosas luchas en favor de los inmigrantes en Sudáfrica, se encontró con una contrariadad similar a su forma de hacer las cosas en el Congreso Nacional Indio y otros grupos políticos, dio un gran paso adelante más allá de las organizaciones del movimiento ya existentes. Gandhi dejó de conceder entrevistas a la prensa, dejó de escribir para publicaciones de la India, y se retiró con su propio grupo de gente de ideas afines a las suyas y que creían en la noviolencia, y realizó una gira de dos años por el país con la finalidad de escuchar a la gente real, auténtica, de a pié, y entender cómo vivían, qué querían, y al mismo tiempo llevar a cabo un cuidadoso estudio de las debilidades y fortalezas de la dominación colonial británica de su país.

Sicilia ya ha convocado con éxito a un gran grupo de personas de ideas afines – las víctimas de guerra contra las drogas y otros que buscan un nuevo camino para lograr el cambio, también – que comparten su creencia absoluta de que las estrategias y las tácticas de la noviolencia tienen la llave para poner fin a esta guerra. Estas fuerzas recién organizadas no están claramente centradas en el “pacto” o cualquier otro pedazo de papel. Ellos buscan consuelo, justicia y acabar con la guerra.

Cuando, dos años después de su silencio, Gandhi sacudió a los medios de comunicación nacionales e internacionales, de nuevo, esta vez se había formado y entrenado las filas a su alrededor.

Martin Luther King, Jr. empezó un proceso similar entre 1955, durante el boicot de autobuses de Montgomery que lo catapultó a la atención nacional e internacional y durante los próximos cinco años, en los que se dedicó a la exploración y al reclutamiento de un equipo de agentes de cambio con ideas afines. Uno de ellos, el reverendo Jim Lawson, que había estudiado la noviolencia gandhiana en la India, se fue a Nashville y se dedicó a la formación y la organización de la población local, gente que formaría parte de los plantones en las cafeterías en 1960, los que lucharon por el fin de la segregación y la convirtieron en una lucha de carácter nacional.

En estos y en otros ejemplos de movimientos sociales – el de César Chávez y la Unión de Trabajadores Agrícolas en los años 1960 y 1970, también merece atención – en un momento dado dejaron de tratar de satisfacer o agradar a todos los sectores que afirmaron estar de acuerdo con sus objetivos y empezar a preocuparse por la formación entre los que ya “tenían” lo que estaban tratando de lograr para llevar a cabo una acción más eficaz que lo permitido por el mero activismo y las protestas.

Esto significaba, en cada uno de los casos históricos mencionados, la adopción de técnicas de “organización comunitaria”, un término acuñado por el luchador social y escritor de Chicago Saul Alinsky en el siglo pasado. La organización comunitaria – distinto del activismo – tiene un valor
primordial porque llega a personas que aún no están de acuerdo con la causa de los organizadores, a través del razonamiento, la educación y
el reclutamiento. Y en el caso de los plantones en frente de los mostradores de las cafeterías de Nashville, y el éxito del boicot nacional a la uva, la lechuga y el vino promovido por la Unión de los Trabajadores Agrícolas contra los productos de las empresas antisindicales, también implicó la capacitación intensiva de los organizadores comunitarios de las filas de los que tenían ideas afines, por lo que podían llevar a cabo el trabajo de forma eficaz.

La carta de Sicilia dirigida a algunos de los activistas decepcionados con la falta
de finalidad del dicho “pacto” es leal a su lógica de construir un movimiento inclusivo, hasta el extremo de buscar incluir los que buscan de excluir a otros. Mucha de esta gente seguirá obsesionándose sobre el texto del “pacto nacional,” buscando y guardando espacio para incluir sus propias agendas, estén relacionados o no con la misión central de parar a la violencia.

Pero la acción auténtica se da, como siempre, en lo que menos gente se fija, donde menos están mirando: en la auto-organización y la ayuda mutua de los familiares y amigos de las víctimas de la guerra de las drogas (vea también la nota de Marta Molina, Si el crimen está organizado, porque no nosotros? Narco News, 16 de junio de 2011). Movimientos exitosos, al fin, no pasan por trozos de papel. Ocurren en el terreno de la vida cotidiana, en los corazones y las mentes de los agraviados y seguramente, será en este sector de las fuerzas que Javier Sicila ha convocado que esta historia seguirá sorprendiendo y inspirando.

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