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Así ocurrió en Plaza Tahrir

La reportera Egipcia Namees Arnous cuenta sus días y noches en la Revolución de 2011 para la Escuela de Periodismo Auténtico


Por Alphonce Shiundu
Clase 2011, Escuela de Periodismo Auténtico

25 de mayo 2011

Vestida en una camiseta blanca con el número ‘25’ impreso al frente grande y negro, junto con las palabras ‘Agenda por la libertad’ en rojo, la periodista egipcia Namees Arnous ofreció un testimonio escalofriante sobre su experiencia en la revolución de la primavera en Egipto.

El 19 de mayo Arnous hablaba a un grupo de 80 periodistas internacionales de muy distintas partes del mundo que atendieron a la Escuela de Periodismo Auténtico 2011. Este año, la Escuela examinó las relaciones entre los medios de comunicación y los movimientos no-violentos.


Namees Arnous en la Escuela de Periodismo Aut[entico. DR 2011 Terri Bennett
“Estaba trabajando en el reportaje en línea cuando nos llamaron y nos dijeron que había miles de manifestantes en las calles. Dije: -¿en serio?-. No me lo esperaba. Pero cuando mire desde la ventana de mi oficina, vi miles de personas viniendo de todos lados, yendo a la Plaza Tahrir. En ese momento mi corazón hizo ‘bump bump bump,’” Arnous comenzó su historia.

Para ella, una marcha tan grande hacia Tahrir “parecía una misión imposible”. No obstante, ella también tomó rumbo hacia la Plaza. “Había miles de personas, mucha agua en la calle y humo por todas partes” recuerda Arnous. “La gente estaba gritando por libertad y dignidad y yo grité con ellos.”

Ocasionalmente se tocaba su valerina roja-negra-blanca-, los colores de la bandera Egipcia mientras le contaba su historia a los 80 periodistas reunidos en México en la Escuela de Periodismo Auténtico.

Arnous cuenta que un día, mientras se sentaba en la Plaza y cantaba, la policía atacó. Se dobló para esquivar los botes de gas lacrimógeno que volaban provenientes de todos lados de la Plaza. Uno de esos botes aterrizó justo en sus pies y explotó, soltando el humo del gas pimienta en sus ojos, nariz y boca. Ella se ahogó.

Salieron galones de lágrimas, y con un sentido del olfato perdido, Arnous se encontró con otro manifestante que tomó una pañoleta, la mojó con agua y se la puso sobre la cara aliviando su sufrimiento. Terminó ese día, pero ella no se fue de la Plaza. Al día siguiente, la policía atacó la Plaza una vez más. Está vez, ella corrió a refugiarse en su oficina.

Tres días después de haberse unido a las protestas, el Internet y los teléfonos celulares murieron. El régimen quería impedir la capacidad que la gente estaba teniendo de comunicarse y movilizarse. “Todo en Egipto era silencio”, dice. “Todo mundo estaba esperando para ver lo que iba a pasar.” Después de las oraciones ese viernes, 28 de Enero, hubo una manifestación. Caminamos por las calles en una manifestación pacífica, gritando “¡Es pacífica!, ¡Es pacífica!”. “De esa manera sentíamos que la policía no nos atacaría”, cuenta ella.

Entonces ella se colocó en la primera línea y le dijo a un policía “Queremos que caiga el régimen”. Lo que recuerda en seguida es que ella se encontraba con la cara contra el suelo y que los manifestantes le caminaban por encima. Su novio que estaba a su lado la levantó, la tomó con la mano derecha y corrieron. Pero también había un “hombre extraño”, su novio tuvo la sospecha de que se trataba de uno de los policías secretos, que la jalaba de su mano izquierda. Muy probablemente ella era una candidata para ser arrestada.


Arnous usando la cámara de video en la Esuela. DR 2011 Noah Friedman-Rudovsky
Su blusa y cara estaban sangradas por una cortada profunda en su ceja izquierda. El resto de los días resultaron llenos de manifestaciones, gas lacrimógeno, cañones de agua, francotiradores disparando y manifestantes.

“Mucha gente joven fue asesinada. No los 800 que se reportaron (en las cifras oficiales del gobierno), posiblemente fueron más de 2,000 y hubo más de 5,000 heridos”, dice ella.

En Tahrir, una mujer veló a su hijo muerto. Ella gimió mientras sostenía en alto una pancarta para los manifestantes. La pancarta decía: ‘No se rindan, no se vayan, la sangre de mi hijo es la responsabilidad de todos ustedes’.

“Ella no fue la única. La Plaza Tahrir estaba llena de madres y familias de mártires (en la revolución)… se volvió el centro de todo”, recuerda Arnous.

Los manifestantes gritaban: “Valentía es valentía, coraje es coraje, y todos somos valientes y moriremos en la PLaza”. El 2 de febrero, sentada en su oficina, escucho seguidores pro-Mubarak decir que todos debían hacer todo lo posible para salvar al dictador. “Era una pesadilla”, dijo ella.

Muchos de los que apoyaban el régimen, algunos montados en camellos y caballos, se acercaban a La Plaza y cargaban espadas y látigos, listos para sacar a los manifestantes de Tahrir. “Fue como una película. No podía creer lo que estaba pasando. Pero los manifestantes defendieron muy bien la revolución”, dice Arnous.

Adelantándonos rápidamente hasta el 10 de febrero, Mubarak dio lo que Arnous llama un “discurso estúpido”, dijo que él no iba a dejar el poder. Este discurso le dio a los manifestantes el impulso de seguir. Un día después, cuando se dio cuenta que no logró apaciguar a los manifestantes, Mubarak renunció y el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas tomó las riendas del poder. Arnous se dirigió a Tahrir y se encontró con cantos de júbilo de egipcios extáticos anunciando la caída de Mubarak.

Recordando esos días emocionantes, Arnous prometió que seguiría luchando: “Miro mis fotografías de la Plaza, de la mucha gente que lloraba por aquellos que perdieron la vida luchando por la democracia, y yo prometo que protegeremos la Revolución.”

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