English | Español | August 15, 2018 | Issue #67 | ||
Aprendiendo a caminar otra vez con Javier SiciliaLa marcha silenciosa en contra de la guerra contra las drogas entra a la Ciudad de México, y con ella el segundo aire del cambioPor Al Giordano
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DR 2011 Alejandro Meléndez |
Por catorce años, este reportero ha cubierto marchas en toda la República Mexicana. Estas han expresado muchas quejas en muchos temas pero luego de un rato todas parecen sonar igual: los mismos cánticos, las mismas consignas, las mismas imágenes icónicas de Zapata, Villa y el Ché Guevara a menudo con artillería en la mano… Grupos y facciones tratando de gritar más fuerte que el otro con las consignas específicas de sus causas, y un nervioso tipo de combinación de miedo y hostilidad a la policía, y viceversa. De aquellos ciudadanos no involucrados en esas luchas, algunos encuentran aterradoras esas marchas. Muchos jóvenes los llaman aburridos y fuera de moda. La falta de respuesta y apoyo público tiende a hacer que esos movimientos se sientan alienados, y la alienación lleva a la paranoia, y la paranoia lleva a la frustración, y la frustración lleva a tomar malas elecciones tácticas y estratégicas. Y por tanto, mientras han sido grandes en tamaño, las marchas en México tienden a no alcanzar sus objetivos. Los movimientos han llegado y se han ido, han cosechado gran apoyo, y luego desaparecen de vista, sus filas disminuyen por los cuatro jinetes del fracaso: alienación, paranoia, frustración y mala estrategia.
Hoy se sintió diferente. Hoy era mensurable, objetiva, no igual a las otras. La cosa más ruidosa en este marcha fue su silencio contemplativo y el aplauso y respuesta que provocó en hombres, mujeres, niños, ancianos, que salieron de sus casas y tiendas para verla pasar.
A través de la relativamente zona rica de la ciudad de nombre Tlalpan, las mujeres locales prepararon mesas con abundantes sandwiches, agua, fruta, refresco y más. “¿También los periodistas pueden tomar agua?” pregunté. Sí, sonrieron al unísono. Tenga una naranja también. Tenga un sandwich. ¡Tenga dos! Parecían casi cabizbajas cuando lo único que quería era agua.
Su corresponsal ya había caminado unos kilómetros cuando se sentó en la base de la estatua de un animal, un par de metros sobre el nivel de la calle, para beber agua, ver a la marcha pasar y hacer garabatos en la libreta. La sección de Javier en la marcha pasaba y Jean Robert, el alto hombre blanco de melena blanca e intelectual que había caminado sesenta kilómetros desde Cuernavaca, me gritó, “¿Sabes de que es el monumento, Giordano?” ¡Es el monumento al perro callejero!” Ah, ¡mi santo patrono!
Cada intercambio humano que presenciamos (esto de la media docena de corresponsales de Narco News filmando y reportando los acontecimientos en este día, otros están en el centro y en Chiapas reportando historias relacionadas) parecía contener un grado de alegría, humor, esperanza. Habían caminado desde sus provincias y estaban tomando la capital. (Y así como el comunicado de los zapatistas de 1994 pedía que en su camino a tomar la capital se pararían a comer quesadillas en el pueblo de Tres Marías, la marcha silenciosa también cumplió con la promesa.)
Un amigo que estaba en la marcha en el pueblo rural de Topilejo anoche reportó, “era como ver todo lo que esperábamos que la Otra Campaña en 2006 se convirtiera.” Y en un sentido es la continuación lógica de ese digno esfuerzo por unir las fuerzas sociales de este país, “de abajo y a la izquierda”, para desentrañar la violenta dictadura que se hace llamar democracia con la aprobación de Washington y sus obedientes medios de comunicación en inglés.
Narco News tendrá más reportes hoy y este fin de semana de diferentes partes de la república, incluyendo de San Cristóbal de las Casas, Chiapas, en donde miles de indígenas zapatistas respondieron al llamado de Sicilia con su propia marcha silenciosa para detener la guerra.
Esta sección de la Avenida Insurgentes incluye puentes peatonales blancos para que los peatones eviten el tráfico de alta velocidad que normalmente pasa por ahí. Hoy, cada uno de esos puentes estuvo adornado con pancartas en solidaridad con la marcha y su causa, muchos firmados por grupos de vecinos de Tlalpan, y gente que los trepaba para tener una vista aérea de la marcha aplaudiendo y con signos de la V de la victoria que los caminantes llevaban.
La policía de tránsito en uniformes color amarillo flanqueaban el lado izquierdo de la marcha como barrera humana entre ella y los grandes MetroBuses de la ciudad que llegaban a toda velocidad cada diez minutos o más. Entre cada uno de ellos, mujeres del vecindario corrían llevando sandwiches y botellas de agua también a los policías, quienes con mucho gusto los aceptaban. Un oficial uniformado entrevistado por una cadena de noticias australiana dijo hoy, “Yo apoyo esta marcha. Se trata de lo que todos los mexicanos queremos.”
Durante cada de las paradas de descanso de las marchas, Javier se retira al asiento del pasajero de un vehículo estacionado en un punto con sombra, toma un trago de refresco o le da una mordida a una galleta, y es asediado por periodistas buscando entrevistas. (Una escena de ayer, con una gran estrella de los medios con tacones altos y mucho maquillaje: REPORTERA TV AZTECA: “Javier, ¿qué ha pasado en la marcha?” JAVIER, encogiéndose de hombros y sonriendo: “Nada.”) Hoy, mientras las cámaras lo asediaban como en la escena de Pinball Wizard de la opera rock Tommy tratando de tener entrevistas, una exclusiva, tratando de verlo, sentirlo, tocarlo, Javier llegó a la parte de atrás del camión llevando dos mitades de un sandwich, “¿Alguien quiere un sandwich?” Y en seguida están muy ocupados comiendo sandwiches como para molestarlo con preguntas.
La caminata de Javier Sicilia y su alegre banda (del tipo que evocan imágenes de Robin Hood y compañía) entrando a la gran ciudad desde Morelos puede muy bien detener la guerra contra las drogas. Están aprovechando una opinión pública que ha existido pero que nadie le había dado voz o forma. Soy un creyente. Hemos documentado y reportado todo lo que han hecho y lo seguiremos haciendo hasta el final. Pero observo que están haciendo algo más, tal vez algo más grande que el alguna vez pensado imposible cambio en la política. Nos están enseñando como caminar otra vez: Otra forma de luchar. Sin la polarización y consignas, pero con creatividad y diversión, con un corazón cálido y la cabeza fría. Solo Dios sabe si alguien tiene derecho a despotricar y gritar y golpear con el puño al aire, es alguien que perdió su hijo tan cruelmente tan solo unas semanas atrás. Pero aquí está hoy, en la capital de la nación, entregando sandwiches a los reporteros y policías, dándoles también una oportunidad de redención, de aprender a caminar de nuevo.
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