English | Español | August 15, 2018 | Issue #38 | ||||
Los zapatistas activan un nuevo tipo de bomba en el sureste mexicanoEscuchando las voces de un ejército (de organizadores) en formaciónPor Al Giordano
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Wendy Primavera Pantoja de Yucatán denuncia a Roberto Hernández Ramírez del Banamex-Citigroup y a otros “extranjeros” de especular con tierras ancestrales. Foto: D.R. 2005 Francisco Alvarez Quiñones |
Luego vino una vocera del MUP –Movimiento Popular Urbano. La coalición, ahora con dos años de existencia, quiere una reunión nacional –de hecho se agendó ya una en la ciudad de México al mismo tiempo que el encuentro zapatista del 10 de septiembre en esta selva. Y eso es lo que algunos grupos nacionales o regionales declararon. Quieren encuentros, encuentros y más encuentros… su lenguaje, como dijo un joven observador a Narco News, parecía muy burocrático, muy de “vieja izquierda”. Como para resaltar esta caricatura, uno de los grupos más viejos de la izquierda en México –el Partido Comunista– colgó retratos de Marx y varios líderes soviéticos –incluyendo al desgraciado de José Stalin– a los lados del recinto abierto para la asamblea, bajo un techo de hojalata caliente. “¿Quién puso esa foto de Stalin ahí?”, preguntó a este corresponsal un colega periodístico molesto. Se pudieron escuchar refunfuños todo el fin de semana desde otros rincones sobre la aparición del “Gran Pepe”. “Es una provocación, un acto hostil hacia el anti autoritarismo del movimiento zapatista”, dijo otro asistente.
Abigail Morita, de 23 años, una pintora mural de la capital del país explicó a Narco News: “Nosotros los jóvenes no nos identificamos con estos grupos de la vieja izquierda. Si no les servimos no nos buscan. No les interesamos. Solamente somos carne de cañón para ellos. Me da coraje. Muchas de estas organizaciones no hacen nada. Los zapatistas y el movimiento indígena son diferentes. Los zapatistas hablan en nuestro idioma”.
Morita se describe a sí misma y a sus pares como la “generación post 99”, que apareció de, o después de, la huelga que cerró la Universidad Nacional durante diez meses y polarizó la izquierda política, a favor y en contra. Y todavía, mientras pasa el día, los muchos jóvenes presentes –algunos que vinieron como “observadores” más que como delegados de organizaciones– se inclinaron más en sus bancos. Escucharon más y más cerca las palabras dichas por muchos delegados de mediana edad y más viejos de los sindicatos, organizaciones barriales y otros como ellos, y encontraron mucho en común. Ya que estos grupos “más viejos” no venían primordialmente de la vieja izquierda, sino, la mayoría (no todos pero casi), de hecho, son organizaciones más jóvenes que la del consejo de la huelga estudiantil de 1999. Al término del fin de semana, una clase de hielo se había fundido bajo el cielo chiapaneco. Gente de diferentes generaciones –de hecho, de universos diferentes, parece– encontró caminos para entenderse entre sí y razón para lucha junta.
La mayoría de las organizaciones presentes se formó en los últimos cinco años de sectores de la sociedad mexicana que ha sido devastada por la privatización de las tareas del gobierno como lo imponen las reglas del mercado. Sus demandas han sido ignoradas y su gente transformada en marginales por los partidos políticos y las organizaciones institucionales y los líderes, incluyendo a los de la vieja izquierda que, de acuerdo con algunos cuates más jóvenes como Morita, parecían estar ahí. Ellos están en los márgenes. Y es a través de los márgenes y los marginados –quienes juntos en este país y este mundo constituyen una mayoría de minorías– que los zapatistas han comenzado a armar un tipo de bomba y su correspondiente explosión por venir. La bomba en cosntrucción es, entre otras cualidades, intergeneracional. Es una bomba difícil de armar. Pero –miren aquí– es aún más difícil para los poderosos desactivarla una vez que se activa.
A veces la distancia entre los márgenes y los marginados se extiende en la fábrica de unidad que se cocinó aquí. Un joven vocero del Movimiento Humanista se paró y llamó a un despertar “espiritual” de los seres humanos. También ofreció docenas y docenas de soluciones “no violentas” para resolver cada problema en la lista de temas de lavandería, y pasó como 20 minutos enlistando cada uno de ellos. Pero el tono, sin importar las afirmaciones de espiritualidad hechas, no era el de escuchar, sino el de anunciar las soluciones del grupo a los problemas de los demás sectores, incluso antes de escuchar lo que los otros sectores tenían que decir. Su discurso parecía interminable. Recibió una de las pocas recepciones rudas del día. “¿Es uno de los Illuminati?”, preguntó una chica en la sección de asientos de su corresponsal. Pedro Rivera, un mulato mestizo del estado de Oaxaca que había expresado previamente una dura crítica de los partidos políticos y la organizaciones de la izquierda institucional, comentó sobre los blanqueadores de la charla, “Parece quererlo todo menos la lucha de clases”. Cuando el Humanista dijo que había terminado su participación, Pedro exclamó “¡Qué bueno!”. Detrás de él un miembro del mencionado Partido Comunista bromeó con Pedro, “Si no lo apoyas es poque no has abierto tu corazón lo suficiente” (¿Quién dijo que los comunistas carecen de humor?). Risas salieron de algunas partes de la galería. El vocero habló otros cinco minutos. Cuando terminó no era claro si el tímido aplauso se debía a sus puntos o a que por fin los había terminado de exponer. Pese a los gruñidos –y esto es parte del modo zapatista– pudo terminar, decir su verdad, y su verdad se juntó entonces con las de los demás para hacer una verdad más grande.
En todo este relajo, y con el delicado esfuerzo para tener gente de muy distintas líneas escuchando y hablando con los otros, la delegación zapatista –Marcos y los demás– escuchó amablemente con sus pasamontañas al calor de la selva. Me pregunté –ya que tengo muchos años escuchando en esta selva– ¿cómo pueden hacerlo? Sus pasamontañas dan una comezón terrible cuando se suda. Pero los hombres y las mujeres del comité zapatista de “La otra campaña” no mostraban signos visibles de incomodidad. Parece no haber un fin o un límite para el sacrificio que quieren hacer. ¿Y qué hay del resto de nosotros?
Todo el día y gran parte de la noche la palabra fue dicha: los trabajadores de las fábricas metalúrgicas en el puerto Lázaro Cárdenas del Pacífico, en Michoacán, tomaron el micrófono y contaron la historia de su organización como obreros, su huelga actual y la fuerte represión que hay en su contra. Invitaron a los zapatistas –quienes anunciaron que van a salir, así que mejor comenzamos la fiesta– a sus fábricas a visitar y a conversar con los obreros. Luego vino una organización de pequeños comerciantes, invitando a los zapatistas a ir al mercado más grande de la ciudad de México, La Merced.
Foto: D.R. 2005 Francisco Alvarez Quiñones |
Un joven, representante de 300 estudiantes rebeldes, que fueron expulsados del Instituto Politécnico Nacional en la ciudad de México, propuso que la Otra Campaña siguiera el ejemplo del pueblo de Venezuela. Marcos y sus colegas enmascarados permanecieron con expresiones de pókar durante ésta y virtualmente todas las presentaciones. El joven representando al grupo lanzaron una plegaria incendiaria pidiendo “un mínimo de ocho por ciento” del Producto Nacional Bruto para tener educación libre y gratuita. Y llamó a una huelga general de 24 horas el 1º de septiembre próximo –día que el Presidente Vicente Fox da su Informe de Gobierno– como muestra de fuerza.
El Foro Sindical Democrático del ISSSTE (Instituto de Servicios y Seguridad Social para los Trabajadores del Estado) se levantó para denunciar los efectos de la privatización de su seguro de salud y la seguridad social, y rogó a los zapatistas de apoyar su causa. Estos cumpas de veras están contra la pared, viendo su seguro de salud y sus pensiones recortados mientras los que trabajan para proveer esos servicios son lanzados violentamente a la pobreza (al final de la sesión, Marcos se comprometió y mencionó específicamente la importancia de su causa).
Más y más voceros se levantaron para decir su palabra. Virtualmente todos ellos se adhirieron a la Sexta Declaración de la Selva Lacandona y a “La Otra Campaña” propuesta por los zapatistas.
El Frente Popular Francisco Villa –una banda ruidosa y bien organizada en muchas manifestaciones políticas que han tomado barrios enteros, algunas veces tomando propiedades privadas, y que también tienen algunos líderes en la cárcel, conocidos en la izquierda mexicana como “Los Panchos” –tuvieron su turno al micrófono. Su vocero expresó que su movimiento y otros con sólidas bases en el norte del país “siempre han mirado la inspiración del sur… pero el sur no ha mirado hacia el norte” (también tenían un pedido específico, para Marcos al final de la larga sesión de fin de semana, para que los zapatistas visiten los barrios de los Panchos cuando salgan).
Luego vinieron los trabajadores de las fábricas de llantas Euskadi, que han peleado una larga batalla contra dirigentes sindicales corruptos y los (principalmente extranjeros) dueños de sus plantas, y que fueron a la huelga en 2001. “Hemos sido despedidos”, anunciaron con una sonrisa, invitando a los zapatistas a su fábrica que, como resultado de su lucha, es su propiedad a medias y manejada por ellos. Proponen lanzar un “candidato sin partido, un socialista de la izquierda” para presidente. También explican que han creado una cooperativa para remplazar al sindicato que fue tan exitosa que hizo a los trabajadores –a todos– parte de la administración también.
El sindicato independiente de maestros del estado de Pueblo fue el siguiente grupo: “Los partidos políticos –el PRI, el PAN y el PRD– no corresponden a nuestras luchas”. El Frente Sindical Mexicano, creado en 1998, habló de sus intentos fallidos para organizar a los trabajadores del país. “No supimos cómo”; confesaron, “Nuestras esperanzas están ahora con ustedes [los zapatistas]. Son la cosa más importante para nosotros”.
Y luego vinieron los braceros, trabajadores agrícolas migrantes quienes de 1942 a los años noventa fueron a Estados Unidos para levantar cosechas como parte de un programa administrado por el gobierno mexicano y permitido por el gobierno del Norte. Volvieron solamente para encontrar que en muchos casos estos trabajadores nunca recibieron pago por los meses de trabajo duro (un estudio cuenta 80 millones de dólares robados a los trabajadores migrantes como ellos, pero por el gobierno mexicano, entre 1942 y 1974). “Queremos un país en el que no tengamos que cruzar al otro lado para encontrar trabajo” (el cineasta de Chiapas Arturo Lomelí denotaría más tarde a su corresponsal que esta organización, también, aunque sus demandas tienen más de sesenta años, se formaron apenas en este joven siglo para comenzar a exigir que sus trabajadores recibieran los pagos que les deben. Ellos, también, son parte de algo nuevo que está ocurriendo y aún no suficientemente reportado).
Y luego vino José Eladio Delgado, conocido como Lalo, un hombre afable –y uno de esos braceros enojados que llegaron a casa sin pago pero radicalizados ahora en la lucha –del estado de Guerrero, contando la horrible historia de cómo 22 pueblos enteros están a punto de ser borrados del mapa por un gigantesco proyecto hidrológico en el Río Papagayo en la región de Acapulco. “Van a inundar 17 mil héctareas”, explica (42 mil acres o 62 millas cuadradas). “Van a desaparecer 22 comunidades. La ecología va a resultar dañada. Se va a producir menos oxígeno. La rara especie de ranas Papagayo estará en peligro. Y, no lo olviden, esta zona es sísmica. Un terremoto podría causar caos e inundaciones en Acapulco. Todo esto para generar electricidad en un estado que ya exporta más electricidad de la que utiliza” (Vean este este sumario de la amenaza en inglés o este otro, que señala al Banco Interamericano de Desarrollo como el perpetrador de este despilfarro).
Luego de que más trabajadores del Seguro Social Mexicano presentaron su pliego, una colega de los trabajadores de los medios, de El Machete –un periódico mexicano con una larga y orgullosa historia, de los tiempos de la fotógrafa Tina Modotti, el martirizado organizador cubano Julio Antonio Mella y los muralistas Diego Rivera, David Siquieros y José Clemente Orozco agitaban en sus páginas– se levantó y dijo: “Un periódico o una organización no se hace en un día”, y también se quejó de que por doce años su periódico ha buscado una entrevista con el Subcomandante Marcos pero nunca se la dieron (como explicaron los zapatistas más tarde durante el fin de semana, ahora no es su hora de hablar sino, más bien, de escuchar. En otras palabras, los zapatistas –los consideramos también periodistas auténticos– están haciendo las entrevistas ahora).
Después esa tarde fue el tiempo para un receso de dos horas para los 500 reunidos, para comer y descansar. Marcos se levantó y dijo sin expresión: “Sobre la propuesta de un encuentro solamente para mujeres, no estamos de acuerdo. Firmado, Subcomandante Insurgente Pedro Infante”. La asamblea río a carcajadas (Infante fue un actor y cantante de la Época de Oro del cine mexicano cuyos personajes a menudo expresaron actitudes similares hacia el género mayoritario). “No”, corrigió Marcos, “por supuesto que estamos en favor de ese y de otras cosas similares…”.
Más tarde llegaron las organizaciones campesinas de varios estados del país, más grupos de mujeres, más asociaciones vecinales, más sindicatos y más organizaciones de trabajadores… uno tras otro fueron hablando (ah, un bu para los reporteros de los medios comerciales que, con su ausencia, se perdieron un ciento de historias sólidas)… el Frente Internacional contra el Feminicidio habló en detalle sobre los asesinatos en serie de cientos de mujeres en la fronteriza Ciudad Juárez y sobre sus esfuerzos para detenerlos… un representanto de una organización independiente de maestros creada en el Estado de México en 2000 dijo que su grupo reúne ahora a 80 mil maestros “desde pre escolar hasta universidad” y que se ha adherido a la Otra Campaña zapatista… Wendy Primavera Pantoja vino desde la península de Yucatán para denunciar, entre otros problemas, la forma en que el banquero Roberto Hernández Ramírez, del Banamex-Citigroup, y otros que considera “extranjeros” están tomando tierras en Yucatán, hasta el suelo sagrado bajo las pirámides y templos de Chichén Itza… el Consejo General de Huelga (CGH) de la universidad nacional –apoyado de viva voz por los zapatistas durante la citada huelga de 1999 y 2000, inclusive luego de que otras celebridades de la izquierda se volvieron en su contra– expresó sus gracias y explicó que el proceso democrático en marcha por el que el grupo espera adherirse a la Sexta… la Asamblea de Barrios de la Ciudad de México, anunció su vocero, “se adhiere a la Sexta” y pidió “una nueva Constitución, como lo permite el artículo 39 de la Carta Magna, que prevee una Asamblea Constituyente”… un vocero de la organización pacifista de Cuernavaca “Paz Morelos” resaltó en sus comentarios a todos los presentes, “El análisis no lo hacen solamente los académicos, sino también los que viven esta vida… ¿Qué tenemos que hacer? ¡Organizarnos!”.
De hecho, se le ocurrió a su corresponsal, al escuchar todas estas maravillosas y variadas participaciones, muchas de inspiradores luchadores sociales, que un Ejército de Organizadores –es decir, un tipo de bomba– se construye aquí en el sureste mexicano. O mejore dicho, ya los organizadores existentes y los luchadores de los 31 estados mexicanos y su distrito federal están flexionando los músculos y expresando su voluntad, su necesidad, de juntarse en tal ejército. Como lo puso un joven de Veracruz: “Nadie tiene más autoridad moral para liderar esta lucha que el Ejército Zapatista de Liberación Nacional”.
Foto: D.R. 2005 Francisco Alvarez Quiñones |
Y todavía estos testimonios dan aquí apenas un esbozo de lo amplio y profundo de este movimiento nacional –la semana pasada fueron 92 organizaciones indígenas al micrófono, la semana antes fueron 48 organizaciones políticas de la izquierda, el siguiente fin de semana más de 300 organizaciones no gubernamentales, artísticas y culturales enviarán delegados– que está activándose: un tsunami social reuniendo fuerzas, lejos de las costas de las campañas electorales y la simulación de los medios masivos de comunicación.
Y los que miran solamente a los poderes de arriba –a los medios comerciales, a la clase dominante, a sus políticos y a sus partidos– serán los últimos en ver la gran ola moverse sobre lo que erróneamente pensaron que era real, estático y permanente. Pero aquí viene, desde un océano de humanidad que está hoy en la cima del sureste mexicano, moviéndose hacia… bueno… queridos lectores… moviéndose hacia… también hacia las no queridas y aparentemente invencibles imposiciones a su alrededor.
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