Olor a golpe en las últimas noticias sobre el PT
El poder mediático y la crisis política en Brasil
Por Renato Rovai
Revista Fórum
1 de julio 2005
He ido a Venezuela dos veces en el último período. Ambas visitas fueron de aproximadamente quince días. La primera fue la semana siguiente al intento de golpe. Estuve allá con el fotógrafo Satoru Takaesu. Llegamos al país con apenas un contacto, el del secretario general del Sindicato Nacional de los Trabajadores de la Prensa, Gregorio Salazar. Él ha sido nuestro guía. Gentil, atento y antichavista, nos presentó todo lo que en su opinión tornaba el intento de golpe al presidente de su país, de cierta manera, justificable.
Exactamente eso, un periodista de postura atenta y que parecía de hecho creer en valores democráticos defendiendo el movimiento golpista. Apuntaba excesos por parte del personal de Pedro Carmona, el líder empresarial que cerró el Congreso, destituyó la Suprema Corte, rasgó la Constitución y duró 28 horas en la presidencia, pero entendía que aquellas posturas se justificaban, ya que del otro lado estaba Chávez.
En todos los programas de televisión y en los periódicos y revistas de mayor circulación de Venezuela, las palabras de Salazar parecían tener sentido. Los medios locales publicaban al unísono su odio antichavista.
La cobertura mediática de los últimos episodios que señalan un supuesto esquema de corrupción en la formación de la base del presente gobierno brasileño se está volviendo muy semejante a lo que ocurrió en el país vecino. Con una sutileza: no está personificada en la figura del presidente de la República, como en el caso venezolano, sino en su partido político, el PT.
El hecho es que hay una denuncia que precisa ser apurada, y del buen Periodismo se espera una investigación con base en entrevistas y reunión de documentos. Es bueno para la democracia que la prensa actúe así. Es lo que se espera de ella.
Como se esperaba también que así fuera cuando ocurrió el proceso de privatización de las compañías telefónicas y de otras empresas públicas del país. En aquel momento, los escándalos no necesitaban ser ocultados por el gobierno o diputados aliados al gobierno. El mediático poder brasileño se encargaba de eso. El fallecido periodista Aloysio Biondi, de forma quijotesca, intentaba “destapar la olla”, pero sus artículos, publicados dos veces por semana en la Folha de Sao Paulo, no recibían ni siquiera una llamada en primera plana. Al contrario, una vez me confió que cuando recibió la invitación para ir trabajar en el entonces llamado Diário Popular, ganando un poco más, pero teniendo una columna diaria, recibió como contrapropuesta de Folha ganar más para escribir apenas una columna semanal. Entendió aquello como un cállate y se fue para el Diário.
Su libro, Brasil Privatizado, lleno de pruebas escandalosas, vendió más de 100 mil ejemplares y mereció apenas registros puntuales en los medios. No impulsó ningún movimiento anti-PSDB (Partido de la Social Democracia Brasileño) en los medios de comunicación.
Es de eso que se trata. Se anuncia en los medios brasileños una campaña sangrienta contra el PT. Si llega a ocurrir a plenitud, será contra todo lo que el partido representa. También contra lo que un día representó con más intensidad. No será una campaña contra lo que puede haber de podrido en la agrupación política.
Se sugiere en editoriales y opiniones de articulistas y parlamentarios tucanes (símbolo de PSDB) que Lula tendrá que librarse del PT en caso de que quiera terminar su mandato. Se justifica la presión a causa del tesorero del partido, que es acusado de comprar toda las bancadas de diputados del PL y del PP. Lo curioso es que de esos diputados acusados nada se habla. Se espera que se vaya más al fondo, como manda el buen periodismo, en el escándalo del supuesto “mensalón” (pago mensual que se supone que era hecho a los parlamentarios para que votaran de acuerdo con el gobierno).
Pero está bien que se sepa que en el ataque al PT el blanco no es solamente el partido, sino algunas de sus banderas históricas y también amplios sectores de la izquierda. La campaña para renovar el aliento de la ola de las privatizaciones como manera de disminuir la corrupción en el Estado ya ha empezado. Voceros del mercado han tratado el asunto sin ponerse rojos o tartamudear. Atención a los artículos y/o comentarios de radio y de televisión de ciertos articulistas económicos.
Al mismo tiempo que ataca el PT por supuesto involucramiento en corrupción, el poder mediático también juega contra su credibilidad política. Aunque avale la presente política económica, en los últimos tiempos pasó a amplificar la voz de aquellos que critican al partido por haber traicionado principios históricos y rendirse a la lógica del capital. Hay un claro intento de mezclar las cosas para que todo parezca resultado de una misma confusión.
En Venezuela, el correr de la sangre del público mediático de Chávez duró casi dos años, hasta que se buscara el golpe que la revista Fórum llamó mediático-militar. La imagen de un Chávez autoritario y fanfarrón, como señaló la revista Veja en la edición de 12 de septiembre de 2002 (“La caída del presidente fanfarrón”), fue cuidadosamente trabajada. En nombre de la libertad de prensa, una edición reciente de la revista Veja (que tiene más de 1 millón de ejemplares de tiraje) hace un reportaje sin una sola fuente en on, acusando la ex alcaldesa Marta Suplicy de también comprar votos en la Cámara Municipal. El título del reportaje es sintomático de la venezolización del poder mediático brasileño: “El ‘mensalón’ de la coloreteada”. La libertad de prensa de Veja nunca permitiría en sus artículos un elogio a Chávez u otro líder de izquierda cualquiera de América Latina.
Evidente que se trata de una libertad asistida, en donde quien puede de hecho ejercerla no son los periodistas, sino los dueños de los medios y sus capataces, que tratan a los reporteros con látigo, como bien lo saben aquellos que viven o vivieron experiencias cotidianas en redacciones. Que también saben cuánto esas empresas, paladines de la moralidad, respetan, por ejemplo, las leyes trabajistas. O igual cuando hacen acuerdos comerciales que garantizan espacios editoriales a dichos clientes. Y al mismo tiempo mantienen una relación de sabuesos con ellos.
El hecho de investigar al PT y a sus dirigentes hace bien a la democracia. Fiscalizar el gobierno también. La prensa debe de tener libertad para eso. Necesita cumplir su papel. Pero hay un límite entre investigación, fiscalización y persecución. En la sociedad contemporánea, en donde la ciudadanía está garantizada de cierta forma por la información que se recibe, cuando el sector mediático –asociado a un espectro de la política– resuelve hacer una campaña de persecución contra un partido o gobierno, sin tratar con rigor y responsabilidad lo que publica, no hay otro nombre para designar tal movimiento: se busca en ese caso un golpe mediático. Y para que eso ocurra basta al poder mediático brasileño acompañar el tono editorial de la última edición de Veja. Estará dibujado el escenario. Y el olor a podrido que viene de Veja puede contaminar la democracia brasileña. Y no será la primera vez que la “libertad de prensa” participe de un golpe en Brasil. Con la diferencia que esta vez nada indica que los cuarteles entrarán en acción. En la actualidad es más aconsejable, para parecer democrático, que el poder mediático actúe solo.
Renato Rovai, profesor en la sesión de 2003 de la Escuela de Narco News de Periodismo Auténtico, es director de la Revista Fórum.
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