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Por amor al prójimo

Salvatore Mancuso y los proyectos de ley para negociar con los “paras”


Por Laura Del Castillo Matamoros
Columnista Editorial de Narco News

16 de marzo 2005

¡Mira qué entrañas de misericordia tiene la justicia de Dios! -Porque en los juicios humanos se castiga al que confiesa su culpa: y, en el divino, se perdona. ¡Bendito sea el santo Sacramento de la Penitencia!

Tomado del libro Camino
Josémaría Escrivá
(Fundador del Opus Dei)

Nuestra criolla versión masculina de María Magdalena, Salvatore Mancuso, jefe de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) está ofendida. El pasado martes envió una carta al Congreso de Colombia, en donde, además de hacer una acertada crítica, mostraba cuán herido se encontraba su amor propio frente a los proyectos de ley que hasta ahora se han presentando en esta instancia para darle un marco jurídico a los acuerdos de paz entre los paramilitares y el gobierno.

Su “intenso dolor” no es para menos. ¿Cómo es posible que después de lo que sus hombres y él han hecho por el país, tanto el gobierno como el cuerpo legislativo le estén pagando de la manera en que lo están haciendo?

Las Autodefensas Unidas de Colombia han sacrificado las vidas de miles de valientes combatientes en pos de la defensa de la Tradición, la Familia y la Propiedad, desde hace casi 20 años. Cada uno de sus bloques ha estado presto a colaborar, desde sus inicios, en las labores desarrolladas por el glorioso Ejército Nacional. Ha mostrado durante años su solidaridad con las élites más prestigiosas del país, defendiendo, a sangre y fuego, sus intereses políticos y económicos de los ataques venidos del demonio encarnado en los movimientos sociales, las ongs, los líderes comunales y demás engendros. Ha protegido la inversión extrajera en el país, prestando eficaces servicios de vigilancia privada a las empresas multinacionales. Ha expulsado a la guerrilla de zonas donde el Estado no había podido hacer presencia. Quizá, de no ser por las autodefensas éste país habría sido totalmente sometido a vivir bajo el yugo del comunismo. Tal parece que esas nobles tareas no ha sido apreciadas como se debería.

Pero los últimos acontecimientos han sido los más tristes de todos. Luego de que las autodefensas pensaran que por fin se había hecho realidad el sueño de contar con un presidente que reconociera abiertamente su trabajo –declarando a la guerrilla y a la oposición como sus dos más grandes fuerzas enemigas–, aceptaron, con humildad y esperanza, sentarse en una mesa de diálogo con el gobierno desde mediados del 2003. Así mismo, admitieron que a veces actuaron mal (aunque ni tan mal, porque al final sólo estaban tratando de salvar al país) y además desmovilizaron a aproximadamente 4.000 hombres. Pero en aquel entonces las condiciones de negociación habían sido otras.

¿Ahora que queda? Tan sólo un mal pago ante los favores recibidos. ¿Acaso es justo que el gobierno haya presentado ante el Congreso la semana pasada un proyecto de ley de “Justicia y Paz”, donde se busca que combatientes desmovilizados entreguen bienes –legítimamente obtenidos como botín de guerra, gracias a la expulsión territorial de guerrilleros potenciales (campesinos desplazados)– al Estado para la reparación de las víctimas de los supuestos atropellos, cometidos por las AUC, quienes posiblemente no sean más que subversivos disfrazados de mártires. Eso sin contar que combatientes involucrados en crímenes insignificantes, como descuartizamientos, por ejemplo, tendrán que cumplir crueles y desmedidas ¡¡penas de prisión!! que pueden abarcar de 5 a 8 años… ¡Qué triste! ¿En donde queda el perdón que se había pactado, la expiación ante la sociedad de las faltas cometidas, que menciona el ex comandante Salvatore Mancuso (que se entregó a las autoridades colombianas en diciembre de 2004) en su carta?

Después de tantos años sirviéndole al país, esto es simplemente injusto. ¿Es que acaso no será posible tener un poco de misericordia?

Los verdugos

Sólo queda el recuerdo de aquellos añorados días, en que Luis Carlos Restrepo, el Alto Comisionado de Paz y mano derecha del presidente Uribe, presentó ante el Congreso, a mediados del 2003, una propuesta (que se convertiría en proyecto de gobierno) mejor conocida como “Ley de alternatividad penal”, que buscaba suspender la pena de prisión a los miembros de grupos armados, quienes, pese a haber cometido delitos atroces, entregaran sus armas, confesaran sus delitos y contribuyeran a la consecución de la paz. Definitivamente un gesto muy propio de nuestro “Doctor Ternura”[1].

Y hasta ahí, todo marchaba a pedir de boca. Pero no, ya tenían que venir los enemigos de la paz y de la reconciliación a arruinar todo el proceso. Efectivamente, se vinieron, lanza en ristre, la comunidad internacional (encabezada por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos [2]), las organizaciones de derechos humanos y las famosas víctimas para decir que la propuesta del comisionado estaba legitimando la impunidad y que lo que se requería era un proceso donde se desmontaran las autodefensas en todas sus dimensiones, abarcando sus redes de apoyo logístico, su capacidad de intimidación, sus estructuras económicas ilegales y todo posible nexo con la fuerza pública. Todo eso enmarcado en tres conceptitos que lo único que han hecho es entorpecer el proceso: Verdad, Justicia y Reparación. ¡Hay que ver la manera que tiene esta gente de la comunidad internacional de entrometerse en nuestros asuntos internos! No entienden que, como alguna vez dijo el vicepresidente Pachito Santos, en Colombia tenemos que escoger entre quedar bien con la comunidad internacional o ser eficaces en lograr la desmovilización de los paras.

Y desde entonces, varios congresistas han presentado proyectos de ley referidos a “Verdad, Justicia y Reparación” que rayan en lo absurdo, lo imposible, y que además no dan el más mínimo margen para la absolución de los pecados de esos “niños de Dios” que son los miembros de las autodefensas. Afortunadamente tales propuestas no fueron aceptadas.

Así salió primero a la palestra el trío conformado por los parlamentarios uribistas (desleales al presidente, sin duda) Gina Parody, Rafael Pardo y Luis Fernando Velasco para presentar su propio proyecto, que sometía a los miembros de las Autodefensas a pagar penas de cárcel de entre 5 y 10 años, con posibilidades de obtener la libertad condicional cuando hubieran cumplido con dos quintas partes de su condena (¡qué crueldad!), y a entregar todos sus bienes ilícitamente adquiridos. Esto sin contar que se tendrían que abrir un montón de instancias para garantizar los derechos de las víctimas a la verdad, la justicia y la reparación, lo que demandaría un inmenso gasto por parte del Estado. Todas estas exigencias son simplemente “inoperantes”, como diría el más santo de los Santos, es decir, el vicepresidente Francisco. Esas cosas sólo se le deben exigir a la guerrilla. Al fin y al cabo, por ahí estuvo el ministro Sabas Pretelt de la Vega, agradeciendo en público a las Autodefensas el hecho de haber “donado” unas tierras para hacer un club campestre de descanso. Es que sí que hay gente mal agradecida. Además, este proyecto fue aprobado por el Polo Democrático, representado por el congresista Wilson Borja. He aquí la mala influencia de la izquierda.

Entre tanto, el proyecto del Senador Carlos Moreno De Caro (conocido cariñosamente como el “bufoncito del Congreso”) es un poco más laxo. Tanto así que reduce la pena carcelaria a la mitad, siempre y cuando los acusados colaboren en el desmantelamiento de la organización armada y devuelvan las propiedades adquiridas ilegalmente a sus propietarios. La otra parte de la condena se cumpliría haciendo trabajo social. Además se abriría un tribunal para la verdad, la justicia y la reparación, pero con funciones administrativas y no judiciales. Por lo menos así habría posibilidades de que se le diera un trato más humano a los miembros de las Autodefensas. No en vano diría alguna vez el Senador Moreno que “medio país es de ellos”.

Por supuesto no podía faltar esa joya del ala izquierda del Partido Liberal que es Piedad Córdoba (aún más peligrosa por representar a las negritudes). Su proyecto fue el más descabellado de todos los que se pudieron presentar. Además se contradice: ella que siempre habla en contra de las políticas intervencionistas del gobierno norteamericano y su propuesta resultó ser la más fiel a las exigencias de la comunidad internacional. En primer lugar, impone una pena de 5 a 30 años de prisión, lo que sin duda alguna se constituye como un atropello a la dignidad de los desmovilizados. Entre tanto, su concepto de “verdad” abarca desde la comprobación de los crímenes hasta la revelación de las identidades de “los promotores, patrocinadores, encubridores nacionales e internacionales de los delitos de lesa humanidad; la divulgación de las razones políticas, económicas y sociales que determinaron los crímenes; de los métodos de operación y encubrimiento ilegales; de los autores materiales e intelectuales, individuales o colectivos; quiénes eran las víctimas, dónde vivían, qué pensaban, cómo estaban organizadas, cuáles eran sus ideales; su formación cultural”. Como si al llevar a cabo medidas de ese tipo, en primer lugar, no se le diera más largas al proceso y, en segundo lugar, no se corriera el riesgo de manchar el buen nombre de miles de familias prestantes que han construido la nación que hoy conocemos.

Y ni hablar de lo carentes de sentido que resultan sus exigencias alrededor de la reparación. Pretende que ésta sea no sólo económica, sino también política, social y moral. E involucra no sólo a las autodefensas, sino también a los militares y a los “agentes de seguridad del Estado”. El colmo… además de ilusa, resulta ser irrespetuosa.

Pero bueno, de Piedad Córdoba e incluso de los parlamentarios uribistas cualquier cosa podría esperarse, pero que el ministro Sabitas y ese amigo legendario de las autodefensas que es el presidente Uribe hayan decidido presentar ante el Congreso el famoso proyecto de “Justicia y Paz” es algo muy triste, es como si todos los encuentros fraternales en Santa Fé de Ralito –al calor de varias botellas de whisky, por supuesto– no hayan sido más que una pérdida de tiempo, como si no hubiera tenido ningún sentido el hecho de que esos 4.000 hombres de las autodefensas se desmovilizaran para lograr que Luis Carlos Restrepo, en un futuro, fuera premiado con el Nobel de la Paz y el presidente Uribe fuera reelegido en el 2006. Y si bueno, por lo menos en el título ya no figuran esos molestos términos de verdad y reparación (aunque igual en el proyecto se habla de devolver bienes y de la confesión como requisito para obtener rebajas de penas). Por lo menos ya las penas sólo abarcan de 5 a 8 años. Por lo menos tienen posibilidad de computarse con el tiempo de permanencia en la zona de diálogo, es decir, Santa Fé de Ralito.

Pero pese a todas esas prebendas, ése no es el trato al que se llegó en un principio. Lo sabe mejor que nadie el Doctor Restrepo. Tal vez por eso, por ver tanta falta de Ternura hacia las autodefensas quiso renunciar a su cargo hace un mes, aunque luego se haya dejado seducir nuevamente por las secretas tácticas de persuasión del presidente Uribe.

La absolución de los pecados

Sin duda alguna, la mejor propuesta es la que ha hecho simbólicamente el recién salvado Salvatore. De hecho, en su carta dice, claramente, que habría que cambiar el nombre del proyecto de ley “Verdad, Justicia y Reparación”, por el de “Arrepentimiento, Perdón y Reconciliación”. Claro, mejor así, es que la verdad es tan totalizante, por decirlo de algún modo. Eso sin contar que puede dar lugar a la venganza como diría el sabio Adolfo Paz, Inspector Nacional de las Autodefensas. Según él, recordar los crímenes, al final sólo llevaría al “linchamiento” colectivo de varios de los desmovilizados.

Es más, dice Salvatore, que si de hablar de verdad se trata, habría que referirse a aquella que movió a las Autodefensas a conformarse. En ese sentido, según él, habría que pensar en los campos desolados, en las miles de reses acribilladas, en los latifundistas y empresarios secuestrados, extorsionados y asesinados por la guerrilla. Todo esto indicaría que el concepto de verdad del ex-comandante es mucho más valido, sobre todo porque hace ver a nuestros muchachos como los héroes que son.

En cuanto a la justicia, San Salvatore la ve más como una cuestión de equilibrio. Es decir, piensa que las autodefensas sí han cometido uno que otro error, que según él es consecuencia de “la injusticia colectiva” que se había venido dando en los campos colombianos antes del surgimiento concreto de las autodefensas. Como quien dice, todo su accionar está movido por la mera filantropía, sostenida con los nobles aportes de ganaderos, terratenientes y empresarios. Una gran lección de entrega al prójimo, indudablemente.

Y si de reparación se trata el excomandante llega a una conclusión más que lógica: que la reparación se le debería hacer, más bien a las autodefensas. No al revés. Es más, según él, “no habría con que pagar el daño infringido por la omisión del Estado y por la devastación de la guerrilla” (hacia las tierras de los grandes latifundistas y las zonas ocupadas por empresas multinacionales, por supuesto).

En ese sentido, y sobre todo para ahorrarse complicaciones, es mejor acogerse a los conceptos de “Arrepentimiento, Perdón y Reconciliación”, propuestos por Mancuso, el filósofo. De asumirlos, a su modo de ver, se propiciaría de manera más eficaz “el reencuentro de los actores armados con la sociedad”.

Porque recuerden ustedes apreciados lectores que según la Sagrada Iglesia Católica Apostólica y Romana, el arrepentimiento lleva al perdón, a la absolución de los pecados (es decir, al olvido, muchas veces) y al renacimiento.

Seguro Mancuso, en el fondo, es un hombre de buenas costumbres e impecables valores cristianos. Por eso, con todo el respeto que se merece le digo que disculpe al gobierno. Es que se ve obligado a complacer a la comunidad internacional. Además, según los últimos acontecimientos, tal parece que sus palabras van a ser órdenes. Es decir, seguramente el proyecto de Justicia y Paz, que actualmente se discute en el Congreso, terminará hundiéndose, como consecuencia de los recientes y justificados reclamos, hechos por el Estado Mayor de su honorable organización ( a través de un comunicado que se publicó ayer), referentes a las duras medidas de sometimiento penal (que como ustedes bien señalan en su último comunicado no garantiza ningún tipo de “seguridad jurídica” y deja las puertas abiertas a la extradición), consignadas en la desagradecida propuesta del gobierno. Afortunadamente, la senadora Rocío Arias, encargada de manejar las relaciones públicas de las Autodefensas frente al congreso, está haciendo una excelente labor . De hecho está hablando de la necesidad de elaborar un nuevo proyecto. Seguro ella misma se encargará de diseñarlo, asesorada, debidamente, por los prestigiosos abogados con los que cuenta su organización.

Usted nada más relájese ex–comandante y mas bien vaya a tomarse unas copitas con el Doctor Ternura que en los últimos días ha tenido que responder contundentemente a las acusaciones de Edgardo Maya, Procurador General de la Nación, quien anda afirmando por ahí que él ha establecido acuerdos con las autodefensas por debajo de la mesa, y que dichos acuerdos tienen que ver con el hecho de que en el proyecto de ley del gobierno se esté hablando del narcotráfico como un delito conexo con la conformación de grupos armados. ¡Como habrá de sufrir el tierno corazón del comisionado con tantas calumnias que se dicen sobre él!

San Mancuso, usted tranquilo, que en caso de que el proyecto de ley fuera aprobado, el gobierno le garantizaría una placentera estadía en la cárcel durante sus cinco (o menos) años de condena (como para calmar los ánimos de la comunidad internacional). Seguramente, se le tendrá reservada una celda igual o más lujosa que la de Pablo Escobar en “La Catedral”, para que pase, con la comodidad que se merece, sus días de reo. Entonces, mientras usted, ex comandante, se da esas merecidas vacaciones, nosotros los colombianos comunes estaremos aprendiendo a ser misericordiosos, a perdonar las ofensas contra los dirigentes sociales asesinados por su organización, o contra los pobladores de El Salado, de Mapiripán, de Urabá, de Ovejas y de todos esos pueblos y veredas campesinas por donde sus hombres estuvieron mutilando cuerpos con motosierras, violando mujeres, torturando ancianos y masacrando niños.

Ahora, claro, estamos comprendiendo que todo esto era por nuestro propio bien…

No hay de que preocuparse, al fin ya al cabo en Colombia, el país del Sagrado Corazón de Jesús, los más grandes criminales siempre pueden ir en paz. Y además dar gracias al Señor…

Amén

[1] Una burla muy común en Colombia hacia el comisionado, en la que se hace referencia al libro El derecho a la ternura, que escribió mucho tiempo antes de asumir dicho cargo, cuando aún trabajaba como psiquiatra.

[2] Estamento que hace parte de la Misión de Apoyo a la Paz en Colombia formada por convenio entre la OEA y el Gobierno Uribe y que ha sido respaldada por la Unión Europea, congresistas de Estados Unidos y por el G 24 que se reunió en Cartagena el pasado 3 de febrero.

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