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La mujer cocalera, sinónimo de resistencia en la guerra antidrogas

La voz de las mujeres cocaleras del Trópico de Cochabamba


Por Irene Roca Ortíz
Becaria 2004 de la Escuela de Periodismo Auténtico

12 de agosto 2004

COCHABAMBA (BOLIVIA).- Desde su infancia hasta la actualidad, las mujeres cocaleras son testigos del horror y la tórrida humedad que caracteriza al Trópico de Cochabamba, más conocido como Chapare, según las dirigentes cocaleras Leonilda Zurita y Margarita Terán.

En días pasados, entre los valles y el trópico cochabambino, generosos en sol, coca y mosquitos, los becarios de la Escuela de Periodismo Auténtico de Narco News hemos tenido la ocasión de conversar con varios portavoces de los movimientos sociales bolivianos, entre las que no podían faltar las desgarradoras historias de la mujer cocalera.


Leonida Zurita Vargas
Foto: Noah Friedsky, D.R. 2004
Si Leonilda empezó a militar en una especie de prolongación de las tareas domésticas del Sindicato de Productores de Coca del Chapare, la sección de “vinculación femenina”, ahora está a la cabeza del Comité de Coordinación de Mujeres de las Seis Federaciones del Trópico de Cochabamba, evidencia del espacio que las mujeres se han ido construyendo para hacerse escuchar.

Margarita, flor del trópico insurrecto, veintidós años de vida y unos 7 de lucha, lleva consigo las marcas de la tortura y un proceso injusto
que le prohíbe militar. Pero la mordaza y la tortura sólo dan más eco y determinación al grito.

Así, en sus diez años de lucha, las mujeres campesinas son artífices de la resistencia cotidiana, entre el ardiente sol que acompaña el trabajo en el chaco, los bloqueos, las marchas, las huelgas de hambre… y siempre con sus hijos en las espaldas.

El delito de ser mujer

“Aquí en el Chapare era delito ser mujer, o sea que nosotros no conocíamos que teníamos derechos como mujeres”, recordó Leonilda.


Margarita Terán Gonzalez
Foto: Noah Friedsky, D.R. 2004
En esta región construida a base de economías agrícolas familiares, en su mayoría migrantes que llegaron de las cansadas minas andinas y de las míseras comunidades del altiplano, la división del trabajo deja a las mujeres la gestión de la vida cotidiana, que implican tanto la educación de los hijos y las tareas domésticas como el cuidado del chaco. Por otro lado, los hombres, grandes emigrante en búsqueda de subsistencia (diversas cosechas, trabajos en la ciudad), conservan la autoridad sobre sus familias y mujeres; de manera que no son raros los casos de violencia, tanto doméstica como de parte de los militares que aprovechan sus intervenciones para abusar física y sexualmente a las mujeres.

Guerra contra las drogas

Sin embargo, si el Chapare es una región que ha sangrado desde hace mas de 20 años gracias a la Guerra contra las Drogas (que no es otra cosa que una guerra contra los campesinos del mundo) el coraje de sus hombres y mujeres decididos a reapropiarse de sus destinos haciendo escuchar su verdad, saca su fuerza y determinación de la intensidad de los golpes recibidos.

Así, cuando llovían las protestas y los bloqueos contra lo que es actualmente la Ley de Sustancias Controladas y el Régimen de la Coca (conocida como Ley 1008, promulgada en 1988), la fuerte represión ejercida sobre los dirigentes cocaleros llevó a las mujeres al frente, para conseguir la liberación de sus compañeros.

Luego, en 1995, cuando se intensificó la militarización del Trópico de Cochabamba con la aplicación de la “Opción Cero” (que implica la erradicación forzosa y una acción puramente militar por parte de los efectivos de lucha contra el narcotráfico), muchos dirigentes fueron asesinados, heridos y arrestados.

Ante ese atropellos las mujeres y sus hijos se organizaron y pasaron a la acción.

Las reivindicaciones exigían principalmente tres cosas:

  • La liberación de los dirigentes arrestados y el respeto de los derechos humanos.

  • El respeto del cultivo y consumo de coca en su estado natural, como reflejo de la identidad cultural de los pueblos andinos y base de las economías familiares. En este sentido, ya que “coca no es cocaína”, “defender la coca es defender la vida”.

  • El reconocimiento de la situación legal de los pequeños productores de coca del Chapare, en virtud del artículo 12 de la Ley 1008, que no penaliza el cultivo tradicional.

Desde entonces, los movimientos de cocaleros y cocaleras luchan por el derecho de cultivar libres de represión un cato de coca por familia (aproximadamente un cuarto de hectárea), derecho que hasta ahora no se ha conseguido institucionalizar.

Así se gestó la Federación de Mujeres Cocaleras del Trópico de Cochabamba que luego daría lugar a la creación de organizaciones de mujeres en otras regiones concernidas por el problema, así como la Federación Nacional de Mujeres Campesinas “Bartolina Sisa”.

En la actualidad, su lucha se construye junto a la de los hombres, en estructuras que continúan trabajando desde la horizontalidad de las bases, en el día a día de los y las campesinas, como lo ilustra la histórica “Marcha por la Paz y los Derechos Humanos” de diciembre de 1995 ilustra esta posición: cientos de mujeres cocaleras marcharon desde el Chapare hasta La Paz durante 23 días (y 11 días de huelga de hambre) acompañadas de sus hijos e hijas, exigiendo hablar con las esposas de los entonces Presidente y Ministro de Gobierno.

“Apoyo a Evo porque apoya a las mujeres”

Luego de los enfrentamientos sangrientos de febrero de 2002 en la población de Sacaba, que dejaron 2 bajas y cientos de heridos entre los manifestantes, la necesidad de crear un instrumento político se hizo sentir.

Así nació el Movimiento al Socialismo (MAS), encabezado por el dirigente cocalero y entonces diputado expulsado del parlamento Evo Morales Ayma, que saldría segundo en las elecciones presidenciales de junio de 2002. Este éxito inédito en la historia de las luchas campesinas y populares en Bolivia, les dio por primera vez una amplia representación en el parlamento a los movimientos sociales, estableciendo diversos puntos de convergencia entre los citadinos y campesinos, como la defensa de los recursos naturales.

A pesar de la esperanza encarnada por el MAS, como puente entre los movimientos sociales y el poder institucional, la intensidad de las luchas divide en este momento a los movimientos políticos en dos corrientes: una tendencia llamada reformista, pues intenta desarrollar sus acciones dentro de las instituciones parlamentarias y una tendencia más radical, que cree en el poder de las bases más que en el del parlamento.

Así, si la primera corriente tiene una organización que se construye entorno a la figura del líder Evo Morales; la segunda privilegia la acción popular en las calles y ampliados populares.

En este sentido, el movimiento de mujeres campesinas se sitúa entre las dos tendencias; pues por un lado se construye en estructuras horizontales de las bases, muy ligadas a la vida cotidiana. Sin embargo, por otro lado, el discurso político se alberga en el discurso del líder carismático, que se puede identificar en los discursos de los diversos representantes del MAS, estructurados de forma casi idéntica para transmitir un mensaje único de propaganda, que busca a desacreditar los movimientos que no compartan la posición del partido.

De esta manera, aunque el MAS sea uno de los partidos donde las mujeres son más representadas, continúan siendo sometidas a la autoridad simbólica encarnada por los hombres.

Entonces parecería que el dilema está en reconciliar estas dos tendencias de los movimientos sociales, pues “Ninguno de los dos podremos vencer separados”, dijo Oscar Olivera, portavoz de la Coordinadora de Defensa del del Gas y de la Vida en una de las sesiones de la Escuela de Peridismo Auténtico.

En este sentido, aunque la representación de las mujeres en los movimientos sociales campesinos ha crecido indudablemente, el camino es largo… y los dolores de las articulaciones impiden avanzar. ¿Sabrán las mujeres curarlas, y darnos todavía más que el MAS?

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