Narco News TV nace con el reportaje sobre el uso del aspirante presidencial Enrique Peña Nieto de un político estadunidense para promover su candidatura
Por Al Giordano Especial para The Narco News Bulletin
15 de agosto 2010
En México, la campaña presidencial ya está en marcha.
Y cómo en elecciones mexicanas anteriores, los intereses de los EEUU ya están por todas partes.
En dos julios a partir de ahora México votará por un jefe de Estado que tendrá un mandato de seis años. En México dos de las últimas cuatro elecciones presidenciales se definieron por actos flagrantes y bien documentados de fraude electoral: las dos veces para evitar que los candidatos de centro-izquierda asumieran el poder. El entonces presidente estadunidense George Bush padre apoyó la imposición de Carlos Salinas de Gortari en 1988 y en 2006, George W. Bush, Jr. apoyó la instalación de Felipe Calderón. Pero si alguien cree que sólo los Republicanos en Washington se inmiscuyen en la política mexicana, piénselo de nuevo.
El reportaje de la semana pasada en Narco News de Fernando León y Erin Rosa, Al Gore provoca controversia, esta vez en México, y el seguimiento de Rosa, Las 7 reglas básicas de Al Gore para bloquear a los medios de comunicación ofrecen reportajes testigo de la visita del ex vicepresidente estadunidense a México el pasado 4 de agosto. Ahora llega Sebastián Kolendo, de Narco News TV (muy pronto estarán viendo y escuchando más de este naciente proyecto de NNTV) con un reportaje en video que subraya los puntos clave de la historia. En tan solo dos minutos, Kolendo—quien reportó la historia con León y Rosa—ofrece a los televidentes un curso intensivo de la relación surrealista entre los políticos estadunidenses y mexicanos, y presenta al tipo al que los poderes económicos y políticos gringos ya han designado como el siguiente presidente mexicano, el violento represor Enrique Peña Nieto, gobernador del estado de México, el más poblado del país.
Para Gore, como se reportó, su presencia en la conferencia de Peña Nieto sobre “cambio climático” fue lucrativa, de acuerdo con una fuente, por una suma de cinco millones de pesos (USD$380,000), pagados por un o unos donantes no revelados (no se sabe si los proveedores de los fondos son mexicanos o estadunidenses.)
Lo que Peña Nieto obtiene por su dinero (o el de alguien más) es la percepción pública de que es el elegido para ser el mariscal de campo del país en el infinito juego con Washington. Gore fue sólo el primer jugador en ser lanzado al campo de juego en esta estrategia de comunicación. El miércoles, Peña Nieto estuvo en Washington DC, invitado por el centro de élite, Centro Internacional Woodrow Wilson, para dar un discurso sobre “México en la globalización”, y fue también recibido por la Secretaria de Seguridad Nacional de EEUU, Janet Napolitano, quien posó en esta sesión de fotos con el carnicero de Atenco:
Notimex, la agencia de noticias del Estado mexicano, rápidamente presentó un reportaje adulador de Peña Nieto como el niño de oro de los gringos para el 2012. En cuánto a por qué líderes del Partido Demócrata como Al Gore y Napolitano se han prestado como escalones en la escalera de Peña Nieto hacia 2012, no han dicho nada. Pero el juego en el lado del gobernador mexiquense está claro como el día. Es la resurrección de la deshonrada práctica mexicana de “el dedazo.”
Por seis décadas—desde 1935 hasta 1994—el ganador fue definido por la tradición de “el dedazo”, en donde el presidente mexicano en turno, por parte del Partido Revolucionario Institucional (PRI), eligiría a su sucesor. Eso pasó diez veces seguidas hasta el año 2000, cuando Vicente Fox del Partido de Acción Nacional (PAN), mediante la promesa de un cambio que nunca llegó, le arrebató la presidencia que por 69 años mantuvo un único partido.
Debido a que en la actualidad no hay presidente en ejercicio que pertenezca al PRI, la apuesta política de Peña Nieto es simplemente eliminar al intermediario creando una serie de espectáculos mediáticos que dan la impresión que ha recibido el dedazo directamente desde Washington. Su lema podría ser “¿Por qué ir con La Malinche cuando puedes ir directamente con Cortés?” Y cómo lo revelan acontecimientos recientes, los sectores clave del Partido Demócrata en los EEUU hasta ahora están cooperando en esa táctica.
La verdad es que Washington siempre se ha inmiscuido en las elecciones presidenciales mexicanas. Más allá de las elecciones fraudulentas, apoyadas por los EEUU, de 1988 y 2006, existen otros ejemplos recientes. En 1994, cuando el líder candidato del PRI, Luis Donaldo Colosio, fue asesinado en Tijuana, el entonces embajador de los EEUU, James Jones, estaba en un desayuno con intelectuales mexicanos destacados, incluyendo el escritor Carlos Fuentes. Los asistentes se reunieron con Jones para preguntarle la reacción de Washington en torno al vacío creado por la muerte del candidato favorito. Jones—de la administración de Bill Clinton—dijo, de acuerdo con los reportes publicados, “Salinas de Gortari ahora tiene tres opciones para el sucesor: Zedillo, Zedillo o Zedillo.” Ernesto Zedillo se convirtió en el siguiente jefe de Estado.
En el 2000, cuando el caballo de batalla del PRI, Manuel Bartlett, estaba cobrando fuerza en su propia campaña presidencial, ofreciendo el retorno a las raíces populistas del PRI, que en los años ‘20 y ‘30 había comenzado pero rápidamente se alejó de sus raíces como un proyecto socialista, el entonces embajador estadunidense, Jeffrey Davidow, también de la administración Clinton, sin ofrecer evidencia alguna, dijo simplemente a una revista mexicana que la agencia antidrogas de los EEUU (DEA, por sus siglas en inglés) tenía “archivos” sobre Bartlett, y con esa simple declaración ejerció un poder de veto del que nadie habla pero del que todos saben, y que es que el gobierno estadunidense tiene poder sobre quién sera presidente del país vecino.
Los que deciden sobre la política exterior en el gobierno de Obama deben volver a pensar si Peña Nieto—el hombre que en 2006 en el pueblo de Atenco trajo de vuelta las violentas tácticas de la guerra sucia de los sesenta y setenta en contra de los movimientos sociales mexicanos—es realmente lo que el Siglo XXI necesita en la nación de a lado. Una nueva ola de represión gubernamental solo serviría para motivar a millones más a cruzar la frontera con el fin de escapar del regreso del brutal autoritarismo en México. El hecho es que sólo una mejora en la economía mexicana y en la distribución de la vasta riqueza para las decenas de millones de pobres, desempleados, trabajadores marginales y campesinos puede detener la migración al norte, y que ha probado ser una dolor de cabeza y una papa caliente política para los funcionarios estadunidenses.
Peña Nieto—respaldado económicamente y aliado de una pandilla particular de oligarcas, barones del atraco, y supuestos narcotraficantes del estado de México, algunos de los cuales niegan ser parte de una sociedad secreta dentro del PRI llamada el Grupo Atlacomulco — seguramente será uno más de los presidentes mexicanos dedicados antes que nada a redistribuir la riqueza de los muchos a las manos de unos pocos de sus compinches. Para México, eso será un nuevo capítulo de la misma tragedia, y que a su vez, tendrá graves consecuencias al norte de la frontera; económica y, posteriormente, políticamente.
Todavía no está claro quien en el Partido Demócrata en Washington y en Wall Street están moviendo los hilos por Peña Nieto (uno naturalmente dispara una mirada fugaz a los Clinton), pero es fácil ver que alguien al norte de la frontera está ocupado confabulando en las aspiraciones de este dictador en ciernes. Estamos apuntalando nuestro periodismo de investigación en éste y en otros reportajes, y le damos la bienvenida a Narco News TV como la más nueva arma en nuestro arsenal del periodismo auténtico.