El año que vivimos sin permiso
Consideraciones para la consulta de la Otra Campaña
Por Eugenia Gutiérrez
Adherente
12 de diciembre 2006
A los delegados y las delegadas de la Comisión Sexta que nos convocaron a una consulta sobre los seis puntos (Subcomandante Marcos, comandantes Grabiela, Zebedeo, Miriam, Hortensia, David y Tacho, y compañera Gema) y a mis compañeras y compañeros de la Otra Campaña.
(Compas: No soy buena para responder preguntas. Mi especialidad son las dudas. Es por eso que me cuesta trabajo hacer planteamientos ordenados y concretos en la consulta que se está llevando a cabo entre los firmantes de la Sexta Declaración de la Selva Lacandona. De cualquier manera quiero decir algunas cosas sobre lo que he observado y sentido a lo largo de un año. Presento estos comentarios a título individual porque hace ya diez meses que no soy parte del colectivo con el que firmé la Sexta –revista Rebeldía–, y porque aunque la sectorial con la que me coordino (Mujeres y la Sexta DF-Edomex) prepara un documento en colectivo sobre varios de los puntos, también quiero verter mi opinión personal de una manera más enredada y un poquito suelta. Van, pues, mis comentarios con la esperanza de hacer alguna aportación al proceso constructivo de la Otra Campaña.)
En 1982, el director australiano Peter Weir decidió llevar a la pantalla grande la interesante novela de C.J. Koch El año que vivimos en peligro. La historia que pasó al cine está ambientada en Yakarta, Indonesia, durante los meses más difíciles de 1965, previos al golpe que derrocó al “gobierno vitalicio” del presidente Sukarno. La frase que da nombre a novela y película está tomada del famoso discurso pronunciado el 17 de agosto de 1964 (día de la independencia) por el entonces presidente Sukarno. El discurso se llamó “el año en que vivir será un peligro” y hacía referencia al año siguiente: 1965. No se equivocó mucho Sukarno, pues a partir de su caída se dispararon batallas por el poder que dejaron casi un millón de indonesias e indonesios muertos.
Hoy hago referencia a esta película sólo para tomar algunas frases de uno de sus grandes personajes: Billy Kwan, un fotógrafo de bajísima estatura que nos acerca al mundo del teatro de sombras javanés. En ese mundo de sombras, tradicional de la isla de Java y que tanto seduce a Kwan, se presentan obras de teatro con marionetas muy bellas e iluminadas. Pero a pesar de estar en un primer plano, las llamativas marionetas deben ser ignoradas por los ojos del auditorio porque lo importante no es ver la fachada sino lo que está en el fondo: las sombras proyectadas en la pared. Para Billy Kwan (quien fue interpretado por una mujer que se hizo merecedora de un Óscar, Linda Hunt), lo fundamental para entender la esencia de lo humano es, en cualquier circunstancia, “mirar las sombras, no las marionetas” iluminadas y fascinantes. Con esa primera frase de Kwan comienzo mi reflexión sobre la Otra Campaña, a ver si puedo fijar mi concentración en lo que se proyecta, borroso, en el fondo, sin que me distraiga mucho de lo que relumbra en primer plano.
Libertad, diversidad, creatividad
En agosto de 2005, cuando centenares de personas empezamos a coincidir en las reuniones preparatorias a las que nos convocó el EZLN en comunidades zapatistas de Chiapas, era difícil imaginar que tendríamos un año de tanto dolor. Y cuando digo “año” no me refiero a doce meses rigurosos sino al tiempo que ha pasado desde que leímos y firmamos la Sexta hasta que terminó el recorrido del Delegado Zero y arrancó esta consulta. Para mí, ese tiempo indefinido de heridas tan profundas bien puede considerarse un ciclo o un año porque nos ha permitido conocernos y encontrarnos, como siempre pasa en los momentos de conflicto. Desde el fallecimiento de nuestra compañera comandanta Ramona y otros compañeros hasta la reciente represión en Oaxaca, pasando por todos los agravios y crímenes que conocemos porque los hemos vivido en colectivo, quienes suscribimos la Sexta hemos tenido poco tiempo para sentarnos y discutir a fondo lo que nos importa y nos congrega. Sin embargo, pienso que ahora estamos mucho más preparad@s para dar esta discusión porque, después de todo, es en los momentos de dolor donde mejor se conoce a las personas. Además, precisamente porque las heridas son profundas es que estamos en condiciones de determinar si las cicatrices serán colectivas y nos forjarán una piel más resistente.
Sobre las características de la Otra Campaña tengo algo que decir. Reviso la relatoría de la plenaria en La Garrucha y me encuentro con una gran cantidad de propuestas de lucha “anti” y “contra” algo, pero también con propuestas de definición de la Otra Campaña en términos más propositivos: que la Otra Campaña se defina “de izquierda”, “en defensa de la soberanía, la patria y por la democracia sindical”, así como “por la autonomía y la independencia política” o por la vida y la defensa de la naturaleza, entre otras. Mi propuesta para la discusión del primer punto es que, además de ratificar lo que plantea la Sexta, seamos congruentes y dejemos que cada quien trabaje en sus temas de mayor interés, sin obstaculizar ninguna aportación que tenga como objetivo central hacer más coherente nuestra lucha o mejorar las relaciones entre adherentes. También sugiero responder con ánimo de construcción a todos los procesos destructivos que hemos vivido. Ya sé que suena difícil, pero estoy segura de que podemos. Para ello creo que es necesario hacer planteamientos básicos sobre lo que nos da identidad de lucha, sobre aquellos propósitos o despropósitos que nos impulsan a seguir y nos llevan para adelante. Podemos, por ejemplo, usar algunos términos que, a manera de ventanas, sirvan como herramienta para transparentar nuestra manera de ver el mundo, que engloben muchas de las inquietudes vertidas a lo largo de este año y que nos comprometan. Para empezar, pienso en términos como libertad, diversidad y creatividad, pero es obvio que pueden surgir muchos otros de una reflexión conjunta.
Si hablo de libertad es porque creo que la base que sostiene nuestra postura firme contra las imposiciones del sistema que nos oprime está construida a partir de un pensamiento libre. Y también porque he visto en estos meses que estamos dispuestas y dispuestos a pagar el precio de la libertad, precio que, en mi opinión, va desde la soledad hasta la cárcel y la muerte. Pienso que la Otra Campaña está constituida, mayoritariamente, por gente libre, desde quienes ahora están en prisión hasta muchísimos jóvenes de movimientos anarquistas, anarcopunks y libertarios que no se cuelgan etiquetas sino que tienen un compromiso de vida donde demuestran lo que son en los hechos. Aquí hay personas libres en sus ideas, en sus actos y en sus palabras; hombres y mujeres que no piden permiso para recorrer su propio camino, el que ha sido trazado por ellas y ellos mismos. Es decir, rebeldes.
Pienso que otro de nuestros rasgos característicos es la diversidad. Somos muy diferentes. Y claro que al ser tan heterogéneos tenemos problemas, desencuentros y roces que nos dejan quemaduras. Los terapeutas familiares lo llaman “incompatibilidad de caracteres”. Existen grandes diferencias en la manera de enfrentar la vida porque hay gente del campo, de la ciudad, de en medio; gente que vive en México y gente que no; gente que padece enfermedades y gente que tiene mucha salud; gente muy joven y con muchos proyectos y gente muy grande que ya tiene su cansancio; hay gente muy respetuosa, muy amable, pero también hay patanes y patanas. Hay gente muy discreta y gente muy extrovertida. En fin, que tenemos una variedad muy compleja de historias de vida. Pero eso, si encontramos los mecanismos básicos de coordinación, puede representar una ventaja para un esfuerzo como éste donde, a diferencia de otras luchas de la izquierda, no somos “masas” sino “personas”. Somos gente con gustos muy diversos para la música, el trabajo, el descanso, la comida, el sexo, la manera de vestir, de arreglarse (o desarreglarse) y las formas de lucha, en el mejor de los casos; o bien, que resiste los embates de la “modernidad” de manera distinta, a su ritmo, cada quien con su propia capacidad de sobrevivir luchando contra el dolor, el desempleo, la soledad, la angustia, el desamor, la enfermedad, la crueldad, el olvido y la pobreza. Pero eso no tiene por qué ser un impedimento para avanzar hacia un proyecto de lucha colectivo, siempre y cuando nos respetemos y podamos compartir objetivos. Hilos de un bordado, lo llamó Ramona.
En cuanto a la creatividad sólo quiero anotar que he podido percibir en la mayoría de integrantes de la Otra una tendencia a construir y no a destruir. Hay compañeras y compañeros imaginativos, con ideas y propuestas de construcción que siguen creyendo en la necesidad de no parecernos a aquéllos contra quienes luchamos, por difícil que parezca.
La buena memoria
Pero no puedo limitar mi comentario a unas características tan generales y ambiguas que parecen el himno de “únete a los optimistas”. Tenemos que especificar más quiénes somos. No estoy desdeñando la importancia de los términos que utilizo, y entiendo que aunque estén desvirtuadas, palabras como libertad, diversidad y creatividad tienen muchas implicaciones políticas y filosóficas que podemos encontrar si vemos sus sombras proyectadas en la pared. Pero creo que si estamos en la Otra Campaña es porque, además, tenemos como rasgo común una inagotable capacidad de indignación, individual y colectiva que nos lleva a no permanecer indiferentes ni en silencio ante la violencia y la crueldad generadas por el capitalismo y otras luchas de poder, donde quiera que las encontremos. Es decir que actuamos en consecuencia. Y faltan otros aspectos que nos congregan y nos identifican. Uno es que suscribimos la convocatoria en el apartado seis de la Sexta Declaración de la Selva Lacandona que nos hizo el Ejército Zapatista de Liberación Nacional y con él luchamos. Otro es que sabemos organizarnos de manera autónoma, con nuestros propios recursos y hasta en las condiciones más difíciles, sin estar esperando que alguien más haga las cosas que se tienen que hacer. Otro es que nos llamamos compañeras, compañeros y nos exigimos y procuramos respeto. Pero otro aspecto, uno de los más importantes, siento yo, es que tenemos buena memoria.
No quiero decir mucho sobre quiénes están convocad@s y quiénes no porque pienso que no se trata de quién está convocad@ sino de quién se siente convocad@. Y no tengo la gran propuesta. Además, no me inclino por los listados de personas y los derechos de admisión reservados, pero sé que es necesario decir algunas cosas. En la primera escena de la película que mencioné, el personaje en quien me estoy apoyando (Billy Kwan) le dice a Guy Hamilton (un periodista demasiado seguro de sí mismo interpretado por el antipático Mel Gibson): “no lo tomes como algo personal, pero no eres más que un símbolo de Occidente”. Bueno, pues yo propongo que la Otra Campaña no convoque a ningún símbolo de Occidente. Así de fácil. Y no lo digo sólo por alguien más antipático que Gibson, sino por mucha gente que ni trabaja ni siente parejo. Entonces, compas, hablando en positivo, mi opinión es que estén convocad@s tod@s l@s que quieran acercarse, en el entendido de que no se vale que nos subestimen y que, para empezar, aquí van a encontrar mucha gente libre, diversa, creativa e indignada ante los embates del capitalismo y otras luchas de poder, que se organiza y actúa en consecuencia desde su autonomía, que suscribió un documento elaborado por el EZLN y que con él lucha, que valora y exige el respeto entre compañeras y compañeros, pero que también tiene muy buena memoria, pues no olvida los daños ni deja atrás a quienes están presas o han muerto luchando por otras, por otros. Porque también nos une y nos define nuestra capacidad para recordar todo aquello que no debemos olvidar.
Algunas ventajas
Billy Kwan no encuentra su lugar en el mundo. Está indignado por la miseria que hay en las calles de Yakarta pero admira al dictador Sukarno porque aún no lo conoce. Kwan es un mestizo de madre china y padre australiano que cubre como fotógrafo un conflicto armado en el país donde él nació: Indonesia. Por eso se llama a sí mismo un hombre “dividido” y “sin hogar” en todo el planeta. Por si fuera poco, no mide más de un metro de estatura. Sin embargo, es interesante la forma en que saca provecho de sus desventajas y las convierte en ventajas. Llega el momento en que Kwan abre sus ojos y mira de frente al dictador. Su mestizaje le ayuda a comunicarse con muchísima gente de nacionalidades diversas y su baja estatura lo lleva a pasar desapercibido. Su enorme capacidad para sentir el dolor de los demás lo incita a no vegetar sino a vivir. El hecho de medir apenas un metro provoca el desprecio y la falta de atención de los colonizadores pudientes. Eso le permite a Kwan colarse a todas las reuniones, escuchar todas las conversaciones o tenderle una manta de protesta a su otrora admirado Sukarno con la frase “Alimenta a tu pueblo”. Kwan sabe que es precisamente su carácter de invisible o indigno de ser notado el que le da plena movilidad. Y aunque en la película no le fue muy bien, menciono esto porque creo que cada persona en la Otra conoce sus desventajas y puede aprender a sacar provecho de ellas y porque, a diferencia de Kwan, no estamos luchando en soledad sino en grupo. Ya sé que no basta con invitar a la gente a mirar de frente a sus dictadores. El problema es que no tengo muchas ideas sobre cómo organizarnos mejor. Y nos falta definir también qué somos: ¿somos una organización, un frente, un movimiento, un colectivo, una suma de individuas e individuos, una red? ¿Qué implica bordar y entretejer hilos resistentes y de colores? Pero lo que sí me queda claro es que debemos y podemos articular nuestras luchas.
En la Otra Campaña yo veo muy difícil arribar a una estructura organizativa. O habría que ver qué entendemos por estructura. Después de lo que he observado este año no creo que podamos generar espacios más o menos sólidos donde haya trabajo no nada más entusiasta sino constante, ordenado y planificado, que es lo que yo entendería por estructura organizativa. Así no la vamos a hacer y nos vamos a desesperar. Aunque parezca que estoy jugando al doble sentido, necesitamos “la triple F”: algo flexible pero firme y funcional al mismo tiempo. Creo que, por el momento, más bien tendríamos que pensar en mecanismos de comunicación y funcionamiento para determinadas actividades por medio de comisiones rotativas, quizá regionales (¿contacto con pres@s polític@s? ¿enlace interno y enlace externo? ¿comunicación y difusión? ¿logística y finanzas?). Hay que conocernos, hay que mantener contacto permanente con nuestras compañeras y compañeros presos y seguir trabajando para liberarl@s, hay que compartir y revisar toda la información que han recopilado los medios alternativos en los viajes del Delegado Zero, hay que buscar una forma de entendernos.
Creo que podemos empezar por ahí, sacando ventaja de nuestras desventajas. No tenemos dinero ni grandes posibilidades de comunicación con tecnología avanzada, pero eso nos da tiempo para pensar bien y entre much@s antes de actuar. Necesitamos generar espacios para discutir, por ejemplo, qué significa vivir abajo y a la izquierda, y claro, el cómo y el para qué luchamos. Preguntaban hace tiempo unos jóvenes adherentes: ¿y qué significa ser de izquierda? ¿y por qué tenemos que usar esa y otras etiquetas? ¿y qué implica vivir contra el capitalismo? Sobre la primera pregunta, mi respuesta, resumidísima, es que al hablar de izquierda –entre nosotr@s— se buscan dos cosas. Por un lado, combatir políticas terriblemente violentas que promueven el pensamiento y el comportamiento únicos con un afán insaciable de lucro y, por otro lado, defender las libertades individuales, las posibilidades de construcción en colectivo y el respeto a la diversidad a fin de vivir como merecemos los seres humanos: en paz y con dignidad. Y por supuesto, todo ello por medio de la acción y del trabajo. Pero mi respuesta es, otra vez, muy general y ni siquiera tengo una para las otras dos preguntas. Además, sabemos que al hablar de izquierda en otros lados, no entre nosotr@s, se buscan otras cosas. A mí me gustaría mucho conocer la opinión de cada un@ de ustedes, compas, sobre esas preguntas, aunque sé que es muy difícil. No encuentro la forma de saber lo que piensa un adherente que vive a miles de kilómetros de mi casa y no tiene luz ni computadora. Qué piensa en un momento específico sobre un tema específico. Eso no lo vamos a poder hacer. Ahorita estamos intercambiando opiniones sobre los puntos que planteó la Comisión Sexta, pero esto no podemos hacerlo cada quince días sobre todos los demás puntos que se nos ocurran. Y no creo que esa sea la idea porque nos iría peor que en Babel y nos paralizaríamos. Por eso, para la cotidianidad, sugiero crear nuestros núcleos de discusión y acción con la gente más cercana y apretar fuerte los nudos para que crezca la red, como de por sí ya saben hacerlo much@s adherentes.
Fuera de los ámbitos grupales, sectoriales o territoriales muy concretos, no le hemos entrado de lleno a discutir qué significa o qué implica vivir contra todo lo que hemos propuesto – capitalismo, opresión, autoritarismo, discriminación, patriarcado, racismo— ni hemos abordado a profundidad el tema del poder. Porque no me queda claro si en la Otra Campaña estamos contra el poder o a favor de un poder popular, por ejemplo. He visto que hay discusiones muy interesantes sobre nuestra postura ante el sistema capitalista. Pero yo no estoy hablando del sistema sino del poder, así de abstracto pero así de concreto, y siento que no lo hemos discutido. Leí el otro día en un periódico que un movimiento que no lucha por el poder “es un movimiento débil”. ¿Qué piensa la Otra Campaña de eso? ¿Es una de esas definiciones que no puede ser colectiva o, por el contrario, es importante que lo sea? ¿Estamos contra el poder o por un poder distinto, por un poder popular? ¿Y puede existir un ejercicio distinto del poder? ¿Deveras puede existir? ¿No tendríamos que hablar, más bien, de gobierno? En mi opinión, no es lo mismo “poder” que “gobierno”. Además, ¿qué significa ser “débil”? ¿Acaso un movimiento “fuerte” no puede ser muy frágil? ¿Y qué queremos ser nosotr@s? ¿Hemos de despedirnos en cada reunión deseándonos “que la fuerza te acompañe”?
También nos falta mucha discusión sobre la violencia. No digo que no sepamos lo que es la violencia o cómo nos afecta. Digo que no conozco la opinión de much@s compañer@s sobre ese tema y sobre lo que significa construir un movimiento civil y pacífico donde perder la paciencia no implica dejar de actuar con sensibilidad e inteligencia, donde no se desvanece la confianza a pesar de los agravios, y no por ello se desvanece la dignidad, y donde se opta por agotar todos los recursos civiles que haya al alcance. Eso, paradójicamente, nos lo ha enseñado el EZLN, un grupo armado. La pregunta es si estamos dispuestas, si estamos preparados para construir con entusiasmo esa opción civil y pacífica. En este año de tanta violencia institucional hemos vivido un coctel de emociones personales y colectivas que no se ven pero que son importantes. No estoy hablando de acciones sino de emociones. Y cada quien sabe lo que ha decidido sentir. Yo propongo que no olvidemos quiénes somos y con qué diversidad estamos constituid@s, y que deveras nos comprometamos con lo que hemos firmado en la Sexta.
También tengo la duda de hacia dónde vamos, de cuáles son nuestros objetivos comunes, nuestros planes, nuestras pesadillas, nuestros sueños en común. ¿Buscamos otra forma de hacer política o buscamos hacer otra política? Y si fuera otra política, ¿con respecto a cuál? O bien, ¿qué entendemos por hacer política? ¿Es lo mismo apuntar a una concepción nueva de lo que es la política que llegar a lo mismo de siempre por caminos distintos? ¿Eso no sería también otra forma de hacer política? ¿Podemos ser más específicos? Yo pienso que sí. Por lo que dice la Sexta, por lo que dijo el Comandante Tacho el 1 de enero de 2003 en San Cristóbal de las Casas y por lo que he visto a lo largo de este año, estamos generando otra cosa; estamos no sólo buscando sino encontrando formas novedosas de organizarnos para irrumpir en los espacios que nos estaban vedados. Me refiero a esos espacios donde se plantan los invisibles para hacerse visibles y donde hacen ruido los callados. Los espacios a los que nos prohíbe la entrada un sistema de relaciones que se rige por la ley del mínimo esfuerzo y la máxima ganancia y que nunca va a entender, por ejemplo, qué es un medio de comunicación alternativo y por qué no le interesa hacerse millonario. A este sistema y a quienes lo diseñan y manejan, les resultamos absurdos, jodidas, fracasados. “Perdedores”, se acostumbra decir en inglés (loosers). Pero también les resultamos incómod@s. Eso, creo yo, nos define. El placer de serles incómod@s y la decisión de seguirlo siendo. Aquí no están los virtuosos ni las más destacadas en la ciencia, la comunicación, el humanismo, la tecnología y el arte. En la Otra Campaña estamos las sin premios, los sin fortuna, las sin medallas. No tenemos la rodilla firme en la danza ni la nota exacta cuando cantamos. Pero estamos aprendiendo a escuchar como lo hace el zapatismo para conectar nuestras rebeldías porque merecemos vivir de otra manera. Y por lo que he visto este año estamos aprendiendo a no vivir en un frenesí de búsqueda sino a matizar nuestros ímpetus para encontrarnos. Porque, de vez en cuando, compañeras, compañeros, buscar ya no es suficiente y hay que darnos tiempo para encontrar. Por eso me parece fundamental esa característica que nos une y nos define: el hecho de tener buena memoria. Esa es una aparente desventaja que nos lastima y abruma. Pero en realidad se trata de la mayor ventaja que tenemos porque agiganta nuestros horizontes. Para responder la pregunta de hacia dónde vamos hay que saber de dónde venimos. Siento que no podemos transformar lo que viene si no aprendemos de lo que hemos vivido, si no rescatamos los aciertos y corregimos los errores. Porque, en mi opinión, sin pasado no hay futuro.
“¿Y qué debemos hacer entonces?”
Tener un gusto especial por el teatro de sombras no es fácil y Billy Kwan lo sabe. Al recorrer las calles de Yakarta y presenciar la miseria que todo lo inunda, su corazón de fotógrafo retrata el dolor de su pueblo e intuye la violencia que se avecina. Y el ecuánime y sarcástico Kwan se resquebraja cuando ve morir de pobreza al hijo de una mujer amiga. Surge entonces un Billy Kwan que busca desesperado una respuesta a la pregunta que ha planteado a lo largo de toda la película. Es la misma pregunta que se han hecho millones de personas a lo largo de la historia: “¿y qué debemos hacer entonces?” Es la misma pregunta que, seguramente, nos estamos haciendo tod@s l@s firmantes de la Otra después de este año tan violento. Si Kwan recorriera las calles de cualquier rincón de este planeta, se haría la misma pregunta. Y si recorriera cualquier rincón de México seguramente quedaría impactado por todo aquello que vería en primer plano, es decir, arriba: un gobierno legítimo y uno ilegítimo listos para exprimirnos, un gobernador Baby Face violador que quiere y puede ser el próximo presidente, un PRI que ahora se reivindica como “de izquierda” en boca de Jackson, un clamor generalizado de estabilidad y continuidad en los medios masivos de comunicación, una guerra desmedida entre narcotraficantes, una batalla feroz por ver quién encabeza las instituciones, un síndrome de Estocolmo que lleva a millones de personas a encariñarse con sus captores, una clase empresarial cada vez más fortalecida. Pero si Kwan mirara hacia abajo también podría percibir todas las sombras proyectadas en la pared, sombras que se resumen en lo que han dicho nuestr@s compañer@s de la Otra en reuniones preparatorias, plenarias o del recorrido que hizo el EZLN desde enero hasta noviembre. Y seguramente se plantearía esa misma pregunta que hoy nos planteamos: ¿Qué debemos hacer entonces, compañeras y compañeros de la Otra? ¿Cómo responder a los malos tratos de quienes nos desprecian? ¿Cómo impedir los crímenes no sólo de Estrada Cajigal o Eduardo Bours, conocidos gobernadores, sino de los no tan conocidos Marco Antonio Llano, Francisco Zaragoza, Samuel Rodríguez, Rafael Anguiano, la empresa Sig Armolite y todos esos nombres que les quiebran la garganta a nuestros compas de la Otra por todo el país? ¿Qué hacer cuando nos disparan en el desierto fronterizo como a patitos de feria? ¿Cómo luchar no sólo contra el muro que nos ha levantado Estados Unidos o contra el que levantan los turisteros en Quintana Roo sino contra el que nosotros le levantaremos un día a Guatemala o contra los que nos levantamos hoy entre nosotr@s? ¿Qué decir cuando hay familias mexicanas esclavizadas en Sonora? ¿Qué sentir cuando nuestras compañeras y compañeros del pueblo kiliwa firman un pacto de muerte por puritita dignidad? ¿Cómo conciliar el sueño si nuestras compañeras violadas duermen en la cárcel mientras los violadores descansan libres y en su cama? ¿Qué pensar cuando el ácido nítrico mata despacito a l@s trabajador@s en Baja California mientras otras sustancias matan despacito a los trabajadores de todos los estados? ¿Cómo debemos actuar en el paraíso de los pederastas, los homofóbicos, los feminicidas, los racistas, los secuestradores y los narcotraficantes? ¿Y qué debemos hacer ante el dolor en el mundo? ¿Cómo no enfurecerse ante misiles, coches bomba, pruebas nucleares, hambrunas y sida? ¿Qué debemos hacer entonces, compañeras y compañeros de la Otra?
Yo opino que debe haber una manera de luchar sin parecernos a aquellos contra los que luchamos. ¿Pero cuál? Quizá alguna en la que, por lo menos, estemos conscientes de las implicaciones que tiene la violencia. Se dice que el término paz está desgastado y en desuso. Yo no lo creo. Se dice que el fin justifica los medios. Yo pienso que ocurre lo contrario. Que son precisamente los medios utilizados los que van dando forma al fin que se persigue y que éste depende totalmente del camino que uses para alcanzarlo. Una meta se desvanece, se desmorona si no hay congruencia en el camino. Por eso yo creo que en la Otra Campaña no sólo debemos darle importancia a qué es lo que queremos sino a cómo tenemos pensado obtenerlo. Para ello, siento que valdría la pena abrir otro nivel de análisis de lo que es el neoliberalismo y lo que hace con las personas. En la Sexta Declaración de la Selva Lacandona nuestras compañeras y compañeros del EZLN señalaron que el neoliberalismo nos explota, nos despoja, nos desprecia y nos reprime. Pero, en mi opinión, también nos gobierna, nos seduce y nos transforma. Es decir: nos domina. La presión que recibimos desde el momento de nacer hasta el día en que morimos es gigantesca. La invitación a cumplir todas las normas y a aplastar a quien podamos en aras de sobrevivir no es precisamente una invitación. Muchas veces nos vemos obligados, nos sentimos forzadas a hacerlo. El neoliberalismo nos gobierna. Otras veces resulta lo más fácil y lo menos doloroso el atenerse a todas esas normas y nos dejamos llevar por un mundo de luces de neón, de aguas aparentemente tranquilas y de comodidades, sin importar lo que suceda alrededor. El neoliberalismo nos seduce. Pero muchas otras veces nos gusta aplastar a los demás y participamos del gusto de explotar, despojar, despreciar y reprimir. El neoliberalismo nos transforma. Y cuando permitimos que un grupo de insaciables dicten las normas que nos gobiernan, nos seducen y nos transforman, entonces somos dominadas, somos dominados. También tenemos que luchar contra eso.
Por otro lado, he leído en varios textos a compañeros y compañeras que opinan que en la Otra Campaña se ha juntado lo mejor de la lucha anticapitalista. Yo me abstengo de calificarnos a nosotr@s mism@s como lo mejor porque, empezando por mí misma, estoy consciente de que tenemos muchos defectos y nos falta bastante trabajo para conocernos y entendernos. Además, yo defiendo y ejerzo mi derecho a equivocarme. Sé que a muchas personas les parecerá que esto no es trascendente, pero para mí sí lo es. Una, porque si ser de lo mejor se vuelve un requisito para estar en la Otra yo quedo fuera en automático, y otra porque los trazos que definen nuestros objetivos tienen un color y un grosor distintos cuando se dibujan con una crayola que sabe que no tod@s somos personas ejemplares. Y siento que de ahí tendremos que partir cuando definamos las formas de trabajo y de lucha. Si alguien me preguntara qué acercamiento teórico podríamos usar para entender este esfuerzo nacional yo diría que la caótica, esa nueva visión que se está aplicando en las ciencias naturales y que ha detectado leyes en el caos y en su relación con la incertidumbre. Creo que así somos en la Otra. Pero todavía nadie aplica esos estudios a las ciencias sociales y por eso tendemos a desesperarnos. Propongo que no lo hagamos. Y propongo, también, no perder energía descalificándonos entre nosotr@s por lo que no es importante y sí darnos cuenta de la magnitud y la crueldad del sistema político-económico al que nos estamos enfrentando. Necesitamos darnos tiempo para hablar, escuchar y prepararnos mejor, cada quien como pueda, aunque procurando que hablen no los de siempre sino los de nunca. Quizá convenga darnos un nombre, quizá no. Lo que sí necesitamos es trazar objetivos a corto, mediano y largo plazo, objetivos que sólo podrán surgir de grupos afines y que cada quien tendrá que comprometerse a alcanzar. La Otra puede ser un espacio sin lugar, pero no debe ser un tiempo sin momentos definidos.
Quiero decir, por último, compañeras y compañeros de la Otra, que para mí es un honor trabajar con ustedes, vivir a contracorriente y diseñar en colectivo el programa de lucha que surgirá de todas las propuestas que recopile esta consulta. Señalé hace un rato que Billy Kwan se desespera cuando ve morir al hijo de una amiga y mencioné que en la película no le fue nada bien. Pienso que él no tuvo la oportunidad que estamos construyendo ahora, desde que el EZLN nos invitó a firma la Sexta. No tenemos por qué vivir dominad@s y lo sabemos. Por eso se han manifestado resistencias y rebeldías en muchas partes durante este tiempo que he llamado año. Creo que a pesar de todo lo que nos ha dolido junt@s este año, debemos reconocer que pudimos mantener con vida nuestra esperanza de lograr una transformación profunda del escenario que llamamos mundo, no en sus primeros planos hermosos y deslumbrantes, sino en esas sombras que proyectamos en su pared. Y por lo que he observado, sigue viva nuestra capacidad de sonreír no a pesar de nuestr@s muert@s sino precisamente por ell@s. Creo que, hasta en eso, somos rebeldes. Después de todo, no buscamos y no había lugar para nosotr@s en el concierto de la democracia. Este año no teníamos permiso para vivir. Y sin embargo, vivimos.
Domingo 10 de diciembre de 2006.
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