English | Español | August 15, 2018 | Issue #42 | ||
El tiempo y la urgencia: reflexiones sobre la política de escuchar en la Otra CampañaUna defensa y una críticaPor John Gibler
|
Foto: D.R. 2006 John Gibler |
Estos planes fueron brutalmente interrumpidos cuando cientos de policías municipales y estatales atacaron a unos floricultores en Texoco, el 3 de mayo, y luego de que más de 3,500 policías federales, estatales y municipales asaltaron el pueblo de San Salvador Atenco, el 4 de mayo. La Otra Campaña suspendió su recorrido para escuchar, con el fin de solidarizarse con las cientos de personas que fueron golpeadas, violadas, atacadas sexualmente y encarceladas durante las agresiones policíacas, así como de organizarse para exigir su liberación.
Desde el principio, se ha criticado a la Otra Campaña por mostrarse en contra de las elecciones; por reprobar al Partido de la Revolución Democrática (PRD) y a su candidato presidencial, Andrés Manuel López Obrador; por no asistir a la posesión del presidente Evo Morales en Bolivia; por ignorar al Dialogo Nacional (una organización de izquierda enlazada a partidos políticos de oposición) y por ser tan fuertemente anticapitalista. Estas críticas se dirigen hacia toda la propuesta de organización de base, afuera de los partidos políticos, gobiernos, y corporaciones; es decir, dibujando líneas definidas de inclusión y exclusión. La Otra Campaña ya las había dibujado antes, y a partir de ese momento no ha mirado atrás.
Pero otros han lanzado críticas a la Otra Campaña que, dicen, parten de los objetivos generales de la misma, dirigiéndose así, no hacia la estructura del proyecto, sino a su implementación. Guillermo Almeyra, por ejemplo, publicó recientemente en la revista “Memoria” una de las críticas más arrasantes que se ha hecho a la Otra Campaña, la cual sirve como modelo para entender cómo se ha distorsionado y subestimado la política de escuchar.
Guillermo Almeyra publica críticas hostiles de la Otra Campaña desde hace meses. Pero, hasta que yo sepa, él nunca ha asistido a un evento dentro del marco de la misma. Yo seguí la “otra” desde el principio (sólo me desvié del camino tres veces, para asistir a un encuentro nacional de jaraneros en Tlacotlapan, al Foro del Agua popular en la Ciudad de México, y para hacer un reportaje sobre la militarización en Guerrero) y nunca lo vi. Algunos ex estudiantes de Almeyra también seguían la campaña, y confirmaron que tampoco lo habían visto. No menciono su ausencia para descartar de una vez sus críticas, ni para participar en el juego de autóctonos contra forasteros. Pero lo que me parece curioso es que gaste tanta tinta en criticar la Otra Campaña sin invertir algunas horas en ver de que se trata de verdad. O, dicho de otra manera, que apuñale verbalmente un recorrido para escuchar de seis meses, sin siquiera ir nunca para hacer tal cosa (imaginen un profesor de universidad publicando críticas de Marx sin haber leído sus libros).
Almeyra escribe que la Otra Campaña está “dirigida a tomar contacto con los que no pueden expresarse -precisamente esa es su cualidad principal-, pero no una campaña que tenga como objetivo organizar o elevar el nivel político de quienes participan en sus actos…”.
Es falso. El objetivo reiterado es precisamente organizar y consolidar un movimiento nacional. La Sexta Declaración de la Selva Lacandona resume este objetivo como sigue:
Vamos a ir a escuchar y hablar directamente, sin intermediarios ni mediaciones, con la gente sencilla y humilde del pueblo mexicano y, según lo que vamos escuchando y aprendiendo, vamos a ir construyendo, junto con esa gente que es como nosotros, humilde y sencilla, un programa nacional de lucha, pero un programa que sea claramente de izquierda o sea anticapitalista o sea antineoliberal, o sea por la justicia, la democracia y la libertad para el pueblo mexicano.
Que la campaña tenga éxito o no lo tenga, que tropiece o que salte, y que sea fiel a sus objetivos o que no lo sea, conforman otro asunto, pero sería una equivocación negar que se ha cumplido tal objetivo.
Almeyra sigue:
…tampoco educa sobre qué es el capitalismo (sólo divide a la sociedad entre “ricos” y “pobres”) ni sobre qué es el Estado (simplemente sostiene que “hay que echar los ricos a Miami”, sin decir cómo ni por cuáles medios ni cómo reaccionarán los expulsados potenciales y las fuerzas estatales, además de Estados Unidos), no educa políticamente (dice “les quitaremos las tierras”, “expropiaremos los bancos”, sin siquiera esbozar cuáles serían las condiciones mínimas necesarias para poder hacer eso). Es una campaña de agitación antielectoral y anti establishment, pero no una campaña organizativa anticapitalista.
Almeyra se confunde aquí en dos puntos principales: 1) que la primera fase de la campaña es la única fase, y 2) que los discursos del subcomandante Marcos (a los cuales se ha referido diariamente el periódico La Jornada) son las únicas voces de la Otra Campaña. Almeyra critica la Otra Campaña por no hacer ahora lo que la Otra dijo que haría después. Pero no reconoce este hecho; simplemente ignora la propuesta de entrar en una fase organizativa, que está por venir, y, entonces, ataca la fase de escuchar por no concentrarse en organizar. Además, escribe, en sus múltiples frases entre paréntesis, que la campaña “sólo divide” y que “simplemente sostiene”. Luego cita elementos de los discursos de Marcos, juntando todas las voces de la Otra Campaña en la de este último. Ambas confusiones provienen del desprecio de Almeyra para el lugar que se le da al acto de escuchar en la Otra Campaña. Una argumenta que tal acto debería ser subvertido con una organización desde arriba. La otra, entre tanto, pone todas las voces de la gente de abajo en la de Marcos (repito, este segundo error es probablemente el resultado de utilizar selectivamente citas de Marcos en La Jornada –pese a que este periódico también cubrió, cada día, la participación de la gente de abajo – y de nunca asistir a los eventos de la campaña destinados a escuchar).
Todo esto toca un punto importante, algo que podría parecer una contradicción en la primera fase de la Otra Campaña: si todo este viaje realmente se trata de escuchar, ¿por qué habla tanto Marcos? Puede que mi respuesta a esta pregunta sea muy generosa con la Otra, pero muestra lo que llegué a observar durante los meses de escuchar, tanto a miles de personas que llegaron a hablar, como las intervenciones diarias de Marcos. Marcos sube a los kioskos de los zócalos en los pueblos, o encima de las camionetas en el campo, para convocar, para llamar a la gente a que participe, para crear conciencia sobre el espacio social que abre la Otra Campaña. Ese fueron el papel de cada uno de sus discursos, pese a que no todos fue tan exitosos, o siquiera tan enfocados como aquellos que pueden clasificarse entre los mejores (intenta tú dar dos o tres discursos por día, los siete días de la semana, durante cuatro meses). La participación de Marcos en este sentido recuerda a aquel momento en la organización popular, en que la clase obrera no tenía ningún acceso a los medios de comunicación de ese entonces, y así iba por todas partes haciendo tribunas improvisadas para difundir sus visiones de cambio social.
Almeyra sigue:
Dejados rápidamente de lado los aspectos histriónico-folklóricos (la gira de Marcos en motocicleta con su pollo mascota en la parte trasera), la tournée nunca pasó de ser más que una toma de contacto con sectores en lucha o marginados por la acción de los partidos (lo cual sin duda es muy importante, pero es también insuficiente). Sondeó su nivel de comprensión, escuchó sus reclamos, vio su nivel de organización y de decisión, pero no propuso nada ni siquiera la autonomía y la autogestión (conquistas fundamentales de los zapatistas chiapanecos) ni discutió nada ni presentó un proyecto de país (o los problemas fundamentales que éste debe enfrentar) ni organizó.
Otra vez, se confunde aquí Almeyra en dos sentidos: 1) Escribe en el tiempo pasado (“la tournée nunca pasó de ser…”) como si la Otra Campaña, o siquiera la primera fase de ella, se hubiera acabado, y 2) disminuye tanto el valor de escuchar como el compromiso ante el mismo, escribiendo que “no propuso nada.” No es así; sí propuso algo: recorrer todo el territorio nacional para escuchar a la gente. El EZLN hubiera podido organizar un tour nacional para exportar su propio modelo de municipios autónomos, pero no quería organizar desde arriba. Llamaron, a través de la Sexta, a organizar desde abajo, y a que se haga esto escuchando, en primera instancia. Así se pusieron en camino a predicar con el ejemplo, recorriendo todo el país para sentarse y escuchar, cada día, durante todo el día.
Algunas afirmaciones de Almeyra son simplemente viperinas:
Lo más grave es que… la Otra Campaña no se preocupe por elevar el nivel de comprensión de la gente a la que llega, no intente presentar un proyecto anticapitalista de país ni hable de los grandes problemas de éste…
Almeyra no estuvo presente, entonces, como puede emitir una condena tan arrasante?
La Otra Campaña no puede organizar porque hace política de modo sectario y primitivo y busca el poder, pero por medios inadecuados, como la simple agitación contra “los ricos”.
La Otra Campaña, escribe, hace política de “modo primitivo”. Teniendo en cuenta el bagaje cultural que conlleva la palabra “primitivo” –500 años de colonialismo y despotismo –, ¿como debe entender uno tal acusación difamante, proveniente de un académico bien establecido, de que un movimiento político mayoramente indígena y campesino sea “primitivo”? ¿Como clasismo o racismo latente? ¿O será que Almeyra simplemente está con tantas ganas de condenar la campaña que no tiene cuidado en escoger sus palabras?
Cuando Marcos exclama “¡me cago en la correlación de fuerzas!” educa en el voluntarismo ramplón a sus seguidores, en la ignorancia de qué batalla se libra, de cuáles son los medios del enemigo, de cómo éste tiene consenso en determinados sectores y los lleva a la impreparación organizativa y política, a sustituir la razón y el compromiso calculado por la rabia y la improvisación, los conduce a aventuras desastrosas, como en Atenco.
Tras la acusación desvergonzada y realmente pasmosa de que la proclamación de Marcos de alguna manera causó la brutal represión policíaca en San Salvador Atenco, hay algo que vale la pena resaltar. Muchos discursos de Marcos tocan situaciones muy complejas y las atropella con conclusiones fuertes, simples y muchas veces insostenibles, como su famosa respuesta a la correlación de fuerzas: me cago en ellas. Pero también respalda estos aforismos con análisis, tales como el que hizo durante una entrevista, publicada en el ejemplar de mayo de la revista Rebeldía, en la cual explicó que quiso utilizar esa frase a la manera en que los intelectuales recurren al análisis de la correlación de fuerzas para justificar el hecho de no luchar contra los fuertemente arraigados y protegidos sistemas de opresión.
Veo parte del papel de Marcos, en la primera fase de la Otra Campaña, como el de convocador. Su estrategia de hablar, de manera sumamente simple, busca animar a las personas, para decirles: ¡únanse con nosotros! ¡No dejen que nadie les diga que cambiar el mundo es imposible! Las fuerzas militares más fuertes de la historia del mundo respaldan el capital transnacional y el imperialismo estadounidense, ¿y qué? ¡Que se jodan! ¡Pongámonos a trabajar! ¡Encontraremos una manera para vencerlos! No es una estrategia para derrotar el capitalismo, sino un llamado a vincularse con la lucha.
En resumen, las críticas de Almeyra a la Otra Campaña provienen de confusiones sobre: el proceso de la campaña (escuchar primero, luego organizar); las voces de la campaña (los reduce a la de Marcos); y el valor de escuchar ( es evidente tanto su impaciencia con empezar a escuchar, como el hecho de que nunca se hizo presente para escuchar por su propia cuenta).
La Otra Campaña, no obstante, no está lejos de toda crítica. Considerando el valor de escuchar en la Otra Campaña, como muestra del éxito del movimiento, la asamblea nacional realizada durante el 30 de junio y el 1 de julio fue una experiencia muy inquietante para mí. La inhabilidad para escuchar caracterizó la asamblea, incluso antes de empezar.
Una semana antes de este evento, miembros de la Otra Campaña en la Ciudad de México, empezaron a repartir volantes convocando la gente a una marcha desde el Ángel de la Independencia hasta el Zócalo, el 2 de julio. Uno de los temas principales programados para la asamblea era precisamente el accionar que se iba a llevar a cabo el 2 de julio. Sin embargo, el grupo del DF hizo una salida en falso y repartió volantes no firmados en nombre de la Otra Campaña, días antes de que empezaran las reuniones.
Me acerqué a una mujer que distribuía volantes y la pregunté como podía ser que ya estaban llamando a una marcha, antes de la asamblea. “Bueno, es lo que decidimos en la metropolitana”, me dijo. “Y, ¿qué pasa con los compañeros que están llegando desde los 31 estados para asistir a la reunión? ¿Cómo pueden decidir que harán todos el 2 de julio antes de que se hayan escuchado sus propuestas también?
Se quedó callada. No hubo respuesta ninguna.
Después de seis meses de construir un movimiento nacional basado en escuchar las voces de los de abajo, fue sumamente inquietante ver el contingente del DF haciendo alarde de su indiferencia a escuchar, elaborando, diseñando, imprimiendo y distribuyendo volantes que no tenían en cuenta las voces, ideas y propuestas de los demás participantes de todo el país.
Pero la cosa empeoró todavía más. Después de la sesión maratónica del primer día de la asamblea, apenas 40 minutos antes del cierre del Teatro Venustiano Carranza, los representantes del DF en la mesa obligaron que se discutiera lo que se iba a hacer el 2 de julio (un debate originalmente programado para la mañana siguiente), cuando ya no había tiempo para escuchar – o mucho menos para debatir y considerar varias propuestas – y cuando el grupo del DF podía someter la suya a una votación, para así ganar por mayoría. Con una imposición agresiva, pero ligeramente disfrazada, el grupo del DF ganó así con su propuesta, mientras que representantes de otros estados optaron por denunciar el “mayoriteo” del grupo. ¿Esto es la Otra Campaña?
Durante los dos días de la asamblea, el parloteo fue constante, y solo hubo silencio cuando Marcos se paró para tomar la palabra. Repito: ¿esto es el encuentro nacional de un movimiento fundado en el principio de escuchar?
La mayoría de los participantes urbanos en la Otra Campaña –y aquí me incluyo como adherente “intergaláctico” de la Sexta, acompañando la primera fase como corresponsal de varios medios alternativos – fue criado, en gran parte, dentro de una cultura tanto individualista como capitalista y no sabe, realmente, cómo comunicar y tomar decisiones en forma colectiva, en asambleas. Creo que es de suma importancia destacar esto: no sabemos realizar asambleas ni grandes encuentros para tomar decisiones, y hay que aprender.
La marcha en sí, el 2 de julio, era colorida y llena de energía. No obstante, sentí que fue infructuosa frente a la idea de comunicar sus principales mensajes políticos (no hay democracia mientras haya presos políticos; vote o no vote, hay que organizarse) o para atraer más gente. La marcha y la manifestación en el Zócalo fueron productos para el consumo de los participantes. Nada más. Ni siquiera todos los participantes realmente prestaron atención: una vez en el Zócalo, muchos se acurrucaron en grupitos a comer, tomar, vender cositas y charlar, en vez de escuchar al manifiesto que estaba siendo leído desde la plataforma.
Todavía nos falta mucho para aprender en lo referente escuchar.
Entonces, ¿qué pasa con el título grandilocuente de esta nota: El tiempo y la urgencia: reflexiones sobre la política de escuchar en la Otra Campaña?. Pues que apunta hacia lo que considero la tensión principal en la Otra Campaña, a esta altura: una tensión entre el tiempo necesario para construir desde abajo y el sentido de urgencia. Urgencia generado por los hechos en Atenco, Sicartsa y Oaxaca, la introversión del estado y el resultante desmadre de las elecciones federales. Las cosas están derrumbándose. Hace mucho tiempo que van así. Pero ahora estamos parados aquí, y sentimos la intensidad de lo que derrumba en nuestra alrededor.
Entre muchos de los que seguimos la caravana de la Otra, la pregunta es sí, y cuando, el viaje continuará hacia el norte. Pero la pregunta no debe ser ¿continuar la caravana o no continuarla?, sino ¿cómo puede seguir la Otra Campaña construyendo la base de un movimiento nacional anticapitalista de base, seguir escuchando en el norte, mientras no solo continúa, sino que intensifica la lucha para liberar al resto de los presos políticos?
El tiempo y la urgencia no deben verse como fuerzas en oposición, lo cual impondría la idea de dar prioridad a una o la otra. Ambos deben alimentar el espíritu y la dirección de la organización. culturas e instituciones de opresión, profundamente arraigadas, serán arrancadas a través de un proceso de organización lenta y bien pensado, desde abajo. Pero la magnitud y la fuerza opresiva del Estado exige un simultáneo aumento de intensidad -rompiendo con marchas y discursos cuadrados en los zócalos- para llevar a cabo acciones más diversas y creativas que no sólo comunican sino que también convocan.
Haz click aquí para más del Otro Periodismo con la Otra Campaña
Read this article in English
Lesen Sie diesen Artikel auf Deutsch
Legga questo articolo in italiano