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La “guerra sucia” regresa a México

Los ataques en San Salvador Atenco siguen el esquema de terror de los años 70 y 80


Por John Ross
Blindman’s Bluff

21 de mayo 2006

CIUDAD DE MÉXICO (20 de mayo): Entre 1970 y 1982, tres presidentes mexicanos llevaron a cabo una “guerra sucia” contra disidentes de un extremo a otro del país. Documentación recopilada recientemente muestra una lista de 15.000 detenciones ilegales realizadas durante aquel terrible periodo, así como miles de casos de tortura y desapariciones forzosas de más de 700 ciudadanos mexicanos (ver “Desapareciendo al Desaparecido”, la próxima semana).

En ningún lugar fue más cruelmente combatida la guerra sucia, que a lo largo de la costa pacífica del estado de Guerrero, donde los campesinos se habían alzado en rebelión siguiendo al maestro de escuela, convertido en guerrillero, Lucio Cabañas y a su Partido de los Pobres. Carlos Montemayor – autor del libro Guerra en el Paraíso, quizás la más vehemente exposición de la represión – es un estudioso asiduo de cómo fue organizada y llevada a cabo la guerra sucia en Guerrero.



Fotos: Indymedia Mexico
En un artículo reciente, escrito para el diario de izquierda La Jornada, describía las características de la campaña de contrainsurgencia en contra de poblaciones campesinas a lo largo de la costa de Guerrero y las enormes similitudes con el asalto del 4 de mayo en San Salvador Atenco, justo a las afueras de la Ciudad de México, donde miles de policías, sumamente militarizados, se dispusieron a sofocar la rebelión campesina.

De acuerdo con la descripción de Montemayor, primero una fuerza irreprimible se junta con la misión principal de subyugar a la población recalcitrante. Después, se introducen informadores en el pueblo para identificar y eliminar líderes comunitarios rebeldes y a quienes estén asociados con ellos. Si los líderes eluden la captura, sus familiares son tomados como rehenes. Se reúne a los jóvenes y se les tortura de manera selectiva para sacarles información y convertirlos en “soplones”.

Mientras tanto, tropas de choque aterrorizan a la población civil y la someten. Palizas indiscriminadas, allanamientos, robo de objetos personales de valor y la destrucción sistemática de la propiedad, son animadas por los jefes policiales. Las mujeres son violadas y abusadas sexualmente para subrayar la total dominación de las fuerzas de ocupación sobre la población rebelde.

Prácticamente todas estas características de la guerra sucia se manifestaron en San Salvador Atenco el 4 de mayo cuando 3.000 policías estatales armados y elementos de la Policía Federal Preventiva (PFP), fuerza proveniente en gran parte del Ejército militar, irrumpieron en esa extremadamente pobre ciudad de 30.000 habitantes- situada en el lecho del lago seco a las afueras del este de la capital-, matando a un joven de 14 años, dejando a un estudiante de 20 años dirimiendo entre la vida y la muerte y arrestando a 209 personas. Todas ellas requerían hospitalización por los golpes de los bastones de las fuerzas de seguridad – aunque de hecho sólo algunos presos la recibieron (y fueron encadenadas a la cama del hospital). De 17 mujeres arrestadas, 23 denunciaron que habían sido violadas o abusadas sexualmente de alguna forma. Una madre de 53 años, que había salido a una tienda de abarrotes para comprar un regalo de cumpleaños para su hijo, fue obligada a mantener sexo oral con tres agentes de policía para evitar se arrestada.

Entre los arrestados se incluían campesinos y campesinas, observadores de derechos humanos, abogados, reporteros alternativos, extranjeros y adherentes de La Otra Campaña del EZLN, que habían viajado a San Salvador Atenco en solidaridad a instancias del antiguo Subcomandante Marcos del EZLN, que ahora trabaja como Delegado Zero. En un principio todos fueron retenidos con cargos por participar en una conspiración criminal organizada, un crimen castigado con 20 años de cárcel.

Un objetivo de una represión de este tipo, escribía Montemayor, es la identificación y eliminación del liderazgo local. En Atenco, la voz más identificable de la rebelión campesina es Ignacio del Valle, líder del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra, cuyos militantes levantaron sus anchos machetes tres años atrás y, con éxito, defendieron los maizales de la ciudad frente a la expropiación que el presidente Vicente Fox pretendía para construír un nuevo y multibillonario Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, provocando así el inmortal menosprecio del presidente y sus compinches que esperaban hacer una fortuna con la transacción.

Nacho del Valle y su segundo en el mando, Felipe Álvarez, fueron capturados el primer día del conflicto e inmediatamente encerrados en la prisión de máxima seguridad de México, cercana a La Palma, bajo el cargo de “secuestro”, que surgió luego de un enconado encuentro en febrero con oficiales estatales de México. Otros 26 miembros del Frente han sido encarcelados bajo el mismo cargo, cuyas penas oscilan entre 30 y 50 años de prisión

De acuerdo al escrito de Carlos Montemayor, la familia directa de Del Valle fue escogida para llevar a cabo una táctica de represión especial. Su casa fue destruida por la invasión policial y un hijo estuvo desaparecido varios días, hasta que apareció gravemente golpeado en una prisión estatal. La hija de Nacho, América, la cada vez más importante portavoz del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra, ha sido obligada a esconderse.

Al modo de la clásica guerra sucia, la policía llevó informadores encapuchados que fueron de casa en casa señalando a simpatizantes del Frente. La policía echó abajo puertas e invadió domicilios privados -sin ninguna orden-, disparando armas, golpeando a los residentes hasta sangrar, y haciendo pedazos los muebles.

Al menos 23 quejas por agresiones sexuales, incluyendo siete violaciones- un muchacho fue sodomizado con un bastón de policía- fueron registradas por la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) y la organización no gubernamental Centro de Derechos Humanos Agustín Pro. La mayoría de la gente fue agredida en un horrendo viaje de seis horas entre Atenco y la prisión estatal de México, durante el cual los agentes de policía manosearon a las mujeres, rasgaron su ropa interior, se masturbaron abiertamente y, a modo de violadores en serie, obligaron a sus víctimas a no mirarlos para evitar identificaciones.

Lorena, una diminuta adherente de La Otra Campaña de 22 años, dice haber sido golpeada y maltratada cuando fue arrestada y después introducida en un camión lleno de mujeres presas, quienes habían sido tan gravemente golpeadas que su sangre cubría todo el suelo del vehículo. Le ordenaron tumbarse boca abajo sobre el montón las mujeres heridas. Un policía le rasgó las bragas y tras descubrir que estaba menstruando, empezó a golpearla, gritando que él la haría “sangrar de verdad”. Más tarde, él, o uno de sus compañeros agentes, trató de penetrar a Lorena de forma anal, pero no pudo hacerlo, porque el camión estaba cerca de la prisión. Enojado, el agente estampó la cabeza de Lorena contra la pared del camión.

Las mujeres se consideran “botines” en la guerra sucia, explica Montemayor, y las violaciones a mujeres de Atenco más que sexuales fueron una expresión de dominación gubernamental machista. Todo ello formaba parte del plan de guerra sucia.

Cuatro de las mujeres arrestadas y ultrajadas eran extranjeras. Las autoridades migratorias llegaron a la cárcel donde estaban recluidas, antes de que pudieran revelar lo que había ocurrido el 4 de mayo, durante el viaje de pesadilla desde Atenco. A pesar de sus diez años de residencia en México, Valentina Palma, una cineasta chilena que estaba grabando un documental en Atenco, y su compañero, Mario Guerrero, fueron deportados sumariamente, bajo el Artículo 33 de la constitución mexicana que permite al presidente echar de un puntapié a cualquier extranjero considerado “inconveniente”.

Otras deportadas fueron Samantha Deitmar, una documentalista alemana, y dos catalanas, María Sostres y Cristina Valls. Todas ellas sufrieron abusos físicos. Las mujeres se comprometieron a presentar acciones legales contra el gobierno de Fox y a apelar susdeportaciones sumarias.

400 observadores de derechos humanos fueron deportados de Chiapas por el ex presidente Ernesto Zedillo, sobre todo después de la masacre de Acteal, en 1997, de partidarios zapatistas, para evitar la difusión de primera mano de los hechos de abusos en el estado más sureño de México. Mientras, Fox ha sido más selectivo echando a extranjeros “inconvenientes”: en 2003 ordenó la deportación de 17 estudiantes de Evergreen University (estado de Washington) y su profesor, por marchar, junto a los “Macheteros” de Atenco – quienes para ese entonces estabnan luchando contra el aeropuerto de Fox -, en la movilización anual del Primero de Mayo, Día Internacional de los Trabajadores.

En el modelo de Montemayor, los asaltos colectivos como el de Atenco no son ataques improvisados por fuerzas de seguridad fuera de control sino que son meticulosamente tramados en los escalones más altos de poder. Este tipo de operaciones, invariablemente, involucra a más de una agencia, por lo que es necesario un alto grado de coordinación. La cadena de mando a menudo llega hasta lo alto. En general, la responsabilidad del asalto a San Salvador Atenco recae en Eduardo Medina Mora, secretario de Seguridad Pública de Fox, antiguo jefe del Centro de Investigación y Seguridad Nacional también sería bueno ponerlo así en el original, cabeza de la agencia nacional de investigación policíaca de México.

Sobre el terreno, estaba a cargo el director de seguridad pública del estado de México, Wilfrido Robledo, desacreditado ex jefe de la Policía Federal Preventiva, bajo mandato de Zedillo y primo del líder narco Mario Villanueva Madrid, antiguo gobernador de Quintana Roo que actualmente cumple condena en la misma prisión de alta seguridad en que se encuentran Nacho del Valle y la cúpula del Frente.

Cinco mandos regionales de la PFP fueron llevados a coordinar la logística. Tal y como ha sido el modus operandi en otros asaltos gubernamentales recientes a grupos de campesinos y trabajadores en resistencia, tiradores certeros de la policía estatal de elite protagonizaron, ese 4 de mayo en San Salvador Atenco, el regreso de robo-cops federales blande-toletes.

La idea central del esquema de Carlos Montemayor para esta clase de guerra sucia incluye minimizar la presencia de prensa para limitar repercusiones políticas por este tipo de operaciones, bien silenciándola, o bien “incrustando” periodistas en las filas de las fuerzas de seguridad. En Atenco, se permitió a los periodistas atravesar las líneas policiales el primer día de los enfrentamientos para filmar actos de vandalismo por parte de los campesinos enfurecidos, pero al día siguiente fueron agrupados tras la policía invasora para grabar la re-toma de la ciudad. No obstante, a pesar de la manipulación de ambas autoridades y sus editores, los equipos de televisión alcanzaron a tomar algunas de las más espeluznantes imágenes de brutalidad policial jamás mostradas en las pantallas de televisión mexicanas.

Finalmente, Carlos Montemayor señala que, dado que este tipo de represión colectiva está destinada a ser políticamente perjudicial, la clase política debe posicionarse ante actos de violencia de estado antes del ataque o una vez la represión ha culminado. El asalto de Atenco no fue una excepción. Vicente Fox, su partido del ala derecha PAN, y su candidato presidencial Felipe Calderón, junto con el abanderado del antes gobernante (71 años) Partido Revolucionario Institucional (PRI), Roberto Madrazo, respaldaron la “mano dura” mostrada en Atenco. La represión también fue aprobada de forma tácita por el aspirante de centro-izquierda Andrés Manuel López Obrador, del Partido Democrático Revolucionario (PRD) quien declinó condenar la brutalidad policial. Otro gran impulsor de la represión: el gobernador del estado de México, Enrique Peña Nieto, quien una semana después del sangriento enfrentamiento envió miles de litros de pintura a San Salvador Atenco para blanquear la dañada ciudad.

En contraste con los candidatos y su política de partidos, La Otra Campaña zapatista, una cruzada anti-electoral diseñada para unir a las clases menos privilegiadas de México en una alianza antineoliberal ha izado, como bandera de resistencia, las atrocidades cometidas en Atenco. Con el subcomandante Marcos, vocero quijotesco del EZLN, encabezando marchas y promoviendo protestas solidarias contra el gobierno de Fox, la pasada semana (del 10 al 17 de mayo) se celebraron manifestaciones en 17 países y 34 ciudades en apoyo a los campesinos de Atenco.

Una de estas ciudades fue Viena, Austria, donde el presidente Fox fue recibido en su llegada a la cumbre Unión Europea- América Latina, por manifestantes que le gritaban su indignación por las violaciones a los derechos humanos en Atenco.

Irónicamente, las atrocidades de San Salvador Atenco tuvieron lugar la misma semana en que México asumía en Ginebra su puesto dentro de la renovada Comisión de Derechos Humanos de la ONU. Junto con formidables violadores de derechos humanos como China, Rusia, Cuba y Arabia Saudí. México se incorpora a la comisión “con las manos manchadas de sangre” por la represión en Atenco, lamentó José Luís Soberanes, presidente de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, quien ha criticado ampliamente el historial de derechos humanos del régimen de Fox.

“Estamos nuevamente convocados por nuestro dolor” dijo el subcomandante Marcos ante miles de personas – bajo una lluvia torrencial y a una milla del palacio presidencial-, el pasado viernes 12 de mayo, tras una semana de acciones solidarias. “¿Quién puede escuchar las historias de las mujeres de Atenco, de los hombres, de los ancianos que fueron golpeados, y de los jóvenes, y permanecer indiferente? No, nosotros no, no aquellos que forman parte de La Otra Campaña”. Marcos confirmó que La Otra Campaña permanecerá en la Ciudad de México indefinidamente hasta que los campesinos de Atenco sean puestos en libertad.

John Ross está en California, viendo baloncesto. Su último libro Making Another World Possible – Zapatista Chronicles 2000-2006 está en Nueva York siendo examinado por editores.

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