English | Español | August 15, 2018 | Issue #41 | ||||
El hombre que perdió sus vestidurasUna reflexión sobre el ataque policíaco en Atenco: “Un gobierno que no conoce al pueblo no tiene posibilidad alguna de entender que es lo que alimenta su espíritu revolucionario”Por Miles Train
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Fotos: D.R. 2006 Ratón Maicero |
Las órdenes fueron cumplidas con una notable precisión (excepto por lo que se refiere a la prensa). Filmaciones filtradas por la prensa alternativa que estaba presente en el lugar de los hechos, así como algunos videos-clips (que poco después fueron suprimidos, y subsecuentemente mostrados otra vez) de los medios masivos, difundieron imágenes de una horda de agentes de la policía estatal – que portaba todos los arreos de los equipos antimotines- golpeando salvajemente a ancianos inconscientes, mujeres asustadas con sus rostros ensangrentados que eran arrastradas, frágiles adolescentes descamisados y con huellas claras de profundas laceraciones, una joven levantada y lanzada sobre la cubierta de un camión como si fuese un bulto o un animal, un oficial de la policía restregando su pie entre los muslos de la joven y finalmente, el cuerpo sin vida de un chico de 14 años, con una bala que le perforó el pecho.
Los gobiernos mienten para proteger sus intereses, y puede ser establecido, con relativa seguridad, que la muerte de Javier Cortés Santiago, de 14 años, no era conveniente para el gobierno. La versión oficial lanzada por los medios masivos de información los días 3 y 4, así como en las primeras horas del 5 de mayo (pero refutada por los compas de los medios alternativos que es encontraban en Atenco) fue que Javier perdió la vida por un petardo que lo impactó. La impresión general, o la tendencia implícita- consciente o no – fue que el joven Javier había sido asesinado por los violentos residentes de Atenco.
No obstante, después que los resultados de la autopsia fueron presentados, el Fiscal General del Estado de México, Abel Villicaña, y el gobernador, Enrique Peña Nieto, públicamente reconocieron que el fallecimiento del joven fue a causa de una herida de bala de revólver calibre 38. Pese a que esa arma es precisamente la que usan las fuerzas policiales estatales que participaron en el operativo, Wilfrido Robledo Madrid, Comisionado del Estado para las Fuerzas de Seguridad, rechazó la certidumbre de que alguno de sus muchachos fuese el asesino de Javier, al decir que “ninguno de los elementos que participaron en el operativo estaba armado”.
Sin embargo, y de acuerdo con el testimonio reciente del Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro, los muchachos de Robledo Madrid estaban armados hasta los dientes durante la operación. El testimonio revela que más de 3 mil 500 agentes de la policía estatal estaban armados con armas R-15, escopetas calibre 38 y también con otras de 9 milímetros.
Más tarde, en el testimonio, el Centro de Derechos Humanos preguntó: “¿Y el chico que murió?”
El agente respondió: “Fue por un impacto de 38 especial”.
Centro de Derechos Humanos: “¿Y esa arma quién la utiliza?
Agente estatal: “Nosotros, la policía estatal, y fue un compañero el que disparó”.
Centro de Derechos Humanos: “¿Le disparó al menor al calor de los hechos o fue de manera directa?”.
Agente estatal: “De manera directa. Ya que el niño lo estaba descubriendo que estaba escondido. Dijo que había un policía estatal y éste sacó el arma y le disparó.”
El hombre que abusó de las mujeres y después comenzó a perder sus vestiduras…
El claro perfil de la operación policial –los helicópteros, los informantes en ropas civiles, comandantes y brigadas de regiones apartadas del Estado, como Tlalneplanta, Ecatepec, Nezahualcóyolt, Chalco, Amecameca, y los diversos cuerpos policíacos participantes, como el FAR, Saetas, Caninos, y los Ases, y la Policía Federal Preventiva- que se desató contra los campesinos macheteros de Atenco, así como a los residentes, no dejó lugar a dudas: las órdenes vinieron de arriba. La responsabilidad es ineludible.
Así como George W. Bush fue (y continúa siendo) concreta y explícitamente implicado en, digamos, el escándalo de Abu Gharaib, Vicente Fox es materialmente implicado en todas las consecuencias esperadas o no de los acontecimientos de Atenco. Esta realidad debe tenerlo a él y a sus compinches retorciéndose.
En la mañana del día 4 de mayo, el operativo coordinado entre la policía federal y estatal descendió sobre Atenco con la fuerza de un mazo. Como reportó John Gliber, un colega del Global Exchange, “Alrededor de las 6:30 a.m. unos tres mil policías rodearon Atenco y la invadieron, llenando las calles, cortando a cualquiera a su paso con sus macanas y el gas lacrimógeno, tanto para desorientarlo como para matarlo. Algunos manifestantes fueron baleados a quemarropa con proyectiles de metal y gas, de tres pulgadas de largo por una de diámetro”.
El caos reinaba en las calles. Los residentes de Atenco resistieron la embestida, usando cualquier tipo de medio: quemaron llantas de trailer, lanzaron cócteles molotov y blandieron sus machetes. Tras horas de bombardeo policíaco, la resistencia fue aplastada y San Salvador Atenco sucumbió. De pronto, fue una ciudad ocupada.
Hombres, mujeres y niños se refugiaron en silencio en sus hogares, escondiéndose y esperando a que la violencia pasara. Pero la policía había recibido órdenes específicas.
De acuerdo con el testimonio de los agentes reunidos por el Centro: “Después ya viene la orden. Salió del gobierno, de los comandos que tenían que entrar a las casas; entrar y dispersar a la gente”.
El Centro de Derechos Humanos preguntó: “¿La instrucción era detener a la gente que había participado con los líderes?”.
Agentes del Estado: “No, a todo lo que se moviera. Porque inclusive se detuvo a mucha gente que no tenía nada que ver. Algunos iban a trabajar, otros estaban en sus bicicletas nada más viendo. También se les subió. A toda la gente que se encontraba en la calle y a los que fueron sacados de sus domicilios”.
Jóvenes adolescentes, mujeres, campesinos macheteros, transeúntes inocentes, periodistas mexicanos, activistas extranjeros y foto-reporteros, fueron arrestados indiscriminadamente, de manera sanguinaria, tratados como animales e introducidos en camionetas de la policía y llevados en un inusualmente largo trayecto hasta la prisión de Santiaguito.
Existen varios y horribles testimonios brindados por mujeres de Atenco, y también por activistas extranjeros y periodistas (de Chile, Catalunya y Alemania), acerca de lo que ocurrió en las camionetas cerradas, y sin ley, de la policía en trayecto a la prisión de Santiaguito. Manos asquerosas entre las piernas de las mujeres, puños duros que cayeron sobre sus senos, sacos colocados en sus cabezas. Hubo incluso penetración en algunos casos. Fueron llamadas “putas” y golpeadas por moverse. Fueron manoseadas, ultrajadas, sus rostros presionados sobre charcos de sangre, sus ropas reducidas a jirones. Algunas resultaron violadas, otras fueron mancilladas. Todas sufrieron violaciones. Tras casi tres horas, las camionetas llegaron a la prisión de Santiaguito. Las extranjeras fueron deportadas, las locales fueron lanzadas, temblorosas y sin atención, en celdas en Santiaguito.
El operativo policíaco lanzado contra Atenco, tuvo un directo e irrefutable mensaje: la disidencia no será tolerada; la mano dura del estado será aplicada. La idea, en sus orígenes, es maquiavélica. “Es mejor ser temido que amado”, argumentó Maquiavelo en El Príncipe, citando el hecho de que “es mucho más seguro ser temido que amado, aunque las dos cosas deben ser logradas”. Mas tarde, no obstante, Maquiavelo escribió en el Capítulo XIX que “uno debe evitar ser despreciado y odiado”. Continuó: “El se hizo odiar por sobre todas las cosas”...por se rapaz, y violador de la propiedad y de las mujeres de sus súbditos”.
Rapiña:
En 2002 el gobierno planeó desplazar forzosamente a pobladores de San Salvador Atenco, con el fin de darle camino a la expropiación de 11 mil acres de sus tierras y a la consecuente construcción del nuevo aeropuerto de Ciudad de México. Los pobladores recibieron el ofrecimiento, como compensación a la expropiación, la absurda cantidad de seis pesos mexicanos (50 centavos de dólar) por metro cuadrado. Ellos resistieron. Pelearon duro y bien. Sus propiedades y su vecindario, estaban en riesgo.
La operación policíaca de los días 3 y 4 de mayo de 2006, tuvo como fin desplazar a los vendedores de flores de su mercado tradicional, en el centro del pueblo. De nuevo, fue un ataque contra la propiedad, y contra su vecindario. El gobierno quiso, esta vez, abrir el camino para la construcción de un Wal-Mart (en este caso los tres partidos políticos dominantes están materialmente involucrados: el alcalde de Texcoco, Nazario Gutiérrez (del Partido de la Revolución Democrática PRD); el gobernador del Estado, Enrique Peña Nieto (del Partido Institucional Revolucionario PRI); y Vicente Fox, presidente de la República (Partido Acción Nacional PAN).
Violador de mujeres:
Lo que sigue es un extracto de una carta escrita por Valentina Palma Novoa, una mujer chilena que vivió en México por 11 años y es estudiante de la Escuela Nacional de Antropología e Historia:
Me levantaron de los pelos y me dijeron “súbete a la camioneta puta”. Apenas podía moverme y ellos exigían extrema rapidez en los movimientos. Me abalanzaron encima de otros cuerpos heridos y sangrantes y me ordenaron bajar la cabeza sobre un charco de sangre, yo no quería poner mi cabeza en la sangre y la bota negra de un policía sobre mi cabeza me obligó a hacerlo. La camioneta encendió motores y en el camino fui manoseada por muchas manos de policías. Yo sólo cerré los ojos y apreté los dientes, esperando que lo peor no sucediera.Con mis pantalones abajo, la camioneta se detuvo y se me ordenó bajar. Torpemente bajé y una mujer policía dijo: “a esta perra déjenmela a mí” y golpeó mis oídos con las dos manos. Caí y dos policías me tomaron para subirme al bus en medio de una fila de policías que nos pateaban.
Arriba del bus otra policía mujer preguntó mi nombre, mientras dos policías hombres pellizcaban mis senos con brutalidad y me tiraron encima del cuerpo de un anciano cuyo rostro era una costra de sangre. Al sentir mi cuerpo encima el anciano gritó de dolor. Traté de moverme y una patada en la espalda me detuvo. Mi grito hizo gritar al anciano, nuevamente, que pedía a dios piedad.
Una voz de mujer me ordenó que me acomodara en la escalera trasera del bus. Así lo hice y desde ahí pude ver los rostros ensangrentados de los demás detenidos y la sangre esparcida en el piso. Sin estar yo sangrando, mis manos y ropa estaban salpicadas de sangre de los otros detenidos.
Un gobierno no puede gobernar a personas que no conoce ni entiende. Esta fue la lección del levantamiento Zapatista de 1994 y, otra vez, el cliché nos lo dice: la historia se repite. Los recientes eventos en San Salvador Atenco serán un momento definitorio en la historia de la lucha contemporánea en México. Al final, la Otra Campaña, que ha venido ganando lentamente, laboriosamente, un innegable momentum en los estados del sur y el centro de México (pese a la sistemática falta de cobertura de los medios masivos de información), es un movimiento de conciencia. Como tal, no puede ser medido en urnas o estadísticas: es un movimiento en ascenso que es fuerte en sus raíces.
Cualquier cosa que ocurra en los próximos meses en San Salvador Atenco –sean o no liberados los prisioneros, o se quede o no Marcos en Atenco, (hasta que el último sea liberado, como ha prometido) haya impugnaciones o no, exija o no el gobierno que el EZLN se desarme- las elecciones presidenciales van a tener lugar en el tiempo que se proyectaron.
Habrá altisonantes ceremonias inaugurales, tratados internacionales se seguirán firmando, miles de inmigrantes continuarán escurriéndose por las fronteras, los precios del café, del fríjol y de los granos seguirán bajos, los trabajadores rurales seguirán inundando las ciudades, la impunidad seguirá reinando. Pero San Salvador de Atenco quedará incrustado en la memoria colectiva mexicana.
Ser perderá en los reportes de la prensa, pero seguirá alimentando la revolución de conciencias que está ocurriendo en La Otra Campaña. San Salvador Atenco no simbolizará solamente un lugar de protesta popular heroica, sino también un lugar en el que los latigazos diarios a la dignidad sufridos por el pueblo de manos de las instituciones del estado, le fueron dados movimiento y forma. Al final, el gobierno que no conoce al pueblo no tiene posibilidad alguna de comprender qué alimenta su espíritu revolucionario.
El Hombre, un día, camino abajo, perderá sus vestiduras. Estas ya comenzaron a deshilacharse. Él estará desnudo en un destello y, entonces, no durará... No durará.
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