English | Español | August 15, 2018 | Issue #40 | ||
Ex braceros y zapatistas unidos para acabar con el sistema que los despreciaTrabajo esclavo: la historia de migración mexicana a EUPor Bertha Rodríguez Santos
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En la reunión con las y los Braceros, el vocero zapatista recibe el pan de cada día Foto: D.R. 2006 Sarahy Flores y Roberto Chankin Ortega Pérez |
Notablemente cansados por la carga de los años, los ex braceros, la mayoría entre los 60 y 90 años de edad, comenzaron a ocupar las sillas de la explanada donde más tarde se presentaría el Subcomandante Marcos. También se encontraban las viudas de los ex braceros y sus hijos. Muchos llegaron del interior de Tlaxcala pero también asistieron delegados del Estado de México, Distrito Federal, Hidalgo, Querétaro, San Luis Potosí, Zacatecas, Puebla, Oaxaca, Veracruz, Guerrero, Aguascalientes, Jalisco y Morelos, estados que conforman la Asamblea Nacional de Braceros (ANB).
Experiencias llenas de sacrificios, humillaciones y explotación salpican la vida de estos hombres que aún guardan la esperanza de sobrevivir en base al cultivo de sus tierras, algún pequeño negocio o la pensión de alguno de sus familiares cercanos.
Gerardo Vásquez Herrerías, originario de San Cosme Xalostoc, Tlaxcala, narra cómo a los 18 años se vio obligado a entrar al Programa Bracero. El país entero, cuenta el anciano, atravesaba una fuerte crisis económica. La pobreza se palpaba en todos los rincones después de los años aciagos que siguieron a la Revolución Mexicana, como lo consigna Mauricio Ocampo Campos en su tesis “Forma de Organización Sociopolítica del Movimiento Ex Bracero en Tlaxcala”. Mientras tanto, Estados Unidos enfrentaba una crisis económica todavía mayor pues había comenzado la Segunda Guerra Mundial y el país necesitaba mano de obra barata para sostener su economía.
La construcción de las vías de ferrocarril necesarias para transportar la producción estadounidense así como otras actividades de la industria ferrocarrilera fue uno de los principales trabajos de los braceros de aquel tiempo. Los campos de cultivo de algodón y vegetales también eran levantados con las manos de los campesinos mexicanos.
A sus 63 años, Vásquez Herrerías recuerda lo difícil que era la vida en el campo. “En 1965 cayó una helada en todo el país, no había que comer, no había trabajo. Había mucha necesidad. Antes, se producía maíz pero el trabajo se hacía con yunta o a pulso. Nuestras familias vivían en casas de tejamanil o zacate; el piso era de tierra. Nosotros no teníamos mesa y comíamos en el suelo”.
Comenta que él era el sexto de diez hijos, por lo que se sentía obligado a buscar otra forma de ayudar a sobrevivir a su familia.
En las manos del campesino aún hay huellas del rudo trabajo que le tocó desempeñar en los campos algodoneros de Texas y Arizona. Comenta que al no tener experiencia para manipular los capullos de algodón muchos braceros regaban su sangre en los surcos al sufrir cortadas.
“Sufríamos mucho”, dice y luego agrega que el pago que recibía la mayoría de trabajadores era de 13 centavos de dólar por cada libra de algodón.
Los testimonios de los ex braceros hablan de sus trabajos en California y Arkansas, “junto al río Mississipi”, como recuerda Francisco Flores Muñoz, de 75 años de edad y originario de San Felipe Cuauhtenco, así de como casi todas las tierras del sur de Estados Unidos.
Casi todos los braceros conocieron humillaciones desde que eran aventados a las góndolas de los trenes que los trasladarían hasta los sitios de contratación. A todos les practicaban revisiones físicas que incluían una especie de “desinfectación” de probables enfermedades. “Ellos sufrieron un trato muy inhumano”, señala Felipe Monroy Sandoval, hijo de un ex bracero y asesor de la delegación del estado de Guerrero.
Monroy afirma que muchas de las condiciones establecidas en los contratos fueron ignoradas por los patrones ya que estos documentos establecían que a los trabajadores mexicanos se les daría el mismo estatus que a los trabajadores norteamericanos, no había condiciones de vivienda digna, había mucha discriminación. “Muchos sitios de trabajo eran como campos de concentración donde las jornadas mínimas de trabajo eran de 12 horas. Cuando era necesario los hacían trabajar hasta de noche”.
Los zapatistas conocen esta historia y se ven reflejados en ella. Marcos dijo que los indígenas entienden el dolor y sacrificio de los hombres y mujeres que integran el movimiento de ex braceros. En sus encuentros por los ocho estados del país que han recorrido con La Otra Campaña se han topado “con ancianos que nos dicen: nos tratan como si fuéramos un mueble que no sirve, como que estamos estorbándoles. No nacimos ancianos, nosotros trabajamos mucho y ahora nos quieren hacer a un lado, nos quieren matar”.
“Nosotros los entendemos, a los indígenas nos pasa lo mismo y sentimos mucha indignación y rabia”.
Indicó que los ex braceros tuvieron que ir a trabajar en condiciones de peligro pues se vivía en medio de una guerra mundial. “¿Qué tal si caen bombas en el campo? ¿Quién va a morir y quién va a quedar lisiado? Pues los trabajadores mexicanos”.
Ellos también vivieron, agregó Marcos, el maltrato racista de los capataces, “por nuestro color y nuestra lengua”.
Ahora el gobierno trata a los ex braceros como “si fueran limosneros”. Y es que “al gobierno no le cuadra. Los viejitos son como los indios: solo sirven para hacer cositas y para pedir limosnas”.
Agregó que el gobierno no lo entiende porque está allá arriba, si estuviera abajo, entendería el dolor y la dignidad. Los que tienen el poder dicen: “voy a esperar a que te mueras, a que los indígenas mueran, a que nos arrepintamos del color que tenemos, de la lengua que hablamos”.
Calificó como una limosna los 38 mil pesos por persona que ofrece la ley aprobada hace cinco meses por los legisladores y que crea el Fideicomiso de Apoyo a los Ex braceros que Prestaron sus Servicios en Estados Unidos de 1942 a 1966.
Según los cálculos de los ex braceros, ellos tendrían derecho a unos 180 mil pesos por cada contrato, incluidos los intereses acumulados por todos estos años, que a su juicio fue un “jineteo” de dinero por parte de los bancos encargados de transferir el recurso.
De acuerdo a información proporcionada durante el encuentro con el representante zapatista, “el dinero que nos descontaron fue depositado al banco Wells Fargo, el cual hizo una transferencia al Banco Nacional de México (Banamex); éste a su vez lo transfiere al Banco de Crédito Agrícola, que estuvo jineteando nuestro dinero por 36 años hasta que en 1975 lo transfirieron al Banco Nacional Rural (Banrural), que ahora ya no existe. Esto es injusto”.
En tono serio y a veces con una gran emoción manifiesta, los campesinos expresaron que “la palabra no muere aunque el silencio acompañe nuestros pasos. Esta lucha la seguirán nuestros hijos y quienes se solidaricen con nuestros reclamos que son justos”.
Después de leer con gran dificultad un documento, el indígena mixteco Aureleano Santiago Naranjo, proveniente de Juxtlahuaca, Oaxaca, pidió con lágrimas en los ojos al Subcomandante Marcos, que las demandas de los braceros sean incluidas en el programa de lucha del EZLN.
Varios de los ex braceros expusieron cómo sus representantes han acudido a las diferentes instancias del gobierno, desde la Cámara de Diputados, el Poder Ejecutivo representado por el presidente Vicente Fox y hasta la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Ante esta última, el pasado 17 de enero, la ANB presentó una demanda en la que se exige a las dependencias federales, como la Secretaría de Gobernación, la Secretaría del Trabajo y Previsón Social (STyPS), la Secrestaría de Relaciones Extranjeras (SRE) y Banrural, rindan cuentas sobre el paradero del fondo de ahorro de los ex braceros. Sin embargo, hasta el momento “una a las otras se echan la bolita”; por ello, los campesinos solicitaron al EZLN haga suya la petición de “que se devuelva el fruto del trabajo” realizado por miles de mexicanos.
Por su parte, los zapatistas, según expresó el Delegado Zero, retomaron esta lucha como suya y continuarán su recorrido por el país para sumarse a las luchas de los pueblos indios, obreros, campesinos, hombres, mujeres, jóvenes, niños, inmigrantes, y “otros ancianos que también dicen que no es justo que nos traten como si fuéramos una basura”.
“Queremos hacer un levantamiento nacional nada más que sin armas. Con un movimiento de todos, para que se vayan los del gobierno”. Marcos también se refirió a la necesidad de acabar con un sistema que nos desprecia y a la mentira de los partidos políticos que a veces se pinta de verde, blanco y rojo; a veces, de azul y otras de amarillo y negro.
Al inicio de su intervención Marcos dijo que para los zapatistas, la gente que más vale es la de edad mayor. De hecho, aclaró que en el EZLN los que mandan son hombres y mujeres mayores. “Nosotros los escuchamos con atención porque es mayor su conocimiento. Nosotros no pensamos que la gente vale por sus estudios, porque hable muy bien o porque eche mucho rollo. Nosotros vemos su corazón sencillo, su palabra, su trabajo”.
Durante su intervención Marcos recibió muestras de aprecio por parte de varios de los presentes como una mujer que de repente se presentó para darle unos tlacoyos –por algo él se encontraba en la tierra de la tortilla de maíz, de donde deriva la palabra Tlaxcala, en lengua náhuatl-, y un tlaxcalteca que le entregó pan de fiesta.
Finalmente, el Delegado Zero propuso a los ex braceros participar en la gran movilización que realizarán los trabajadores de todo el país, el próximo Primero de Mayo para conmemorar el Día del Trabajo en la ciudad de México, “para ver si no les da vergüenza que nos vean juntos y escuchen nuestra voz de justicia”.
La otra propuesta es que los ex braceros se acerquen a los actuales trabajadores migrantes en Estados Unidos que participarán en las reuniones que se realizarán en las ciudades fronterizas de Tijuana y Ciudad Juárez, en el mes de junio. El EZ se comprometió, a través de Marcos, a apoyar con el transporte a siete representantes de los ex braceros con tal de que los mexicanos y mexicanas que viven del otro lado de la frontera “conozcan su lucha contra la injusticia y los apoyen”.
Después de formar las vallas humanas que darían paso al Sup Marcos, los presentes advirtieron a gritos: “Somos braceros. No somos limosneros”, “Gobierno, ratero, regresa el dinero”.
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