El canto del gallo o la lucha por la visa
Discriminación y burocracia
Por Laura del Castillo Matamoros
de la Escuela de Narco News de Periodismo Auténtico
3 de marzo 2003
Son las 8:30 am y Bogotá arde como el infierno que es. Es viernes, 7 de febrero, tengo la cara maquillada con mi característico gesto de cordero degollado y me encuentro parada en la entrada del consulado mexicano en Colombia. Estoy dispuesta a decirle al vicecónsul que padezco una enfermedad terminal y que mi último deseo en vida es asistir a un “encuentro de periodistas independientes en Mérida” (no puedo decir de qué se trata realmente porque si lo hago no sólo me niegan la visa, sino que me encarcelan por “tener vínculos con el narcotráfico”), con tal de que se me entregue la visa de turista hoy mismo.
Ya no puedo más. Para estar aquí tuve que atravesar, desde mi casa, media ciudad con este maldito sol encendiendo mi cabeza y la desesperanza que cargo entre pecho y espalda. Cómo diría Murphy, “Cuando las cosas están bien es porque algo va a funcionar mal”.
Faltan 3 días para viajar a Mérida y unirme a la pandillla de la Escuela Narco News de Periodismo Auténtico. Nuevamente la rueda de la fortuna gira al revés. Si hoy no logro convencer al vicecónsul estoy dispuesta a mandar todos mis sueños al demonio. Pero… un momento ya el celador del consulado-búnker va a dejarme entrar y tengo que hacer la estúpida sonrisa de pastel, tal y como lo indica el protocolo….
17 de enero: El inicio de la pesadilla
¿Qué demonios hacen las secretarias del consulado de México en Colombia mientras el teléfono de la recepción no para de sonar? Llevo media hora llamando para tranquilizar a mi mamá. Ella cree que “los presentimientos de una madre nunca se equivocan”...
Ya me cansé de llamar. Nunca he servido para ser persistente con los trámites burocráticos, para hablar en las instituciones y exigir que se respeten mis derechos como ciudadana. Llamo a mi hermano mayor que sabe de todas estas cosas…
—Tramite una visa para asistir a eventos culturales. Dígale a los locos que la están invitando a ese evento que envíen una comunicación oficial al embajador de México en Colombia donde se diga que ellos se encargan de todo allá.
Parece sencillo. Salgo ya mismo a la casa de mi hermana para poner un email a Giordano. Con esa comunicación la visa estaría en mis manos en menos de lo que canta un gallo…
17 de enero
Giordano me envía un email diciendo que es imposible que Narco News envíe un comunicado a la embajada de México porque la Escuela de Periodismo Auténtico, siendo un intercambio cultural gratuito y sin fines de lucro, no está registrada como una institución legal, así que me recomienda sacar una visa de turista y escribirle a Luis Gómez, su “asistonto”, para hallarle una salida al problema.
Se avecinan problemas, vamos a ver qué tan buen asistonto es Luis, mientras calmo la histeria de mi mamá y mis hermanos mayores que, con la respuesta de Giordano, están pensando que me voy a meter en algo ilegal. Ya les dije que no hay trata de blancas hacia México y que no creo que los tratantes se fijen en las cualidades académicas de sus víctimas.
19 de enero
Gómez ha tenido una buena idea: mandar una carta a nombre de la Universidad de Yucatán, entidad que patrocina el evento. A mí también se me había ocurrido. Todo un fenómeno paranormal de conexión telepática.
Luego de leer la carta de Luis, entro a la página de la embajada de México en Colombia y acabo de ver que la visa de turista es gratuita para ciudadanos colombianos. Se volvieron benévolos de un momento a otro. Pero no todo, o mejor, casi nada en la vida es gratis. Cuando veo cuáles son los documentos de requisito me dan ganas de vomitar.
Hay que demostrar solvencia económica. Además del pasaporte, la foto y el formulario de solicitud tengo que anexar mis últimos tres extractos bancarios, una constancia de que trabajo en donde se diga que gano más de $1´000.0000.
Me pregunto ¿qué diferencia habrá entre los turistas que se van por “el hueco” de México a Estados Unidos, sin dinero, y entre los que demostrando mucha solvencia económica se van igual, para llevar a cabo actos ilegales cubiertos de seda y buenos modales? ¡Qué xenofobia más extraña! Pero, en fin, no había tiempo de autoplantearse discusiones políticas por el momento.
Mi trabajo en los últimos tres meses había consistido en mirar el techo, babeando, mientras pensaba en Mérida, leer sobre la Guerra contra las Drogas en Colombia y jugar “Crash Bandicoot” en el Play Station con mi sobrino de seis años. Así que seguro a mis hermanos les tocaría correr con la resposabilidad del asunto. Los llamo y juego a medir el volumen más alto de los tres gritos neuróticos que recibo por teléfono. Siempre dejó todo para última hora… no quiero ir al consulado, ni entenderme con los funcionarios públicos, ni sacar, no sé de dónde, el carisma femenino que no tengo.
25 de enero: El gallo tiene problemas de garganta
Siento que acabo de traicionar mis ideales juveniles anarquistas. Acabo de llegar al consulado de México en Colombia que queda en la zona más high de Bogotá. El viaje en la buseta desde mi casa duró una hora y encima tuve que ir de pie, escuchado ausente en mi walkman “Guerrilla Radio” de los Rage Against the Machine; una actitud masoquista, supongo. Tenía que tratar de amar un poco al sistema en ese momento, para mostrarles mi lado más dulce a los funcionarios.
Menos mal iba con mi papá. Él estaba pendiente de que no llegaramos al lugar equivocado y, de repente llegamos, ahí estaba el gran edificio negro de la embajada con sus estatuas gigantescas, rodeada de las oficinas de bancos extranjeros. Todo tan chic y yo seguía escuchando a los Rage Against the Machine. ¡Qué falta de compostura!
La fila es larga y tengo todos los documentos completos. Los últimos extractos bancarios de tres de mis hermanos (los que eran responsables y trabajaban), sus constancias de trabajo. Y lo más importante, la carta de la Universidad de Yucatán que no me tomé el trabajo de leer. Estoy haciendo la fila y tengo una sonrisa estúpida en el rostro. Pienso que esa visa es mía. Finalmente es mi turno y trato de ponerle mi mejor cara a la gorda de la ventanilla que pide los documentos. Me los recibe sin problema, todo parece estar en orden, tal y como lo indica el protocolo. La visa me la entregan el 5 de Febrero… nos vemos en Mérida, pandilla auténtica.
5 de febrero: La muerte del gallo
Hoy la fila está más bien corta. Tengo en mi mano el vale para reclamar la visa. Estoy caminando entre nubes, me veo ya en Mérida, tratando de hacerle el quite al sistema. Debe ser por eso que hasta ya le he cogido cariño a este edificio, patética imitación en miniatura de alguna de las torres gemelas, supongo…
Llega mi turno y me dirijo hacia la ventanilla con la más soberbia de mis sonrisas, un aparente gesto amable que en realidad significa algo así como “Esta vez gané la guerra, gusanos”. Tengo una sensación parecida a la producida por la sagradísima Ganhja que no dura mucho porque me veo obligada a aterrizar forzosamente en la realidad.
—Todavía no le podemos dar la visa, porque necesita un “permiso de internación” —dice la gorda.
—¿Puede explicarme qué es eso? —digo mientras mi manos comienzan a temblar.
—Es un permiso que tienen que gestionar en México las personas que la invitaron a usted. Pero ¿quiere que sea sincera? —dice, mientras le brillan los ojos de satisfacción y mostrando una aparente actitud compasiva— Ese documento se demora dos semanas en salir.
—¿Cómo? ¿Dos semanas? Pero señorita, yo debo viajar el lunes.
—Ahí sí no se puede hacer nada más. Por si acaso, cuando el permiso ya esté listo, tiene que volver a dejar aquí todos los documentos.
—¿Pero esos documentos no quedaron aquí luego?
—No señora, esos documentos ya están en un archivo muerto en México.
Y con lo del archivo muerto, ahí si me mató la maldita gorda. Supongo que ya no hay nada más que decir y que tampoco estoy en condiciones para hablar. Sé que si hablo ahora me obligarán a callar para siempre. Eso sí, me voy sin decir las gracias, evadiendo el protocolo….
Supongo que tengo más cara de muerta que el fantasma de la opera a juzgar por la expresión de mi papá cuando me vio salir.
—Mijita, ¿qué pasó?
—Me la negaron papá —la voz se me ahogaba. Vámonos. No quiero estar más aquí.
Las lágrimas están a punto de escapárseme de toda la rabia que tengo. Pero no le voy a dar el gusto a estos desgraciados de que me vean llorar. Tengo que apretar los dientes, como si mordiera acero.
Mi papá me abraza, pero no sirve de nada. Estoy cayendo desde el edificio más alto del barrio de mi corazón, para darme duro contra el piso. Hasta siento ganas de renunciar a Mérida, de no volver a saber nada de la pandilla auténtica, pero no porque no la quiera, sino, precisamente, por todo lo contrario.
Me subo a la buseta con mi papá con un odio que hace mucho tiempo no sentía. Mi cabeza se encuentra entre la ira y la depresión. Siento la misma rabia del joven afroamericano en las calles francesas, mientras es golpeado por skinheads neofascistas; del joven arabe amarrado a la silla del avión en que va a ser deportado; y de la abogada mexicana que es tratada ahora peor que una chupa de retrete, en un lujoso restaurante de Estados Unidos donde trabaja lavando platos.
En la buseta mi papá me acaricia la cabeza diciendo:
—No se me achicopale, que si le salió esa oportunidad ya vendrán otras.
Y yo con los dientes apretados pienso que me importan un rábano las otras oportunidades, que sólo me interesa ésa que está en cierta península que durante estos últimos meses he contemplado como una niñita de cinco años, en los atlas y las enciclopedias, diciendo “allá voy a estar yo” .
De regreso a mi casa, no me queda de otra más que besar en la frente a mi mamá y decirle que sus presentimientos fatalistas eran ciertos. Me aprieta las manos y me dice que no me derrumbe, que ella sabe que soy capaz de hacer alguna tonteria cuando estoy así. Yo sonrío y le digo que no se preocupe, que todo está bien. Ella no me cree nada, me conoce demasiado bien
Ser sudaca y colombiano sale caro. Todos somos identificados con la ilegalidad, el crimen, la amenaza contra los países subdesarrollados. Si logramos entrar allí para quedarnos, podemos poner en peligro el orden democrático internacional o convertirnos en un gasto social adicional del que los Estados quieren deshacerse lo más rapidamente posible. Es por eso que de cada cien colombianos sólo cinco obtienen la visa. Pero yo sólo quiero estar diez días en Yucatán. ¿Es mucho pedir respetable Mr. Establishment?
Estoy demasiado cansada como para pensar en cosas inteligentes . Mi sobrino está con el Play y me hace una hermosa sonrisa de seis años.
—¿Me dejas jugar, manzanita? —le digo.
—Claro tiíta. Mira estoy jugando “Teken”. ¿A quién me escojo?
—A Law. Ése da buenas patadas, nené...
7 de febrero (tres días antes de Mérida):
La resurrección del gallo
Como indica el protocolo entro al búnker-consulado con mi hermano, Rafael, haciendo algo que debimos haber hecho desde hace tiempo: gestionar el trámite de la única manera en que es posible hacerlo: a lo torcido, siendo el recomendado del recomendado del recomendado. Mi hermano conoce al agregado cultural de México en Colombia, así que la diligencia no fue muy complicada.
Después de haber hablado con el vicecónsul, la visa me fue entregada esa misma tarde. Es un documento que puede salir de un día para otro. Es triste pensar que otras personas, que no cuentan con influencias, tendrán que esperar varios años para conseguirlo. Ésas son las zancadillas de la burocracia.
Definitivamente la vida es una novela de Kafka. Yo, por mi parte, estoy tratando de zafarme mi caparazón de escarabajo…
11 de febrero. Mérida, Yucatán. 11:00 pm. Hotel Trinidad.
Ayer se averió el avión y no pude llegar. Si hoy algo hubiera salido mal, habría pensado que la Diosa Fortuna me estaría haciendo alguna advertencia oscura. Pero estoy aquí, conociendo a los miembros de la pandilla auténtica y buscando a alguien que calle a ese maldito gallo que no nos deja disfrutar de las pocas horas de sueño que tenemos. ¿Qué le pasa? ¿Se cree tenor?... y con todas las tareas que hay para mañana.
Full Disclosure: The author wishes to acknowledge the material assistance, encouragement, and guidance, of The Narco News Bulletin, The Narco News School of Authentic Journalism, publisher Al Giordano and the rest of the faculty, and of the Tides Foundation. Narco News is a co-sponsor and funder of the international drug legalization summit, “OUT FROM THE SHADOWS: Ending Prohibition in the 21st Century,” in Mérida, Yucatán, and is wholly responsible for the School of Authentic Journalism whose philosophy and methodology were employed in the creation of this report. The writing, the opinions expressed, and the conclusions reached, if any, are solely those of the author.
Apertura total: El autor desea reconocer la asistencia material, el ánimo y la guía de The Narco News Bulletin, La Escuela de Narco News de Periodismo Auténtico, su Director General Al Giordano y el resto del profesorado, y de la Fundación Tides. Narco News es copatrocinador y financiador del encuentro internacional sobre legalización de las drogas “Saliendo de las sombras: terminando con la prohibición a las drogas en el siglo XXI” en Mérida, Yucatán, y es completamente responsable por la Escuela de Periodismo Auténtico, cuya filosofía y metodología fueron empleadas en la elaboración de esta nota. La escritura, las opiniones expresadas y las conclusiones alcanzadas, si las hay, son de exclusiva responsabilidad del autor
Abertura Total: O autor deseja reconhecer o material de apoio, o propósito e o guia do Boletim Narco News. a Escola de Jornalismo Autêntico, o editor Al Giordano, o restante de professores e a Fundaçáo Tides. Narco News é co-patrocinador e financiador do encontro sobre a legalizaçao das drogas Saindo das Sombras: terminando com a proibiçao das drogas no século XXI em Mérida, Yucatan, e é completamente responsável pela Escola de Jornalismo Autêntico, cuja filosofia e metodologia foram implantadas na elaboraçao desta reportagem. O texto, as opinioes expressadas e as conclusoes alcançadas, se houver, sao de responsabilidade do autor.
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