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Espejo del espíritu indígena

Don Andrés Vásquez de Santiago


Por Bertha Rodríguez Santos
Profesora de la Escuela de Periodismo Auténtico de Narco News

18 de febrero 2003

Casi un siglo de la historia de México está resumido en la vida del veterano combatiente zapatatista, quien es además nuestro decano honorario. Queridos lectores, conoczcan y quieran como nosotros a don Andrés.


Don Andrés Vásquez de Santiago
Photo D.R. Jeremy Bigwood 2003

—¡Fulano de tal! Gritaba el capataz mientras pasaba revista frente a los peones acuartelados en la hacienda de San Antonio Calinchar, Guanajuato.

—¡Ave María!, susurraban los indígenas que trabajaban de sol a sol, pero como era costumbre, terminaban endeudados para siempre con la tienda de raya por disposición del hacendado y por consejo del cura. Si no podían pagar los padres, los hijos heredaban el peonaje, que para los indígenas no era más que el trabajo esclavo.

Hombres fatigados, hambrientos y semidesnudos observaban con miedo y silencioso rencor a ese ser que tanto desprecio descargaba sobre sus rostros. Muy pronto los hombres de Villa y de Zapata pasarían por esas tierras, levantando el ánimo de los campesinos. Eran los comienzos del siglo XX mexicano, ahora pasajes en la memoria de don Andrés Vásquez de Santiago, un hombre que durante casi un siglo ha vivido la historia de México.


Don Andrés con Miguel Álvarez en Mérida
Photo D.R. Maria Botey Pascual 2003

A sus 93 años, don Andrés, como le dicen de cariño sus amigos y compañeros de lucha, recuerda perfectamente los acontecimientos más significativos de su vida personal y la historia de agravios y de luchas que ha librado su gente.

Sentado a espaldas de la fuente de la Universidad Autónoma de Yucatán (UADY), a la que acudió como invitado especial a la confencia “Saliendo de las sombras: terminando con la prohibición a las drogas en el siglo XXI”, patrocinado por esa casa de estudios, Narconews y el diario Por Esto! —realizado del 12 al 15 febrero en la capital yucateca—, don Andrés narra su vida de peón acasillado y sus experiencias como defensor de los ideales de Villa y de Zapata así como de sus hermanos indígenas.

Descendiente de los antiguos chichimecas, ahora parte del pueblo ñahñú, don Andrès también fue comandante rural y férreo opositor de los cristeros. Igualmente fue bracero, interlocutor de varios presidentes de la república, curandero y ahora una inspiración para los nuevos zapatistas. Don Andrés, quien nació el 30 de noviembre de 1910 —“ocho días después” de que estallara la Revolución Mexicana—, ha presenciado los episodios más drásticos que haya protagonizado y padecido el México profundo.

Las Haciendas: campos de concentración y tumbas para los indios

Desde temprana edad, don Andrés vivió las injusticias que padecían los peones. “Había trabajo de esclavitud en las haciendas, nos llevaban de 10, 12 años, con tal de que no fuéramos a la escuela. Los sacerdotes no dejaban que los padres de familia mandaran a sus hijos a la escuela para que les enseñaran a leer porque creían que al saber leer íbamos a saber nuestros derechos mexicanos. Ahí ganábamos 18 centavos por trabajar todo el dìa, los mayores ganaban 50”, recuerda en la distancia.

La opresión que se vivía en todo el país llevó a los revolucionarios a empuñar las armas y bajo el grito de “¡Tierra y Libertad!”, la sangre indígena y campesina comenzó a regarse en el suelo mexicano.

Por muchos años no hubo tranquilidad y cuando finalmente la paz se veía en el horizonte, los campesinos se encontraron diezmanos por la hambruna.

Don Andrés, aún se pregunta incrédulo:

—¡Quién sabe cómo tenemos vida! ¡En 1916, cuando se acabó la Revolución, nos quedó un hambre! No había qué comer. Nos tocaban dos tortillitas al día. No se si conozcas las viznagas [cactus] que se daban en los cerros. Bueno, en mi tierra se daban unas así —dice mientras mueve las manos abarcando el ancho de su pecho—, nosotros nos las acabamos. También comíamos raíz de pasto, lo tiernito, lo blanco que tenía era lo que comíamos mientras andábamos trabajando.

Cuenta que cuando alguien llegaba a una hacienda difícilmente podía salir de ella. “Cuando se puso fin a la revuelta campesina muchos pueblos se quedaron sin gente porque ellos se alojaban en las haciendas donde había trabajo”. Sin embargo, explica que el gobierno y los hacendados se pusieron de acuerdo para exigirles una carta de recomendación; cuando los peones no soportaban las difíciles condiciones de vida y decidían abandonar los campos, marchaban en busca de un nuevo patrón pero al no llevar ese documento conocido como la Carta de hombría de bien, se veían obligados a regresar al lugar de donde habían huido.

En ese entonces se fortaleció una alianza entre el clero, los latifundistas y el gobierno para apaciguar los ánimos revolucionarios. Don Andrés afirma que “odiaba a los sacerdotes cuando evitaban que fuéramos a la escuela” y confiesa: “ a mí me empezaron a caer mal los curas porque favorecían en sus misas al rico”.

—“No agarren tierras del ejido que ofrece el gobierno sinvergüenza de Zapata”, nos decían: “los ricos son ricos porque supieron trabajar”.

“¡Supieron agarrar nuestras tierras mexicanas!”, grita don Andrés como si estuviera frente a los sacerdotes.

La ultraderecha religiosa fue la que precisamente arrastró a miles de indígenas y campesinos a la Guerra Cristera que de la noche a la mañana convirtió a miles de campesinos —vestidos con grandes sombreros y huaraches—, en guerrilleros de Cristo Rey.

Animados por un fanatismo religioso inculcado por el clero, los cristeros declaraban ser “soldados de Cristo, guerreros de la cruz, defensores de la verdad”. Desde 1917, los responsables de esta revuelta crearon la Unión Nacional de Padres de Familia (UNPF) para oponerse a la educación laica. Años más tarde, en 1937, fundaron en León, Guanajuato, la Unión Nacional Sinarquista cuyos integrantes siempre manifestaron su admiración por Hitler, Mussolini y Hernán Cortés. Su odio contra el comunismo y el semitismo nunca fue un secreto.

Don Andrés recuerda: “En 1927, el gobierno de Plutarco Elías Calles cerró los templos para poder repartir las tierras porque los sacerdotes se tropezaban por defender a los ricos, que luego mandaron gente a los cerros de todo el país para que combatieran a Plutarco Elías Calles y al general [Lázaro] Cárdenas”.

“En ese tiempo —prosigue—, los sacerdotes hacían su misa en cualquier parte, cuando bajaban de donde estaban escondidos”.

Pero en 1938 el presidente Lázaro Cárdenas decretó la expropiación de las tierras y, a juicio de don Andrés, fue el tiempo en que hubo “gobierno para los pobres”.

Cuando el general Lázaro Cárdenas repartió armas en todos los ejidos del país, para contrarrestar las matanzas de los cristeros, él fue nombrado Comandante de la Defensa Rural e incluso le tocó “la última corrida contra los cristeros”. Cuando éstos llegaron a su pueblo natal, San Bartolo Agua Caliente, en el municipio de José El Alto, Guanajuato, con la intención de convencer a los campesinos para que se sumaran a las cruzadas, don Andrés los corrió a balazos.

Las anécdotas de este abuelo abundan: “En esos diez años, allá por 1949, tuve que renunciar por un disgusto que tuve con un general que era mi jefe. Quería que fuera a cuidarle unos balnearios que todavía están en San Bartolo, con mis once soldados.

“—Yo no puedo ser guardián de los ricos, le contesté.
“Hacía mucho frío. Yo usaba un gabancito de lana y llevaba la pistola —una 45— en el pecho, estaba como temblando de frío.

“¿Eres mi soldado o no eres mi soldado? me preguntó el general, y yo contesté:

“—Si soy su soldado pero no para los ricos.
“Me puso la pistola en la cara pero yo estaba preparado. Pensé ‘la levanto y aquí…”

En opinión de don Andrés, el pensamiento de la derecha radical religiosa no desapareció con la muerte de los cristeros pues de los grupos sinarquistas nació el actual Partido Acción Nacional (PAN).

“Yo he andado por todas partes”: don Andrés

La energía que muestra este hombre es admirable. En 1950 trabajó en los cultivos de algodón de Texas. “Ahí nos trataron como bestias. Nos metieron en un corral como animales; a las dos de la tarde nos llevaron a otro corral cercado de madera. El primer contratista escogía a la gente más alta y fuerte y se llevaba diez o quince. El último, se llevaba a la gente más chaparra. Yo he andado por aquí y por allá”, confiesa y luego ríe a carcajadas.

Habla de los problemas de la tierra que a principios del siglo enfrentaban los mexicanos.

—¿Cuántos cuarterones (que era un kilo y medio) le caben a tus terrenos?, preguntaban por parte del hacendado.

—Pues le caben tres, algo así.

—El patrón te los compra.

—No pienso vender, señor.

—Pues ahí tú sabes si te decides, lo que te da, bien, y si no, de cualquier manera el terreno es del patrón.

“¡Pues ya qué! decía aquél. Cuatro o cinco pesos que le dieran, tenía que recogerlos y dejar el terreno. Desde entonces tomaba yo en cuenta que el gobierno, el clero y el rico son los tres elementos contrarios que tenemos nosotros los más pobres, que somos todos nosotros”.

“Con carácter campesino”

El veterano zapatista no oculta el haber sido miembro del Partido Revolucionario Institucional de aquellos tiempos. “Fui priísta y andaba dentro del gobierno, pero con mi gente pobre”, dice orgulloso.

Fue cuatro veces regidor municipal, comandante de la Defensa Rural, desempeñó todos los cargos ejidales. “No le tenía miedo a ningún político ni a ninguna oficina, yo les entraba derecho”.

—¿Con qué carácter está usted metiendo campesinos a la oficina?, se le imponían los funcionarios agrarios.

—¡Con carácter campesino!, respondía invariablemente. “Ustedes vienen a ocupar un cargo pero no le sirven al campesino. A este no le deberían de poner departamento agrario”.

—¡Bautícelo ahorita!, le decían en tono irónico.

—Departamento de Desesperación, porque está lleno de campesinos y no nos dan solución.

“Mire, licenciado, aquí lo que se necesita ahorita en términos de la violación al artículo 27, necesitamos un Zapata, un Villa que fueron los caudillos de la Revolución de 1910. Me gustaba el pleito con los jefes. Es lo que falta ahora en los pueblos. Fíjate lo que son los funcionarios que no nos atienden”.

Los pequeños ojos negros de don Andrés brillan cuando platica sobre su infancia. En seis meses que asistió a la escuela, aprendió todo lo necesario para defenderse en la vida. “Aprendí a hacer cuentas, leer, escribir…”.

“Muchos a los que les arreglaba sus problemas en el ministerio, me preguntaban. ¿Cuánto te debo?

—¡Pues qué quieres deberme si dices que estás fregado y yo fregado, ¿qué vamos a hacer?

—Me debes los saludos cuando pasé por tu rancho algún día. Ésa era la paga, y toda la gente pobre, campesina, estaba conmigo, también los políticos me buscaban. En el gobierno tienen miedo porque abusan del pobre y su conciencia los lleva al remordimiento.

Compara el pasado con la realidad actual. Al referirse a las reformas al artículo 27 Constitucional realizadas por el Carlos Salinas, considera que “muchos se aprovechan para vender su parcela pero dejan a su familia sin dinero y sin tierra, pero el dinero se les va en vicios y no veo justicia en eso. El gobierno lo hace con el fin de que las tierras vuelvan a los ricos, los empresarios. Antes con la tierra nos esclavizaron mucho”.

Continua: “El dinero está devaluado, se que la tierra no debe ser vendida porque es la tierra que tiene cada ejidatario. Nosotros no la compramos. Dieron la sangre los revolucionarios pero no hemos sabido apreciar esa sangre. Esa sangre habría que empezar a reclamar… la sangre de la juventud que se derramó en la matanza del 68 también se tiene que reclamar pero somos muy cobardes, no tenemos valor civil… en 1950 platiqué con el general Lázaro Cárdenas. El general Celestino Gasca estuvo en la cárcel por haber sido revolucionario… no todos recordamos algo que nos duela”.

Aunque don Andrés no cree en el actual gobierno de Fox por considerar que “el PAN viene del sinarquismo, de los mismos cristeros”, cree que el cambio pueden lograrlo los zapatistas nuevos “ustedes deben de hacerlo, yo veo cerca el gobierno zapatista, esta vez tenemos que ver”.

Abunda: “Pienso que si lográramos esta lucha tendríamos que recuperar todo lo perdido. En una nueva ley que se ejecute porque no somos dueños del gas, del petróleo, del diesel, de la gasolina, ahora que tanto la ocupa la gente. No somos dueños de nada, aunque nuestro país tiene de todo. Es un grupito el que lo esta aprovechando. Necesitamos un gobierno que comprenda la necesidad del pobre porque el hombre que está ahorita de presidente pienso que ni puede desempeñar el cargo porque de lo que prometió nada ha cumplido”.

Encuentro de curanderos

Heredero de los conocimientos ancestrales, don Andrés es fiel seguidor de las prácticas antiguas y valiéndose de la naturaleza puede curar males relacionados a los huesos y tendones. Don Andrés es un sobador y conoce todos los puntos donde se localiza cualquier lesión, atrofia o cualquier otro problema.

También conserva las tradiciones de las ceremonias sagradas del jícuri y peyote, plantas a las que considera sagradas porque con ellas hace su medicina. “El peyote tiene su misterio porque preparándolo con otras cosas hace curación, hace alivio. Todas esas hierbas hacen mucho bien a la humanidad. Yo traigo mi medicina. Donde quiera, nosotros cargamos nuestra medicina”.

A su edad, don Andrés tiene problemas de la vista. Durante su viaje a Yucatán, quiso aprovechar la oportunidad para visitar a la famosa curandera, doña Toñita. La menuda mujer maya vive en el pueblo de Dzitás, Yucatán, lugar al que desde tempranas horas decenas de personas llegan para curarse de la vista.

Después de dos sesiones, don Andrés confieza su admiración por doña Toñita pues ahora puede ver más claro. Quizá sea porque aparte de la resina de un árbol maya que Toñita pone en los ojos de sus pacientes, la dulzura de esta mujer también es medicina.

“Ganaremos aunque yo ya no lo vea”

Apoyado en su bastón de mando —símbolo de conocimiento y respeto que significa el que manda a los que mandan—, don Andrés se declara zapatista. “Marcos es un defensor de mucha ciencia pero no todos nos dirigimos a él”.

Fue don Andrés quien junto a la comandanta Ramona y otros zapatistas fundaran en 1988 el Congreso Nacional Indígena. El incansable luchador de las causas campesinas confía firmemente en que a pesar de todos los obstáculos que enfrentan actualmente los indígenas y campesinos, un cambio bueno es posible.

Con los ojos humedos y un brillo intenso, concluye: “Aunque yo no lo vea, tenemos que ganar”.

Muchos piensan —como se lo expresaron los jóvenes mayas de Yucatán— que aunque los ojos de don Andrés ya no vean la victoria, él “siempre estará presente entre los que luchan”.

Full Disclosure: The author wishes to acknowledge the material assistance, encouragement, and guidance, of The Narco News Bulletin, The Narco News School of Authentic Journalism, publisher Al Giordano and the rest of the faculty, and of the Tides Foundation. Narco News is a co-sponsor and funder of the international drug legalization summit, “OUT FROM THE SHADOWS: Ending Prohibition in the 21st Century,” in Mérida, Yucatán, and is wholly responsible for the School of Authentic Journalism whose philosophy and methodology were employed in the creation of this report. The writing, the opinions expressed, and the conclusions reached, if any, are solely those of the author.

Apertura total: El autor desea reconocer la asistencia material, el ánimo y la guía de The Narco News Bulletin, La Escuela de Narco News de Periodismo Auténtico, su Director General Al Giordano y el resto del profesorado, y de la Fundación Tides. Narco News es copatrocinador y financiador del encuentro internacional sobre legalización de las drogas “Saliendo de las sombras: terminando con la prohibición a las drogas en el siglo XXI” en Mérida, Yucatán, y es completamente responsable por la Escuela de Periodismo Auténtico, cuya filosofía y metodología fueron empleadas en la elaboración de esta nota. La escritura, las opiniones expresadas y las conclusiones alcanzadas, si las hay, son de exclusiva responsabilidad del autor

Abertura Total: O autor deseja reconhecer o material de apoio, o propósito e o guia do Boletim Narco News. a Escola de Jornalismo Autêntico, o editor Al Giordano, o restante de professores e a Fundaçáo Tides. Narco News é co-patrocinador e financiador do encontro sobre a legalizaçao das drogas Saindo das Sombras: terminando com a proibiçao das drogas no século XXI em Mérida, Yucatan, e é completamente responsável pela Escola de Jornalismo Autêntico, cuja filosofia e metodologia foram implantadas na elaboraçao desta reportagem. O texto, as opinioes expressadas e as conclusoes alcançadas, se houver, sao de responsabilidade do autor.

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