El movimiento mexicano por la legalización
Se generaliza discusión sobre reforma a las políticas de drogas
Por Dan Feder
Special to The Narco News Bulletin
20 de enero 2003
“La guerra contra las drogas es una guerra perdida,” señala el diputado mexicano Gregorio Urías del norteño estado de Sinaloa -una región que sufre gran parte de la violencia y la corrupción asociadas al narcotráfico. A Sinaloa a menudo se le denomina “la cuna del narcotráfico mexicano,” y el Diputado Urías ya está harto.
“El narcotráfico ha aumentado, controla más capital y mueve mayor volumen de drogas, el consumo se ha disparado, las consecuencias y la violencia engendradas por el narcotráfico se han incrementado año con año,” dice Urías. La causa de todo este embrollo, según el diputado del centroizquierdista PRD (Partido de la Revolución Democrática), no es las drogas sino su ilegalidad, y la actual política de prohibición tan solo agrava los problemas.
En otras palabras Urías está a favor de la legalización de las drogas, y el año pasado presentó en el Congreso iniciativas de ley para comenzar el proceso con la despenalización de la mariguana.
Diputado Gregorio Urías
Todas las fotos D.R. Dan Feder 2003
El diputado quiere debatir la efectividad de la actual política de prohibición, aunque “es un debate que casi nunca se sostiene en México. La información no debería manipularse. La información oficial está distorsionada. Lo que he propuesto en la OEA y aquí en México es que debe haber debate.” Las otras opciones sobre la mesa, señala, deben incluir legalización o despenalización de la mariguana y otras drogas.
Urías no es el primer líder político en confrontar abiertamente la política de prohibición impuesta por EE UU. En 1998 la entonces Senadora María del Carmen Bolado del Real, del opuesto partido PAN (Partido Acción Nacional), propuso un proyecto o enmienda para legalizar y regular todas las drogas en México. Esto mismo ha sido propuesto, en diferentes momentos, por líderes de casi todos los partidos políticos: incluso Vicente Fox predijo en 2001 que la despenalización de las drogas sería inevitable como solución global. Pero los medios comerciales nunca acogen el debate y esto ha dificultado la suma de tracción a los partidarios de la reforma.
Pero de pronto la discusión sobre legalización de las drogas ha crecido: ya no es un murmullo sino un discurso activo en muchas partes de México. Un círculo creciente de jóvenes activistas, organizadores y periodistas, que trabajan fuera del sistema político tradicional y de los medios comerciales, se ha tornado en un naciente movimiento por la legalización. Lo apoya una generación de mexicanos: millones de estudiantes de preparatoria y universidad que crecieron ante las evidentes contradicciones de la prohibición y que no creen en sus llamativos anuncios.
Partidos políticos en busca de electorado
Como en EE UU, en México la idea de legalizar las drogas se registra apenas cuando la sugieren miembros de la élite cultural y académica. En 1985 varias revistas publicaron el “Manifiesto Pacheco”, una exigencia por la libertad individual de escoger si se fuma o no cannabis. En 1993 dos de los novelistas latinoamericanos más prominentes -el colombiano Gabriel García Márquez y el mexicano nacido en Panamá Carlos Fuentes- produjeron un manifiesto firmado por numerosos colegas que denuncia la guerra contra las drogas y su impacto en la región. Ese mismo año Gustavo de Greiff, quien como Procurador General de Colombia hiciera caer a Pablo Escobar, se pronunció públicamente contra la prohibición.
Ambos manifiestos hicieron algo de ruido en México, para pronto olvidarse en su esencia. Sin embargo a mediados de los noventas, cuando los traficantes mexicanos comenzaron a suplantar a los colombianos en el transporte de la cocaína, comenzó a surgir de nueva cuenta el término legalización. Varios académicos notables incluyendo el analista de narcotráfico Jorge Chabat se pronunciaron en favor de la legalización (o cuando menos de la despenalización de su uso). Generación, una popular revista cultural de la Ciudad de México, dedicó un número a la cultura y política de la mariguana en 1996. Su editor Carlos Martínez se sorprendió con las expresiones de concordancia de la Diputada María del Carmen Bolado del Real, del conservador PAN, ante el trabajo de la revista: dos años más tarde, ya como senadora federal, introdujo el primer proyecto de ley sobre legalización.
Luego vinieron las elecciones del 2000 que derrocaron al PRI tras más de 70 años en el poder, y el tema se discutió en forma más abierta que nunca. La revista mexicana Nexos preguntó a todos los partidos su opinión sobre la legalización de las drogas. El candidato priísta Francisco Labastida como era de esperar dijo que no, que la ley y el orden debían imperar. El candidato panista Vicente Fox fue más lejos al declarar que los consumidores menores no eran castigados con la severidad suficiente, y que debía conseguirse que temieran más al Estado. (Narco News, entonces un periódico en línea nuevo que cubría noticias de México y otros países, tradujo estas entrevistas al inglés.)
El tercer candidato fuerte, Cuauhtémoc Cárdenas, no contestó directamente la interrogante de la revista. Pero la presidenta de su partido señaló que la legalización del consumo de drogas es un tema de importancia global que no puede decidirse por un solo país.
Partidos pequeños como el Auténtico de la Revolución Mexicana (PARM) y el Democracia Social (PDS) hicieron sin tapujos un llamado a la legalización a nivel internacional. Los presidenciables de esos dos partidos para el 2000 actualmente ocupan cargos altos en la administración Fox: el elocuente Porfirio Muñoz Ledo (candidato por el PARM) es hoy embajador mexicano ante la Unión Europea. Gilberto Rincón Gallardo del PDS encabeza la Oficina de la Equidad para la No Discriminación. De hecho es difícil encontrar un rincón del gobierno mexicano donde no haya partidarios de la legalización excepto en los encargados de reforzar la prohibición, e incluso ahí hay quienes han manifestado dudas.
En el sureste mexicano el tercer mayor periódico de la nación, el diario ¡Por Esto!, publicó el título editorial “LEGALICEMOS” y lanzó una oleada de discusión pública en la península de Yucatán. Diversos e importantes periodistas, defensores de los derechos humanos, artistas y líderes políticos subieron al estrado.
En diciembre de 2000 Fox juró como presidente y nombró Canciller al controvertido autor y operador político Jorge Castañeda. Esto inquietó a algunos (claro que en el caso de Castañeda siempre hay motivos para inquietarse); Castañeda es un crítico de la guerra contra las drogas, y el 6 de septiembre de 1999 escribió para su columna en Newsweek:
¿Qué sentido tiene invertir cientos de millones de dólares en la lucha contra las drogas, hundiendo a los países en la guerra civil, fortaleciendo a la guerrilla y desatando la violencia y la corrupción en sociedades enteras, si los líderes de EE UU pueden desprenderse tan a la ligera de cualquier cuestionamiento sobre uso de drogas entre sus juventudes?
También Patricio Martínez, entonces Gobernador de Chihuahua por el PRI, tras sobrevivir a un atentado de homicidio tal vez ligado al narcotráfico en su estado colindante con EE UU, emitió su propio llamado por la legalización.
ara la primavera del 2001 a estas voces se sumaba la de Fox. Buena parte de los miembros de su administración, incluyendo el Secretario de Seguridad Pública Alejandro Gertz Manero y el líder de la policía Miguel Ángel de la Torre, ya se registraban como favorecedores, al menos desde su posición personal, de la legalización de las drogas como recurso para detener la violencia y la corrupción causadas por el narcotráfico. Cuando un periodista presionó a Fox para obtener su opinión sobre estos comentarios el presidente respondió con prontitud que México no podía retraerse de la guerra en forma unilateral, pero también que “algún día la humanidad la verá (a la legalización) como la mejor opción”.
Los políticos y funcionarios públicos hicieron pronunciamientos. No actuaron como grupo en torno a sus propuestas, pero levantaron expectativas en la población. Y aunque los medios comerciales no cubrieron la historia (las declaraciones sobre despenalización de Fox se cubrieron más en EE UU que en México)—ver “The Narco Media,” mayo 2000, The Media Channel – para 2001 el internet estaba disponible virtualmente en todas las ciudades y poblados por vez primera, los partidarios armaron una red alternativa a los medios comerciales y comenzó a formarse un movimiento.
“Vive con drogas”
Ricardo Sala, editor de vivecondrogas.com, viene a Mérida.
“En apariencia somos pocos en número,” señala Ricardo Sala, radicado en la Ciudad de México. “Pero pregúntale al taxista qué opina y te dirá que lo mejor es legalizar”.
Sala, de 34 años, administra el sitio web vivecondrogas.com.El nombre satiriza la ubicua campaña “Vive sin drogas” de la televisora gigante TV Azteca. “Lo principal del sitio es el nombre,” dice. “Dile a cualquiera en México el nombre ‘vivecondrogas.com’ y reaccionará.”
Sala estudió comunicaciones en la universidad y quería continuar su carrera en los medios, pero terminó ayudando con la administración del negocio de aparatos al mayoreo de su familia, donde aún colabora. Hace unos tres años buscó una manera de volver a su verdadero interés: comunicarse con la gente. En ese tiempo desarrollaba su interés en políticas de drogas, principalmente investigando en el internet. En febrero Sala será uno de los 26 estudiantes de la Escuela de Periodismo Auténtico de Narco News, en la península de Yucatán, México.)
Podría decirse que TV Azteca le abrió las puertas al ridículo: en 1999 el conductor Paco Stanley de TV Azteca, uno de los más visibles promotores de la campaña Vive sin drogas, fue hallado muerto a tiros y con parafernalia de cocaína en su auto, y ahora se cree que estuvo involucrado en altos niveles de narcotráfico. Fue uno de los innumerables eventos que reforzaron la hipocrecía de la guerra contra las drogas para muchos mexicanos. El desarrollo de este evento sirvió como inspiración para el nombre del futuro proyecto de Sala, y un año después se lanzaba vivecondrogas.com .
A pesar de la sátira en el nombre el sitio no es una broma. Cuenta con información que Sala espera abrigue una “cultura de drogas positiva”, una cultura donde las drogas se acepten como una realidad de la vida y la discusión se enfoque en sus usos positivos y sanos. Este concepto es clave para muchos de los activistas que actualmente trabajan en el movimiento; reconocen que muchos mexicanos se preocupan en forma genuina por el abuso de drogas, y creen que una despenalización, una caída del estigma de las drogas, junto con una nueva manera de hablar en forma razonable sobre los beneficios y riesgos del uso de drogas, ofrecerán la única solución real al problema.
“Los jóvenes quieren información”
Leopoldo Rivera y Sara Cantera de la Asociación Mexicana de Estudios del Cannabis (AMECA)
Entretanto Leopoldo Rivera, quien pocos años atrás apenas se involucraba en política, se lanzó a la lucha por la legalización. Polo, periodista profesional que escribe en varios periódicos locales, dice que se trataba de “consumidores [de mariguana] que nos juntábamos para defendernos de las agresiones de las autoridades.” Rivera comenzó a llamar a otros partidarios de la legalización del cannabis para crear una nueva organización que coordinara sus esfuerzos.
Rivera es un luchador serio que desea ver resultados. “Tenemos un objetivo muy claro,” dice: una educación más honesta sobre el potencial cultural, médico e industrial del cannabis, y eventualmente la legalización. “Y si alguien está abierto a brindarnos ayuda para alcanzar ese objetivo, nosotros aceptamos. Puede ser el PRI, el PAN o el PRD; trabajaremos juntos.”
Rivera y sus colegas formaron la Asociación Mexicana para el Estudio del Cannabis (AMECA). Él y Sala se reunieron para discutir la participación en un día mundial de acción por la legalización de la mariguana. A pesar de su ausencia de las comunicaciones durante nueve años, Sala conservaba amistades y contactos en los medios mexicanos y contribuyó para atraer cobertura. Fueron invitados a universidades y reuniones públicas en diversos puntos del país.
“Estoy muy optimista,” dice Sara Cantera, miembro de la AMECA de 26 años de edad. “Todos dicen que hacemos un buen trabajo. Cuando vamos a las universidades los jóvenes quieren información.”
Cantera tampoco había participado en política o activismo antes de unirse a AMECA. Periodista de carrera, administra hoy una pequeña agencia de investigación para negocios. Leyó un artículo sobre AMECA en el semanario de noticias Proceso y se interesó en el tema. Aunque no es una consumidora de mariguana le molestaba el nivel superficial del discurso en torno a la hierba.
Y así, en mayo del año pasado la gente de AMECA, Sala y otros dirigieron una marcha de unas 500 personas por la legalización de la mariguana en las calles de la Ciudad de México. Para entonces incluso los medios comerciales tuvieron que prestar atención.
“No tuvimos mucha promoción: fue de boca en boca,” dice Cantera. “Nos mencionaron en la televisión y los periódicos. Hubo mucha gente ahí, y todo caminó muy bien.”
Legalización Posible
Jorge Hernández, arquitecto de la política sobre drogas de la plataforma de México Posible
Miércoles 15 de enero, 2003: encontramos a Ricardo Sala y Leopoldo Rivera junto con su amigo y colega Jorge Hernández Tinajero afuera del Instituto Federal Electoral (IFE), muy animados los tres. El nuevo partido México Posible acaba de presentar oficialmente su plataforma electoral ante el IFE y la prensa. El joven partido lanzará varias candidaturas para las elecciones parciales en Junio. México Posible fue iniciado por el mismo grupo de activistas liberales que conformaron el ya desaparecido Partido Democracia Social (PDS) hace tres años—un conjunto de defensores de los derechos al aborto, la homosexualidad, el feminismo y la asistencia social.
Están emocionados porque la plataforma de México Posible incluye una política de drogas diseñada por Hernández. Polo y Ricardo conocen a Hernández, un escritor y consultor político, por su trabajo en la plataforma del Partido Democracia Social.
“Te aseguro,” dice Hernández entre sonrisas algunas horas luego de la presentación, “que lo dicho hoy en el IFE lo supo Washington en ese mismo momento.”
El juvenil Hernández, que siempre parece estar al borde de la risa, difícilmente califica como burócrata. Evita trabajar demasiado cerca de un partido, dice, porque “la política es muy difícil para mí, no es mi forma de vida.” Prefiere aprovechar su tiempo con miembros de la sociedad civil, con sus amigos que conforman una coalición suelta de activistas por la reforma de las drogas.
Aun así posee el talento para expresar ideas políticas. “Y ellos [México Posible] lo saben, y me piden ahora escribir esa parte de su plataforma política. Y si puedo colocar esos temas en el discurso público, por supuesto que lo haré.”
Hernández cree que la legalización es inevitable. “Los jóvenes en México se percatan de las cosas,” señala. “La gente no es estúpida. Las contradicciones son mayores cada vez, y los costos sociales son para todos más caros cada día, y la gente lo nota.” Al mismo tiempo la ideología de libre mercado comienza a presionar al Estado para que retire las trabas al libre comercio de sustancias comerciables.
“Hay un dicho en medicina—señala Hernández—que dice que el bebé nacerá con, sin o a pesar de el médico. Pero quizá el médico es quien sabe mejor cómo traer el bebé al mundo.” En otras palabras, si la oleada por la legalización y el abandono de la guerra contra las drogas son inevitables, deben ser traídos por la gente que lucha por la libertad y la justicia social, no por cualquier fuerza que las pueda coptar para otra agenda.
La tercera generación
Vladimir Montes: sin temor ante el tema
Si Jorge Hernández se autodefine como trabajador externo a la esfera política, Vladimir Montes Gómez es su contraparte hacia el interior. Montes trabaja como subsecretario en el Partido de la Revolución Democrática (PRD, el más izquierdista de los tres partidos principales), en la recientemente formada Oficina de los Derechos de la Tercera Generación. Brevemente, la oficina se fundó el pasado mayo con la idea de que los derechos humanos se ganan en tres “generaciones”—primera, los derechos individuales que se ganaron en las revoluciones democráticas de EE UU y Europa; segunda, los derechos sociales por los que se peleó en el movimiendo socialista y en las revoluciones mexicana y rusa; y tercera, los derechos particulares por los que se pelea en la sociedad moderna—los derechos de las comunidades afectadas por la globalización, los derechos de las mujeres, la tercera edad y la juventud.
A sus 21 años Montes conserva clara memoria de un acoso que sufrió en su adolescencia en manos de la policía, a causa de la prohibición. Trabaja casi exclusivamente abogando por la legalización de la mariguana. Desde el inicio de su trabajo ha colaborado con AMECA y otros grupos, por ejemplo, con la organización de un festival musical informativo que sirvió de seminario sobre la historia y la política de la mariguana. Ahora planea ayudar en la Mariguana March México en mayo de este año.
Montes siente que sus ideas han sido bien recibidas en el PRD. “Aquí no encontrarás temores sobre el tema y todo lo que involucra. Todos en esta oficina somos jóvenes, y entendemos que [las drogas son] un problema cultural y estructural profundo en nuestro país.”
“Es un movimiento”
En los pocos años que lleva el movimiento antiprohibicionista en México “estamos obteniendo resultados,” afirma Sala. “Obtendremos más resultados si nos organizamos mejor. Pero la gente en los medios comienza a sentir que hay una base más sólida para hablar sobre legalización… Pienso que ahora saben que algo está sucediendo. No son movimientos separados. Saben que ahora está más unido. Es un movimiento.”
“Nos desplazamos ahora en un escenario político diferente del de hace diez años,” dice Hernández. “Los jóvenes comienzan a adquirir conciencia política, y ellos [los políticos] apenas se dan cuenta de la importancia de esto.”
Al aproximarse la primera cumbre internacional sobre legalización de las drogas—Saliendo de las Sombras, en Mérida, México, en Febrero—muchos aquí comienzan a percibir su lucha desde una escala internacional.
Cantera está instando a otros en la Ciudad de México para que atiendan la Cumbre de Mérida, dice, “porque es importante que venga gente de todo el mundo. Me interesa ver cómo se organizan otros grupos; cómo trabajan en otros países.”
“Pienso que este movimiento—dice Hernández—es bastante global. Así que tenemos que lidiar con él como asunto global. Pienso que AMECA y todos los demás están formando un movimiento global que cobra fuerza.”
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