Howard Zinn (1922-2010): En lugar de flores, organícense
Documenten y cuenten las historias sobre la organización para que también otros se inspiren a hacer lo mismo
Por Al Giordano Especial para The Narco News Bulletin
28 de enero 2010
El segmento que se muestra de una entrevista de Bill Moyers a Howard Zinn salió al aire luego de la producción el mes pasado del especial de The History Channel: “The People Speak: Democracy is Not a Spectator Sport”, basado en los trabajos de Howard Zinn.
Casi todos los que vivieron y organizaron en Nueva Inglaterra durante las pasadas décadas se encontraron con Howard en algún piquete o en algún salón para asambleas desordenado. Howard falleció el pasado 27 de enero a la edad de 87 años, luego de una vida que todos podrían considerar exitosa. Howard, profesor de la Universidad de Boston, practicó el arte de observar—y participar—en la historia de abajo la mayor parte de su vida.
Mientras otros íconos de la izquierda a lo largo del Río Charles han pasado esas décadas rechinando los dientes, dando conferencias y lamentándose por lo horrible que es todo lo que pasa arriba (como si la mayoría de los compañeros nacidos abajo no lo supieran ya para cuando teníamos ocho años), Howard respondió el llamado, una y otra vez, para ayudarnos con hacer algo al respecto. Howard se acercó a los piquetes cada vez que se le pidió—generalmente por organizadores barriales luchando en contra de la apropiación de propiedades por parte de su misma universidad, también por trabajadores en huelga que limpiaban y alimentaban a estudiantes y profesores, y también por casi todos los que se organizaron, lucharon y pidieron su apoyo, y muchas veces sin siquiera habérselo solicitado.
Por aquellos de nosotros que fuimos parte de la Alianza Clamshell o de otras luchas anti nucleares de los setenta y principios de los ochenta en Nueva Inglaterra, cada vez que se le pedía Howard manejaba hasta el lugar en el campo, consultaba y llamaba la atención hacia nuestras campañas de organización y actos de desobediencia civil. Esto lo hizo antes de que su libro “La otra historia de los Estados Unidos” lo convirtiera en un ícono nacional e internacional.
En 1986, cuando los estudiantes de la Universidad de Massachusetts ocuparon las oficinas de la escuela para impedir el reclutamiento de la CIA, Howard junto con mi amigo Abbie Hoffman y la hija presidencial Amy Carter fueron a juicio (un caso en el que estuve involucrado al menos hasta hacer que mi abogado Tom Lesser representara a Carter y aconsejara a Abbie y a los otros en como darle la vuelta al asunto y llevar a la CIA a juicio en lo que solamente era un caso por invasión de propiedad privada). Aquella vez, Howard fue a Northampton, levantó su mano derecha y juró decir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad. Su testimonio—sobre las tradiciones profundamente patrióticas y estadunidenses que los ocupadores habían practicado—fue clave para convencer al jurado que absolviera a los acusados.
En 1990, cuando el presidente de la Universidad de Boston, John Silber, buscó y gano la nominación Demócrata para Gobernador de Massachusetts, Zinn viajó frecuentemente a Springfield para presentarse como locutor acompañante en mi programa de radio en la WSPR para explicarle a la gente, de la parte occidental del estado, la naturaleza autoritaria de ese candidato político bizarro cuya autobiografía, ocurrencia de Howard, debió ser Mein Campus. Howard también entendía el poder inspirador del humor.
La noche del 27 de enero y al día siguiente el internet se llenó de elogios bien merecidos para este gran narrador de la historia auténtica, la historia de abajo. Sin embargo, debo decir que estoy confundido (aunque no sorprendido) por el número de personas que no practican lo que Zinn predicó y que se han unido a esta fiesta de hagiografía ya sea por que en verdad creen que son parte de esta tradición o solamente para autopromocionarse con el ahora santificado nombre de Howard Zinn.
Howard, al menos en las décadas que lo conocí (y no digo que fui un amigo cercano en particular—solo otro entre los miles de camaradas que lo conocieron en donde se hace el trabajo, dentro de las trincheras de la organización comunitaria) nunca se quejó, nunca cometió algún acto de berrinchismo, nunca fingió, nunca nada. Howard no veía el mundo y sus descontentos como algo tan difícil de cambiar, y él entendió la naturaleza del cambio no lineal. Siempre fue pragmático, optimista en hechos y palabras, y como dice en la entrevista reciente con Moyers, las verdaderas luchas suceden abajo.
Las huelgas de trabajadores de los años 20 y 30 que desembocaron en el New Deal y las acciones por los derechos civiles de los años 50 y 60 que terminaron con la segregación legal, no apuntaban por consiguiente a aquellos arriba; eran luchas de gente real cambiando su vida cotidiana en los niveles más locales. Que hayan conseguido reformar la legislación nacional fue parte de los beneficios incidentales para todos los demás y que ya habían logrado directamente para ellos; un mejor salario en condiciones mejores, la oportunidad para ellos y sus hijos para poder jugar, estudiar y comprar en los mismos lugares en que los niños blancos lo hacían.
Vea el video y escuche, pero en verdad escuche, lo que Howard dijo en sus últimos meses en la tierra, la culminación de lo que estuvo diciendo y aprendiendo en toda su maravillosa vida. No fue un llorón ni un pollito en fuga. Él tuvo la misma actitud hacia Obama (en 2008 publicamos su opinión aprobatoria la cual, en suma, decía que tenía sentido elegir a alguien con quien el espacio se expandería para que pudieramos organizar y ganar nuestras batallas) que tuvo sobre cualquier líder durante su vida: que nosotros, abajo, tenemos más poder del que conocemos para cambiar las cosas y que debemos de dejar de esperar a que otros arriba lo hagan por nosotros.
La doctrina del Periodismo Auténtico y su énfasis en voltear las cámaras y micrófonos hacia abajo—en lugar de obsesionarse en cómo es todo arriba—es el Zinnismo en su práctica , más allá de cualquier repetición o teoría.
(Y mi amigo del viejo barrio de Bedford Park en el Bronx, Eddie C, subió el resto de esta última entrevista a Zinn en Dkos, véalos.)
Howard Zinn no quiso o necesita elogios floridos. El quiso que salgamos y hagamos el trabajo del que hizo crónica. En lugar de flores, organícense, documenten y cuenten las historias sobre la organización para que también otros se inspiren para hacer lo mismo. Ese—y no un libro sobre una mesita de café—es el legado de Howard Zinn. Como dice la canción: if you wanna go to heaven, you gotta raise a lotta hell.