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Crónica de muertos anunciados


Por Thierry Deronne, Maximilien Arvelaiz, and Paul Emile-Dupret

7 de diciembre 2002

Caracas, 09:35 PM, hora local:Hace poco menos de dos horas, como previsto, se han producido disparos de francotiradores no identificados en contra de opositores que acompañan a los militares insurrectos de la Plaza Francia, en el corazón de Altamira, un barrio selecto de Caracas. Se contaría a dos muertos y a seis heridos. En pleno prime time, en el momento en el cual Carlos Ortega, responsable de un sindicato de la oposición, exigía en vivo y en cadena de televisión la intervención en Venezuela de la Organización de Estados Americanos, surgieron las imágenes con el título “Masacre en Altamira”. El conjunto de los medios transmite en vivo y en cadena este evento, acusando a Chávez de asesino.

A la oposición minoritaria, después de fracasar en reunir una base social para llevar a cabo su “huelga general”, no le quedaba sino fomentar la violencia para poder acusar a Chávez de represión. Ya en abril 2002, las victimas de francotiradores, atribuidos enseguida a Chávez por la Casa Blanca, sirvieron como pretexto para desatar un golpe de Estado. Esta vez, incapaces de conseguir el apoyo del ejercito, los mismos sectores buscan reunir las condiciones de una intervención internacional, con el mismo objetivo: sacar del poder a un presidente democráticamente electo quien entorpece los planes actuales de la administración Bush.

El petróleo es el mayor motivo de esta larga lucha mediática, política y económica contra la administración Chávez, anteluz en América Latina de una nueva ola progresista encarnada recientemente por la elección de Lula en Brasil y de Gutiérrez en Ecuador.

Manipulada directa o indirectamente por las agencias de prensa dominantes, la matriz periodística mundial se ha vuelto la de un país “ingobernable, cortado en dos, y de un Chávez autoritario, represivo”. Desde hace semanas el rumor corría sobre el irrespeto por Venezuela de sus obligaciones petroleras, lo que se relaciona directamente con los intereses nacionales de los Estados Unidos. El editorial del Washington Post del viernes 29 de noviembre era revelador en este aspecto, suplicando al gobierno Bush que “actúe antes de que sea demasiado tarde”. Rumor hecho realidad desde hace dos días cuando un capitán de buque petrolero, a pesar de la oposición del conjunto de su equipaje, se negó a mover la nave. Ante los ojos del mundo entero el gobierno de Venezuela parece perder el control de la situación. Los muertos de esta noche no hacen sino reforzar este sentimiento.

Ya lo habíamos señalado en una carta enviada hace dos días al Senador belga Jean Cornil o al Alcalde francés Georges Sarre, la oposición no buscaba sino una cosa: crear uno o varios muertos para pasar a la etapa siguiente. Un guión que ya fue analizado, con apoyo fotográfico, por Maurice Lemoine, enviado del Monde Diplomatique, presente en Caracas en abril 2002 en pleno golpe de Estado. Un golpe mediático ya estudiado en escuelas de periodismo pero que sigue a todo vapor, totalmente impune. Esta noche vemos otra prueba de ello. Los canales no dejan de amplificar el atentado, con música de acción permanente, para atribuirlo al presidente Chávez. Obviamente el gobierno Chávez, que acaba de condenar con toda energía tal crimen, es el último de los actores políticos interesado en que se produzcan tales hechos, los cuales refuerzan la posibilidad de una intervención. Desde hace varios meses la imagen dominante del “gobierno autoritario dispuesto a todo por conservar el poder” que se había instalado insidiosamente en la opinión mundial, amenaza con favorecer la versión que imputa estos muertos al gobierno y abrir la vía a la aceptación por esta opinión de una intervención en Venezuela.

No importa el fracaso de la huelga general lanzada desde hace cinco días, no importa el apoyo que sigue manifestando la mayoría a este proceso de cambio, la situación de Venezuela demuestra que una minoría asociada al monopolio de las imágenes – y segura del apoyo de los pudientes de este mundo -, puede frenar toda voluntad de cambio de transformación social.

Hoy en día lo esencial no es definirse “en pro o en contra de Chávez” sino defender en Venezuela como en todas partes la democracia, es decir el derecho de un pueblo de tomar en sus manos el destino y de construir el modelo de desarrollo de su elección, fuera del neoliberalismo dominante.

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