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Entre fronteras y conflictos colombo-venezolanos: La sociedad civil propone

Rumbo a un "periodismo de la frontera"


Por Hugo Ramírez
Especial para The Narco News Bulletin

7 de julio 2010

Distintos sectores de la sociedad civil se dan cita en las instalaciones de la Universidad de los Andes (ULA) en San Cristóbal (Venezuela) con el fin de buscar salidas a los problemas fronterizos, cada vez más complejos, como producto de la crisis que persiste entre los gobiernos de Colombia y Venezuela.


Fragmento del puesto de control fronterizo “Simón Bolívar” ubicando entre Colombia y Venezuela
Ante los ojos de cualquier habitante de las capitales de los dos países -ambas ubicadas en el centro de sus territorios- el que los integrantes del coro de la ULA canten de memoria los himnos nacionales de Colombia y Venezuela puede ser motivo de sorpresa. Si bien en el contexto actual, este hecho podría ser registrado por los periódicos sensacionalistas como una “prueba” de invasión a la soberanía, en una frontera de 2219 kilómetros con tantas dinámicas compartidas, como la que delimita los territorios de Colombia y Venezuela, este es un hecho que para sus habitantes parece de lo más normal.

Con este acto tan simbólico se dio inicio al primer encuentro binacional de actores fronterizos no gubernamentales, este 25 de Junio, una iniciativa desde la sociedad civil coordinada del lado venezolano por Raquel Álvarez de Flores, directora del Centro de Estudios de Integración y Fronteras (CEFI) y del lado colombiano por Marina Sierra, directora del Grupo de Investigación de Estudios Internacionales y Desarrollo Regional (GIDER) de la Universidad Francisco de Paula Santander de Cúcuta.

A pesar del hecho de que Colombia y Venezuela sean dos países con un pasado y un destino común, han sido muchas las ocasiones en las que desde los centros del poder se han percibido a los habitantes fronterizos, ya sea como traidores a la patria por la proximidad que tienen con sus vecinos, o ya sea como los encargados de mantener los límites de la soberanía. Se les culpa de las prácticas ilegales que se dan en sus territorios, pero no se reconoce el que muchas de estas prácticas son respuestas de la comunidad ante leyes que van en contravía de lo que en realidad es la vida cotidiana del habitante fronterizo, y es que en ultimas la movilidad y el contacto con el otro constituyen parte de su identidad misma.

En las condiciones más adversas los habitantes de las fronteras colombo-venezolanas han sabido sobrevivir en los márgenes de los Estados nacionales, manteniendo a lo largo del tiempo una relación con su vecino caracterizada por ser práctica, siendo esta condición la que les ha permitido que existan y se mantengan un conjunto muy complejo de relaciones, mientras caían los acuerdos y las instituciones formuladas por los gobiernos centrales.

En este sentido, una agrupación de distintos sectores de la sociedad denominada como el “Grupo Motor Binacional” busca rescatar estas dinámicas de vecindad y solidaridad, organizándose para promover la idea de una Colombia y Venezuela unidas, defendiendo su identidad como habitantes de las fronteras, buscando que sus actos permitan que sus ideas hagan parte de las agendas de los dos países -de los cuales también hacen parte-. Este encuentro que se título: “La Frontera Colombo-Venezolana: Una propuesta en Construcción. La Frontera nos une, la Sociedad Civil propone”, es el primer paso en el proceso de organización que se busca desarrollar en la zona.

Historia fronteriza: ¿Del sueño a la pesadilla de Bolívar?

Colombia y Venezuela comparten una misma historia. Liberados del yugo español por Simón Bolívar, hicieron parte de un mismo país conocido como la Gran Colombia (en 1821), que ocupaba los que hoy son sus respectivos territorios nacionales, junto a los territorios de Ecuador y Panamá, así como pequeños espacios que hoy hacen parte de Costa Rica, Perú, Brasil, Guyana y Nicaragua.

En 1830 Colombia y Venezuela dejan de ser un mismo país dejando atrás el sueño de Bolívar e iniciando un complicado proceso de delimitación que culmina sólo hasta 1941, un proceso lleno de tensiones y en el cual aun existen algunos asuntos pendientes hasta el día de hoy.

Comenzando en Castilletes, en la Península de la Guajira, hasta la Piedra del Cocuy son 2219 kilómetros de frontera terrestre que comparten los dos países. Se trata de una frontera viva y con múltiples ámbitos y dinámicas, en la cual pervive una profunda relación entre las naciones sustentada no sólo por lazos de sangre, donde una gran mayoría de los habitantes tiene familiares a ambos lados de la frontera, sino también por lazos de complementariedad económica y lazos culturales que son los que en últimas han permitido que los habitantes de estas zonas hayan sabido arreglárselas a lo largo de la historia para mantener sus relaciones, frente a los frecuentes escenarios de tensión entre los dos gobiernos centrales, escenarios que no sólo datan de la llegada al poder del Presidente Hugo Chávez.

La comunidad binacional indígena Wayúu es un claro ejemplo de estas afirmaciones. Habitando el árido territorio de la península de la guajira, la comunidad Wayúu es una de las pocas comunidades indígenas que aumentó su número tras la llegada de los españoles. ¿Cómo lo lograron?, lo logran a partir de dos estrategias fundamentales: 1) se mantuvieron distanciados de los procesos políticos internos de las dos naciones, manteniendo algunas relaciones con los piratas franceses e ingleses, intercambiando las perlas de sus costas por armas y caballos, y 2) utilizaron -y utilizan hoy- la frontera como un espacio de contacto, desconociendo ésta como un límite a su identidad. Hoy la comunidad Wayúu está amenazada por la llegada de grupos paramilitares a su territorio, junto con los grandes macroproyectos que extraen los recursos naturales de su región y que los intentan obligar a modificar sus formas de relación con el territorio.

Desde el año de 1987 en el recordado incidente de la Corveta Caldas que tuvo a los dos países a punto de un conflicto bélico, no se vivía un ambiente tan tenso en las relaciones binacionales, con las consecuencias que esto trae para las comunidades fronterizas. En la actualidad, tras el Acuerdo complementario para la Cooperación y Asistencia Técnica en Defensa y Seguridad entre los Gobiernos de la República de Colombia y de los Estados Unidos de América, conocido en los medios de comunicación como el tema de “las bases militares”, la institucionalidad binacional entre los dos gobiernos progresivamente se ha hecho inoperante desde que apareció a la luz pública en el 2008, haciendo que la desconfianza entre las partes se haga cada vez más profunda.

La posición del gobierno venezolano ante el acuerdo es radical en razón de las amenazas que identifica para su soberanía, el gobierno colombiano por su parte defiende que éste se trata de un acuerdo con un objetivo especifico como lo es la lucha en contra del narcotráfico, sin embargo las críticas sobre el mismo no sólo vienen de territorio venezolano, como son claros ejemplos tanto el Concepto del Consejo de Estado (organismo del Estado Colombiano), como la reunión de la Unión Suramericana de Naciones (Unasur) en Bariloche (Argentina) el 28 de agosto de 2009.

El gobierno colombiano por su parte acusa la intromisión del gobierno venezolano en su política interna, denunciando un expansionismo del proyecto del Presidente Hugo Chávez en la región, llegando a emitir un comunicado de “Alerta de Viaje” a Venezuela por medio de su Cancillería. El cambio de gobierno en Colombia no es alentador, ya en la campaña electoral el presidente Chávez alertó el que “Santos de presidente podría generar una guerra en este continente”, sin embargo ante su victoria en las elecciones, la Cancillería venezolana emitió un comunicado felicitando a Juan Manuel Santos por su llegada a la presidencia, se espera con ansiedad el rumbo que tomarán las relaciones con la posesión del nuevo presidente.

Pavel Rondón, antiguo embajador de Venezuela en Colombia y hoy integrante del CEFI, anota dos puntos claves en este panorama: en primer lugar, que “las relaciones de Colombia con Estados Unidos son menos convenientes que las que tiene con Venezuela. Porque Estados Unidos le compra a Colombia fundamentalmente materia prima y Venezuela le compra a Colombia manufactura, si no fundamentalmente, por lo menos en un alto porcentaje”, y en segundo lugar, rechaza la hipótesis de que las relaciones entre los gobiernos van a cambiar solamente si el Presidente Chávez cambia, “es decir, como si fuera una relación que decide un sólo señor”.

Son muchos los que hablan irresponsablemente de una posible guerra en la escalada del conflicto entre los dos países, una posición que fácilmente es sostenida en tanto que además de los hechos, el que la sociedad venezolana, así como la colombiana, estén cada vez más politizadas, hace que percibir al otro como un enemigo en potencia, sea una tarea fácil. Son muy pocos por el contrario, los que hoy reconocen que esta vecindad tan dinámica de las fronteras entre los dos Estados hace imposible el que, tanto colombianos como venezolanos, piensen la existencia de los unos sin los otros.

No hay ciudad en Colombia y en Venezuela que no tenga una imagen de Simón Bolívar -y por añadidura un lugar con su nombre-. Por encima de las ideologías, la figura del libertador está presente en el imaginario de los dos países. Revolucionarios, moderados y conservadores están ligados al discurso bolivariano pero lo interpretan en función de sus intereses. Bolívar sigue hablando hoy y cada vez más parece alejarse de sus ideas -las registradas por su puño y letra-.

Cúcuta, Villa del Rosario, Ureña y San Antonio: Ciudades Binacionales con problemas binacionales


Línea divisoria de la frontera colombo-venezolana.
El paso fronterizo más dinámico entre Colombia y Venezuela es el que comprende los puentes internacionales Simón Bolívar y Francisco de Paula Santander, los cuales comunican un mismo conjunto poblacional que está conformado en el lado colombiano por las ciudades de Cúcuta y Villa del Rosario (Departamento de Norte de Santander) y en el lado venezolano por San Antonio y Ureña (Estado del Táchira). Es en este punto donde se encuentra la mayor concentración de población, así como por donde pasa el mayor flujo comercial entre los dos países.

Cotidianamente transitan en ambas direcciones más de 50.000 personas, por lo que tal y como lo describe el Concejal de Cúcuta, Pedro Durán, “para nosotros es importante integrarnos como región binacional, mucho más importante que como dos economías: la colombiana y la venezolana”, la proximidad es tan evidente que “no se puede hablar de ciudades distintas cuando nos referimos a Cúcuta, Villa del Rosario, Ureña y San Antonio. Vistas desde el avión son la misma ciudad”.

Si bien algunos de los problemas fronterizos -que sólo se pueden resolver en un plano binacional- no son una novedad, en la actualidad se han potencializado sus efectos y causas a partir del deterioro de las relaciones entre los gobiernos de Colombia y Venezuela. Este deterioro afortunadamente hoy sólo parece estar presente en los gobiernos y no en los ciudadanos venezolanos y colombianos que siguen intentando vivir su cotidianidad en medio de las restricciones con las cuales se busca demarcar la soberanía.

Es tanta la proximidad en la región que los nortesantanderianos hablan como colombianos incorporando algunas palabras de la jerga del venezolano, igualmente los tachirences hablan como venezolanos incluyendo algunas jergas colombianas. Hablan entre ellos de “los colombianos” y “los venezolanos”, sin embargo esta proximidad tiene ciertas particularidades, tal y como lo anota María Eugenia Bello, investigadora del CEFI de la Universidad de los Andes en Venezuela:

“hay unos valores históricos y culturales que pueden ser potencialmente integradores, pero también una desconfianza generalizada hacia la institucionalidad del otro país, y hacia la propia institucionalidad y entre nosotros mismos. Nos decimos hermanos, nos decimos que compartimos muchas cosas en común, pero también tenemos mucha desconfianza…”

“Cada ciudadano se siente plenamente identificado como ciudadano venezolano o ciudadano colombiano, pero eso no entra en contradicción con la consistencia de la idea de ciudadano de frontera. El hecho de que tu seas un ciudadano de frontera no quita por nada y no es percibido por el propio ciudadano como que eso va en contra de su identidad nacional, sino por lo contrario como un elemento más y complementario a la misma”.

El Concejal de Cúcuta (capital del departamento de Norte de Santander en Colombia) Pedro Durán complementa esta apreciación, explicando que

“no hay dialogo entre los gobiernos locales por razones políticas. Existe una profunda desconfianza de las autoridades locales de Ureña, de San Antonio, de San Cristóbal, hacia las autoridades homologas del otro lado de la frontera y viceversa. Además ni siquiera pueden conversarse por teléfono y ni siquiera se conocen. No es posible establecer esa comunicación entre los partidos políticos, por razones que son obvias. Entre los representantes de los gremios de la producción y del comercio, entre los que antaño existía una comunicación más o menos fluida, en este momento pese a que la comunicación pueda seguir existiendo, no es efectiva, dado el profundo recelo que existe en el lado Venezolano entre las organizaciones gremiales y las autoridades gubernamentales, nacionales y locales”.


Cientos de puestos como estos están ubicados en la ciudad de Cúcuta, comercializando la gasolina venezolana.
Los problemas de la zona son de distintos niveles e involucran a distintos actores. Existen problemas de vieja data, como el contrabando de combustibles a manos de los llamados “pimpineros”, comerciantes ilegales vinculados en su mayoría con las organizaciones paramilitares colombianas que pasan la gasolina de Venezuela (donde un galón cuesta alrededor de 5 centavos de dólar) para venderla en Colombia (donde el galón está alrededor de los 3 dólares).

Este comercio ilegal, según se comenta en la zona, no sólo se lleva a cabo por personas de escasos recursos que atraviesan el río Zulia -que separa los dos países- con recipientes llenos de gasolina encima de sus cabezas, así mismo los grupos paramilitares que dominan el negocio han encontrado la forma de sobornar guardias fronterizos de la contraparte venezolana con el fin de traficar una mayor cantidad de combustibles. Tal y como anota con tristeza la profesora Raquel Álvarez, “es que hasta en eso somos binacionales”.

Otro de los problemas críticos en esta región tiene que ver con la cantidad de personas desplazadas producto del conflicto interno colombiano. Siendo éste el conflicto armado aun activo más antiguo del continente, ha traído consigo dolor, atraso y miedo, sobre todo a los habitantes de las zonas rurales del país. Como en otras zonas de guerra en el mundo, tienen presencia distintas organizaciones centradas en la atención a los refugiados como el Consejo Noruego, el Servicio Jesuita (JRS), el Alto Comisionado de las Naciones Unidas (Acnur) que en el 2008 emitió un preocupante informe sobre la situación en la zona, y la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), entre otras organizaciones encargadas de atender, tanto del lado colombiano, como del venezolano, a las víctimas desplazadas del conflicto interno colombiano.

Ante la dura situación que se vive en territorio colombiano desde décadas pasadas miles de personas buscan un refugio en territorio venezolano. El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) cuenta en Colombia cuenta con catorce oficinas y por el lado venezolano con cuatro oficinas fronterizas, sobre todo centradas en atender la población desplazada. Enrique Valles, jefe de la oficina de Acnur en San Cristóbal (Venezuela), contextualiza la actual situación:

“después de haber sufrido algunos varios desplazamientos internos en Colombia, no les ha quedado más remedio para proteger su vida y la de su familia, que venir a varios países que los acogen generosamente, como es el caso de Venezuela y fundamentalmente también de Ecuador”.

Existe una población significativa de refugiados colombianos en el lado venezolano. Según un estudio conjunto realizado en el 2007 por el Centro de Estudios de Fronteras e Integración (CEFI) y otras organizaciones, “en estos cuatro estados fronterizos con Colombia la estimación sería de unas 118.000 personas no registradas, colombianas, que están en territorio venezolano”. Es una parte muy pequeña de éstas la que se encuentra cobijada por alguno de los programas de atención en la zona. Según Valles un sesenta por ciento de las personas no ha acudido al programa por el simple hecho de desconocerlo.

El distanciamiento entre los dos gobiernos ha tenido unos efectos tangibles sobre las fronteras nacionales, en medio de la “congelación” de las relaciones entre los países parecen haberse agotado ya todas las vías tradicionales para la resolución de los conflictos entre los mismos, ambos gobiernos exploran superficiales salidas diplomáticas, pero se mantienen radicales en sus posiciones, lo cual hace imposible llegar a una solución real.

La sociedad civil como solución: ¿Una fuerza más poderosa?


Cartel diseñado por Johanna Andrea Navarro DR 2010
Siendo los habitantes de la frontera los más afectados, y de los cuales sólo parece tenerse noticia cuando se buscan motivos para avivar los conflictos entre los gobiernos, son éstos hoy los que buscan organizarse con el fin salvaguardar sus dinámicas regionales. Y es que en últimas existe conciencia de una verdad, que a veces parece evidente entre los diferentes grupos sociales de la zona y que no parece ser parte de la actual política de los gobiernos, ésta es que sólo si se refuerza la unión entre colombianos y venezolanos los problemas entre los dos gobiernos no van afectar de manera tan radical el diario vivir de las personas.

En el fondo lo que puede verse en esta zona es un sistema de interdependencias que no puede terminarse por decisión de los gobiernos centrales, como lo explica Pavel Rondón:

“la frontera es para mi un sistema de relaciones de relaciones. Son relaciones de familia, relaciones comerciales, relaciones culturales, relaciones de todo tipo, no es un sólo tipo de relación económica como se presenta muchas veces”, en este sentido, es la gente la que en últimas determina las dinámicas de este espacio, “por eso cuando se dice ‘cerrar la frontera’ no se puede. Se podrá limitar el tráfico de la gente, pero la frontera no se puede cerrar”.

Existe una comunidad fronteriza, es decir un conjunto de personas con intereses y características comunes y es precisamente esta condición de la que esperan valerse distintos sectores sociales, con el fin de consolidar proyectos conjuntos nacidos desde la sociedad civil -término que se ha prestado para todo, pero que aquí se utiliza como una designación de todos aquellos que no están vinculados con ninguno de los gobiernos- con el fin de superar los conflictos de la región fronteriza, constituyéndose como un ejemplo de trabajo conjunto entre los dos países, desarrollando acciones entre las personas de lado y lado de la frontera que sobrevivan a la “congelación” de las relaciones entre los gobiernos y se constituyan en salvaguardas de la paz entre los dos países.

Este es por lo menos el espíritu que animó a las organizadoras del primer encuentro realizado, tal y como lo comenta Marina Sierra,

“Desde enero de 2010 un grupo de personas que integramos organizaciones no gubernamentales, religiosas, académicas y de manera personal bajo la convocatoria de Monseñor Jaime Prieto, Obispo de Cúcuta, empezamos a plantear una iniciativa desde la sociedad civil que pretende no sólo observar a la frontera como línea de separación y de tránsito de personas, vehículos y mercancías, sino visibilizar su situación de impacto negativo en la vida de quienes vivimos a lado y lado de ella, tales como el deterioro de los indicadores sociales, culturales y económicos, los altos índices de violencia, la nueva percepción que se está generando entre vecinos por el ambiente de no entendimiento entre sus gobernantes, aún persistiendo […] un tejido humano que ha aprendido a inventar formas ingeniosas de encontrarle el vacío a las normas impuestas en contra de unas prácticas creadas y establecidas por la mera necesidad de supervivencia, frente a la indiferencia e incapacidad de sus dirigentes”.

La alternativa que se busca en la zona es que ante la insuficiencia de la infraestructura institucional de ambos gobiernos y ante los crecientes conflictos en la región, las universidades, valiéndose de su autonomía busquen acompañar un proceso de encuentro entre los distintos sectores y organizaciones de las dos sociedades que permita reforzar los lazos que unen a los dos países y al mismo tiempo permita evitar los conflictos, cada vez más recurrentes, que están en detrimento de las miles de personas que habitan las fronteras entre los dos países.

La generación de espacios comunes de encuentro, la identificación de las dinámicas binacionales y la búsqueda de estrategias de acción política que permitan evitar conflictos en la zona son algunas de las metas que se buscarán desarrollar. En el momento en el que se empieza a conocer al otro, se hace evidente la necesidad que tenemos de él y por añadidura se pierden los motivos que alientan cualquier tipo de enfrentamiento.

La percepción desde la frontera es que serán entonces los habitantes fronterizos -como sociedad civil organizada- los encargados de salvaguardar las dinámicas locales y detener la escalada del conflicto que se siente en el ambiente de los dos países. Sentados en sus escritorios en las capitales, los formuladores de las políticas públicas centralistas parecen en la mayoría de los casos no saber lo que es vivir en las fronteras, límites imaginarios en los cuales las personas establecen un conjunto de relaciones complementarias.

Una cosa es clara, y es que los conflictos entre los dos países, sean de la naturaleza que sean, terminan siendo en la mayoría de los casos una tragedia para sus habitantes -sobre todo para los que están más cerca del otro- y un fracaso para la construcción de acuerdos comunes, tan necesarios en países como los nuestros.

En la hipotética situación de un conflicto de otro nivel entre Colombia y Venezuela se debe dejar claro que no habrá ganadores y perdedores, sino solamente vencidos.

Para los próximos meses se planean dos reuniones. Una primera enfocada en quienes hacen “periodismo de frontera” y una segunda reunión en la cual se espera que las distintas organizaciones de las comunidades binacionales tengan participación, ésta vez en el lado de colombiano, con el fin de identificar las estrategias a seguir en este proceso de organización de la sociedad civil binacional.

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