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El campamento que se esfumó y el sacerdote que los expulsó

Los refugiados en Haut-Tegeau por el terremoto de Haití se preguntan la razón de su desalojo


Por Ansel Herz
Reportando desde Haití

10 de marzo 2010

PUERTO PRÍNCIPE, 9 DE MARZO DE 2010: Situadas cerca de la cima de una colina empinada, las fracturadas paredes rosadas de Villa Manrese miran desde lo alto al resto de la capital. Ambos extremos del edificio de tres pisos se han derrumbado, derramando montones de escombros. El primer piso fue puelverizado a una capa de polvo. Aún hay cuerpos dentro.


El campamento antes del 2 de marzo
Foto: DR 2010 Jane Elizabeth Avenell-Guardigli
Pero en el jardín adyacente, detrás del retiro católico también conocido como Centre Saint-Viateur, la vida surgió de nuevo después del terremoto del 12 de enero que azotó a Haití.

Alrededor de 250 familias, que comprenden 1500 personas de los alrededores de Haut-Turgeau, se hacinaban en el pequeño campo. El Padre André Paul Garraud, un sacerdote haitiano con sede en la villa, ayudó a adquirir tiendas de campaña, alimentos y medicinas de los organismos de ayuda.

“Estábamos bien porque nos habían ogranizado. No teníamos hambre”, dijo Lubin Pierre-Louis, de 52 años, apoyándose en un bastón en el centro del campo vacío. Detrás de él, tres niños jugaban futbol con una sucia botella de plástico en el suelo mojado.

El campamento desapareció de un día para otro el 2 de marzo.

“Está mal. A mitad de la noche nos dijeron que debíamos irnos”, dijo Pierre-Louis. “El sólo estar aquí ahora es una resistencia. Si me piden que me vaya, me forzarán a hacerlo.”

Los residentes que fomaron el comité informal que manejeba el campamento, llegaron a barrer con todo a las 11 pm, según testigos, diciendo a todos que tenían que salir de inmediato.


El campamento después del 2 de marzo. La tierra aún tiene las pequeñas trincheras hechas para canalizar las lluvias.
Foto: DR 2010 Ansel Herz.
A las familias les dijeron que las máquinas demoledoras llegarían al campamento temprano en la mañana para demoler Villa Manrese. Ningún equipo de demolición llegó y la villa sigue en pie.

“Nos dijeron que la demoledora llegaría para intimidarnos”, dijo Johnny Cherezard, un estudiante de 23 años. “El gobierno dijo que nadie tiene derecho a sacar a la gente a menos que tenga un lugar a donde ir. Teníamos gente enferma y herida”.

“El padre le dio la señal al comité para sacar a la fuerza a la gente”, dijo Cherezard. Para las 3 de la mañana, la mayoría de personas había abandonado el campamento.

El Padre Garraud está viviendo en una casa vecina a 35 metros de distancia del campamento. En una extensa entrevista junto a la piscina, el sacerdote culpó por el desalojo del área a los miembros del comité del campamento.

“El comité estaba organizando muy mal. Con un mes de antelación les dije que prepararan lugares para la gente porque había que moverlas para la demolición”, dijo. “Ellos no hicieron nada.”

Garraud dijo que durmió toda la noche y que por la mañana se sorprendió por ver el campo vacío. Afirma que el comité actuó por su cuenta.

Cuatro de los miembros del comité, sentados en las escaleras de un edificio cercano, insisten en que el sacerdote les dijo esa noche que tenían que desalojar a todos, porque la villa sería demolida por la mañana.

“El sacerdote tiene que protegerse a sí mismo, por eso nos echa la culpa”, dijo Damis Duviose, un jóven corpulento. “Nosotros también vivíamos en el campamento, ahora estamos a un lado de la carretera. Nosotros no tomamos la decisión, no podemos hacer nada sin que el sacerdote lo diga.”

Jane Elizabeth Avenell-Guardigli es una mujer británica que vive en la República Dominicana. Con algunos amigos, trajo víveres a este lado de la frontera después del terremoto y terminó quedándose en la misma casa que el padre Garraud.

“Nos despertaron en la noche”, dijo en una entrevista. “Había mucha gente gritando y pidiendo por el Padre Garraud. El estaba despierto escuchando, pero no fue a verlos.”

“Nos quedamos despiertos toda la noche escuchando los gritos. Ahora todos tiene que volver a sus calles, a las ruinas de sus casas,” Avenell-Guardigli dijo.

“No puedo imaginar algo que pueda justificar sus acciones”, añadió.

Aún yacen bajo los escombros al menos el cuerpo de un canadiense, junto con el cuerpo de un francés. Los haitianos llaman a la zona alrededor de la Villa Manrese “impasse Canadá” porque muchos canadienses llegaban a quedarse allí.

Cinco funcionarios de la embajada de Canadá llegaron al lugar para hablar con el padre Garraud. La embajada pidió a la empresa de construcción Vorbe Et Fils un presupuesto para sacar el cuerpo, pero la embajada le dio el contrato a la empresa de construcción estatal CNE.

El sacerdote dijo que la semana pasada la CNE le avisó varias veces que iban a comenzar la operación, pero nunca llegaron. La embajada de Francia le pidió a los canadienses que en la operación también sacaran el cuerpo del francés.

Los miembros del comité creen que el Padre Garraud fue presionado por las empresas de construcción y la embajada de Canadá para continuar con la demolición. Garraud negó haber sido presionado por nadie.

La embajada de Canadá no respondió a las solicitudes de comentarios para el tiempo de la publicación.

Alrededor de una docena de hombres, mujeres y niños siguen ocupando el terreno.

Leonardo Delzor, de 11 años, en el terremoto perdió a su tía, tío, y a su padre. “Yo vine a dormir aquí a veces,” dijo el sábado. “Pero anoche, cuando llovía, me dormí de pie. Tuve que esconder mi cuerpo en un rincón.”

“Quiero que alguien me ayude, aunque sólo me de una lona, porque la podría extender y dormir en ella”, dijo. Su camisa azul está manchada de lodo.

“Ellos sacaron a la gente esa noche, pero me quedé aquí porque no tengo a dónde ir”, dijo Delzor.

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