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Secretos de las Fuerzas Armadas Hondureñas

y más Secretos de los Soldados Estadounidenses estacionados ahí


Por Belén Fernández
Especial para The Narco News Bulletin

7 de septiembre 2009

Después de no haber podido convencer a ninguno de mis conocidos hondureños de que las fuerzas militares no se notaban lo suficiente en las calles me vi obligada a visitar el museo militar hondureño en Tegucigalpa por mi cuenta. A pocas cuadras del parque central, las señales a ambos lados del edificio nos indican lo que es; me acerqué por el lado más cercano al parque cuándo un soldado adolescente me dirigió al lado opuesto del edificio donde otro soldado adolescente negó que ese recinto albergara un museo.

El soldado, no obstante, abrió la puerta para mí indicandome el interior del lugar. Luego de entrar dirigí su atención a una pancarta con la lista de lo que el museo acogía y que incluía una exhibición de armas y una biblioteca. El militar se encogió de hombros, quedándonos mirando el uno al otro hasta que dos jóvenes soldados más llegaron para confirmar que en realidad era un museo militar, pero que actualmente se encontraba en remodelación, por los militares mismos.



El Soto Cano Base Aérea de Palmerola, Honduras tiene 600 soldados de EE.UU. estacionados allí.
Los recién llegados me aseguraron que los trabajos de remodelación serían abandonados en caso que los militares tuvieran que asistir a una guerra civil provocada por los cubanos y los venezolanos. Cuando les pedí que me dijeran cómo un conflicto que involucrara al ejército hondureño contra los venzolanos y cubanos podría calificar como guerra civil, un soldado de 21 años llamado Ángel respondió que todos ellos aún tenían mucho que aprender—sobre todo el soldado que no se había dado cuenta que el museo era un museo—y que en esta cuestión sus esfuerzos de aprendizaje estaban siendo asistidos por la biblioteca del museo.

Ángel se había unido a las fuerzas armadas hondureñas a su regreso de una prisión en los Estados Unidos. Ahí estuvo preso tres años por falsificación de documentos, agravando su situación cuando atacó a otros prisioneros que presuntamente habían intentado embestirlo con un tenedor en el baño. Acariciando su arma como testimonio del progreso que había tenido desde entonces, Ángel, con una sonrisa en la cara, me revela que en la vida podía lograr lo que quisiera si me mentalizaba para ello. Luego de eso me preguntó si había habido algún libro que no podía dejar de leer, explicando que se trataba de una ocurrencia común entre los militares hondureños, y añadio que a él le gustaba darle de comer a las palomas.

El tema de la asignación de trabajos no-militares para las fuerzas armadas nacionales resurgió cuando terminé sentada en un avión, saliendo de San Pedro Sula, junto a un jóven estadounidense piloto de helicóptero de 23 años, gracias al que ahora conozco el término “procesión giroscópica”. El piloto, actualmente emplazado en el conjunto estadounidense-hondureño de la Base Aérea Palmerola en el departamento de Comayagua, explicó que recientemente había regresado de una misión en Costa Rica encargada de la búsqueda de un excursionista perdido de Chicago. Según su análisis, la diversificación de las tareas militares pueda tener algo que ver con la riqueza de la familia del excursionista perdido además de que los militares estadounidenses supuestamente no están colaborando con los militares hondureños por el momento, todo mientras el Departamento de Estado estadounidense aún debate si considera al golpe del 28 de junio contra el presidente Mel Zelaya de carácter militar o no.

El piloto informó que la búsqueda del excursionista de Chicago había sido abandonada luego de que la familia del mismo contratara a un psíquico que guiara a los helicópteros. Citó, además, otras recientes tareas militares en las que había participado, tales como el despliegue de un helicóptero Black Hawk en Nicaragua, pocos días después del golpe, para transportar a nicaragüenses con cataratas y otras aflicciones a un barco médico naval estadounidense esperando en alta mar. En cuanto a la colaboración de los Estados Unidos con las fuerzas armadas explicó que en la actualidad consiste en mostrar su identificación a los soldados hondureños que resguardan la base de Palmerola, pero que esto realmente no era necesario ya que de todos modos las armas de los guardias no están cargadas.

Según el piloto de helicóptero, la falta de municiones fue el resultado de un incidente en que un vehículo de emergencia fue atacado con disparos por no detenerse; sin embargo, los militares hondureños tienen una interpretación distinta del contenido de los cañones de sus fusiles afirmando que solo disparan balas de goma contra los manifestantes antigolpistas. El piloto pronostica que el alistamiento para la batalla de Honduras se desplomaría aún más como resultado de la suspensión de la cooperación militar con los Estados Unidos, pronóstico no tan extremo como el del Embajador de los Estados Unidos en Honduras, Hugo Llorens, quién declaró en una reunión en agosto que la base de Palmerola había sido cerrada.

Luego de un cuestionamiento continuo Llorens finalmente reconoció que las tropas estadounidenses aún permanecen estacionadas en la base, pero que éstas no hablaban con nadie, poniendo en duda la burla del piloto a las armas sin balas de los guardias hondureños antes de finalmente aceptar mostrar su identificación. El piloto pronostica otro efecto del actual silencio militar estadounidense en Palmerola, el que los soldados hondureños ya no podrán practicar saltando de aviones estadounidenses y en su lugar tendrán que limitarse a practicar lanzándose desde edificios. Dice que de hecho ésto podría permitir una modificación que salvara las apariencias, ya que significaría que los hondureños ya no tendrían que ser retirados de los árboles; mientras tanto la escasez de aeronaves militares hondureñas podría explicar el porque los militares estacionan autobuses en las pistas de los aeropuertos con el fin de evitar un regreso repentino de Zelaya.

Antes del cese de las comunicaciones militares binacionales, el piloto de helicóptero me informó que los hondureños han participado en operaciones estadounidenses contra objetivos narcoterroristas, a pesar de estas contribuciones estima que el 90 por ciento del tráfico aún llega a los Estados Unidos. El piloto, sin embargo, no se preocupa por el mínimo éxito de esas operaciones, ya que asegura que la guerra real de los Estados Unidos se lleva a cabo en Afganistán, una perspectiva aparentemente no compartida por el comandante del ejército hondureño Miguel Ángel García Padget.

En un artículo publicado el 5 de agosto en La Prensa,García declara que la amenaza más seria para Centroamérica de los próximos diez años es el convertirse en caldo de cultivo de bases militares anti-democráticas, con lo que no se refiere a las actuales bases militares estadounidenses sino a potenciales bases venezolanas. García le otorga el crédito a Honduras de detener el plan expansionista de Hugo Chávez sobre territorio estadounidense y anuncia que “La historia nos juzgará,” optimismo superado por la convicción de Fidel Castro en 1953 en que “la historia me absolverá.” El comandante del ejército continua instando a los hondureños a tener fé en la dignidad de sus fuerzas armadas y en la inmoralidad de “aquel pequeño libro que se llama Constitución,” aunque no establece si ese pequeño libro es uno de esos que los militares no pueden dejar.

El general golpista, Romeo Vásquez Velásquez diserta sobre la dignidad militar en el resto del artículo, afirmando que en todas las escuelas militares se les enseñan nobles sentimientos, sin especificar si en la lista de escuelas aparece la antigua Escuela de las Américas, a la que él asistió en dos ocasiones. Las observaciones de Vásquez revelan que no está al tanto de la opinión del Jefe de Misión Adjunto de la embajada estadounidense en Tegucigalpa, Simon Henshaw, quién—durante la misma reunión de agosto en la que el Embajador Llorens declarara que la base de Palmerola estaba cerrada—había calificado a las tropas militares y a los policías hondureños como personas “sin educación alguna”. En cuanto a los sentimientos inculcados actualmente en las escuelas no-militares, La Prensa advierte en su primera plana de la edición del 18 de agosto sobre el adoctrinamiento en las escuelas del país.

Como prueba de la coerción voluntaria de los alumnos por parte de los maestros opuestos a golpes militares, el diario ha fotografiado un supuesto exámen de una escuela de San Pedro Sula, que consiste en llenar los espacios en blanco como el siguiente: “Los hondureños tienen derecho a _______.” El exámen ha sido llenado y califcado antes de ser entregado a La Prensa, llamándonos la atención la X a través de la respuesta de que los hondureños tienen derecho a la “democracia” cuando en realidad el derecho es a la “insurreción”. Una respuesta distinta es proporcionada por el comandante de la Fuerza Aérea Hondureña, Luis Javier Prince, en el artículo del 5 de agosto de La Prensa en el que alaba el bloqueo hondureño al expansionismo venezolano y quién reconoce que los hondureños tienen derecho a “una sustitución presidencial.”

En cuanto a otros empleados de la fuerza aérea que realizan tareas fuera de su tradicional área de distribución, el piloto de helicóptero estadounidense que conocí en el avión en San Pedro me comentó que estaba en camino a Fort Benning, Georgia—hogar de la antigua Escuela de las Américas—para su entrenamiento en Artes Marciales Mixtas (Ultimate Fighting Championship). Bajo la impresión de que era extraño para mí lo que el evento de las artes marciales mixtas era, así como era extraño para mí que el no supiera quíen Romeo Vásquez Velásquez era, con paciencia me explicó sobre la organización de artes marciales, mencionando que importaría las técnicas de ataque a la Base Aérea de Palmerola.

Dije en broma que los militares hondureños muy seguramente no serían invitados a las sesiones de entrenamiento debido a la moratoria en las comunicaciones entre los militares. El piloto de helicóptero me recordó que el tamaño físico de los soldados hondureños no es compatible con algunos deportes—mientras hace un movimiento aplastante con las manos—lo que no constituye un comienzo prometedor para el juicio histórico que las fuerzas armadas hondureñas esperan.

Traducción: Fernando León

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