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Obama y la bomba de tiempo Estados Unidos-Latinoamérica

Desactivar la política de Estados Unidos hacia Latinoamérica requiere cortar los cables en el orden correcto


Por Al Giordano
Especial para The Narco News Bulletin

4 de junio 2008

Todos hemos visto las películas de acción en donde una bomba (un reloj digital contando los segundos que faltan para la explosión) debe ser desactivada. Hay una masa de cables y una decisión apresurada entre los héroes –“no, no, no cortes el rojo” – porque los cables tienen que ser desconectados siguiendo un cierto orden; de lo contrario, toda la ciudad será destruida instantáneamente.

Esta es la situación que se vive en el Hemisferio Occidental hoy en día. La bomba fue armada e instalada hace décadas como resultado de la política imperial estadounidense, tanto por administraciones Republicanas como Demócratas. Los viejos métodos de imponer las agendas de Washington y Wall Street en Latinoamérica nunca desaparecieron: los intentos de golpes de estado, los asesinatos políticos, las guerras sucias de represión perpetradas por torturadores entrenados por la Escuela de las Américas de Estados Unidos y por escuadrones de la muerte paramilitares aún forman parte de la pesadilla cotidiana que se vive en gran parte del hemisferio. Pero aquellas técnicas “tradicionales” han sido reemplazadas por nuevos y más tecnológicamente eficientes métodos de control: fraudes electorales de punta, equipos de mercenarios contratados desde el sector corporativo privado y que no están sujetos a ninguna ley o constitución del país, tecnologías de vigilancia de disidentes vía telefónica, Internet y satélite, chantaje económico mediante tratados de “libre comercio” y el confuso estruendo cotidiano armado por la simulación de los medios de comunicación.

Aún así, los “viejos” y “nuevos” métodos de imposición anti-democrática se basan en los mismos principios y prioridades de siempre: En lugar de los conquistadores españoles, portugueses, franceses, ingleses y holandeses con sus caballos, armaduras, sacerdotes, virreyes e informantes reclutados de entre las poblaciones nativas, ahora los invasores y saqueadores son corporaciones globales anónimas (muchas aún de Europa pero la mayoría provenientes de la antigua colonia británica, los Estados Unidos). Los nuevos ejércitos invasores y sus accionistas, lavadores de dinero, burocracias, cuerpos policíacos y las estaciones de televisión corruptas y periódicos que se han vuelto, cada vez más, una parte poderosa de las clases políticas locales y oligárquicas. Ayer como hoy, obtienen unas pocas migajas a cambio de hacerse cargo de estos implementos de sumisión sobre la mayoría de la población. Abajo y a la izquierda se encuentra la gran cantidad de seres humanos que son mantenidos en la pobreza alimentaria, de vivienda, salud y educación, y la libertad auténtica que permanece fuera del alcance no sólo de los oprimidos – en este pacto del diablo e incluyendo a los Estados Unidos – sino también de muchos de sus opresores a control remoto.

En este atolladero se metió el viernes Barack Obama, el senador estadounidense de 46 años originario de Chicago, quien es el presunto nominado demócrata para la presidencia de los Estados Unidos. En un discurso político en Miami, presentó sus propuestas con respecto a la política de los Estados Unidos hacia Latinoamérica. A principios de esta semana, Narco News analizó las políticas y la doctrina de su presunto oponente republicano, el senador John McCain: No había mucho que ver a parte de la nostalgia de la Guerra Fría y una continuación de la cuenta regresiva de la bomba de tiempo hacia una explosión destructiva, es decir, lo que los presidentes estadounidenses Reagan, Bush I, Clinton y Bush II han estado ofreciendo en los últimos 28 años.

El discurso de la política de Obama – que rompió definitivamente con algunas de esas políticas al tiempo que alcahueteaba otras – es mucho más difícil de analizar. El discurso renovará algunos de los viejos debates entre liberales, libertadores, progresistas e izquierdistas en torno a si el vaso que le tiende a Latinoamérica está medio vacío o medio lleno, y si el vaso contiene una bebida refrescante o solo un veneno que sabe mejor… o si tan siquiera se trata de un vaso.

Las décadas de política estadounidense imperialista y bipartita hacia Latinoamérica han calcificado el pensamiento de la izquierda y la derecha por igual. Los partidarios de uno y otro sacarán su papel tornasol y declararán si la doctrina de Obama es ácida o alcalina. El que escribe estas líneas, quien ha estudiado el fenómeno Obama tan de cerca como cualquier otro periodista, ha aprendido durante décadas de práctica a no tomar lo que ningún político dice durante una campaña política como si fuera el evangelio en lo que respecta a propuestas políticas. Una vez que el candidato entra al cargo público, la dura realidad se le viene encima y él o ella se quedan solos únicamente con sus instintos, y son esos instintos – y no los manifiestos – los que al final determinan la política.

Aún así, parte de la bomba de tiempo que es preciso desactivar no la constituyen “ellos”, los que están en el poder, sino “nosotros”, los que somos adversos a él y nuestras reacciones estratificadas que se vuelven un reflejo después de décadas de una política estadounidense estancada. Como lo ha reportado este periódico tan minuciosamente, Latinoamérica ha cambiado su realidad en los últimos ocho años, y eso ha creado la necesidad de que los Estados Unidos cambie la suya. Asumir que las relaciones marcharían en la misma dirección que antes, demostraría una profunda falta de respeto hacia los héroes, mártires y movimientos sociales que han ocurrido en Latinoamérica mientras que sus contrapartes en tantas otras partes del mundo –particularmente en los Estados Unidos – han sido apaleados para que se retiren en sumisión.

Lo nuevo y diferente en el discurso de Obama del viernes no fue algo que él inventó por sí mismo, sino más bien una consecuencia de los cambios que ya han ocurrido desde abajo en Latinoamérica y la suerte o sabiduría que ha tenido de ser lo suficientemente joven para darse cuenta de ello, al tiempo que sus rivales políticos de más edad han permanecido sordos y ciegos a dichos cambios. En este punto, decir que Obama no debería ser sobreestimado sonaría a cliché. Nada más ha derrotado a la máquina política de los Clinton, la fuerza más poderosa en el Partido Demócrata estadounidense de los últimos dieciséis largos años.

La primera parte de la bomba entre Estados Unidos y Latinoamérica que aquellos que nos hemos opuesto a la política estadounidense tenemos el poder de cortar es nuestra propio cableado. El que escribe estas líneas invita a los izquierdistas que se aferran – como lo hacen los de la derecha – a su papel tornasol como si la política fuera una serie de manifiestos y respuestas a cuestionarios, a sacar su equipo de laboratorio de ciencia política ahora mismo. Vamos a repasar la doctrina de Obama sobre Latinoamérica, tal y como fue presentada en el texto de su discurso sobre la política Estados Unidos-Latinoamérica y analizarla, primero, siguiendo las viejas reglas. Y, después, el que escribe esto les presentará lo que piensa que ha ocurrido realmente.

“El vaso está medio lleno”

Para aquellos que esperan ver una continuación de las políticas estadounidenses destructivas y las mismas suposiciones hacia Latinoamérica por parte de la administración de Obama, su discurso repitió un poco del lenguaje divisivo y testarudo que ya hemos escuchado hasta el cansancio proviniendo de Bush, Clinton y otros antes de él. Antes que nada, está la caricatura del presidente venezolano Hugo Chávez y la caracterización de su gobierno como “autoritario”:

“Demagogos como Hugo Chávez se han metido en este vacío. Su predecible y peligrosa mezcla de retórica anti-americanista, su gobierno autoritario y su diplomacia de chequera ofrece la misma falsa promesa que las ideologías cansadas y fallidas del pasado. Pero los Estados Unidos está tan aislado del resto de América que esta rancia visión no ha sido cuestionada e incluso ha hecho incursiones desde Bolivia hasta Nicaragua.”

Dejando a un lado, por ahora, la cuestión de si Obama realmente cree en estas tonterías o estaba alcahueteando las suposiciones ampliamente difundidas por los medios de comunicación y el estado estadounidense por razones políticas, las bases de esa afirmación no se sostienen frente a los hechos que este periódico y otras fuentes independientes han reportado. Repetir estas falsedades puede protegerlo de ciertos ataques (y probablemente impedir que Chávez o los líderes de Bolivia y Nicaragua elogien su candidatura, tal y como lo hizo el presidente nicaragüense Daniel Ortega a principios de año y como ocurrió en el 2004, cuando los elogios de Chávez causaron una controversia política en los Estados Unidos para el nominado demócrata John Kerry), pero la repetición de estos mitos también los refuerza y los propaga.

Aquí están los hechos: Comparado con cada administración venezolana que lo precedió, el gobierno de Chávez, quien ha ocupado la presidencia desde 1998, ha sido mucho menos autoritario o represivo que ningún otro en la historia. Chávez, elegido democráticamente, terminó con lo que había sido una censura estatal rampante y cotidiana de los periódicos, la radio y la televisión, al tiempo que legalizaba y facilitaba el crecimiento de más de 100 estaciones de radio y televisión comunitarias y sin fines de lucro en todo el país, expandiendo vastamente el espectro de libre discurso y el acceso a los medios de comunicación. Ni un solo periodista venezolano ha sido encarcelado o asesinado bajo su mando (es la primera vez en la historia venezolana que ocurre esto). Los oponentes políticos que han intentado asestar golpes de estado violentos, sabotear las instalaciones de producción petrolera y otros actos que, si se hubieran intentado en los Estados Unidos u otros países, hubieran sido perseguidos y encarcelados por terrorismo, siguen caminando y hablando libremente en la democracia venezolana.

La patraña con respecto a la “diplomacia de chequera” de Venezuela y “hacer incursiones desde Bolivia a Nicaragua” no solo refleja una cansada visión del mundo al estilo Guerra Fría (poniendo a Venezuela en el papel retórico que la Unión Soviética solía ocupar en los pronunciamientos estadounidenses). También muestra lo peor que podría decirse sobre la generosidad venezolana, cortesía de sus ganancias petroleras, a otras naciones latinoamericanas: que estudió la política exterior estadounidense y su imitación de ella es extremadamente halagador.

El hecho de que Obama haya dicho: “Podemos guiar al hemisferio hacia el siglo XXI” refleja el lenguaje nacionalista estándar que ha salido de la boca de todos los políticos en todos los países – y particularmente de los Estados Unidos – de que su papel es guiar en vez de colaborar con los demás. Esto es irónico porque, hoy en día, han sido los países Latinoamericanos (particularmente Venezuela) los que han roto con lo peor del pasado, han tomado la iniciativa y se han parado literalmente enfrente de los Estados Unidos en ese proceso de liderazgo en nombre de los principios – democracia y derechos humanos – que los Estados Unidos proclama como sacrosantos.

Obama utilizó la misma afirmación para describir a Cuba:

“Toda mi vida ha habido injusticia en Cuba. Nunca en mi vida el pueblo de Cuba ha conocido la libertad. Nunca, en las vidas de dos generaciones de cubanos, el pueblo de Cuba ha conocido la democracia. Este es el terrible y trágico status quo que hemos conocido durante medio siglo – elecciones que son todo menos libres y justas; disidentes encerrados en celdas oscuras por el crimen de hablar con la verdad –. Yo no soportaré esta injusticia, ustedes no soportarán esta injusticia, y juntos pelearemos por la libertad en Cuba”.

No se menciona el conjunto de hechos iguales y opuestos: que durante toda su vida (y, hay que aceptarlo, particularmente en los últimos años) la gente de los Estados Unidos o de cualquier otro país americano tampoco ha conocido la libertad y la democracia auténticas. Fue a 99 millas de la costa de Cuba, en Florida, en donde una elección presidencial estadounidense fue robada mediante el fraude y la supresión del voto hace solo ocho años. Y mientras que Obama enmarcaba su discurso en las “cuatro libertades” de Franklin Delano Roosevelt, que incluyen “libertad de necesidad”, la superioridad del cuidado de la salud y el progreso en la investigación médica, la educación pública gratuita desde preescolar hasta la universidad, el cuidado prenatal y tantos otros programas sociales de Cuba obviamente no fueron mencionados ante una audiencia de exiliados cubano-americanos y sus parientes en Miami.

Mientras Obama criticaba “lo más fácil que los políticos americanos pueden hacer” él también estaba haciendo muchas cosas fáciles.

El rompimiento de Obama con las políticas estadounidenses para facilitar ciertos aspectos del embargo hacia Cuba fue puesto entre paréntesis, quedando como sigue: “voy a mantener el embargo”. Al igual que su rival republicano, John McCain, esta afirmación no coincide con las afirmaciones hechas por ambos hombres en años anteriores, en donde declaraban que el embargo había fallado y que era tiempo de superarlo.

De igual forma, con respecto a la política estadounidense hacia la isla La Española de Haití, la afirmación de Obama de que: “El pueblo haitiano ha sufrido por mucho tiempo bajo gobiernos que se han preocupado más por su propio poder que por el progreso y la prosperidad de su pueblo. Es tiempo de presionar a los líderes de Haití para que acorten las divisiones entre ellos”, le da un tinte de legitimidad al régimen haitiano actual, que tomó el poder mediante un golpe de estado.

La misma mano de falsa legitimidad fue extendida al régimen más brutalmente represivo, aquél del gobierno de Álvaro Uribe en Colombia:

“Para el pueblo de Colombia – quien ha sufrido en las manos de asesinos de todo tipo – esto significa pelear en contra de todas las fuentes de violencia. Cuando sea presidente, continuaremos con el Plan Andino de Lucha Contra las Drogas, y lo actualizaremos para que haga frente a los retos en constate evolución. Respaldaremos la lucha de Colombia en contra de las FARC. Trabajaremos con el gobierno para terminar con el reino del terror impuesto por los paramilitares de la derecha. Apoyaremos el derecho de Colombia para atacar a los terroristas que buscan refugiarse más allá de sus fronteras. Y señalaremos cualquier apoyo a las FARC por parte de gobiernos vecinos. Este comportamiento debe ser expuesto a la condena internacional, al asilamiento regional y, de ser necesario, a fuertes sanciones. No debe continuar”.

La referencia a que el régimen colombiano tiene el “derecho de atacar a los terroristas que buscan refugiarse más allá de sus fronteras” es la frase más desafortunada en todo el discurso de Obama. Es una referencia directa al incidente que ocurrió a principios de la primavera cuando el ejército colombiano cruzó a Ecuador y cometió una masacre en un supuesto campamento de la guerrilla cuando sus ocupantes –incluyendo observadores de la Universidad Nacional de México – estaban durmiendo. Aquella masacre detonó una crisis geopolítica en Sudamérica, que no escaló a una guerra entre los países involucrados únicamente gracias a la moderación que mostraron los gobiernos de Ecuador y la misma administración venezolana que Obama criticó.

La promesa de continuar con el “Plan Andino de Lucha Contra las Drogas” es un eufemismo del apoyo a la fallida aventura Clinton-Bush mejor conocida como el Plan Colombia: una intervención militar de billones de dólares que ha logrado lo opuesto de lo que pretendía: Ahora Colombia exporta más cocaína a los Estados Unidos que antes de que se aprobara el Plan en el 2000 y se ha duplicado el número de regiones en Colombia donde se cultiva la planta de coca para la producción ilícita de cocaína, gracias a la inepta política estadounidense. Los efectos secundarios han sido peores: vastas porciones de selva amazónica han sido destruidas por el spray herbicida aéreo. Las fuerzas militares y policíacas colombianas – quienes ahora están mejor financiadas y equipadas – son desplegadas no solo en contra de las guerrillas y los traficantes de droga, sino también en contra de los movimientos sociales e indígenas pacíficos, sindicatos y sus líderes.

El compromiso de “trabajar con el gobierno para terminar con el reino del terror impuesto por los paramilitares de la derecha” es similar a la promesa de trabajar con un jefe de la mafia para terminar con las actividades naturales de sus regímenes mafiosos. El actual presidente colombiano, Uribe, antiguo alcalde de Medellín, llegó al poder como parte integral de la estructura política narco-paramilitar y constituye el mayor obstáculo para terminar con ellos.

Las afirmaciones sobre la guerra contra el terrorismo creada por George Bush están vivas y son propagadas por el lenguaje utilizado por su oponente político, Obama, en un lenguaje que etiqueta a las guerrillas colombianas – enfrascadas en una guerra civil durante cinco décadas – como “terroristas”, lo cual corresponde a presentarlas, en el idioma Norteamericano, como el equivalente de Osama bin Laden. La persecución de las organizaciones terroristas sin estado por parte de Estados Unidos en lugares como Pakistán se proyecta sobre un conjunto muy distinto de realidades en Latinoamérica, en donde las insurgencias armadas de ciudadanos en contra de sus propios gobiernos represivos surgieron precisamente porque la forma autoritaria de “democracia” en aquellas naciones había cerrado la puerta a la participación pacífica en la lucha política. La relación de una con otra es falsa y contraproducente, y perpetuará las mismas circunstancias que refuerzan la disfunción nacional colombiana en particular.

De manera similar, Obama dio una estampa de legitimidad al régimen mexicano de Felipe Calderón, instaurado mediante un fraude electoral minuciosamente documentado en el 2006:

Miles de miembros de bandas centroamericanos han sido arrestados en los Estados Unidos, incluso aquí en el sur de Florida. Hay emergencias nacionales enfrentando a Guatemala, El Salvador y Honduras. Los cárteles mexicanos están aterrorizando a ciudades y pueblos. El presidente Calderón tuvo razón en decir que ya es suficiente.

Debemos respaldar el esfuerzo mexicano para contenerlos.

Obama fue más lejos al hacer un llamado para la expansión del Plan Mexico (lo que los simuladores llaman la “Iniciativa Mérida”), el cual repite la horrible experiencia del Plan Colombia en el país vecino de Estados Unidos, en una forma que francamente causará un flujo mayor de inmigrantes mexicanos hacia los Estados Unidos debido a las herramientas represivas que le concederá al régimen calderonista. Y aún así, Obama dijo “la Iniciativa Mérida no invierte lo suficiente en Centroamérica”, cuando sus inversiones en México van a causar muchos más problemas del tipo que se propone combatir.

La manera de expresarse a cerca de mantener los estúpidos estándares del progreso en el hemisferio no es más reconfortante: “condicionaremos nuestro respaldo a indicadores claros para confiscar drogas, perseguir a los corruptos, reducir el crimen y atrapar a los cabecillas”. Condicionar el respaldo a indicadores sobre derechos humanos o elecciones justas y libres no fue considerado o mencionado.

Al hablar de política energética, Obama abrió una lata de gusanos completamente diferente: “Evaluaremos las oportunidades y los riesgos del poder nuclear en el hemisferio reuniéndonos con México, Brasil, Argentina y Chile”. Los líderes brasileños, incluyendo aquellos en el ejército del presidente Lula da Silva, a menudo son citados a favor del desarrollo de armas nucleares en ese país a partir de tecnología de poder nuclear.

Si tomamos todas las declaraciones de Obama en su conjunto, nos damos cuenta de que está ofreciendo la misma vieja tarifa con respecto a la política entre Estados Unidos y Latinoamérica que le ha servido a sus predecesores en la Casa Blanca, ofreciendo políticas fallidas y retórica basada en mitos, condenada a más fracasos (y replicando más miseria, imposición y autoritarismo en los pueblos latinoamericanos) una y otra y otra vez.

Y sin embargo…

“El vaso está medio lleno”

Si las palabras anteriores replicaron y perpetuaron algunas de las partes más problemáticas de los 28 años de la política Reagan-Bush-Clinton-Bush y su propaganda hacia Latinoamérica, hubo partes substanciales y significativas en el resto del discurso de Obama que rompieron de manera decisiva con otras doctrinas igualmente destructivas.

El rompimiento de la política de Obama en la que los medios se enfocaron más fue el repetido juramento de aligerar el embargo de los Estados Unidos contra Cuba, en dos formas con las que Obama ha clavado la estaca en la dominación republicana de los votos cubano-americanos en Florida y otras partes.

Hasta hace poco, un pequeño grupo de los derechistas de mayor edad en la comunidad cubano-americana el sur de Florida votaba en bloque por el candidato que ofreciera las políticas más belicosas hacia la isla de Cuba. Ellos eran los jefes políticos y hablaban con una sola voz en nombre de los votos que podían aportar.

Una gran parte de la bomba de tiempo entre Estados Unidos y Latinoamérica mencionada anteriormente ha estado compuesta por el control que ese grupo de interés tiene sobre los votos cubano-americanos en el importante estado electoral de Florida. El miedo a perder el “estado columpio” (un estado en el que ningún partido puede confiar y en donde las elecciones presidenciales han sido muy reñidas en las contiendas pasadas) con la mayoría de los votos electorales mantuvo a los demócratas y republicanos que se habían postulado para presidente en el pasado peleando la Guerra Fría mucho después de que el muro de Berlín había caído. Y en el Congreso de los Estados Unidos, los tres distritos dominados por cubano-americanos en Florida han producido a titulares republicanos empedernidos y obsesionados con luchar contra lo que ellos llaman comunismo en toda Latinoamérica, una fijación que también envenenó otras políticas estadounidenses hacia el hemisferio.

Regresando a la metáfora de la bomba de tiempo: Para alejar el discurso político de los Estados Unidos hacia Latinoamérica de las obsoletas teorías de dominó que se convirtieron en dogma cuando existía la Unión Soviética, el primer cable que se necesita cortar en ese aparato destructivo es el control de la derecha sobre los votos electorales en Florida mediante el voto cubano-americano en bloque. Es por eso que Obama dio su discurso en Miami.

Una brecha generacional (que ha pasado casi desapercibida en los medios de comunicación estadounidenses) ha surgido entre los cubano-americanos a los que Obama pudo escuchar y con los que pudo hablar antes de que se dieran cuenta sus rivales en la contienda electoral de mayor edad. Los miembros de generaciones más jóvenes han concluido – junto con la mayoría de otros americanos – que el embargo de Estados Unidos contra Cuba es una política completamente estúpida, en parte debido a que es particularmente restrictiva para ellos: Bajo la ley actual, se les prohíbe visitar y mandar dinero a sus familiares en la isla. El llamado de Obama a terminar con esa prohibición – cosa a la que se opuso primero su principal rival demócrata, la senadora Hillary Clinton, y ahora su oponente republicano McCain – ha tenido una gran resonancia en la comunidad del sur de Florida, y ha provocado que generaciones jóvenes de cubano-americanos comiencen a abandonar a sus líderes más reaccionarios y dañinos.

(En cierto sentido, este fenómeno es similar a lo que ha logrado la campaña de Obama entre la mayoría de los grupos demográficos en los Estados Unidos y en su Partido Demócrata: ha ahogado a lo peor de la vieja guardia bajo una ola de millones de jóvenes votantes y ha vuelto a encender las alianzas multi-raciales que impulsaron a los movimientos de los derechos civiles y que han sido la receta para lograr los progresivos avances periódicos del país)

La facción gusano de los jefes políticos de mayor edad que alguna vez hablaron con una sola voz representando al grupo étnico de dos millones de cubano-americanos en los Estados Unidos se encuentra dividido. Algunos – como muchos de los 900 líderes comunitarios que se reunieron bajo la bandera de la Fundación Nacional Cubano-Americana para escuchar a Obama – también han roto con la ortodoxia a favor del embargo, si bien solo por la conciencia pragmática de que nadie va a tener influencia en el futuro cercano sin el apoyo y la participación de sus propios hijos y nietos adultos.

El ataque de Obama en el territorio que el Partido Demócrata ya había considerado como un fracaso – que empezó el verano pasado con una columna editorial en el Miami Herald y un discurso en la Pequeña Habana en Miami en donde hizo un llamado para aligerar el embargo – también a tocado a las candidaturas de tres demócratas cubano-americanos que comparten su visión de derrotar a los miembros del congreso republicanos de extrema derecha. Entre ellos está Joe Garcia, un demócrata progresista que está retando al representante Mario Diaz Balart (R-Florida). La ecuación anterior había creado lugares seguros para Diaz-Balart y su hermano, el representante Lincoln Diaz-Balart (R-Florida), quien está siendo retado por otro demócrata: el ex alcalde Raúl Martínez. Los hermanos son descendientes de una dinastía política cubana. La representante Ileana Ros-Lehtinin (R-Florida) también enfrenta una oposición electoral este año por parte de la demócrata Annette Taddeo.

Estos tres miembros republicanos del congreso estadounidense, más allá de servir como guardias del embargo, han tenido un efecto corrosivo en el discurso político del Congreso con respecto a toda Latinoamérica. Ellos ven al comunismo soviético detrás de cualquier forma de progreso social – ya sea democracia social o derechos humanos – y han sido los principales entusiastas de las políticas que satanizan a Venezuela y Bolivia al tiempo que animan a los regímenes represivos en Colombia y México.

Al igual que con los cambios en toda Latinoamérica, Obama no puede tomarse el crédito por provocar este cambio demográfico en la comunidad cubano-americana, pero sí hizo algo que los políticos estadounidenses rara vez hacen: Escuchó más allá de la máquina ruidosa y oyó el estruendo de abajo, una habilidad que le ha servido, en tanto antiguo organizador comunitario, para otras cosas durante su campaña. En este sentido, el discurso del senador del viernes no solamente nos dijo algunas cosas sobre él; nos enseñó otras de sus cualidades. Desde el llamado de agosto del 2007 para aligerar el embargo, la candidatura de Obama se ha vuelto un bastión para un nuevo movimiento progresista entre los cubano-americanos para retar a la vieja guardia. Esa inclinación por escuchar lo que está sucediendo bajo el radar de la “sabiduría convencional” pasada de moda es precisamente lo que le ha faltado a muchos políticos estadounidenses y la cualidad que va a ser más necesaria para cortar los cables restantes en la bomba de tiempo entre Estados Unidos y Latinoamérica.

El siguiente cable que hay que cortar es aquél de la política de comercio. La imposición de que otros países firmen “tratados” basados en el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLACAN), un tratado que desde 1994 ha destruido la vida de millones de trabajadores y campesinos a ambos lados de la frontera entre Estados Unidos y México pero que ha sido una bonanza para las corporaciones multinacionales, ha influido a la política estadounidense en otras cuestiones. Esta ronda particular de abuso continental se aceleró una vez que el presidente Bill Clinton firmó el TLCAN en 1993. La guerra contra las drogas, la ayuda militar y económica de los Estados Unidos y otras palancas de presión y poder han sido utilizadas en contra de países latinoamericanos cuya meta ha sido obligarlos a entrar en una nueva generación de tratados comerciales. La reticencia de muchos países a firmar la destrucción de sus economías y soberanía al estilo mexicano ha ocasionado, más que cualquier otro factor, las hostilidades de Washington hacia Venezuela y otros países que se han movido, a través del voto, hacia la izquierda en los últimos diez años.

El gran empuje de la administración de Bush este año ha sido buscar la aprobación del Congreso de un tratado de libre comercio entre Estados Unidos y Colombia. En Miami, el viernes, Obama denunció la falta de protecciones a los trabajadores en el plan e insistió que la manera en que la riqueza estaba distribuida “no solo el balance corporativo” sería la base de futuras negociaciones comerciales en su administración:

“Rechazo vehementemente la visión Bush-McCain de que cualquier tratado comercial es un buen tratado. No podemos aceptar un comercio que enriquece a quienes ocupan los escaños más altos de la escalera al tiempo que cortamos los escaños más bajos. Es tiempo de entender que la meta de nuestra política comercial debe ser un comercio que funcione para toda la gente en todos los países. De igual forma que los obispos de Centroamérica, me opuse al tratado porque las necesidades de los trabajadores no fueron tomadas en cuenta adecuadamente. Apoyé el Tratado de Libre Comercio con Perú porque había previsiones sobre el trabajo y el medio ambiente. Ése es el tipo de tratado que necesitamos; un tratado que levante a los trabajadores, no sólo a los corporativos.”

“No hay nada proteccionista en pedir que el comercio extienda los beneficios de la globalización en lugar de manejarlos de acuerdo con intereses especiales mientras les damos lo que queda a los trabajadores en nuestra casa y en el extranjero”.

Si bien podemos asumir que el apoyo de Obama al Plan Colombia, la legitimidad que otorga al régimen de Uribe y la aprobación de su violación del territorio ecuatoriano le daría un respiro de alivio a Uribe, el comandante en jefe colombiano ha expresado su miedo casi histérico de tener una administración de Obama. De hecho, el mes pasado, Uribe atacó a Obama públicamente sobre su oposición al tratado de comercio. El que un presidente de otro país se entrometa en una campaña presidencial estadounidense es una medida extrema, ya que rompe las normas generalmente aceptadas del protocolo diplomático.

El mes pasado, el presidente Bush convocó en medio del pánico a una conferencia de prensa televisada cuando los demócratas en el congreso se opusieron al tratado de comercio con Colombia:

“Si el Congreso no aprueba este tratado, no solo abandonará a un buen aliado, sino que mandará un mensaje a toda la región de que no puede contar con los Estados Unidos para apoyar a sus amigos”.

“Nos estamos jugando mucho en Latinoamérica”, dijo Bush, citando la “localización estratégica” de Colombia e insistiendo que la aprobación del tratado es necesaria para lanzar “una poderosa reprimenda a los dictadores y demagogos que están en nuestro jardín trasero”.

Los extractos del discurso de Obama con respecto a Colombia le otorgaron virtualmente toda la tienda al régimen de Uribe, excepto por el tratado de comercio que, según Uribe y sus banqueros estadounidenses, es su más alta prioridad para consolidar un control más permanente de la derecha sobre Colombia.

Eso que oyen es el sonido que se produce al cortar el segundo cable: Colombia, ahora el país renegado de Sudamérica, con su último régimen derechista en una región donde, hace tan sólo diez años, todos los países eran gobernadas por la derecha autoritaria, está flotando hacia un aislamiento auto infligido de sus vecinos. Su servilismo hacia Washington lo hace el único reducto que se rehúsa a incorporarse al Consejo de Defensa Sudamericano, el cual se está conformando por los 11 gobiernos restantes de ese continente. La oposición de Obama al tratado de comercio, el cual es el santo grial de Uribe, manda una poderosa señal no solo al pueblo colombiano sino al resto de la región, de que el cheque en blanco previamente extendido por las administraciones de Clinton y Bush a Colombia ya no puede ser considerado como absoluto.

En el contexto del anuncio de Obama el verano pasado, en una entrevista con el columnista conservador Andrés Oppenheimer, quien escribió que Obama le dijo que “el no solo se reuniría con el presidente venezolano ‘bajo ciertas condiciones’ sino que viajaría a Bolivia – el aliado más cercano de Venezuela en Sudamérica – al inicio de su presidencia,” el mensaje a la mayoría de países sudamericanos es claro: la política de los Estados Unidos hacia una región entera ya no estará determinada por un solo gobierno. (En esa entrevista, Obama también expresó su deseo de visitar Brasil, Argentina y Chile durante su primer año como presidente). Eso – y no su continuación de otras políticas estadounidenses hacia Colombia – ha reacomodado los muebles en el hemisferio.

La queja legítima que los países y pueblos latinoamericanos han tenido en contra de los Estados Unidos ha sido su política de imposición “hazlo como te dicen” y la falta de respeto hacia las decisiones y aspiraciones democráticas de todos sus países. En su discurso de Miami, Obama fue más lejos:

“Es tiempo de una nueva alianza en América. Después de ocho años de las políticas fallidas del pasado, necesitamos un nuevo liderazgo para el futuro. Después de décadas de presionar para obtener una reforma de arriba hacia abajo, necesitamos una agenda que promueva la democracia, la seguridad y la oportunidad de abajo hacia arriba. Por eso mi política para América estará guiada por el simple principio de que lo que es bueno para la gente de América es bueno para los Estados Unidos.”

¿Cuando fue la última vez – si es que alguna vez la hubo – que un nominado a la presidencia de Estados Unidos habló en términos de una dialéctica “de arriba hacia abajo” versus una “de abajo hacia arriba” con respecto a la democracia en América? Obama vuelve a escuchar. El concepto mismo de democracia, en años recientes, ha sido promovido en varias regiones de Latinoamérica. Uno se acuerda de la aparición del presidente boliviano Evo Morales en The Daily Show en Nueva York el septiembre pasado, en donde el conductor Jon Stewart expresó su sorpresa en torno a que Morales había logrado nacionalizar la industria del gas, redistribuido la tierra mediante la reforma agraria y convocado a una convención constitucional todo en sus primeros ochos meses en la presidencia.

La gran historia americana de los años recientes, y que no ha sido reconocida, es que Latinoamérica se ha convertido, ante la insistencia de sus pueblos, en un avanzado laboratorio que desarrolla formas democráticas más progresistas y, en efecto, más democráticas (“de abajo hacia arriba”, en palabras de Obama). Esto sucede al mismo tiempo en que, en los Estados Unidos, el poder ejecutivo se ha concentrado peligrosamente y ha atrasado el reloj de la más americana de las libertades y los derechos constitucionales.

Si tan solo la bomba de tiempo de la retórica de Guerra Fría fuera de Washington pudiera dejar de hacer tictac tan ruidosamente para detonar por todos los lados en una polarización de pánico, la verdadera historia de Latinoamérica – aquella que este periódico ha estado reportando tan intensamente durante estos años – podría ser escuchada no como algo amenazador, sino como innovaciones que podrían ser aplicadas para mejorar la vida de la mayoría de los ciudadanos estadounidenses también. La capacidad para ignorar el ruido causado por los medios y escuchar, si alguna vez llegara a existir en los oídos del ocupante de la Oficina Oval, lo que proviene de “abajo hacia arriba”, ofrecería tal vez sus mayores posibilidades no solo en la política exterior estadounidense, sino también en la interior. Mientras que los avances en materia de democracia se han detenido completamente en los Estados Unidos y, francamente, atrofiado, otras regiones del hemisferio han tomado la batuta que dejó caer el vecino del norte.

La firma de la campaña de Obama ha sido su creencia de que “el sistema” en Washington está roto. En ese contexto, las siguientes palabras de su discurso en Miami son interesantes:

“Durante demasiado tiempo, Washington se ha metido en debates pasados de moda y se ha atorado en planes sobre drogas y comercio, democracia y desarrollo, a pesar de que no van a superar las pruebas del futuro”.

La desconexión entre el reconocimiento de Obama de que los planes “sobre drogas y comercio, democracia y desarrollo” están “cansados” y “no van a superar las pruebas del futuro” y las afirmaciones previamente realizadas sobre algunas de las peores políticas existentes con respecto al Plan Colombia, el Plan México y la fijación (y la incomprensión) nada saludable en la democracia venezolana en la era de Chávez, creará, si Obama llega a la presidencia, una fascinante serie de tensiones creativas. Ese tictac ensordecedor – siempre amenazando con ultimátums e imposiciones a esta parte de la tierra – es lo que tiene que ser silenciado para que el progreso ocurra.

La bomba de tiempo suena más alto sobre la falla de la política Estados Unidos-Venezuela: el cable detonador del aparato explosivo. Chávez ha explotado la riqueza económica de su país en tanto nación productora de petróleo para financiar un avance masivo en los programas de lucha contra la pobreza y sociales del tipo – si el tictac no fuera tan fuerte – que los demócratas en Estados Unidos buscarían imitar. Algunos de ellos son: el antiguo representante Joe Kennedy (D-Massachussets) y sus Corporaciones Energéticas Citizen, entre otros, ha conseguido tratados con Citgo, la compañía petrolera venezolana propiedad del estado para proporcionar aceite para calefacción de bajo costo a las familias pobres y de clase media en los Estados Unidos.

Después de su primera elección en 1998, Chávez se movió rápidamente para redistribuir la riqueza de la nación, provocando un miedo absoluto en la clase oligárquica que por tantas generaciones había saqueado su propio país, dejando a la gran mayoría de los venezolanos en completa pobreza. Los medios corporativos –dentro y fuera de Venezuela – lideraron las primeras campañas de propaganda en contra de Chávez. Uno de los principales entusiastas de los trabajos que representaban a Chávez como un peligroso autoritario y simultáneamente como un bufón inepto (como si alguien pudiera ser ambos) era el entonces corresponsal del NY Times en Sudamérica, Larry Rohter (quien ahora cubre, irónicamente, la campaña estadounidense para el periódico mencionado). Para ese entonces, en abril del 2002, los medios y el ejército venezolano conspiraron para dar un golpe de estado, secuestrando al presidente elegido democráticamente al tiempo que transmitían la falsedad de que había “renunciado”. El “reportaje” sin confirmar de Rohter y otros había causado una histeria masiva tal en los medios de comunicación estadounidense que su periódico, el Times, publicó una editorial elogiando el golpe de estado. (El Times, ante la enorme indignación pública, se disculpó más tarde por su editorial y la condenó).

Para aquellos que no conocen los eventos de abril 2002 que comenzaron las tensiones entre Estados Unidos y Venezuela, por favor lean nuestro resumen publicado unos días después del golpe: Tres días que sacudieron a los medios: La mejor hora del periodismo en línea expuso y revirtió un golpe. Es imposible entender la manera en que las relaciones entre las administraciones de Bush y Chávez han caído en esta disfunción de insultos sin estudiar aquél momento clave en la historia de este joven siglo.

De llegar a la Casa Blanca y empezar a implementar aunque sea en una pequeña parte los cambios sistémicos sobre “la manera en que Washington hace negocios” que ha anunciado en su campaña, Obama encontrará que el líder al que llamó “demagogo” el viernes ha dibujado el único mapa contemporáneo exitoso de cómo un presidente democráticamente electo sobrevive los ataques violentos cuando los intereses especiales atrincherados se retiran.

Como este reportero descubrió dos meses después del golpe fallido, cuando siguió, en tanto reportero, a Chávez durante dos días de reuniones y eventos diversos, el líder Venezolano – lejos de ser el “bufón” que los simuladores de los medios corporativos tratan de presentar – es un líder político extremadamente educado y considerado, además de ser un estratega con una memoria fotográfica de la política y la historia, abarcando hasta los detalles mínimos que la mayoría de los jefes de estado delegan a su staff.

Diplomacia cara a cara

Una de las promesas de campaña de Obama que ha llamado más la atención, primero de su rival democrática Clinton y ahora del presidente Bush y el candidato presidencial McCain, es su voluntad de reunirse cara a cara con Chávez y otros líderes mundiales a los que las pasadas administraciones estadounidenses les dieron la espalda. Esa reunión en particular, si llegara a suceder, puede ser la última oportunidad de ambas naciones para desactivar la bomba de tiempo. La continuación de las tensiones entre Estados Unidos y Venezuela, dado que mucho del escaso recurso llamado petróleo está en juego, podría llevar a mayores hostilidades, incluyendo la guerra. Cualquier intento por parte de los Estados Unidos de atacar a Venezuela militar o económicamente provocaría inevitablemente la interrupción de las exportaciones petroleras de esa región de las cuales se ha vuelto dependiente la economía estadounidense.

Uno podría imaginar que una reunión hipotética entre Bush y Chávez o entre los senadores Clinton o McCain y Chávez probablemente explotaría en una disfunción en los primeros minutos, con consecuencias geopolíticas para todos. Aquellos personajes están en contra de la voluntad de Obama para organizar dicha reunión precisamente porque están – en un nivel de ego y personalidad – pobremente equipados para desarmar los duros sentimientos existentes para reestablecer la relación de mutuo respeto entre dos naciones que históricamente han sido amigables una con otra. Cada uno de ellos – Bush, McCain y Clinton – sufre de un mal de oído que afecta a la mayoría de los políticos estadounidenses. Obama, por el contrario, considera que es mejor hablar cara a cara en lugar de gritarse uno a otro a través de los medios de comunicación internacionales.

Es un tema al que Obama regresó en su discurso del viernes en Miami, con respecto a su voluntad de reunirse también con Raúl Castro y/u otros líderes cubanos, dándole la vuelta a McCain y haciendo que su rechazo a sostener dicha reunión se convierta en una debilidad para él:

“John McCain ha ido por todo el país hablando de cuánto deseo reunirme con Raúl Castro, como si yo estuviera buscando una reunión social. Yo nunca he dicho eso y John McCain lo sabe. Después de ocho años de políticas desastrosas de George Bush es hora de buscar una diplomacia directa, con amigos y enemigos por igual, sin precondiciones. Habrá una cuidadosa preparación. Elaboraremos una agenda clara. Y, como presidente, estaré dispuesto a guiar esa diplomacia en el tiempo y lugar que yo escoja, pero solo cuando tengamos una oportunidad de avanzar los intereses de los Estados Unidos y avanzar la causa de la libertad para el pueblo cubano.

“Yo nunca pondré en peligro la causa de la libertad. Y, a diferencia de John McCain, yo nunca desecharé una manera de actuar que podría avanzar la causa de la libertad. Ya hemos tenido suficiente de promesas de políticos como George Bush y John McCain. Yo voltearé la página.”

Y los 900 líderes cubano-americanos en la reunión – aquellos que los políticos habían creído que se opondrían firmemente a las pláticas directas con Cuba – aplaudieron. Dos días después, otra de estas organizaciones, Women in White – Damas de blanco, familiares de aquellos que llaman prisioneros políticos en Cuba, publicaron una declaración que apoyaba y elogiaba la propuesta de Obama:

La fundadora de Women in White, Miriam Leiva, y su esposo recién liberado, Óscar Chepe, también escribieron una carta a Barak Obama.

Aplaudieron su oferta para permitir que los cubano-americanos visiten a sus familiares libremente.

También escribieron que una política más creativa podría ayudar en la transición hacia la democracia y que la confrontación actual es utilizada por las autoridades en la Habana para justificar su represión.

El gobierno cubano niega que haya prisioneros políticos en la isla, llamándolos mercenarios a sueldo, pagados por los Estados Unidos

Sin duda existen ciertos problemas que van a dificultar esas pláticas cara a cara: Cuba argumenta que las personas llamadas “prisioneros políticos” eran espías que realizaban espionaje pagado o provocaciones desestabilizadoras por parte del gobierno estadounidense: dado que la Agencia Central de Inteligencia ha puesto mucha atención en Cuba, incluyendo múltiples intentos de asesinato en contra de Fidel Castro, es altamente probable que muchos de aquellos prisioneros fueran espías. De igual forma, los Estados Unidos tiene cubanos en la cárcel condenados por la misma ofensa. Ambos lados niegan los cargos. El espionaje es un crimen en ambos países y aún así ninguno admite haberlo cometido en contra del otro bajo ninguna circunstancia. Y aún así el hecho también apunta a una salida que muchos países han utilizado a lo largo de la historia: un intercambio de prisioneros.

Pero, snip, ¿pueden oír en ese escenario el sonido de los cables que están siendo cortados en la bomba de tiempo?

Desarmar los sesenta años de tensiones entre los Estados Unidos y Cuba en este momento de la historia en que Fidel Castro acaba de dejar el poder, probablemente no es un reto tan difícil como otros desórdenes que el siguiente presidente de Estados Unidos heredará en relación con otros países. El más grande de ellos con respecto a las relaciones entre Estados Unidos y Latinoamérica será el de Venezuela. Y aún así, con un oído que escucha en lugar de una boca que siempre está hablando en la Casa Blanca, ese cambio podría suceder.

Esto nos lleva al problema de la retórica y la propaganda, el cual ha plagado las relaciones entre Estados Unidos y Latinoamérica a lo largo de la historia. El tic, tic, tic de la bomba de tiempo puede escucharse en cada gesto machista a través del Caribe y los vestigios del lenguaje de la Guerra Fría que crean divisiones aún donde existen alianzas naturales. La polarización es alimentada por el racismo y la intolerancia hacia todos los pueblos latinoamericanos, y más directamente hacia los inmigrantes de aquellos países en los Estados Unidos.

Obama, quien se opuso a la guerra de Estados Unidos en Irak desde el inicio, de convertirse en presidente, heredará ese desorden y aquellos hechos en Latinoamérica que el no creó. Su frecuente afirmación sobre Irak – “tenemos que ser tan cuidadosos en salir como fuimos descuidados al entrar” – también se aplica a su enfoque sobre las relaciones entre Estados Unidos y Latinoamérica.

Aquellos que buscan un cambio en la política exterior de los Estados Unidos en este hemisferio pueden tener reacciones entrecruzadas hacia el discurso de Obama. Y aún así, comparado con su menguada rival del Partido Demócrata, la senadora Clinton, y su probable opositor republicano, el senador McCain, las diferencias que ha impulsado – para lograr una diplomacia cara a cara con los líderes de Venezuela y Cuba, para aligerar el embargo a Cuba, para detener el tratado de comercio Estados Unidos –Colombia y su tendencia a romper con la política pasada – una presidencia de Obama sacudiría dramáticamente el status quo del Hemisferio Occidental.

(Algo que vale la pena destacar en las diferencias entre Obama y McCain es una noticia que apareció en el periódico El Mercurio de Chile el sábado: el consejero principal de McCain en asuntos latinoamericanos resulta ser Otto Reich, quien fue parte de la administración de Reagan y Bush y fue el arquitecto de la guerra Contra en contra de Nicaragua, un protector de violentos terroristas anti-Castro y un jugador clave en el golpe del 2002 en Venezuela. Los contrastes que sí existen entre Obama y McCain sobre la política en Latinoamérica son como el día y la noche)

Todos Somos América

Obama concluyó su discurso del viernes utilizando un tipo de lenguaje muy diferente que denotó respeto cuando históricamente había habido una expectativa de sumisión. Y con tres palabras – “Todos somos Americanos” – atravesó la pared que está siendo construida entre las Américas de la misma manera en que el presidente John F. Kennedy dijo “Ich bin ein Berliner” en el Muro de Berlín. Esta frase será repetida constantemente en los próximos días y meses en toda Latinoamérica:

“Y debemos aprovechar el vasto recurso de nuestra propia población migrante para avanzar cada parte de nuestra agenda. Uno de los aspectos preocupantes de nuestra política reciente ha sido el sentimiento anti-inmigrante que se ha encendido y que ha sido explotado por los políticos en tiempos de elecciones. Tenemos que entender que la inmigración – cuando se hace de manera legal – es una fuente de fuerza para este país. Nuestra diversidad es una fuente de fuerza para este país. Cuando nos unimos –negros, blancos, hispanos, asiáticos y nativo americanos no hay nada que no podamos lograr –. ¡Todos somos americanos!

Habló de la necesidad de “dejar las intimidaciones atrás” en la retórica entre las Américas:

“Cada momento es crítico. Y este tiene que ser nuestro momento. Libertad. Oportunidad. Dignidad. Estos no son solo los valores de los Estados Unidos –son los valores de las Américas. Fueron la causa que impulsó al ejército de Washington y a la caballería de Bolívar; a la pluma de José Martí y a las campanas de Hidalgo.

“Ese legado es nuestra herencia. Esa debe ser nuestra cusa. Y ahora debe ser el momento en que damos vuelta a la página para empezar un nuevo capítulo en la historia de las Américas”.

Entonces, dependiendo de las tendencias de cada quien, uno puede ver en la doctrina de Obama con respecto a las relaciones entre Estados Unidos y Latinoamérica, un vaso medio vacío o un vaso medio lleno, o tal vez ni siquiera un vaso. Tal vez sea un cortador de cables.


Original publico en ingles 26 de Mayo.

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