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"No nos moverán"

El Barrio Lucha Resistiendo Contra el Desalojo Globalizado


Por Michael Gould-Wartofsky
CounterPunch

23 de abril 2008

Desde la Plaza Grosvenor de Londres, usted no puede ver el este de Harlem. Pero puede comprarlo por £250 millones, 47 edificios y 1137 viviendas, de una sola vez. Eso, por lo menos, se suponía que sería el trato del grupo financiero Dawnay, Day Group —con sede en Reino Unido—, en marzo pasado al cruzar el océano y raptar cuadras enteras de este vecindario histórico habitado por inmigrantes de bajos ingresos: de las pocas comunidades que quedan haci en Manhattan.

El plan de Dawnay, Day Group sigue la típica lógica del desplazamiento “para el desarrollo”: una lógica bien conocida para quienes obtienen ganancias de los bienes raíces como para la gente pobre a la que desalojan. Los inquilinos del este de Harlem, como Carmen Sánchez, conocen el juego: “El único propósito es sacarnos de nuestras casas para renovar nuestros departamentos y luego rentarlos diez veces más caros de lo que estamos pagando ahora”. El director Phil Blakeley ha prometido públicamente hacerlo así, diciendo que la empresa está aportando su parte para “emprender la remodelación de Harlem” como punta de ataque en su apuesta para construir un emporio inmobiliario de 5 billones de dólares aquí.

Pero Dawnay Day puede haber adquirido más de lo que acordó pagar en el este de Harlem, conocido como “El Barrio” para quienes lo consideran su hogar. Aquí, la poderosa empresa transnacional se ha topado con una clase distinta de poder: el poder de una comunidad lista para defender su derecho a existir.

Para los inquilinos, la oferta de la empresa de “emprender la remodelación de Harlem” puede traducirse en hostigamiento, expulsión, desplazamiento: experiencias todas demasiado familiares para la gente de Harlem, aunque sean demasiado invisibles todas ellas para los medios de comunicación. Por cada vez que oímos hablar de qué tanto se profundiza la crisis de vivienda que enfrentan los propietarios de casas, no oímos nada de la otra crisis de vivienda: la crisis perpetua que la gente de escasos recursos que renta casas enfrenta todos los días en ciudades como Nueva York, en vecindarios como el del este de Harlem.

Pero aquí hay una “comunidad en resistencia”. Desde 2004, inspirados por los rebeldes zapatistas de México y por una larga tradición de lucha en su vecindad, los inquilinos se han organizado como una fuerza con la que hay que lidiar, una fuerza llamada Movimiento por Justicia del Barrio (MJB). Durante cuatro años, dirigidos por la propia comunidad, MJB ha luchado contra la aplanadora del desalojo desde los basamentos, ganando victoria tras victoria, edificio tras edificio.

El 6 de abril, Movimiento por Justicia del Barrio se desplazó a las oficinas del gobierno de la ciudad de Nueva York. Marchó y subió la escalinata de piedra del palacio municipal: madres, padres, hijos y ancianos ayudándose unos a otros a subir las escaleras mientras se decían entre ellos:

— ¡Sí se puede!

— ¿Qué queremos? ¡Vivienda digna!

— ¡El Barrio, unido, jamás será vencido!

Después de una invocación indígena, y de pie frente a letreros pintados a mano, mantas, y un enorme muñeco de una mujer zapatista enmascarada, los cientos de participantes declararon que iban a llevar su lucha contra la expulsión de viviendas al siguiente paso: el lanzamiento de la Campaña Internacional en Defensa de El Barrio.

“Dawnay, Day Group está emprendiendo una guerra desde sus oficinas centrales contra nuestra comunidad, cruzando el océano —proclamaron en una declaración reciente—, con el único propósito de forzarnos a salir de nuestra vivienda para aumentar sus ganancias. Juntos, convertimos nuestra resistencia en dignidad y luchamos contra las acciones de los caseros capitalistas y de las grandes empresas transnacionales que están desplazando a las familias pobres de nuestro vecindario. Luchamos a nivel local y más allá de las fronteras”.

Ambos aspectos de la lucha se desplegaron vívidamente sobre los escalones del Palacio Municipal. Desde el frente local, los inquilinos contaron sus experiencias con el nuevo capitalista de la cuadra, hablando de una campaña de amenazas y acoso, de reparaciones necesarias que nunca se hacen, de presuntas deudas que nunca se deben, de acciones propias de un casero adinerado, aprovechado y ausente. Contaron a sus partidarios cómo está luchando en respuesta el MJB, tal como lo había hecho antes, con comités de inquilinos que exigen condiciones dignas en sus edificios, que llevan a Dawnay Day a los tribunales por acoso ilegal, y que aumentan sus movilizaciones populares llevando sus acalorados pasos a las calles.

Filiberto Hernández, integrante de Movimiento por Justicia del Barrio, expresó un claro mensaje para la empresa y otro para la comunidad: “¡Ya basta! Sabemos cómo funciona esta empresa transnacional. Nos quieren aplastar a cualquier costo. Quieren desplazar a los inmigrantes, a la gente de color, a la gente pobre: a nuestra gente. Pero la gente no se irá en silencio. Somos El Barrio. Creemos en El Barrio. Y no nos vamos a ir. Nos vamos a quedar”.

Mientras la multitud estallaba gritando y coreando (“¡Aquí estamos! ¡Y no nos vamos!), Filiberto insistió: “Vamos a salvar al Barrio”.

Si salvan al Barrio, no habrá políticos a quiénes agradecérselos. En un año en el que tantos están buscando la salvación en el sistema político, MJB busca a su propia comunidad para encontrar soluciones, pensando que la lucha sólo puede ser ganada por la propia gente de El Barrio, no por quienes claman representarlos. Por ello, MJB fue al Palacio Municipal también para denunciar a quienes están dentro de esas paredes: el Ayuntamiento de la Ciudad, que ha puesto su sello permitiendo el desplazamiento de miles de personas por todo Harlem y más allá, y el Departamento de Preservación y Desarrollo de la Vivienda, que está haciendo poco por preservar algo más que no sean las ganancias de los caseros.

Abrazando firmemente a su bebé, Josefina Salazar, integrante del MJB, habló de la complicidad de los funcionarios públicos que nada saben de la vida ni de la voluntad del pueblo: “Estamos aquí para dar a conocer quiénes son realmente los políticos… (El político) no sabe lo que es vivir y sufrir esas malas condiciones en nuestra vivienda”. Y no sólo en el este de Harlem sino en el oeste de Harlem, donde el gobierno ha aprobado planes para que la Universidad de Columbia y otros negocios saquen a la histórica comunidad afroestadounidense. “Este proyecto incluye que miles de personas pobres sean desplazadas. Como siempre, para cambiar todo para los ricos”.

Tras Josefina, los rostros de la multitud se voltearon a ver no hacia los edificios de poder, sino entre sí.

Tal como lo prometieron, la lucha ha rebasado las fronteras y al otro lado del océano, haciendo contacto de una comunidad a otra, en una “lucha contra el imperio transnacional del dinero. Una lucha contra el neoliberalismo. Una lucha por la humanidad”. De una manera muy real, esta organización dirigida por inmigrantes siempre ha luchado sin fornteras. Sus “zapatistas urbanos” se han ya unido a aquello de México, como parte de La Otra Campaña, el movimiento inspirado en el zapatismo contra el capitalismo neoliberal y por una política “abajo y a la izquierda”, y han defendido a los movimientos sociales de México contra aquellos que podrían aplastarlos.

Ahora, MJB está ampliando la lucha hasta el otro lado del Atlántico, llevando su mensaje desde su propio vecindario a Dawnay, Day, y presentándose en un ciclónico recorrido por ciudades de Inglaterra, Escocia, Gales, Francia y España. Ahí, según indica Óscar Domínguez, “los compañeros invitarán a las comunidades del mundo a acompañarnos en nuestra campaña internacional… Cuando tengamos cualquier actividad contra esa empresa, ellos, en los lugares donde ellos viven, nos acompañarán tomando acciones directas”.

En una empresa como Dawnay, Day, el desalojo neoliberal ha alcanzado dimensiones mundiales. En la Campaña Internacional en Defensa de El Barrio, Dawnay, Day enfrenta ahora el prospecto de una resistencia tan global como lo es su capital; un desafío tan transnacional como lo es la amenaza que representa para la comunidad.

Dichas corporaciones empresariales prefieren guardar una distancia de la gente afectada y desplazada por sus acuerdos. Pero los de abajo están cercando sus castillos empresariales y los palacios de gobiernos municipales, uniéndose en defensa de sus hogares, sus culturas y sus comunidades. La resistencia comenzó en las cuadras, en el corazón de El Barrio, pero ahora se está haciendo eco en miles de cuadras; en miles de barrios. Puede, incluso, oírse a la distancia, desde las salas de juntas de los negocios, el grito creciente, acercándose, imposible de callar:

— No nos moverán.

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