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Haciendo el trabajo sucio de Estados Unidos

Israel y los paramilitares colombianos


Por Jeremy Bigwood
Especial para Narco News

18 de abril 2002

“De hecho, el concepto de autodefensa en armas lo copié de los israelitas”

-Carlos Castaño, Mi Confesión, 2002

De acuerdo con su recientemente publicada autobiografía, Carlos Castaño tenía apenas 18 años cuando llegó a Israel en 1983 para tomar un curso de un año de duración llamado “562”. Castaño, un colombiano, llegaba a Tierra Santa como un peregrino más, pero no para hallar la paz. El curso 562 era sobre guerra, y como llevarla a cabo, y fue algo en lo que Carlos Castaño eventualmente sería excelso, volviéndose el más rudo y ferviente líder paramilitar en la historia de América Latina.

Castaño fue impulsado en esta senda unos años antes, luego del asesinato de su padre, un ganadero que estaba detenido por las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) por el adeudo de un “impuesto de guerra”. Como está puesto en un documento de la DEA de 1994: “Los grupos guerrilleros colombianos apoyaron sus actividades a través de la extorsión y el secuestro, con rancheros y otras personas ricas como principales víctimas”:

Amargado por la muerte de su padre, resultado de un fallido intento de rescate de parte del ejército colombiano, Carlos y su hermano mayor, Fidel, juraron venganza, una venganza que apoyaría tanto los intereses de las clases terratenientes colombianas como, a largo plazo, la política exterior de Estados Unidos. Es una venganza que continúa imbatible hasta el día de hoy.

Los hermanos Castaño ofrecieron primero sus servicios como guías del Batallón Bombona del Ejército de Colombia, señalando a simpatizantes de las FARC, en labores de inteligencia e inclusive participando en operaciones militares. Pero Fidel —14 años mayor que Carlos— concluyó que simplemente trabajando para el ejército no iban a ninguna parte. Uno de los mayores del batallón los presentó con un paramilitar escuadrón de la muerte local llamado “Caruso”, con los que comenzaron a matar en serio. Cuando la policía local comenzó a investigarlos, hallaron necesario operar aún más clandestinamente. A diferencia de muchos otros países del Tercer Mundo a la sombra de Estados Unidos, la policía y el sistema judicial de Colombia han tenido a veces un papel independiente del ejército.

Más adelante, de acuerdo con reportajes de prensa, Fidel comenzó su propio escuadrón de la muerte paramilitar llamado “Los Tangueros”, a partir del nombre de su rancho, “Las Tangas”. Los Tangueros fueron responsables de más de 150 asesinatos durante los últimos años ochenta y los primeros noventa. En su libro, Castaño habla abiertamente de los asesinatos que cometió u ordenó durante este periodo, haciendo de su hábito de matar lo que él llama “guerrillas en los pueblos” una rutina. En solamente una masacre, Los Tangueros capturó docenas de campesinos de un pueblo. De vuelta al rancho, “los torturaron toda la noche con armas blancas antes de disparar a algunos y enterrar vivos a otros. Los Tangueros, junto con otros escuadrones de la muerte dispersos por todo el país evolucionaron hacia la fuerza presente de nueve mil hombres armados en Colombia, que ahora mata un promedio de trece civiles por día.

Durante el tiempo que el padre de Castaño estuvo cautivo de las FARC, la Colombia rural estaba poblada con pequeñas y diversas unidades paramilitares trabajando para el ejército y las clases altas terratenientes. Muchos de estos grupos eran simplemente los vigilantes y protectores de la riqueza local, mientras otros trabajaban protegiendo al “nuevo rico” del comercio de cocaína de la “taxación” de los insurgentes de izquierda. Algunos de estos grupos tenían los nombres de mezquinas bandas criminales o el de sus líderes. Se llamaban a sí mismos grupos de “autodefensa”, pero merced a su propensión a operar en coordinación con el ejército colombiano, el término “paramilitares” los describe más adecuadamente y será utilizado en esta nota.

En los años ochenta, estos grupos paramilitares estaban desesperados y pobremente entrenados, algunas veces envueltos entre ellos en sangrientas batallas intestinas. Para poder tomar la ofensiva contra los avances regulares de las guerrillas, los paramilitares necesitaban tanto unificación como entrenamiento político militar. Mientras estos paramilitares tuvieran las mismas metas que la política exterior de EU, el gobierno estadounidense no podría apoyarlos directamente por sus tácticas de escuadrones de la muerte. Pero otros podían.

Cómo llegó exactamente Carlos Castaño a Israel es todavía un misterio, como lo es precisamente qué entidad lo entrenó allí. Como sea, el curso israelí “562” definitivamente tuvo un fuerte efecto en Castaño. “Pero sustancialmente algo me marcó, aprendí a comportarme de una manera distinta…. Mi percepción sobre esta guerra cambió radicalmente después de mi viaje a Israel”, dijo en su ampliamente vendida autobiografía, que es una serie de entrevistas editadas por el periodista español Mauricio Aranguren Molina.

En Israel, Castaño fue evidentemente un altamente motivado y buen estudiante. De sus estudios ahí, recuerda:

“Distinto a lo que la gente se imagina, se estudió con más ahínco en un aula que en prácticas. Las conferencias enfatizaban en la forma en la que se mueve el mundo regular e irregular… Allí complementé mi educación, pues se insistía en el comportamiento, en la forma de vestir y de hablar en público. Recibí una clase para aprender a entrar y registrarse en un hotel, moviéndose con propiedad. Se analizaba la forma de actuar ante los policías de inmigración en los aeropuertos, leíamos en bibliotecas y se trabajaba durante largas sesiones la autoestima y la seguridad que debe tener el individuo. Un inigualable proceso en el cual me enseñaron a valorarme y a tener confianza en mí, a ganar en momentos difíciles mediante la intimidación”.

Y todavía más importante para este aplicado estudiante, “recibimos charlas sobre el negocio del armamento en el mundo, como comprar fusiles”.

Y por supuesto, hubo también un componente militar:

“En lo práctico, recibía instrucción en estrategias urbanas, cómo proteger a un personaje, cómo le matan a uno el protegido o cómo debe ejecutarse, si es el caso. Aprendimos a bloquear un carro blindado y utilizar las granadas de fragmentación para romper entrando a un objetivo, practicamos con lanzagranadas múltiple y entrenamos para dar golpes certeros con RPG7, o introducir el proyectil de un obús por una ventana”.

Tomó también “Cursos complementarios de conocimiento sobre terrorismo y antiterrorismo, miras nocturnas y paracaidismo, incluso aprendimos a fabricar explosivos manuales. En fin, nos enseñaron de lo que saben los israelitas; pero, para ser sincero, poco se aplica lo aprendido en el tipo de guerra que se ha vivido en Colombia. Me eduqué con buenas bases y lo más importante, allí aprendí a dominar y controlar el miedo…”.

Castaño recibe asimismo entrenamiento que podría no haber tenido lugar sin el permiso expreso de las más altas autoridades de las Fuerzas de Defensa de Israel, tales como cuando “realizábamos maniobras aéreas y nos lanzábamos en paracaídas durante la noche a unas islas del Mediterráneo, debía colocarme un lastre, para equilibrar las velocidades de caída”. En cualquier caso, fuentes del diario israelí Ha’aretz dudaron de la veracidad de esta historia cuando este periodista les preguntó sobre ella.

De acuerdo a su libro, no todo era estudio para Castaño en Israel, y usaba su tiempo libre para encontrarse con soldados colombianos bajo entrenamiento militar regular en ese país —soldados de entre los peores violadores de derechos humanos en el hemisferio occidental eran entrenados por algunos de los peores violadores de derechos humanos en el Medio Oriente. Pero éstas eran precisamente las conexiones que probarían ser útiles en el futuro:

“También tuve la oportunidad de conocer militares de nuestro país, los hombres del batallón Colombia, en el desierto del Sinaí. No conocí, el batallón, pero en mis días de descanso nos encontrábamos en sitios que usualmente frecuentaban; compartía con amigos oficiales y sargentos”.

Castaño resume su epifanía en Israel en los siguientes términos: “Al regresar al país, yo era otra persona… Infinidad de temas aprendí en Israel y a este país le debo parte de mi cultura, mis logros humanos y militares, aunque repito que no sólo aprendí en Israel lo relacionado con el entrenamiento militar. De allí vine convencido de que es posible derrotar a la guerrilla en Colombia. Yo comencé a ver cómo un pueblo logra defenderse del mundo entero. Entendí cómo involucrar a la causa a alguien que tuviera algo que perder en una guerra, con el fin de convertirlo en enemigo de mis enemigos”.

Para 1985, un poco después de que Castaño regresó a Colombia, algunos de los grupos paramilitares que surgían se habían vuelto completamente dependientes de las monedas del narcotráfico. De hecho, algunas unidades paramilitares habían apenas evolucionado a meros cordones de protección para el narco. En justicia, es verdad que algunos de los grupos paramilitares no estaban involucrados en la protección ilícita del narco o en otros aspectos de su negocio: algunos eran ex guardias de ricos terratenientes, ganaderos y gente por el estilo. Un documento “secreto” de la policía de inteligencia de Colombia (la DAS) incluye una sección sobre “Contaminación de las autodefensas por el narcotráfico”, e incluso da fecha y lugar para este evento, aunque no hay evidencia (ver abajo) de que esto ocurriera antes. “La crisis económica afrontada por la autodefensa en 1985 pudo ser resuelta mediante la alianza con el narcotráfico… Esta alianza surge a mediados de 1985 cuando la autodefensa intercepta un campero cargado de cocaína... Luego de de conversaciones con los narcotraficantes y por iniciativa de HENRY PéREZ, la autodefensa devuelve el campero y la droga incautada a sus propietarios recibiendo en contraprestación una camioneta Toyota, cuatro puertas, de fabricación venezolana…”. Debería anotarse que Henry Pérez era parte del grupo paramilitar Caruso, en ese tiempo también conocido como Autodefensas de Magdalena Medio, como también lo eran los Castaño. De hecho, Castaño llama a Henry Pérez uno de los “padres” de los paramilitares, junto a su hermano Fidel (mencionado en ese documento de la DAS), y al mayor Alejandro álvarez Henao del previamente citado Batallón Bombona, quien había presentado a los hermanos con su primer escuadrón de la muerte. A partir de este punto, estos paramilitares se extendieron, protegiendo operaciones del cártel de Medellín y otros, inclusive la competencia de ese cártel en Calí.

La DEA también estaba observando: sus agentes habían notado una conexión entre paramilitares y narcotráfico al menos tan tempranamente como en 1993: “Inteligencia indica que algunos de los grupos privados paramilitares de Colombia ha sido coptados por las organizaciones de tráfico de cocaína. A través de los ochenta, las Autodefensas de Magdalena Medio, uno de los grupos más importantes, tenía vínculos cercanos con el cártel de Medellín.

Un año después, en otro informe, la DEA observó la relación entre los insurgentes de izquierda y el comercio de drogas, estableciendo adecuadamente: “Pese a que las fuerzas de seguridad colombianas frecuentemente afirman que las unidades de las FARC están involucradas directamente en operaciones de narcotráfico, el involucramiento independiente de insurgentes en la producción local de drogas de Colombia, su transporte y su distribución, es limitado… Ninguna evidencia creíble indica que las direcciones nacionales de las FARC o el ELN, como un asunto de política, hayan comprometido a sus organizaciones en producción o distribución independiente de drogas. Más aún, se sabe que ni las FARC ni el ELN han estado involucrados en transporte, distribución o mercadeo de drogas ilícitas en los Estados Unidos o Europa”. En otras palabras, los insurgentes de izquierda “taxaron” la producción de coca o la transportación de sus derivados a través de sus zonas de control, pero no se involucraron en el procesamiento, embarque o mercadeo de cocaína —al contrario de los paramilitares que manejaban y manejan aún fábricas de procesamiento y estaban y están activamente involucrados en los embarques fuera del país. Hay algunos indicativos no probados de mayor involucramiento insurgente en el comercio desde el momento de ese informe.

Los líderes paramilitares también establecieron escuelas de entrenamiento clandestino en Colombia o “Escuelas de sicarios”, como eran llamadas en el anteriormente citado informe secreto de la DAS de 1989. La primera de esas escuelas que fue descubierta se llamaba “El Tecal”, y entrenó a las primeras fuerzas paramilitares, y como se extendieron profundamente en el interior del país y recibieron más grandes financiamientos del comercio de drogas, formaron escuelas en otras zonas. Por ejemplo “Cero Uno’ ubicada en el kilómetro 9 de la vía Puerto Boyocá-Zambito,” y “El Cincuenta” [llamada “La Cincuenta” en el libro de Castaño], ubicada sobre la vía El Delirio – Arizá (Santander)”. Había también “escuelas satélites” con nombres como “Galaxias”, como reminiscencias de celdas y burdeles. De acuerdo al informe de la DAS, “De dichas escuelas egresó personal para incorporar a la estructura ‘paramilitar-narcotraficante’, en aras de cumplir cuatro tareas específicas:

  1. Proteger a la comunidad y a las propiedades del narcotráfico del asedio de la guerrilla y de grupos rivales.
  2. Velar por la protección personal de cabecillas del cartel y de la autodefensa, asimilando la función de “escoltas”.
  3. Producir cocaína en los laboratorios de la organización…
  4. Atentar contra miembros de la Unión Patriótica [un partido político legal de izquierda ligado a las FARC que fue el único en el continente diezmado por los asesinatos políticos] y contra representantes del Gobierno u otros partidos políticos que se opongan al narcotráfico”.

Para calificar como candidato para ser entrenado en estas “escuelas para asesinos” uno tenía que ser entrevistado por el narco Henry Pérez y sus compinches, todos amigos de los hermanos Castaño. Los estudiantes eran seleccionados “bajo recomendación expresa de algún ganadero, agricultor o traficante vinculado a la región”, con preguntas como “¿Que ideología tiene? ¿Es capaz de matar al papá, mamá o hermano, si comprueba que éstos son guerrilleros?”. Se decía a los candidatos que la guerra podría durar por siempre y que el único enemigo era el comunismo. Y que “verificada la información suministrada por el aspirante y evaluada su confiabilidad, se produce incorporación a un programa de adiestramiento básico, previo un examen médico. Durante la primera etapa de entrenamiento selecciona a quienes resulten más aptos para los aparatos de finanzas (producción de droga) y seguridad (escoltas copatrulleros)”. El curso de capacitación incluyó: “a.) Técnicas de camuflaje, b.) Manejo de armas y Polígono, c.) Explosivos, d.) Defensa personal, e.) Preservación de la identidad, f.) Escoltas, g.) Inteligencia, h.) Contrainteligencia, i.) Comunicaciones, j.) Primeros auxilios”.

Pero aparentemente este entrenamiento de colombianos no era suficiente, y en 1987 pidieron ayuda a los israelíes, probablemente a través de los intermediarios del ejército colombiano. En los grandes medios los 16 entrenadores israelíes y algunos británicos fueron presentados como “mercenarios”, tal vez debido a los prejuicios de los agentes de la DAS, que escribieron un reporte sobre ellos. Los entrenadores militares extranjeros estaban de lejos muy bien conectados para ser “mercenarios” ordinarios —actuaban claramente con aprobación del gobierno, más definitivamente el de Israel, y probablemente de alguna institución de EU también— como veremos más adelante. Castaño, quien asistió a esos cursos, dijo que miembros del ejército colombiano los habían de hecho acordado, y tenían entrenamiento de parte del famoso oficial israelí Yair Klein.

De nuevo, fue el aliado de Castaño Henry Pérez quien escogió a los candidatos —junto al señor del narco Gonzalo Rodríguez Gacha. De acuerdo a su libro, Carlos Castaño fue parte de esos cursos y su organización se ocupó de 5 de los 50 estudiantes. De acuerdo con el documento de la DAS:

  1. “Un grupo de cinco (5) israelitas adelantó el curso denominado ‘PABLO EMILIO GUARIN VERA’ en el centro de formación ‘El Cincuenta’ de Puerto Boyocá”.
  2. “Los instructores permanecieron en el área por el término de 45 días luego de haber ingresado al país por Cartegena (Bolívar). Inicialmente se hospedaron en la Residencia El Rosario de Puerto Boyocá y luego lo hicieron en una casa campestre de la organización ubicada en la Isla de la Fantasía sobre la Cienaga de Palagua”.

Otros treinta estudiantes fueron premiados por lo que los mejores estudiantes pudieron ir a entrenarse más en Israel, como había hecho Castaño: “De acuerdo a lo manifestado por estos instructores, se tenía proyectado enviar a los mejores 30 alumnos de la escuela a un curso especial que se impartiría en Israel”. Treinta paramilitares enviados a Israel deberían claramente recibir la autorización de las Fuerzas de Defensa de ese país —el gobierno israelí. Es difícil imaginar otra cosa de un país continuamente en guerra.

Y había también una conexión con la Contra nicaragüense: “TEDDY, el interprete israelita, manifestó a la fuente que debían acelerar la instrucción y abreviar el curso en razón a un compromiso que tenían en Honduras y Costa Rica para proporcionar entrenamiento a los contras nicaragüenses”. Cualquiera que piense que éstos eran simples mercenarios “a sueldo” haría bien analizando esta cita. En ese tiempo, sólo con aprobación expresa del gobierno estadounidense —particularmente del Departamento de Estado y la CIA— podía uno entrar a los campamentos contras localizados en Honduras o Costa Rica, más aún para un grupo de hombres armados. Estos israelíes eran evidentemente de confianza en los niveles más altos de los gobiernos de Israel y EU.

Durante este tiempo, e inclusive hasta el presente, el Estado colombiano había demostrado no ser un simple monolito. Aún hoy, pese a toda la influencia estadounidense, se pueden encontrar ministros de gobierno, como el de Medio Ambiente y el Defensor de Derechos Humanos que se negaron a seguir la línea oficial marcada por el Departamento de Estado y filtrada a través de la presidencia o algún otro ministerio. Esto explica por qué parte del Estado colombiano —la justicia y la policía— fue claramente perturbada por los avances paramilitares que en 1990 unidades de la policía allanaron una propiedad de Castaño y exhumaron 24 cuerpos descompuestos, algunos mostrando señales de tortura.

Y hubo otros problemas también: la competencia crecía entre los cárteles de la droga de Medellín y Cali. De acuerdo al reporte de inteligencia de la DEA de 1993, “Para 1990, por razones que no son claras, las Autodefensas del Magdalena Medio y el cártel de Medellín emergieron como acérrimos enemigos”. Antiguo aliado, el jefe del cártel de Medellín Pablo Escobar estaba siendo cazado por el Estado colombiano, ayudado por las agencias de inteligencia de EU y por la DEA. Los hermanos Castaño, bajo un nuevo nombre de organización, MAS, ayudaron a los colombianos y estadounidenses en la caza de Escobar, que culminó con su muerte. Carlos incluso tenía líneas de comunicación con el escuadrón de la policía que mató a Escobar, ya que conocía a “el hermano del famoso coronel de la Policía Hugo Martínez Poveda, comandante del Bloque de Búsqueda que dio de baja a Pablo Escobar”, del tiempo que pasaron ambos en Israel.

Luego de que Escobar salió del escenario, los hermanos Castaño consolidaron y unificaron a los paramilitares bajo el nombre de “Auto-Defensas Unidas de Colombia”, mejor conocidas como AUC. Como el reportero Scott Wilson del Washington Post informó:

“De estos escuadrones de la muerte creció la Autodefensa Campesina de Córdoba y Urabá (ACCU), la más vieja y grande de la confederación de la AUC de ejércitos privados a través del país. éste fue el resultado del nuevo liderazgo de Carlos Castaño: transformó una fuerza de protección regional en un movimiento político nacional”.

El efecto fue dramático. Los paramilitares crecieron en tamaño, de unos cuantos miles a nueve mil o más, y como la revista Time informó en 2000: “El miedo a la venganza de las AUC es una razón por la que al menos un millón de campesinos abandonó sus hogares durante la década pasada”. Como los Contras en Nicaragua, los escuadrones de la muerte guatemaltecos y salvadoreños, los paramilitares eran conocidos por utilizar la violencia extrema para aterrorizar a la población, y en al menos una ocasión las unidades paramilitares usaron motosierras para torturar y matar a sus víctimas.

Pero también hubo pérdidas para los paramilitares. En 1994, el hermano mayor de Carlos, Fidel o “Rambo”, como era conocido —entonces líder de los paramilitares— fue, de acuerdo con Carlos, asesinado en un enfrentamiento con las FARC en el norte de Colombia. De cualquier manera, hay dudas de si murió o no en realidad. Hay quienes en el Departamento de Estado creen que podría seguir con vida —y rumores publicados en un artículo reciente dicen que podría estar viviendo en Israel. Cualquiera que sea la verdad, Carlos tomó el mando de los paramilitares a partir de ahí, y el movimiento creció aún más, inclusive adquirieron una rudimentaria fuerza aérea, algo que la contra propaganda de la CIA estuvo siempre intentando de achacar a las guerrillas, así podría inducir a la prensa comercial a argumentar en favor de más ayuda militar para apoyar al gobierno colombiano.

En realidad, los insurgentes no tenían una fuerza aérea, pero los paramilitares sí y aún la tienen. A fines de los noventa, los paramilitares adquirieron algunos helicópteros, junto con mecánicos para su mantenimiento y entrenamiento de vuelo. Los helicópteros son extremadamente caros para comprar y mantener, pero muy útiles en este tipo de guerra, como pronto averiguaría Carlos. De acuerdo a su autobiografía, salvó la vida durante las navidades de 1998 cuando un gran contingente de las FARC atacó su campamento base en un asaltó sorpresa. Fue el piloto nacido en Sicilia y entrenado por Israel, y comandante paramilitar, Salvatore Mancuso quien lo rescató en un helicóptero paramilitar.

De acuerdo con su propia autobiografía y docenas de notas de prensa, Castaño se ha reunido en secreto a menudo con funcionarios del gobierno. Pero los encuentros del 2000 fueron informados abiertamente. En noviembre 6 de 2000, se reunió con el Ministro del Interior de Colombia Humberto de la Calle, den entonces presidente Andrés Pastrana. Como resultado del encuentro, Castaño liberó a dos de los siete legisladores que sus paramilitares tenían secuestrados. Inclusive, mientras esto se escribe, como veremos luego, Castaño y Mancuso están en negociaciones con el nuevo gobierno colombiano.

Mientras los paramilitares se expandían, continuaron absorbiendo a otras organizaciones similares. Se necesitaban armas y probablemente tenían muchas fuentes para ello, una de las cuales salió a la luz en mayo pasado. No debería ser una sorpresa para el lector que los mayores proveedores fueran los israelíes. Los traficantes de armas israelíes tienen una larga presencia en la vecina Panamá y especialmente en Guatemala. Mientras algunos de los detalles de este particular negocio han sido impugnados y aún está incompletos, un cosa es clara: por una serie de representaciones, GISRA, una compañía israelí asociada con la IDF y con sede en Guatemala pudo comprar tres mil rifles de asalto AK47 y 2,5 millones de cajas de munición que fueron enviadas a los paramilitares en Colombia a través de un puerto colombiano controlado por una compañía bananera estadounidense. Esto debería recordarnos lo que Carlos Castaño dijo acerca de su curso en Israel —cuando “recibimos charlas sobre el negocio del armamento en el mundo, como comprar fusiles”. ¿Fue en Israel que también consiguió las conexiones para hacer eso?

Este negocio de armas, como muchos, incluyó muchos niveles de negación y pantallas de humo. Aunque la policía colombiana descubrió el negocio, nadie fue acusado por ello. Los únicos participantes que parecían saber lo que estaba pasando eran los israelíes y los paramilitares. La policía nicaragüense que vendió las armas pensó que estaban comerciando con ellas por mini Uzis y pistolas Jerichó, aunque la OEA, liderada por el ex presidente colombiano César Gaviria, culpó a los nicaragüenses en su informe. El Departamento de Estado, que había recientemente puesto a los paramilitares colombianos en la lista de “terroristas”, afirmó a través del vocero Wes Carrington que el departamento tenía la impresión de que ¡los rifles de asalto automáticos iban a coleccionistas en Estados Unidos!

La conexión entre Castaño y el Presidente Uribe

El Presidente de Colombia álvaro Uribe Vélez, como Castaño, también perdió a su narcotraficante padre por causa de las FARC, pero en el caso de Uribe, el padre murió peleando en su finca atacada por los insurgentes. Y hay otras similitudes también: como Castaño, la familia Uribe ha tenido nexos cercanos con el comercio de cocaína, inclusive rentando un helicóptero para el negocio. De hecho, el padre de Uribe fue acusado en una ocasión por su papel en el notorio caso del laboratorio de procesamiento de cocaína de “Tranquilandia”, luego de su descubrimiento en una operación combinada de la DEA y la policía colombiana. De 1980 a 1982, Uribe fue cabeza de la aviación civil en Colombia (Aerocivil) y controló todas las licencias de aviación en todo el país en el tiempo en que los aviones pequeños hacían la mayoría del tráfico de drogas. Cuando Uribe era gobernador del departamento de Antioquia en la mitad de los noventa, ayudó a crear una fuerza paramilitar llamada Convivir, en la que se rumora que estuvo el jefe paramilitar Salvatore Mancuso.

Legitimando a los paramilitares

Durante las últimas elecciones presidenciales colombianas, un Uribe “limpio” fue llevado al poder y aplaudido por el Departamento de Estado. Muchos de los planes de su gobierno están basados en un estudio de la Corporación Rand. Tanto el estudio de la Rand como los planes de Uribe incluyen la creación de una gran fuerza civil de defensa e información para el gobierno que sería mantenida por el Estado colombiano. El reporte de la Rand, como todas las cosas estilo Plan Colombia, fueron escritas primero en Estados Unidos. Fundamenta una nueva estructura de contrainsurgencia de defensa civil colombiana en el sistema Ronda de Perú o el viejo sistema guatemalteco PAC —en el que los “civiles” deben servir como combatientes contrainsurgentes bajo supervisión del ejército. Tanto en Perú como en Guatemala fueron ellos los principales responsables de reducir el tamaño de las guerrillas pero a costo extremo: cometiendo una enormidad de abusos a los derechos humanos. Cuando esta idea fue por primera vez expuesta en el reporte confidencial de la Rand en junio 13 de 2001, cuyos autores son ángel Rabasa y Peter Chalk, Rabasa indicó que las estructuras paramilitares actuales podrían disolverse y volver a reclutarse en las nuevas fuerzas de defensa “civil”, pero ahora bajo control directo del ejército.

La acusación contra Castaño y Mancuso

Para asegurarse la aceptación de los líderes de las AUC del plan de reestructuración, y mantener a los liberales en el Congreso de Estados Unidos dentro del Plan Colombia fingiendo perseguir a los paramilitares, el Fiscal General de EU John Ashcroft anunció en septiembre 24 de 2002 que Carlos Castaño, Salvatore Mancuso y Juan Carlos Sierra estaban bajo acusación por parte del gobierno estadounidense por arreglar el transporte de unas 17 toneladas de cocaína a los Estados Unidos y Europa en 1997. No que el tráfico de cocaína por parte de los paramilitares fuera en realidad noticia para los Estados Unidos —según documentos de EU de 1993 confirmaron esta afirmación. ¿Pero los colombianos arrestaron a los líderes de las AUC? Después de todo, el gobierno colombiano recibe millones de dólares en ayuda estadounidense y en muchos casos trabaja conjuntamente con Estados Unidos. En vez de arrestar a Castaño y compañía, en noviembre 24 de 2002, las noticias de Colombia revelaron que el gobierno colombiano apoyado por EU ¡estaba envuelto ahora en negociaciones directas a gran escala con ellos!

Castaño y Mancuso también hicieron algo por el gobierno colombiano: anunciaron un “cese al fuego” con el ejército —una fuerza con la que los paramilitares pelearon conjuntamente y de lo que sólo salieron puyas cuando hubo alguna disputa local entre ambos sobre el control de algún tipo de empresa criminal. Pero este “cese al fuego” tuvo buena propaganda en las ciudades de Colombia y, más importante, en el Congreso de Estados Unidos.

Como se establece ahora mientras se escribe este reportaje, si Uribe y la embajada de EU siguen su camino, los paramilitares de las AUC estarán desmovilizados como las AUC per se y se transformarán en entidades legales del Estado colombiano como “soldados campesinos”, entrenados por el ejército, pero viviendo en pueblos y no en bases militares. Así, los hombres de Castaño serán re entrenados y legitimados, y continuarán con la guerra contrainsurgente bajo el eje del ejército colombiano con asistencia directa de los Estados Unidos, lavando sus manos ensangrentadas en el Departamento de Estado.

En ese punto, los israelíes no serán ya necesarios en Colombia, aunque mantendrán vivo su negocio de rifles Galil ahí (ver recuadro). E inclusive, preferirían que su presencia sea olvidada, como no pueden existir dudas de que los intereses israelíes comparten alguna culpa por los muchos años de continuo baño de sangre en Colombia, que ha matado hasta a veinte personas por día —el 70 por ciento o más atribuidas a los paramilitares—, totalizando decenas de miles a lo largo de una década, la mayoría de los cuales son asesinados por simplemente ser sospechosos de simpatizar con la insurgencia, no por ser combatientes. Desafortunadamente, en otros nuevos sitios alrededor del mundo, podemos esperar que el entrenamiento de paramilitares de derecha continúe, mientras el Estado israelí y sus agentes continúan llenos de regocijo tomando operaciones que son juzgadas como desagradables por sus contrapartes estadounidenses.

Jeremy Bigwood es periodista, vive en Washignton DC y tiene vasta experiencia informando desde América Latina. Es el principal experto en Estados Unidos para utilizar el Acta de Libertad de Información para liberar documentos censurados por ese gobierno. Fotógrafo de guerra vetrano, es profesor de la Escuela de Narco News de Periodismo Auténtico y durante la sesión de febrero pasado fungió como editor de fotografía de Narco News.

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