20 de
agosto, 2002
El Pueblo de Atenco,
Machetes Levantados
Fóto
Courtesía de IndyMedia México
Narco News '02
Cómo
se logró la
victoria
de Atenco
La muerte
del aeropuerto de Texcoco
...y
la lucha sigue y sigue
por Maria Botey
Pascual
Reportaje
especial de Narco News
con
fótos historicas de México Insurgente
por
Tina Modotti
Parte
I de una serie
El
pasado 1 de agosto el pueblo de México consiguió
una nueva victoria contra el sistema
corrupto y autoritario que todavía impera en este país,
una victoria de alcances internacionales contra el avance neoliberal
de despojo de los más humildes para el enriquecimiento
económico de los voraces del dinero.
Con los precedentes de las luchas contra
el club de golf de Tepoztlán-Morelos o contra la central
hidroeléctrica en el Alto Balsas en Guerrero, entre otras,
y sobretodo a partir de la luz que difundió el levantamiento
zapatista de 1994 en Chiapas, el pueblo del ex vaso de Texcoco,
con el foco en San Salvador Atenco, tuvo el valor de decir un
nuevo Ya basta! y dar otro paso al frente para frenar el abuso
de los gobernantes, en un proceso que desenmascaró la
simulación política en sus tres niveles de gobierno
(parapetada en el supuesto estado de derecho prevaleciente),
redespertó consciencias e infundió nueva fuerza
en la lucha para la consecución de un mundo más
justo, en lo que debería ser una distribución equitativa
de la riqueza y un papel de verdaderos representantes de la sociedad
por parte de las autoridades gubernamentales.
El 22 de octubre del 2001 a primera hora
de la mañana repicaron las campanas en las comunidades
afectadas para anunciar la terrible nueva: Gran parte de sus
tierras habían pasado a manos del gobierno mediante un
decreto expropiatorio que tenía como fin construir el
nuevo aeropuerto internacional de México.
Con una inversión de 2.800 millones
de dólares en su primera fase, se pretendía construir
una gigantesca infraestructura aeroportuaria en 5.400 hectáreas
que afectaban a trece pueblos de los municipios de Atenco, Texcoco
y Chimalhuacán, siendo el primero el más afectado
en porcentaje de terreno expropiado (70%), donde algunas de sus
poblaciones perderían casi todos sus campos de cultivo
así como parte de sus casas.
Inundados por las lágrimas, pero
también por el coraje y la indignación por no haber
sido consultados al respecto - con lo que se había violado
el artículo 115 en su fracción quinta sobre la
autoridad municipal en el uso de suelo -, cientos de pobladores
del área bloquearon el mismo día la carretera Lechería-Texcoco
durante varias horas, armados con palos, piedras y machetes,
la herramienta rural multiusos más difundida en estas
latitudes que en un par de semanas se convertiría en su
símbolo de lucha. La consigna, que han mantenido durante
los más de nueve meses de conflicto: No cederemos nuestras
tierras, aunque nos vaya la vida en ello.
Cualquiera que indague en las causas de
esta actitud espontánea y generalizada de repulsa a la
ejecución de este proyecto aeroportuario, recibirá
como respuesta multiplicidad de razones que sin embargo convergen
todas en una sola en boca del joven, el adulto o la anciana:
Dignidad!, un término que se conecta con la famosa frase
de Emiliano Zapata "mejor morir de pie, que vivir arrodillado",
con su lucha y la de Pancho Villa, con la de Lucio Cabañas
y Genaro Vázquez, o con las palabras del subcomandante
Marcos y de los indígenas de Chiapas, que dieron la vuelta
al mundo entero más recientemente.
La más básica es "La
tierra es vida, ya que nos da de comer". Y es que a pesar
de ser una de las zonas más olvidadas del Valle de México,
los habitantes del último reducto verde de lo que fue
el gran lago de Texcoco en tiempos anteriores a la conquista
han conseguido sobrevivir gracias a sus campos en los que, además
de criar animales domésticos, cultivan a nivel casi de
autoconsumo maíz, frijol, haba, ejote, papa, alfalfa,
cebada, trigo, zanahoria, calabaza, cebolla, tomate, lechuga;
donde además crecen plantas silvestres como verdolagas,
quelites, malvas, romeritos y quintoniles - que cocinan en variados
guisos - y plantas medicinales que sobretodo las mujeres conocen
y utilizan.
Esto
lo han conseguido a base un trabajo de ochenta años de
recuperación metro a metro -
mediante ceniza y estiércol (y sin ayudas gubernamentales)
- de las tierras salitrosas que les fueron entregadas al final
de la Revolución, cuyas historias de sangre derramada
por "tierra y libertad" (antes la zona estaba constituida
por unas cinco haciendas gigantescas) les fueron transmitidas
por progenitores y abuelos quienes, al heredarles las parcelas,
les aconsejaron "No vendas nunca, la tierra vale más
que el oro!"
Ante la expropiación, los campesinos
y campesinas se preguntaron: Ya somos pobres, si nos quitan la
tierra, qué comeremos? Y adónde nos mandarán
a vivir? Si nos mandan a otras tierras, a quién se las
quitarán para dárnoslas? Habrá agua en los
terrenos? Tendremos dinero y energía para levantar otra
casa? Y si nos mandan a la ciudad, de qué viviremos, si
lo sabemos hacer es cultivar la tierra? Ahora podemos dejar a
nuestros hijos un lugar para vivir y edificar su casa, ¿a
quién tendrán que pedir ayuda si nos dejan sin
tierra?
Así llegamos a la segunda razón
básica: "La tierra es mi vida, es mi identidad, y
perderla es como la muerte". Y es que a pesar del avance
gigantesco de uno de los asentamientos humanos más grandes
de América (el Distrito Federal y sus ciudades satélite),
el área del ex vaso de Texcoco ha mantenido hasta hoy
en día su esencia básicamente rural, organizada
alrededor de las tierras comunales divididas en gran parte en
ejidos familiares, en los que trabajan sus propietarios, campesinos
o jornaleros. Sobretodo en el área de Atenco se mantiene
todavía la organización comunitaria de convivencia
colectiva en festividades importantes y en momentos relevantes
de la vida y la muerte, tradiciones cuyos orígenes se
remontan a la época prehispánica (con orgullo sus
habitantes hablan del parque de los Ahuehuetes, árboles
milenarios donde dicen iba a pasear Nezahualcóyotl, el
rey filósofo y poeta nacido en Texcoco).
Conscientes que la expropiación
de 5.400 hectáreas era sólo la primera fase de
un mayor número de expropiaciones y un desarrollo urbanístico
y de infraestructura viaria brutal para conectar el nuevo aeropuerto
internacional con los corredores industriales que lleva asociado
el Plan Puebla Panamá, fuertemente impulsado por el presidente
Vicente Fox, los habitantes del lugar se imaginaron a si mismos
absorbidos por el huracán desarrollístico y luego
expulsados cual basura a las orillas del concreto, rodeados de
vallas ciclónicas (de hecho en Atenco el proyecto se llevaba
más del 80% de su territorio y en el poblado de Ixapan
casi todo), desmembradas sus familias, afectados por el alcoholismo
y la drogadicción, o viviendo en departamentos levantados
en el aire como en las ciudades, a lo cual no están acostumbrados
"ni lo queremos, nos ahogaríamos". "Y quién
se va a creer que luego nos contratarían en los hoteles
de lujo, o nos dejarían entrar en el aeropuerto internacional
con un carrito de tamales o de atole? Sólo nos vendrían
a buscar al otro lado de la valla cuando andaran detrás
de algún delincuente", fue el comentario final de
uno de los atenquenses entrevistados.
Pero
la causa principal del coraje e indignación que arrebató a la población de Texcoco
aquel 22 de octubre del pasado año fue el cinismo y el
engaño que sufrieron por parte de los tres niveles de
gobierno al no notificarles con anticipación ni consultarles
en ningún momento de lo que se les avecinaba, a pesar
de sus múltiples solicitudes de información a las
diferentes autoridades al sospechar, por lo que se oía
en los medios de comunicación y desde varios meses antes,
de la posibilidad que los inversores les cayeran encima con sus
garras.
Además, por supuesto, del pago
que se determinó en el decreto expropiatorio por sus tierras:
7.20 pesos el metro cuadrado, tanto por campos como por áreas
construidas (sin subsidios, sin propuestas seguras de recolocación
laboral y habitacional); "no sale", dijo un anciano
que incluso llegó a hacer sus cuentas. "Que cedan
sus haciendas los ricos de este país (quizá un
5% de los mexicanos usa aviones), a ver cuál de ellos
la vende a siete pesos el metro", decía una anciana
a quien se le escapaban las lágrimas de impotencia. A
lo que se podría añadir la desconfianza de los
habitantes de México en su propia moneda que, por experiencia
y por la situación actual del continente, saben que puede
ser devaluada en cualquier momento.
La idea de construir un nuevo aeropuerto
internacional en México se gestó en los años
setenta y fue impulsado por el grupo Atlacomulco presidido por
el ya fallecido Hank González, que consiguió que
Ernesto Zedillo lo aprobara, aunque su realización pasó
a manos del gobierno ya descaradamente neoliberal de Vicente
Fox quien, con el compromiso del proyecto hasta el cuello - necesario
por otro lado para la ejecución del Plan Puebla Panamá
-, mantuvo al poderosos grupo priísta en su gabinete,
otorgando a Pedro Cerisola la titularidad de la SCT y la Ernesto
Velasco León, la del Aeropuertos y Servicios Auxiliares.
Bajo la dirección del gobernador
del Estado de México, Arturo Montiel Rojas, cabecilla
actual del grupo Atlacomulco, y con la constante "colaboración"
del Procurador de Justicia mexiquense, Alfonso Navarrete Prida,
- que desdeñaría a los inconformes y los amenazaría
con varias órdenes de aprehensión - todos ellos
fueron artífices y partícipes, entre otros, del
frustrado meganegocio del sexenio en el que grandes empresas
mexicanas y extranjeras - y se supone una manada de especuladores
privados - esperaban sacar pingües beneficios a costa de
los más humildes quienes, de no haberse levantado en contra,
hubieran sido despojados de sus únicos bienes mediante
un accionar corrupto y descarado tristemente común en
este país, donde existen centenares o miles (según
distintas fuentes) de ejemplos de núcleos ejidales en
distintos estados que nunca fueron compensados económicamente
por las expropiaciones a pesar de lo establecido legalmente en
su momento, o que fueron pagados no a siete pesos sino a veinte
centavos por metro, o que después de ser expropiados tuvieron
que pagar para tener una parcela menor en el mismo lugar y a
mucho mayor precio, o que, como el reciente caso de Acapulco,
donde aunque la justicia falló a su favor, los empresarios
no querían soltar su presa. Incluso los terrenos expropiados
para la varias veces bloqueada carretera Lechería-Texcoco,
dicen que nunca fueron pagados.
Sospechando la posible construcción
del famoso aeropuerto en Texcoco, cuentan algunos líderes
del levantamiento atenquense que a finales de los años
setenta y al menos otra vez en el año 1997, se repartieron
tierras comunales entre los habitantes de la zona con el objetivo
de contar con más ejidatarios dispuestos a defender las
tierras.
Esta
fue la primera estrategia de resistencia contra el aeropuerto de un movimiento social que a pesar de las informaciones
difundidas en los medios de comunicación, no nace ni mucho
menos en octubre del 2001, sino mucho antes. Ya a finales de
los años setenta varios pueblos de Atenco junto a otros
municipios se inconforman contra el abusivo aumento del impuesto
de la vivienda, en una zona de las más marginadas del
Estado de México y en aquel entonces sin los mínimos
servicios que ameritasen la suma exagerada que pretendían
cobrar las autoridades a unos pobladores que básicamente
vivían a mínimos y al día. Las protestas,
llevadas a cabo por estudiantes y campesinos, fueron reprimidas
por la policía, aunque finalmente se consiguió
anular el aumento.
Son varios de los participantes de la
resistencia de los pueblos del ex vaso de Texcoco al proyectado
aeropuerto que ya participaron en aquellas luchas sociales para
mejorar las condiciones de vida de los habitantes del área,
y que en los años noventa consiguen organizarse en lo
que es primero el Frente Popular Regional de Texcoco, y después
el Frente Popular del Valle de México, con el objetivo
de reunir a las comunidades a través de sus representantes
locales e impulsar el desarrollo social paliando la carencia
existente de los servicios más elementales, como son el
alumbrado, agua potable, drenaje, escuelas, centros de salud,
o proyectos de estímulo para el campo.
Es a finales de 1995 que con estas demandas
bloquearon la carretera Lechería-Texcoco y, en lo que
los atenquenses vivieron como una trampa del gobierno, éste
los llamó a dialogar, pero como agentes del diálogo
únicamente les mandó a los granaderos, que los
reprimió violentamente.
Aunque la organización experimentó
cierta crisis por la crudeza de este suceso y algunos de sus
líderes sufrieron ya entonces las manipulaciones del gobierno
a través de la difamación auspiciada por elementos
proclives a la corrupción pertenecientes a los mismos
pueblos, son algunos de estos luchadores sociales que a finales
del año 2000 empiezan a prestar atención a la publicitada
y, según muchos, "supuesta" competencia entre
estados por la ubicación del aeropuerto internacional.
Así, desde los primeros meses del
2001, varios habitantes de Atenco piden información a
sus autoridades locales y, ante sus manifestaciones de total
desconocimiento del asunto (falsas como sabrán después,
que es por ello que los consideran traidores y vendidos), empiezan
a reunir datos a través de los medios de comunicación
e internet, aunque nunca acaban de aclarar en qué área
del ex vaso de Texcoco se iba a construir y la superficie ocupada
"porque los mapas expuestos en la Web eran imprecisos e
iban cambiando".
Cabe destacar que en este tiempo ya empezó
la manipulación mediática a través de la
televisión, que presentaba el proyecto aeroportuario como
una oportunidad de progreso que mejoraría notablemente
la vida de los habitantes del área seleccionada como óptima
y donde se generarían miles de empleos y una gran derrama
económica que redundaría en su beneficio y en el
del medio ambiente, propaganda que se basaba en supuestos estudios
(luego se sabría que ni había tantos) que nunca
tuvieron en cuenta la opinión ni el nivel de preparación
de la mayoría de los pobladores (como se puede comprobar
en el documento que publicó el gobierno del Estado de
México y que no fue difundido entre la gente, el cual
habla de pistas de aterrizaje, infraestructura vial, suelos y
fauna, pero nunca se refiere a la problemática humana,
cuyos pequeños asentamientos ni aparecen en los mapas).
Según declaraciones de uno de los
líderes del movimiento fue en el verano del 2001 que llegó
un representante de Gobernación al pueblo (la única
vez que una autoridad se acercó a la comunidad, aunque
muchos no se enteraron) a exponer el plan del aeropuerto siempre
con el mismo tono de proyecto de "progreso" y en una
reunión "en que nunca se determinó la superficie
afectada pero se nos dijo que si algún ejidatario resultaba
dentro del perímetro, su terreno sería pagado a
precios comerciales", unas expresiones confusas, engañosas
y desvergonzadas por parte de las autoridades que han sido características
de todo proceso (desde el gobierno se llegó a decir que
les había tocado la lotería, o que con el aeropuerto
sus hijos tendrían la oportunidad de cursar la carrera
de piloto de aviación).
Mientras la presión mediática hacía mella
en algunos habitantes de la zona, y otros dudaban de que realmente
se fuera a llevar a cabo en Texcoco, un grupo reducido de personas
organizaba asambleas dominicales en el auditorio municipal de
Atenco para cuestionar las consecuencias del posible aeropuerto,
a las que se invitaban profesores de la universidad cercana a
informar de los potenciales impactos, y en las que se trataba
de planear junto a todo aquel que quisiera acercarse, acciones
a emprender en caso necesario, al mismo tiempo que la tensión
aumentaba progresivamente en el municipio debido al descubrimiento,
en las tierras de varios ejidatarios, de topógrafos que,
al ser cuestionados por su presencia, sólo contestaban
"estamos viendo", pero nunca daban razón de
su presencia, como nunca la dio el alcalde a los habitantes de
su pueblo que lo interrogaron.
Estos movimientos sospechosos culminaron
en el descubrimiento a principios de octubre de maquinaria para
la extracción de muestras de suelos trabajando en terrenos
adyacentes a San Salvador Atenco sin ningún permiso de
sus propietarios. Enfadados por la violación de sus derechos
ya que el gobierno todavía no había comunicado
públicamente el emplace del nuevo aeropuerto (aunque incluso
algunos políticos sospechaban de secretismos por cuestiones
mediáticas), los ejidatarios condujeron las camionetas
y la perforadora a la plaza principal del pueblo, que serían
resguardadas noche y día en lo que fueron las primeras
guardias populares. Ya para entonces habitantes de varios pueblos
realizaron las primeras marchas en la zona demandando una explicación
al gobierno por la intromisión en sus terrenos y exigiendo
la detención del proyecto aeroportuario, mientras el alcalde
de San Salvador Atenco desconocía públicamente
a los inconformes, que acusaba de forasteros revoltosos.
Cuando
se decretó oficialmente la expropiación, los incrédulos
despertaron de su sueño, y
la oposición a la construcción del aeropuerto internacional
en Texcoco creció de tono: Centenares de vecinos bloquearon
la carretera, mientras se multiplicaban las declaraciones en
contra del aeropuerto por parte del gobierno del Distrito Federal
e instituciones universitarias y ambientalistas alertaban del
peligro de inundaciones en la ciudad con la destrucción
del drenaje natural del área, y de la desaparición
de un refugio de las aves migratorias procedentes de Canadá
y Estados Unidos, lo que provocó posteriormente una denuncia
pertinente ante el tratado del TLC. El tema de las aves originó
un chiste nacional, a partir de las declaraciones del titular
de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, Pedro
Cerisola y Weber, en las que afirmó que los pájaros
habían aceptado el aeropuerto del DF, por lo que también
estaban de acuerdo con el nuevo.
Los que no estaban conformes ni fueron
consultados ni informados pertinentemente en ningún momento
fueron los habitantes de los pueblos afectados, que desde el
primer día establecieron un plantón permanente
en la plaza principal de San Salvador Atenco y se organizaron
para la resistencia, pero también para la acción,
ya que tenían claro que, por los grandes intereses en
juego, había que tomar medidas efectivas contra el proyecto
desde antes de que empezara a removerse el terreno.
Así, se construyeron las primeras
zanjas y barricadas para impedir el paso de las máquinas
y se organizaron de forma más o menos espontánea
distintas comisiones para la vigilancia, colecta de víveres
y fondos, cocina popular, o comunicación y enlaces, mientras
empezaban a llegar apoyos de otros pueblos de la zona y de las
primeras organizaciones civiles del país, que se solidarizaron
con el movimiento.
...próximamente,
Parte II: Atenco: de
batalla local a bandera nacional y mundial
Maria Botey Pascual,
autora de libro "A la recerca d'El Quemado" de la editorial
catalana Columna, corresponsal del diario mexicano Por Esto!,
y participante en la cobertura periodística de la Caravana
Zapatista 2001 para Narco News, escribió este reportaje
desde San Salvador Atenco.
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