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La Victoria de la Cannabis Medicinal: Un Caso Ejemplar de Organización y Resistencia

Fue el Viraje a la Organización Comunitaria del Movimiento por la Reforma en la Política de Drogas lo que Produjo el Cambio en la Política Estadounidense esta Semana


Por Al Giordano
Especial para The Narco News Bulletin

20 de octubre 2009

El lunes pasado, el gobierno de Obama publicó un memorándum, donde dice que el gobierno federal dejará de desperdiciar a los agentes de policía, al presupuesto de la fiscalía (y de su corte correspondiente) en arrestar y allanar farmacias de marijuana medicinal o a sus pacientes, lo que muestra el siguiente paso lógico en lo que ha sido un caso ejemplar de una campaña de organización desde abajo.

La historia es instructiva en como cada pequeño paso lleva a un gran cambio, y es digno de estudio por todos los que claman por el progreso en muchos frentes: desde el lograr la atención en el sistema de salud, a ponerle fin al embargo estadounidense contra Cuba, a lanzar la reforma inmigratoria, a revisar el sistema económico en su totalidad, hasta todos y cada uno de los “problemas” por el que uno podría abogar.

Gran parte de mi trabajo como periodista en los años 80 y 90 se dió en el campo de la información de la política de las drogas de los Estados Unidos y de los movimientos que pretendían reformarla o derogarla. Tuve asiento de primera fila en los debates y discusiones—siempre apasionados, y casi siempre con rencor—entre abogados y organizaciones que buscaban cambiar esas leyes. Había tensiones naturales entre, por ejemplo, aquellos que veían la prohibición de las drogas como la causa de tanto daño, violencia e injusticia y concluyeron (como yo) que la derogación de leyes prohibicionistas en contra de todas las drogas—incluyendo las que son adictivas o causan riesgos claros a los usuarios—es un paso necesario para cualquier sociedad que anhela respirar auténticamente libre. Otros, representantes de decenas de millones de estadounidenses que usan la marijuana de forma recreativa o médica, simplemente querían crear su propio derecho a hacerlo en paz, sin tomar mucho en cuenta los daños relacionados con la sociedad, específicamente a personas que no eran demográficamente como ellos.

Se habrán celebrado conferencias, y esos asuntos de filosofía y estrategia serían discutidos enérgicamente, pero mientras tanto, la guerra contra las drogas ya estaba en marcha, literalmente como una guerra—con sus propios armamentos, prisioneros de guerra, y cifra de muertos—de los Estados Unidos en contra de su propio pueblo y en contra de muchos en otras tierras.

A mediados de la década de 1990, algunos defensores con visión a futuro de la reforma a la política contra las drogas concluyeron que el asunto central—ya sea que las drogas recreativas sean legalizadas o no—era simplemente demasiado grande y confuso para que el público le hiciera frente de una sola vez. Incluso la cuestión de legalizar la relativamente inofensiva marijuana fue abrumadora en términos de la opinión pública. La gráfica de sondeo de Gallup de arriba muestra que en 1996 solo el 25 por ciento de los estadounidenses apoyaban la legalización de la marijuana, con un 73 por ciento en contra. Cualquier estrategia organizativa con un número tan abrumador en contra, que optara por la polarización sobre la organización estaba condenada al fracaso .

Así, algunas voces pioneras y organizadoras sentaron el camino para el cambio progresivo. Eligieron golpear duro una grieta del frágil edificio de la guerra contra las drogas: cuando incluso tres cuartos de los estadounidenses no querían que la cannabis se legalizara para ninguno, una masa crítica que tenía graves dudas acerca de las políticas que perseguían a las personas enfermas—con glaucoma, SIDA, esclerosis múltiple y otras enfermedades—que necesitan la planta como medicina.

Los debates de hoy en día en torno al sistema de salud y otros asuntos hacen eco de aquellos que tuvieron lugar a mediados de los 90 en torno a la reforma a la política de las drogas. Aquellos que se embarcaron en una estrategia de cambio gradual fueron muchas veces desdeñados por los aliados naturales que decían que el camino gradual no se movía lo rápida ni profundamente necesario. En algunos casos, organizaciones enteras fueron destrozadas y grupos disidentes se formaron en su lugar, compitiendo por los mismos partidarios y financiamientos. Todos sabemos como continúa la historia. Por las divisiones, egos y rencores, amistades del medio de la reforma a la política de las drogas se perdieron también. Siempre han habido, y seguramente siempre habrán, aquellos que sostienen que, al instar a un cambio progresivo un movimiento abandona sus principios fundamentales. Pero al final, la historia se mueve un paso a la vez, y más a menudo emergen triunfantes aquellos que caminan en lugar de apresurarse.

Trece años más tarde, aquellos que representaron la estrategia progresiva demostraron que su camino fue correcto, de hecho, profético. En 1996—sobre las objeciones de algunos grupos e individuos de la legalización de la marijuana—los ciudadanos de Arizona y de California colocaron los referendos sobre la marijuana medicinal en las boletas de votación de sus estados. La medida de California—la legalización de la posesión de hasta ocho onzas o 18 plantas—se aprobó con el 56 por ciento de apoyo. En Arizona—que se pensaba como un estado más “conservador”—la medida que permitió a los médicos recetar la marijuana medicinal obtuvo el 65 por ciento de los votos (ahí, la legislatura estatal rápidamente derogó la nueva ley, para que los ciudadanos la pusieran de nuevo a votación y repitieran su triunfo.)

El cambio del mero activismo y promoción de una estrategia de referéndum obligó, también, a que franjas importantes de los movimientos por la reforma a la política de las drogas entraran en una nueva fase: el de la organización de la comunidad. En muchos estados, el sometimiento a referendos requería la recolección de firmas, lo que significaba que los partidarios de la reforma tuvieran que salir del ciclo de reuniones interminables y de debates internos para salir a la calle, puerta a puerta, para reclutar a personas del público general. Una vez que tuvieron las leyes propuestas en las boletas, pasaban a las campañas para lograr el voto. Esto marcó un cambio de paradigma en lo que había sido un movimiento auto-marginado por la reforma: fue una llamada de atención.

En 1998, otra vez mediante la aplicación de la estrategia de organizar a la comunidad, los estados de Oregon, Washington y Alaka siguieron el ejemplo con medidas similares. En 1999 siguió Maine. En 2000, en Colorado, Hawaii y Nevada los votantes hicieron lo mismo. Desde entonces, Montana, Nuevo México, Michigan, Rhode Island y Vermont se convirtieron en estados con marijuana medicinal, y Maryland permitió su uso médico como defensa en los tribunales. Cuatro de esos estados—California, Colorado, Nuevo México y Rhode Island—han legalizado clínicas y farmacias en donde la cannabis se puede distribuir legalmente a los pacientes que la necesitan.

Durante estos años—la batalla se ha centrado principalmente en California—los gobiernos federales de William Jefferson Clinton y George W. Bush no respetaron esas expresiones de voluntad democrática y enviaron a la Agencia Antidrogas (DEA por sus siglas en inglés) y a fiscales federales para allanar clínicas de marijuana medicinal, y multar y arrestar a sus proveedores y pacientes por igual. Mirando de nuevo la gráfica de Gallup, se puede ver como en esos años la opinión pública, en la cuestión más amplia de la legalización de la marijuana para todos aquellos que la quieran, ha tomado un rápido giro hacia la derogación lisa y llana de la prohibición.

La fase de organización de la comunidad—la de los referendos a nivel estatal—dió rápidamente luz a un movimiento de resistencia civil de buena fe: uno en el que decenas de miles de estadounidenses se comprometieron abiertamente a la desobediencia civil no violenta en contra de la ley federal para aplicar las nuevas leyes estatales que permiten la distribución de marijuana medicinal a sus pacientes. Las redadas federales en contra de las farmacias de cannabis y en contra de sus pacientes, provocaron la conciencia pública y demostraron la inmoralidad fundamental y la ineficacia, no solo de la aplicación de la fuerza federal estadounidense en contra del uso medicinal de la marijuana, sino también de la prohibición en su totalidad. Y sobre la cuestión más amplia, la opinión pública dio un movimiento marcado hacia la legalización de la marijuana.

De acuerdo con Gallup, en los estados occidentales, una mayoría absoluta del 53 por ciento de los ciudadanos está a favor de la legalización de la marijuana, comparado con el 46 que está en contra. Todo eso tiene mucho sentido: esos estados son precisamente el racimo que lideró la carga en la pequeña cuestión de la marijuana medicinal y donde la organización comunitaria y la resistencia civil han obtenido el mayor apoyo y atención: así, hay un efecto casual de dicha organización y resistencia en la opinión pública.

Con este cambio en la opinión pública, llegó un candidato presidencial destacado en 2007 y 2008, quien se comprometió a poner fin a las redadas a las farmacias que distribuyen marijuana medicinal en los estados en que son legales, y tan solo a diez meses de su inauguración, el Presidente Obama ha cumplido esa promesa, una que no fue idea suya, sino mas bien de su oreja de organizador que fue capaz de escuchar el estruendo que había sido causado por la organización de abajo. Y con ese cambio de paradigma en la política federal, esperamos ver a la opinión pública seguir rompiendo abruptamente en favor de la derogación de la prohibición total.

Los libros de texto de historia llevarán impresos en el futuro el como los Estados Unidos derogaron la prohibición a la marijuana (algo que seguramente vendrá en nuestro tiempo de vida) y que fue la estrategia de cambio gradual la que abrió la puerta para el cambio fundamental. Lo mismo será dicho de como los Estados Unidos pusieron fin al embargo contra Cuba (garantizando a los cubano-estadounidenses su derecho a viajar a la isla, extendiendo inexorablemente esa libertad a todos los ciudadanos estadounidenses). Lo mismo será escrito sobre la política de inmigratoria. Y—si se puede pasar de las quejas sobre si la reforma al sistema de salud llega lo suficientemente lejos o no—yo creo que un camino similar de pasos graduales para el cambio provocará una dinámica similar hacia el cambio total. Los momentos de las revoluciones—que suceden cuando el cambio gradual es imposible por la naturaleza autoritaria del régimen—asi es como el cambio suele ocurrir.

Han habido muchos, muchos héroes y heroínas anónimos en estas batallas de organización y resistencia que en solo trece años han cambiado la opinión pública sobre la prohibición de la marijuana—a menudo con gran riesgo y sacrificio de su propia libertad y seguridad—pero será reservado un lugar muy especial en la historia para Ethan Nadelman, hoy día el director de la Alianza por la Política de las Drogas. Es justo que sea reseñado favorablemente en el último número de la revista Newsweek. Regresando al principio de los años 90, fue Nadelmann quien unió y dio voz a las narrativas dispares y a defensores que trataban de lanzar una estrategia para el cambio gradual, y no solo sobre la política exclusiva de la marijuana, pero también con medidas de “reducción del daño” concernientes a los problemas que la prohibición trajo a los usuarios y a la sociedad cuando se trata de otras drogas.

Él y decenas de miles de estadounidenses que tocaron puerta por puerta para poner los referendos en las boletas, y quienes posteriormente se arriesgaron en su resistencia civil en contra de las redadas federales a las clínicas, han atravesado el umbral de la historia, y desde el impulso de este triunfo más reciente, como resultado vivirán para luchar y dar paso a cambios más radicales en la política de las drogas de los Estados Unidos. La victoria de esta semana ofrece ahora un plan de trabajo para los organizadores de cada uno de los 50 estados para profundizar el cambio de las políticas, haciéndolo a nivel estatal. (Ninguna victoria llega a un final: ésta abre la puerta para la siguiente.)

Pero también aquí hay una lección para los cínicos que, en lugar de participar en la organización de la comunidad y en las campañas de resistencia civil, prefirieron hablar basura en contra de los movimientos graduales para el cambio de cualquier frente de la política y posaron como algo más “radical” o “puro”. Éste último cambio de paradigma en la política estadounidense no se produce porque algunos defensores de la legalización de la marijuana se quejaron de que de alguna forma la reforma de la marijuana medicinal no era “suficiente”. Por supuesto que nunca fue el objetivo político final de tantos que hicieron el trabajo duro para hacerlo. Pero los pasos de recien nacido ahora han hecho un salto evolutivo hacia adelante para hacer un cambio mayor. Por lo tanto, este es un buen momento para señalar que los lloriqueos y los berrinches de bebé de algunos otros en ese frente no tuvieron impacto en hacer que el progreso se diera. Su método de quejarse y de lanzar órdenes desde las bandas demostró, una vez más, su completa intrascendencia, sirviendo solo como distracción molesta a los que hacen el verdadero trabajo y se organizan.

Es por medio de esas victorias graduales—mediante métodos probados de organización comunitaria y resistencia civil—que el cambio más fundamental es posible, de hecho, llegó más rápido que lo que mucho soñaron 13 años atrás. Y ya sea que sus prioridades estén en el ámbito de la política de drogas, o el sistema de salud, o la política exterior, o en cualquier otro terreno, hay algo vital para aprender de esta lección particular de educación cívica.


Traducción de inglés por Fernando León

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