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Acusan a soldados de E.U. por vender armas a fuerzas paramilitares colombianas

Igual que los soldados atrapados contrabandeando cocaína el mes pasado, no enfrentarán un juicio ni investigaciones en Colombia


Por Dan Feder
Especial para The Narco News Bulletin

12 de mayo 2005

El pasado martes 3 de mayo las autoridades colombianas arrestaron a los soldados Alan Norman Tanquary y José Hernández, del Ejército de los Estados Unidos, por traficar ilegalmente armas y municiones. Las armas –de acuerdo a los reportes de la prensa fueron más de 30,000 “proyectiles” encontrados en la casa donde fueron arrestados– casi seguramente estaban listas para ser vendidas a los grupos paramilitares, las milicias de extrema derecha que son escuadrones de la muerte y aterrorizan al pueblo de Colombia.

La embajada de Estados Unidos y sus jefes allá en casa, han pasado a la fase de control de daños y tratan de esconder este escándalo bajo la alfombra. Y hasta el momento los medios estadounidenses no parecen muy empeñados en detenerlos.

Supuestamente los soldados de EEUU desplegados en Colombia tenían dos objetivos: combatir la producción de cocaína y ayudar a terminar con la guerra civil de cuarenta años. El mes pasado cinco soldados norteamericanos fueron atrapados traficando cocaína hacia los Estados Unidos (vean mi nota en la Narcoesfera y la reciente columna de Laura del Castillo sobre el tema) y recientemente dos otros soldados han sido encontrados ayudando y lucrando con la fuerza más brutal del hemisferio.

Los Estados Unidos a menudo justifica su ayuda (cerca de 800 millones de dólares) a un ejercito reconocido por colaborar y trabajar muy cerca de los grupos paramilitares, diciendo ayudar al gobierno de Uribe a limpiar el ejército, que la presencia estadounidense es un tipo de cura mágica contra la corrupción y los abusos a los derechos humanos. Dichas fantasías podrían no sobrevivir a más incidentes como este.

Primero y más importante, los crímenes de estos dos hombres fueron cometidos contra Colombia. Fueron arrestados en ese país por la policía colombiana, que se topó con ellos al seguir una pista sobre una operación ilegal de venta de armas. ¿Pero dónde enfrentarán sus juicios? Como los “narcosoldiers”, serán enviados rápidamente a los Estados Unidos para enfrentar una “investigación”. Este caso nos plantea preguntas muy delicadas que podrían afectar todo el futuro de las aventuras imperiales de EEUU en Latinoamérica, y es obvio que varios organismos de política exterior desean mantener esos proyectos funcionando y no quieren que los investigadores de otro país, fuera de su control, encuentren esas respuestas.

Pero EEUU se está extralimitando con la frenética protección de estos oficiales. Después del decomiso de cocaína del mes pasado, los legisladores colombianos y los procuradores de justicia Center” title=”“>>se enfurecieron después de la extradición de prisioneros colombianos hacia suelo norteamericano, ya que no se les permitía investigar y acusar a los criminales estadounidenses que capturaban. Y ahora lo mismo ha pasado… pero estos soldados no trataban de vender cocaína a los niños de Estados Unidos; supuestamente trataban de vender armas que podrían ser usadas contra ciudadanos colombianos. Una maniobra de última hora para mantener a los hombres en Colombia fracasó, ya que se reportó que los hombres pasaron directamente a la Embajada de su país y luego, el pasado fin de semana, para EEUU.

El Departamento de Estado responde las preguntas diarias de los periodistas en una conferencia informativa en Washington. Ayer, un reportero hizo una pregunta sobre los dos hombres y recibió una negativa total del vocero Richard Boucher:

Pregunta: Ayer, dos oficiales militares fueron arrestados en Bogotá en lo que las autoridades civiles colombianas describen como un intento para armar a grupos paramilitares ilegales. Human Rights Watch ha producido evidencias documentales que demuestra el apoyo de los EEUU a los militares de Colombia, para tener relaciones ilícitas con estos grupos paramilitares. ¿Podría decirnos si es verdad o no si alguna agencia de EEUU podría estar involucrada en la distribución secreta de armas a los paramilitares colombianos, y si esos soldados fueron arrestados en un complejo cercado donde viven muchos contratistas y oficiales estadounidenses?

Sr. Boucher: Primero, esto ha —¿cómo decirlo? —. Esta es una situación especial, un caso particular. No hay en lo absoluto, una política de EEUU y el apoyo de EEUU o la inclinación de los militares de EEUU para realizar operaciones que armen a los paramilitares. Hemos declarado que esos son grupos terroristas. Hemos apoyado al presidente Uribe en su lucha contra los terroristas de la izquierda y de la derecha y hemos— nuestro objetivo en Colombia, al operar bajo leyes muy estrictas, es contribuir a que el gobierno civil asegure su poder a través de todo su territorio, de una forma democrática que respete los derechos humanos de todos los ciudadanos. Y sobre eso discutieron la secretaria y el presidente Uribe la semana pasada cuando estuvo allá.

En segundo lugar, en lo que respecta a este caso particular, los dos eran soldados de EEUU que fueron detenidos por la Policía Nacional Colombiana el 3 de mayo en Melgar, Colombia. Está aproximadamente a 25 millas de Bogotá. Los funcionarios colombianos los entregaron ayer a la custodia de los E.U. Serán transportados a Bogotá este día y esperamos tenerlos en los Estados Unidos en los siguientes días.

Bueno, eso fue suficiente para los periodistas en el cuarto que lanzaron otra ronda de preguntas sobre Corea del Norte y Medio Oriente. Unas cuantas de las pocas preguntas interesantes sobre el asunto fueron planteadas en el sitio del for International Policy, donde Adam Isacson escribió:

“¿Cómo es que las tropas estadounidenses se las arreglaron para cerrar estos tratos? No es como si los soldados de Estados Unidos en Colombia hayan sido persuadidos por los miembros paramilitares, convenciéndolos de traficar drogas y armas por ellos. Esta oportunidad para ganarse dinero no llegaría a concretarse hasta que alguien se presente primero. ¿Quién, entonces, está ayudando a los norteamericanos corruptos a relacionarse con sus clientes paramilitares? ¿Cuál es el puente entre estas dos separaciones?

“Obviamente, la evidencia oculta más probable son la contraparte de los soldados estadounidenses en el ejército colombiano, que son ubicados simultáneamente en bases como Apiay y Tolemaida. ¿Podría ser el caso que el personal militar colombiano –miembros de unidades apoyadas por los E.U. que se supone han dejado sus vínculos con los paramilitares– esté ayudando a facilitar relaciones con sus “amigos” de las milicias locales?”

Otra pregunta bajo la misma lógica: Si los soldados esperaban ganar mucho dinero con este trato, ¿qué harían con el dinero? ¿Cómo podría ser lavado y reintroducido en los EEUU? Las implicaciones de ambos cuestionamientos van más allá de un simple trato armamentista y demuestra cómo a pesar de dar la apariencia de estar luchando contra el terrorismo “de la izquierda y de la derecha”, la misión militar de EEUU en Colombia no parece frenar los objetivos de los “terroristas” (y, mucho mas que sus enemigos de la guerrilla, narcotraficantes) de la derecha.

Como señala Isacson, Melgar, Tolima, es el hogar de una de las bases estadounidenses más grandes del país. A pesar de este hecho los paramilitares operan impunemente a lo largo del departamento de Tolima, habiendo asesinado a 170 personas desde diciembre de 2002.

¿Los paramilitares habrían adquirido de antemano las balas de los soldados de E.U.? ¿Qué tanta responsabilidad tiene los Estados Unidos en las 170 muertes? ¿A qué nivel se pactó con la organización paramilitar clandestina Autodefensas Unidas de Colombia, que promueven el terror en todo el país?

Algunos hechos recientes nos revelan qué tanto interés tiene la operación imperial de EEUU con la gente común en Melgar. En octubre de 2004 soldados y mercenarios norteamericanos obligaron a tres menores de Melgar para que participaran en un video pornográfico, que luego sería distribuido en la población (en estos momentos está disponible en las calles de Bogotá). El periódico colombiano El Espectador escribió en enero una comparación del incidente con el escándalo sexual de la prisión de Abu Ghraib:

“Al parecer, las tres adolescentes, de extracción social modesta, fueron utilizadas a cambio de una suma de dinero y de la promesa de obtener visas para ingresar a Estados Unidos. En la entrevista hecha a algunos de los habitantes de Melgar y al cura párroco local, ellos afirman que los marines grabaron los videos para destruir la dignidad de las jovencitas del pueblo y para demostrar ‘quién manda realmente en la localidad’. Expuestas a la vergüenza pública, luego de la distribución de la cinta, las adolescentes y sus familias tuvieron que abandonar la población.”

Otros que han visto la cinta dicen que no parece muy “consensual”. Aunque en estos días este suceso fue mencionado en varios reportajes de medios colombianos, estuvo casi ausente en la cobertura de los EEUU.

Hoy, mientras tanto, el presidente Bush sigue balbuceando su Gran Mentira, insostenida por evidencia alguna, acerca de las compras de armas de Venezuela y el temor de que podrían “terminar en las manos de las FARC”, mientras sus propios soldados son capturados con las manos en la maza tratando de armar a los peores incitadores de violencia política en Colombia.

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